viernes, enero 09, 2015

¡La paz de Colombia es la paz del mundo!

La gira europea de Santos no servirá de mucho para sus declarados fines mendicantes, pero sí para su propaganda dentro y fuera del país. Fuera, por la obvia búsqueda de reconocimiento y apoyo. Dentro, porque los colombianos creen más en lo que les dicen que en lo que ven, según la distancia del país en que se hable (mucho más valiosa la opinión de un noruego que la de un peruano, naturalmente), y los reconocimientos, presionados de mil maneras, de personajes como el presidente del gobierno español o aun el director del ABC (editorial incluido), generan buena imagen para el tirano.

No está de más recordar su inverosímil desfachatez: no vacila en declarar que "Sobre su participación o influencia [de las FARC] en el proceso electoral colombiano, debo advertir que son ilegales y no forman parte del juego democrático. No pueden arrogarse ningún papel. No han tenido ninguna injerencia ni influencia. Tengo que decir con toda claridad que yo soy el peor enemigo que las FARC han tenido en toda su historia", lo que el periódico monárquico no tarda en convertir en subtítulo.

Más elocuente aún es el artículo que firma él y que apareció en El País.
La paz de Colombia es la paz del mundo
Hace unas semanas, ante la Asamblea General de la Naciones Unidas, conté la historia de Constanza Turbay, una colombiana que perdió casi toda su familia a manos de la guerrilla de las FARC.

En La Habana, donde se lleva a cabo nuestro proceso de paz con esta guerrilla, Constanza tuvo la oportunidad de mirar a sus victimarios a los ojos y contar su trágica historia, la misma de millones de víctimas de una guerra sin sentido entre hijos de una misma nación.
Lo mejor de ese párrafo es la historia del personaje: ¡Colombia produce seres así y no puedo ocultar que me inspiran más asco que los mismos asesinos! Así son las familias de los diputados del Valle, por una parte defendiendo al asesino Sigifredo López y por la otra buscando prosperar gracias al crimen. No podía encontrar Santos mejor ejemplo de la bajeza infinita en que se basa su componenda criminal.

No está de más prestar atención a lo de la "guerra sin sentido". ¿Es sin sentido la prosperidad de su familia y la persistencia de su poder a lo largo de un siglo? No faltará el que le vea algún sentido. Los crímenes incesantes que llama "guerra" son la base de ese poder.

Pero ¿hay una guerra entre hijos de una misma nación? Es de nuevo palabrería legitimadora: hay asesinatos del servicio doméstico armado de Santos y su clan gracias a los cuales mantienen su poder. Esos asesinatos no son legítimos, no hay dos bandos que se matan en las mismas condiciones, hay unas bandas criminales creadas por los socios y parientes de Santos y millones de personas que sufren la opresión.

Por desgracia nadie les cuenta a los españoles que la inmensa mayoría de los supuestos representantes de las víctimas son elegidos por los propios asesinos y que a personas que han estado secuestradas décadas, como el general Mendieta, no les hacen caso.
Por primera vez, Constanza escuchó de uno de los líderes de las FARC las manifestaciones de un arrepentimiento sincero. En las propias palabras de esta valiente mujer, las víctimas están “cambiando su dolor por la esperanza de paz”.
Santos es un criminal, la desfachatez con que miente lo hace peor que los propios asesinos a los que premia en La Habana.
Ese anhelo de reconciliación de la gran mayoría de colombianos es el que ha impulsado el intento, serio y juicioso, que estamos realizando los colombianos para alcanzar la paz.
Curiosamente cuando fue elegido Santos fue contra ese anhelo de reparación, y no habría podido llevar a cabo su componenda si hubiera tenido oposición y no esos miserables uribistas que obviamente no han respondido ni responderán a las mentiras que propala.
Pero tener esperanza no significa ser ingenuos. Somos conscientes de que estamos negociando con nuestros adversarios. Entendemos que el país ha sufrido mucho a raíz de incontables asesinatos, bombas, secuestros y extorsiones.



Por esa razón tenemos que negociar el fin del conflicto armado de una vez por todas. Es mucho más fácil hacer la guerra que la paz. Lo sé porque fui ministro de Defensa y le propiné a la guerrilla los golpes militares más duros en toda su historia. Pero así como hay un tiempo para la guerra, hay un tiempo para la paz.


El proceso que adelantamos en La Habana desde hace dos años —con el acompañamiento de Chile, Cuba, Noruega y Venezuela— ha sido un proceso serio, realista, digno y eficaz, que ha presentado avances concretos.
Claro que los adversarios de Santos son asesinos a los que ayuda a escapar mientras que los que se oponen a esos criminales están presos o son perseguidos de distintas maneras. Mentiras tan desvergonzadas son posibles porque Santos no tiene oposición, ha estado cuatro años haciendo lo que ha querido sin temor a ningún rechazo.

Y los únicos avances claros que se registran son que los terroristas han recuperado todo el territorio perdido durante la década pasada y hoy extorsionan y matan como en los mejores tiempos. 
Silenciar los fusiles significa recuperar enormes extensiones del campo colombiano y contribuir así a la seguridad alimentaria del planeta
Lo que ha ocurrido es que se han perdido enormes extensiones gracias a que se han reactivado las actividades terroristas pero nadie lo denuncia.
Los tres primeros puntos, ya acordados con la guerrilla, contienen cambios profundos para Colombia: realizar inversiones históricas para el desarrollo rural, raíz de nuestro conflicto; cambiar las balas por votos, lo que significaría una profundización de nuestra democracia, y el desmonte de las estructuras mafiosas del narcotráfico, acompañado de un gran programa nacional de sustitución de cultivos y desarrollo alternativo, que nos acercaría a una Colombia sin coca.
Casi cada palabra es una mentira atroz: ¡la profundización de la democracia consiste en premiar a los asesinos y asegurar que sus clientelas votarán dos veces, a la vez que se atraca a la sociedad! Lo único cierto es lo de los cambios profundos: se hundirá para muchas décadas en la esclavitud.
Hemos llegado más lejos que nunca, pero también es cierto que estamos entrando en la etapa más compleja: los puntos que abordan el tema de víctimas y justicia transicional, y el llamado DDR: desarme, desmovilización y reintegración. Son temas difíciles, sin duda, pero si persiste la voluntad de negociación —como ha sucedido hasta ahora— confío en que también lograremos acuerdos satisfactorios.
Las FARC siempre tienen voluntad de negociación, su verdadera actividad es negociar la paz. Cuando empezaron a negociar con Belisario Betancur eran una cuantas decenas de hombres armados y no tenían presencia más que en poquísimas regiones. Más mentiras de un cínico increíble.
Muchos se preguntarán ¿y esto por qué es importante para Europa o para el mundo?

Hay varias razones de fondo. La primera es que seremos el primer país que negocia el final de un conflicto armado dentro del Estatuto de Roma. Lo que pase en Colombia tendrá profundas consecuencias para la resolución de futuros conflictos en cualquier parte del mundo. 
Así son estos criminales: ahora resulta que rendirse ante unos genocidas es un ejemplo para el mundo.
Segundo, silenciar los fusiles significa recuperar enormes extensiones del campo colombiano. Colombia, un poco más grande en territorio que España y Francia juntos, es considerada por la FAO uno de los ocho países en el mundo que pueden aumentar significativamente su producción de alimentos y, en la medida que las tierras recuperadas se vuelvan productivas, estaremos en capacidad de contribuir más decididamente a la seguridad alimentaria del planeta.
No se van a silenciar los fusiles ni se va a dejar de producir cocaína ni menos a dejar de matar y extorsionar. Son promesas que pronto nadie recordará. Ahora el planeta necesita de los alimentos producidos en Colombia, más falso y estúpido, increíble.
Tercero, el desmantelamiento del narcotráfico reducirá la cantidad de cocaína que ingresa a las capitales europeas desde Sudamérica y ayudará a frenar el impacto devastador del proceso de producción de la pasta de coca sobre el medio ambiente. Colombia es el país con mayor biodiversidad del planeta por kilómetro cuadrado y la conservación de su ecosistema es de suma importancia para la humanidad.
No se va a desmantelar la industria de la cocaína, al contrario, cada vez es más importante su dominio en toda la región andina. Si fuera cierto lo de la biodiversidad colombiana y su importancia para la humanidad, todos los cómplices de Santos, empezando por el gobierno español y su prensa, deberían ser juzgados.
Por último, la paz es un buen negocio. La economía colombiana es la de mayor crecimiento y más baja inflación en América Latina —incluso comparada con los países de la OCDE— y es una de las que más inversión extranjera recibe. Solamente en los últimos cinco años, el comercio entre la Unión Europea y Colombia creció un 25 por ciento. Este crecimiento —vale la pena destacarlo— se ha logrado con equidad, generando empleo de calidad y reduciendo significativamente la pobreza. 
Si hemos alcanzado estos logros con un conflicto armado, ¿se imaginan la Colombia que podríamos construir en paz? Estudios recientes han señalado que, sin el conflicto, el PIB de Colombia podría crecer dos puntos adicionales de forma permanente, lo que se traduciría en enormes oportunidades de inversión en infraestructura, turismo y desarrollo tecnológico para empresas como las europeas.

En un mundo amenazado por vientos de guerra, Colombia ofrece hoy una esperanza de paz. En un mundo preocupado por la incertidumbre económica, aporta oportunidades y estabilidad.
Colombia es una gran amenaza para el mundo porque gracias a Santos y a Obama la conjura del terrorismo global dejó de tener resistencia. La componenda para premiar a los asesinos sólo traerá más muertes, tal como ya ocurrió en los noventa, y también más ruina y emigración. Es triste que en Europa no haya ninguna resistencia a las mentiras de este socio del crimen organizado.

(Publicado en el blog País Bizarro el 6 de noviembre de 2014.)