domingo, marzo 26, 2023

La oposición necesaria

La historia reciente de Colombia es la del triunfo del bando de la casta oligárquica liberal como final de la bicentenaria querella bipartidista. Lo que pasa es que ese triunfo no traerá paz sino más crueldad y mentira porque para obtenerlo esa casta le vendió su alma al diablo, que es por una parte el imperio narcocomunista (que hasta participó abiertamente en el proceso de paz, en medio de la indiferencia, cuando no la alegre complicidad, de toda la intelectualidad hispánica) y por la otra el arte comunista.

Antes de continuar intentaré explicar qué entiendo por «arte comunista». En el principio hubo mentes atávicas cristianas que se veían desplazadas por el mundo moderno y formaron la Liga de los Proscritos, luego Liga de los Justos, luego Liga de los Comunistas, la cual encargó al filósofo alemán Karl Marx el Manifiesto comunista. En la audacia de ese texto, hijo de los absolutos de Hegel y del trastorno de 1789, se cifra el destino de Europa. Si ésta no se hubiera suicidado en 1914 y todo el mundo se hubiera hecho capitalista, la Tierra sería un Edén. El Manifiesto propone una tiranía que espera tener el apoyo de las clases mayoritarias para dominar al conjunto de la sociedad de forma violenta. Sin la certeza de que tal ensueño sanguinario era posible y deseable, certeza que obraba como el software del golpe de Estado bolchevique, no habría habido un imperio comunista dominando la mitad del planeta. La tecnología de terror que pusieron en práctica los comunistas y la imposición de la mentira a través de la propaganda les permitieron quedarse setenta años en el poder, y al cabo seguir dominando en el Estado mafioso actual, ya no unidos por la ideología sino por las redes de influencia heredadas del antiguo régimen. No hay aspirante a tirano que se resista a esa entente, ahora comandada por China, Rusia e Irán como enemigos de la sociedad abierta. Ni sobre todo a ese arte de dominación mediante el engaño y la intimidación. Chávez, por ejemplo, fue un militar golpista sudamericano típico, pero el régimen que impuso se mantiene gracias a esas alianzas y a ese arte.

Lo que siempre han querido los Santos, los López y los Samper es no tener rivales que no sean impotentes, apenas decorativos para que las redes de intereses de las castas norteamericanas y europeas acojan con simpatía al régimen y lo hagan reconocer universalmente. Pero ¿hasta dónde quieren llegar? Con la disolución acelerada que busca y consigue el gobierno de Petro, los oligarcas podrían quedar como los tontos útiles que crearon al monstruo que los devoraría. Puede que el Partido Comunista tenga planes en los que el poder de esos clanes sea mínimo, y aun de eliminarlos para no verse expuestos a conjuras de oposición. Gloria Inés Ramírez no tiene tanto interés en que los ricos de Londres vean con simpatía al gobierno colombiano. Puede que haya cambios en Cuba en los que pierdan a sus protectores, o que el PCC se sienta capaz de alzarles la voz a los cubanos y aun de someter a Venezuela. ¿Y qué pensarán las esposas de esos ínclitos señores cuando resulten criando a una mujer trans? La reverencia de los comunistas de la base no es muy sincera, son gente llena de resentimiento que estaría feliz de desollarlos.

Hechos como los de esta semana en San Vicente del Caguán dejan ver que en aras de someter a las Fuerzas Armadas y a la Policía los comunistas no vacilan en ejercer la violencia de masas, sean éstas estudiantiles, indigenistas o cocaleras. Eso aumentará sin cesar, salvo que a Velásquez le resulte fácil comprar oficiales y encarcelar o expulsar a los desafectos, caso en el que sembrar el territorio de campos de concentración o reeducación o como quieran llamarlos será el siguiente paso.

Todo eso termina siendo ominoso incluso para los que protegieron a las guerrillas comunistas y financiaron desde el poder el adoctrinamiento en las universidades. El resto de la sociedad debería plantearse cómo impedir que acaben de implantar esa tiranía. Y para esa tarea falta una oposición que tenga una identidad definida, que sepa qué quiere, que tenga un programa político y mueva todos los resortes de influencia para triunfar. No hay una oposición semejante, sólo lloriqueo de vagos grupos de influencia y tuiteros que lamentan cada desmán del gobierno, casi siempre pasando por alto los aspectos más lesivos de la propaganda.

La primera bandera de esa oposición debería ser una reducción drástica del gasto público que permita bajar los impuestos y alentar el desarrollo empresarial. Gastar menos permitiría desactivar el mecanismo de la educación, que no forma personas para el capitalismo, como reconocía un profesor de la Universidad Nacional. Sin hacer frente a esa cuestión, todo será en vano. La segunda divisa, la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que suprima la de 1991 y todas las leyes derivadas de ella, destituya a las cúpulas judiciales y prohíba aplicar nada de lo acordado con los regímenes de Cuba y Venezuela a través de la rendición a sus bandas de asesinos activas en Colombia. La tercera, la prohibición constitucional de la producción y el tráfico de drogas ilícitas, planteando incluir en el código penal el castigo a todos los que produzcan y cultiven insumos necesarios en esa industria. La cuarta, la supresión de todas las leyes ideológicas impuestas por las sectas narcocomunistas.

Todo eso implica pensar en el largo plazo, es evidente que la idea de cerrar las universidades públicas no será popular, y que cuando la gente entienda que su «ascenso» social gracias a los diplomas sólo le permitirá ganar algunas decenas de dólares al mes, como en Cuba, Venezuela y Nicaragua porque en el resto del mundo esos diplomas no valen nada, ya el régimen de terror estará instaurado, pero cuanto más se tarde en sacar del engaño a las mayorías peor será.

El cortoplacismo es el peor vicio de la política colombiana, y los que buscan acceso a cargos y prebendas deben más bien incluirse en el régimen. Es famosa la frase atribuida a Keynes de «en el largo plazo, todos muertos». Pero una persona de cincuenta años puede contar con que probablemente no llegará a cien y no por eso querrá que sus nietos vivan en la miseria, aterrorizados y sin esperanza. En 2026, aun si ganara la oposición, no se cambiaría nada, tal como en lo esencial del régimen no cambió nada Duque.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 5 de marzo de 2023.)