domingo, junio 18, 2023

Tus zonas petrosas

Hay gente que despierta envidia, como el autor del libro Tus zonas erróneas, que ha vendido 36 millones de copias y fue acusado de plagiar sus ideas por el gran psicólogo Albert Ellis, que a la vez reconocía que las explicaba muy bien. Es muy común despreciar los libros de autoayuda, sobre todo por gente que tampoco lee otra clase de libros, pero en este caso el menosprecio de los psicólogos se parecería al de un médico que denostara los libros de primeros auxilios. Según la Wikipedia, «El libro da pautas para superar el miedo, la culpa y la conducta autodestructiva, resultado de procesos cognitivos que pueden ser perjudiciales».

Eso mismo debería plantearse la persona que quiere un mundo diferente al que están construyendo Petro, Lula, AMLO, Sánchez, Zapatero, Samper…: ¿en qué cree realmente? ¿Cuáles son sus verdaderos valores? Evaluándose así cada uno encontraría elementos ideológicos que pueden ser afines con el petrismo y la tiranía que viene y letales para todos. Tras una capa de aparente sensatez, la mayoría de la gente resulta imbuida de la ideología castrista que ha sido hegemónica en la región. Pero en general y en todas partes la mayoría de la gente es muy ignorante. La información en su cabeza está bastante desordenada. Un director de películas documentales decía que si deja a alguien hablar delante de una cámara durante cinco minutos se detecta que está absolutamente loco, pero esa locura sólo es la percepción turbia del que no sabe nada.

A lo mejor a la gente le gusta este escrito, con el que se pretende llamarla a buscar contenidos afines al petrismo en sus certezas. Por ejemplo, leí un artículo del poeta español Luis Antonio de Villena en el que condena el populismo comunista, cuya entradilla reza así: «Hispanoamérica y España son hoy una parigual comunidad cuyo fundamento es la cultura, la lengua, la mutua ayuda y la defensa contra el claro enemigo yanqui». Si uno comparte esa idea está en el bando de Maduro y las FARC. Pero este señor está muy seguro de estar contra esos regímenes.

Esa manía del antiamericanismo es muy frecuente en toda la Iberosfera, como llaman los del partido español Vox a nuestra comunidad. La entradilla citada resume el error: la persistencia en el odio a la gran potencia en lugar de la asimilación a su democracia y a su libertad económica. Ser antiyanqui implica estar en el bando petroso, aunque no se apoye directamente a Petro.

La guerra de Ucrania fue otra ocasión en la que afloró esa indigencia moral de mucha gente que se supone partidaria de la «guerra cultural» contra el wokismo y el narcocomunismo. Da casi pesar descubrirlos defendiendo la invasión rusa de Ucrania. Son tan criminales y tan despreciables como los petristas, están en su lado, que es el de la violencia y la opresión, no en balde los únicos que votan a favor de Putin en la ONU son los regímenes narcocomunistas.

Ya he señalado muchas veces la aceptación de la salud y la educación como «derechos fundamentales», idea basada en la creencia tradicional de que las soluciones salen de los decretos, cosa que le ocurre al que recibe un nombramiento para vivir a costa de los demás. De otro modo, el derecho a la educación es el que tiene el educador sobre los demás a cobrar un sueldo seguro por fuera de la competencia por enseñar lo que quiera o lo que le ordenen personas distintas a los padres. Con Petro también los profesionales de la salud tendrán ese derecho, pues la reforma que acaba en la práctica con las EPS limita la libertad del usuario y al final la atención estará controlada por algún sindicato de la salud comparable a Fecode o Asonal Judicial. Otra canal por la cual detraer el dinero ajeno.

Pero en Colombia casi todo el mundo está dispuesto a aprovechar la ventaja que pueda tener para mejorar la propia situación con la mera invocación de esos derechos fundamentales en recursos de amparo ante la justicia («tutelas»). Es quizá el aspecto en que el narcocomunismo es más claramente hegemónico en Colombia. El que no ponga en cuestión esos productos de la «Constitución» de 1991 está en el bando petroso, pues el régimen actual, que se quedará muchas décadas, es la consumación de ese engendro.

En general, el error yace en la idea de salvarse de la intemperie a la sombra del Estado generoso, es lo que ha pasado con el peronismo. Carlos Alberto Montaner decía que el comunismo dominaba a los países por mucho tiempo porque establecía un pacto con la sociedad según el cual todos tenían posibilidad de comer sin necesidad de trabajar. Es fama que en Polonia se decía «trabajes o no, el Estado te da 2.000 zlotys al mes». Siempre hay gente esclavizada en campos de trabajo, o que muere de hambre si la situación se complica, pero ésos ya no hacen oposición.

Lo que se consigue con la reforma laboral de Petro, que dificulta el despido, es alentar al trabajador a ser ineficiente o vago, porque el empleador tendría que arruinarse para despedirlo. Y el resultado a la larga es que nadie crea empresas ni ofrece empleos, y la persona a la que no se puede despedir termina con un sueldo de menos de veinte dólares, como un venezolano o un cubano, y cada vez menos ganas de trabajar.

Esa reforma es un crimen en toda regla y traerá debilidad económica y pobreza, pero encontrará partidarios, gente que cree que la beneficia como en general pasa con todas las dádivas de los gobernantes socialistas, como las misiones de Chávez. De leyes parecidas a ésas para dificultar el despido emitidas en la época de Franco viene el endémico desempleo español: se vuelve muy riesgoso y caro contratar gente. Lo que se necesita para que haya prosperidad es abaratar el despido, de forma que el empleador tenga garantía de que podrá ampliar o reducir su plantilla según lo necesite. Esa tensión hace aumentar los sueldos, porque habrá más inversiones, empleadores y ofertas.

Quien no experimente un rechazo rotundo a esas ideas antiliberales no está realmente en contra del petrismo sino de alguna de sus aristas. Y es cuando se descubre que realmente en Colombia no hay una mayoría que esté en contra de esas ideas. La mayoría está aleccionada para odiar al «imperio», para creer que la universidad la deben pagar los demás y que según los contactos que se tengan se puede prescindir de la ley, y también para odiar a los ricos y al trabajo. La gente de la clase alta admira a María Jimena Duzán, a alias Daniel Coronell o a los Daniel Samper y desprecia a cualquier empresario próspero.

Vivir del cuento es más prestigioso que trabajar, esa convicción está en la base del petrismo, y el retrato de un país en el que la mayoría razona así es deprimente, por mucho que sea más grato buscar proclamas sentimentales de amor y aprobación a la patria que reconocerlo.

(Publicado en el portal IFM el 29 de mayo de 2023.)