Durante mucho tiempo me ha fascinado la carrera de Iván Duque: de ser un completo desconocido durante los gobiernos de Uribe, pasó a candidato al Senado en la lista única que encabezaba el expresidente en 2014 y de ahí a personaje intensamente promovido por los medios, como la revista Semana, elegido como mejor senador por una cámara dominada por los amigos de Santos (el ganador normalmente es Jorge Enrique Robledo) y elogiado por personajes como León Valencia, Rodrigo Uprimny y Vladdo. La manipulación de las encuestas previas a la primera vuelta de las elecciones de 2014 prueba que había un acuerdo de la mafia gobernante con Uribe y su partido para imponer a Duque como presidente y que la forma en que se consiguió fue impidiendo el paso a segunda vuelta de Sergio Fajardo.
Noté algo muy raro en las encuestas a la primera vuelta de las elecciones de 2018 y empecé a publicar en Twitter los resultados de dichas encuestas que aparecían en la Wikipedia, y pocos días después esas encuestas desaparecieron de la página. Es verdad que eso lo puede hacer cualquiera, pero ¿quién puede tener interés en tomarse ese trabajo? Afortunadamente se me ocurrió mirar la versión inglesa, donde todavía están.
La columna morada corresponde a la votación que se preveía por Petro, la azul, a la que podría alcanzar Duque según las encuestas y la que hay debajo del cuadro verde a la de Fajardo. Fíjense en que la única encuesta en la que el resultado que obtendría Fajardo se parece a lo que ocurrió el día de la elección es la de un instituto ajeno al medio colombiano. (El resultado final fue 39,14 para Duque, 25,06 para Petro y 23,73 para Fajardo.) ¿Cuándo aciertan las encuestas en Colombia? Nunca, no porque la población sea imprevisible sino porque la mala fe reinante hace que las encuestas sólo sean propaganda. Para formarse una idea de la forma en que las encuestas se usan para influir en la elección conviene prestar atención a las que se publicaron antes del plebiscito de 2016:
No tiene sentido que todas se equivoquen tan gravemente, sencillamente, si era seguro el triunfo del sí, nadie iba a perder el tiempo votando no. Y del mismo modo, si era tan escasa la votación por Fajardo, muchos irían al "voto útil", contra Duque o contra Petro, por no hablar del aliento que tendrían los que dominan las maquinarias de compra de votos para invertir en un tipo como Petro que no pasaría a segunda vuelta.
Los votos que obtendría Fajardo en las encuestas de los medios colombianos en las últimas encuestas previas a la elección siempre anuncian más de diez puntos de diferencia respecto a lo que resultó finalmente, y en algún caso son un tercio del resultado. Como pasa siempre que se discute con colombianos, ningún argumento conmueve las certezas de nadie, pues, como decía Hannah Arendt de la época nazi, cuando es imposible negar las mentiras los que decían creerlas admiten que sabían que era mentira pero tienen algún pretexto.
De haberse aproximado las encuestas a los resultados finales, muchos votantes habrían tenido la duda de si apoyar a Petro o a Fajardo, o bien a Duque o a Fajardo, y sus posibilidades de pasar a segunda vuelta eran muy superiores. En lugar de los 15 puntos de algunas encuestas tuvo 1,33 puntos de desventaja respecto de Petro.
La cuestión es ¿qué habría pasado si Fajardo hubiera pasado a segunda vuelta contra Duque? Pues que muy probablemente habría ganado. Es más inteligente, más simpático y por entonces más conocido por la gente. De modo que favorecer a toda costa el paso a segunda vuelta de Petro era una jugada para asegurar la elección de Duque. Petro no podría ganar, si hubiera estado cerca de disputarle realmente la presidencia al inverosímil ungido de Uribe se habrían movilizado muchas fuerzas dormidas para impedirlo, mucha gente que votó por otros candidatos y después se abstuvo habría ido a votar. Pero Fajardo parecía una amenaza menor.
¿Es realmente distinto Fajardo a Petro? Yo creo que no. En la época del Caguán era o había sido alcalde de Medellín y publicó un artículo lamentando el fin del despeje, después se encontró a uno de sus funcionarios en un campamento terrorista y finalmente fue gobernador de Antioquia por el Partido Verde, que es sólo el M-19 lavado de cara y con una trayectoria bastante problemática. Fajardo forma parte de la mafia cubana exactamente igual que Petro o que otros políticos abiertamente comunistas.
Luego, ¿qué interés podría tener el clan oligárquico en impedir su triunfo? Por una parte, sería un agente nuevo con alguna autonomía, por la otra seguiría habiendo un "polo" de descontento en torno al uribismo, con el que claramente hubo acuerdos para llegar a ese resultado. El ascenso de Duque es perfecto para los planes cubanos, el acuerdo de La Habana se aplica sin cambios, las entidades surgidas de ese acuerdo, como la JEP o la Comisión de la Verdad, siguen operando sin contratiempos, la propaganda contra Uribe mantiene a los descontentos ocupados defendiendo a su líder, se reclutan muchos uribistas cuya verdadera aspiración se acaba en un puesto bien pagado (como la que elogia al padre De Roux) y se neutraliza completamente cualquier descontento. Incluso se comienza una nueva negociación de paz con el ELN, gracias a la cual todas las atrocidades de la paz de Santos quedan confirmadas y poco a poco olvidadas, tal como ocurrió antes con el M-19 y los grupos guerrilleros que negociaron la paz en los ochenta.
Es decir, Fajardo habría ganado con los votos de la "izquierda" y la gente descontenta seguiría cuestionando el acuerdo de La Habana. Con el triunfo de Duque eso desapareció, sólo algunas personas aisladas en Twitter decimos algo y nos describen como "extrema derecha" (si por algún motivo yo tuviera que tomar partido entre la izquierda y la derecha, sin duda estaría más cerca de la izquierda, palabra que siempre ha querido decir la igualdad, la libertad, la fraternidad, el respeto de los derechos humanos y del sufragio universal, sólo que en las cabezas brutales de los colombianos ya ha llegado a significar lo contrario, que es como si alguien se opusiera al amor porque entendiera que Tornillo les hacía el amor a los niños campesinos secuestrados para servir de carne de cañón). La presidencia de Duque es exactamente lo que conviene a los cubanos, a tal punto que no hay un solo periodista extranjero que no lo sitúe en las antípodas de Maduro y compañía por mucho que su gobierno no haya cambiado absolutamente nada de lo que dejó Santos.
¿Qué motivos podría tener Uribe para prestarse a una jugada parecida? Por una parte él es un político de la vieja escuela, formó parte del Poder Popular con Samper y del Senado que permitió la Constitución de 1991, incluso fue ponente de una ley que refrendaba la impunidad del M-19. Por la otra, es víctima de un acoso judicial inclemente, que incluso significó el encarcelamiento de su hermano. Uno no sabe qué pruebas pueden tener en su contra para encarcelarlo o destruir su imagen, por ejemplo por actuaciones de los años ochenta, cuando era alcalde de Medellín y director de la Aerocivil. Además, gracias a ese acuerdo sigue siendo un importante senador y un líder que influye en una parte de los nombramientos. No en los más importantes, que son para los que encarga Santos o su club mafioso, pero sí en algunos.
Y bueno, como concluyen los porteños: no es fácil responder a los porqués pero ahí están los hechos. Duque nunca lideró ningún rechazo al acuerdo de La Habana, incluso cuando ganó el no corrió a matizar ese triunfo para convertirlo en apoyo a la paz, salió de la nada, fue promovido por los amigos del narcoterrorismo y gobierna sin molestar en absoluto a los exportadores de cocaína ni al nuevo poder surgido de los acuerdos de La Habana. Incluso nombra ministras que tomaban parte en protestas contra su gobierno.
Luego, ¿qué interés podría tener el clan oligárquico en impedir su triunfo? Por una parte, sería un agente nuevo con alguna autonomía, por la otra seguiría habiendo un "polo" de descontento en torno al uribismo, con el que claramente hubo acuerdos para llegar a ese resultado. El ascenso de Duque es perfecto para los planes cubanos, el acuerdo de La Habana se aplica sin cambios, las entidades surgidas de ese acuerdo, como la JEP o la Comisión de la Verdad, siguen operando sin contratiempos, la propaganda contra Uribe mantiene a los descontentos ocupados defendiendo a su líder, se reclutan muchos uribistas cuya verdadera aspiración se acaba en un puesto bien pagado (como la que elogia al padre De Roux) y se neutraliza completamente cualquier descontento. Incluso se comienza una nueva negociación de paz con el ELN, gracias a la cual todas las atrocidades de la paz de Santos quedan confirmadas y poco a poco olvidadas, tal como ocurrió antes con el M-19 y los grupos guerrilleros que negociaron la paz en los ochenta.
Es decir, Fajardo habría ganado con los votos de la "izquierda" y la gente descontenta seguiría cuestionando el acuerdo de La Habana. Con el triunfo de Duque eso desapareció, sólo algunas personas aisladas en Twitter decimos algo y nos describen como "extrema derecha" (si por algún motivo yo tuviera que tomar partido entre la izquierda y la derecha, sin duda estaría más cerca de la izquierda, palabra que siempre ha querido decir la igualdad, la libertad, la fraternidad, el respeto de los derechos humanos y del sufragio universal, sólo que en las cabezas brutales de los colombianos ya ha llegado a significar lo contrario, que es como si alguien se opusiera al amor porque entendiera que Tornillo les hacía el amor a los niños campesinos secuestrados para servir de carne de cañón). La presidencia de Duque es exactamente lo que conviene a los cubanos, a tal punto que no hay un solo periodista extranjero que no lo sitúe en las antípodas de Maduro y compañía por mucho que su gobierno no haya cambiado absolutamente nada de lo que dejó Santos.
¿Qué motivos podría tener Uribe para prestarse a una jugada parecida? Por una parte él es un político de la vieja escuela, formó parte del Poder Popular con Samper y del Senado que permitió la Constitución de 1991, incluso fue ponente de una ley que refrendaba la impunidad del M-19. Por la otra, es víctima de un acoso judicial inclemente, que incluso significó el encarcelamiento de su hermano. Uno no sabe qué pruebas pueden tener en su contra para encarcelarlo o destruir su imagen, por ejemplo por actuaciones de los años ochenta, cuando era alcalde de Medellín y director de la Aerocivil. Además, gracias a ese acuerdo sigue siendo un importante senador y un líder que influye en una parte de los nombramientos. No en los más importantes, que son para los que encarga Santos o su club mafioso, pero sí en algunos.
Y bueno, como concluyen los porteños: no es fácil responder a los porqués pero ahí están los hechos. Duque nunca lideró ningún rechazo al acuerdo de La Habana, incluso cuando ganó el no corrió a matizar ese triunfo para convertirlo en apoyo a la paz, salió de la nada, fue promovido por los amigos del narcoterrorismo y gobierna sin molestar en absoluto a los exportadores de cocaína ni al nuevo poder surgido de los acuerdos de La Habana. Incluso nombra ministras que tomaban parte en protestas contra su gobierno.
La mayor decepción no procede de los votantes uribistas cuyo conocimiento de la política es tristemente precario, ni de Uribe o Duque, que ya mostraron en los años anteriores a 2018 sus verdaderas inclinaciones, sino de las personas que mostraban oposición a Santos y su acuerdo. Hoy son perfectos socios de los terroristas y ejercen de comparsas en el show del Congreso. Desde mi punto de vista son otros criminales. Desde mi punto de vista, cualquier intento regenerador tiene que hacerse contra esa gente igual que contra los terroristas. Son socios y valedores de un gobierno criminal de guante blanco.
(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de mayo de 2020.)
(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de mayo de 2020.)