domingo, abril 02, 2023

Los artistas

Considerable revuelo han producido en Colombia las actuaciones de la diputada Susana Gómez Castaño, alias Susana Boreal, sobre todo su confesión de que diariamente fuma marihuana. Los críticos del gobierno en las redes sociales y en los medios encontraron un filón que explotar hasta que saltaron las denuncias de la exesposa del hijo de Petro. El nivel y las perspectivas de esa oposición se reflejan perfectamente en esos móviles con los que resulta fácil llegar a las grandes audiencias, los vicios y las corruptelas. Parece que hiciera falta mostrar pruebas de que un pícaro se enriquece o de que la gente del gobierno consume drogas para despertar el rechazo que hechos de verdad graves como la renuncia a la explotación de los hidrocarburos o la abierta negativa a combatir el narcotráfico (por ejemplo en el discurso del asno en la Asamblea General de la ONU) no despertaron.

Y ciertamente las costumbres de la diputada Gómez Castaño no deberían suscitar tanto interés, varias generaciones de colombianos han recitado y aprendido de memoria los poemas de Miguel Ángel Osorio (más conocido por su nombre «de combate», Porfirio Barba Jacob), cuyo consumo de marihuana sin duda, habida cuenta de que se jactaba de él, tuvo que haber sido mucho mayor que el de la joven directora de orquesta. Tampoco las extravagancias que lleva a cabo y que forman parte de esa concepción frívola que tienen las clases altas de la política.

Me gustaría no tener que reaccionar a los comentarios que leí sobre ese asunto, pero es que los críticos del gobierno no entienden que el país está en manos de una banda de criminales, cuyo menor pecado es que una de sus representantes fume marihuana. ¿Les cuesta tanto entender que buena parte de los ministros tienen diversa relación con las guerrillas que siguen masacrando policías, militares y campesinos? ¿Qué creen que es el Partido Comunista, a cuya alta dirección pertenece la ministra Gloria Inés Ramírez? ¿Cuál cree que ha sido la labor de Iván Velásquez en la guerra jurídica contra las Fuerzas Armadas y los sectores políticos contrarios al narcocomunismo?

Lo interesante de esa diputada no son sus costumbres sino el hecho de que dirige las agrupaciones de músicos del país, que colaboraron masivamente en el Paro Nacional de 2021, con el que a punta de terror, mentira y destrucción las bandas de asesinos le abrieron el camino a Petro. ¿Qué clase de gente degenerada no se horroriza por ese hecho y por la adhesión de la dama en cuestión y la inmensa mayoría de los músicos profesionales a un partido como el «Pacto Histórico» fundado por alias Iván Márquez sino porque declara que sus vicios le proveen placer?

Pero el personaje es muy representativo, porque al lado de la infame «paz» de Juan Manuel Santos y de su corolario, el ascenso a la presidencia de un representante del crimen organizado, no sólo estuvieron los músicos sino también los actores y los pintores y los literatos y los periodistas y los profesores… ¿Qué son propiamente esas personas y qué las mueve a estar de parte de los asesinos y secuestradores?

Eso no se puede ni pensar porque la mente de los ciudadanos está condicionada por la dualidad «izquierda/derecha». Los artistas e intelectuales son de izquierda y en realidad nadie está para explicar qué significa eso. Como un chiste que contaban sobre alguien que toleraba que los franceses dijeran pain en lugar de «pan» y vin en lugar de «vino», pero el queso, ¡se ve tan claro que es queso!, la gente intoxicada por la propaganda «sabe» ¡tan claramente! lo que significan las palabras izquierda y derecha en política.

¿Quiénes son los artistas y por qué son unánimemente partidarios de los mutiladores y violadores de niños? Ante todo hay que entender que son las personas de las clases altas, pero ¿qué son las clases altas? Cada uno tiene su definición, de modo que si uno piensa que hacia 1970 la proporción de jóvenes colombianos que estudiaban en la universidad difícilmente superaría el 2 %, debería sorprenderse de que la propaganda comunista hablara de «obreros, campesinos y estudiantes», pero al parecer nadie nunca se ha sorprendido.

Las clases altas son las que mandan a sus hijos a la universidad. Ahora van muchos más que antes, de modo que las clases altas son las que estudian para artistas o los que obtienen doctorados y másteres y estudios en el extranjero. Ese proceso por el que las personas que gozan de privilegios sociales y cuentan con recursos prefieren las profesiones en las que no hay grandes riesgos ni grandes responsabilidades ha ocurrido siempre en todo el mundo. Lo particular de Colombia es que las ventajas de esos grupos derivan del crimen, y así los jóvenes universitarios de los años setenta que aplaudieron el asesinato de José Raquel Mercado y muchos otros crímenes del M-19 se vieron favorecidos con la expansión de los puestos estatales tras la Constitución de 1991 y los privilegios asociados a diversas disposiciones de esa norma.

Desconozco la labor de la diputada Gómez Castaño como directora de orquesta, me resulta evidente que las orquestas colombianas no viven llenando las grandes salas de Europa y Norteamérica ni sus grabaciones son las que primero aparecen en YouTube, y que los aportes del país a la música clásica son más o menos comparables a los que se registran la industria o en las ciencias, en las letras (aunque la gente ignorante todavía cree que García Márquez es un autor de gran trascendencia). A los artistas les ocurre lo que ocurre con todo, que gracias a esa vocación parasitaria de las clases altas, la forma correcta de prosperar es la política, y la política real desde hace medio siglo en Colombia está marcada por el crimen del comunismo y sus cómplices. Su arte es basura desconocida, salvo por casos como el de Doris Salcedo, con gran figuración en una época en la que arte y basura son más o menos lo mismo.

La frivolidad de la diputada y en general de los artistas colombianos, que se ganan la vida y conservan los privilegios de sus familias gracias a que se integran en alguna camarilla («rosca») próxima al poder, permite entender en qué consiste la llamada «izquierda»: la forman las viejas clases parasitarias, los descendientes de los encomenderos, que usan el pretexto de la cultura o la educación como antes lo hacían con el pretexto de la religión. La retórica comunista, ahora actualizada para la guerra contra la familia, es sólo la máscara de ese orden perpetuo. La rebelde radical que saca de quicio a los biempensantes es sólo un atavismo porque, a fin de cuentas, para explicar lo que significa «la izquierda» de modo que corresponda al diccionario habría que decir «la derecha», tal como «progresista» es en realidad «retrocesista», y precisamente gracias al parasitismo de esos revolucionarios las oportunidades de los colombianos de conocer la gran tradición artística y literaria en lugar de crecer menguan.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 12 de marzo de 2023.)