“Religión de hombres honrados”,
descripción de Calderón,
extraña definición
para hombres uniformados.
No obstante, esa injusticia
que afronta mi coronel
nos permiten ver que él
honra, grande, a la milicia.
Él construye su entereza
mítica, enorme, tenaz
en la prueba pertinaz
de padecer la vileza
de hombres pequeños, sin fama:
sicarios de la maldad
que en su arrogancia y crueldad
ejecutan el programa
de canallas poderosos
que señorean el horror
contentos con el dolor
que crean. Son asquerosos.
¿Por qué obran de tal manera
si saben que su papel
en la historia será aquel
de los que nadie venera?
¿No serán más bien hechuras
del Dios al que el coronel
adora con esa fiel
inocencia sin fisuras?
Tal parece, pues resulta
que la tortura sin fin
que infligen al paladín
contiene una gracia oculta.
El mito, que es lo que falta:
los ejemplos de honradez
y de piedad sin doblez:
de amor a una mira alta.
Colombia tiene un problema:
la desmoralización
que sufre su población
y que sostiene el sistema.
Nacen muchos colombianos
pero para permitir
a la nación existir
faltan modelos humanos
como Alfonso Plazas Vega,
acaparador de honor,
héroe, en nada menor
que cualquier otro estratega.
Benéficos, los perversos
regalan a los demás
una joya que jamás
alcanzarán estos versos.