domingo, enero 24, 2016

España, en la senda del caos


Los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre dejan a España en una situación que los medios de todas partes han descrito con el mismo adjetivo: ingobernable. El partido gobernante, de centro derecha (descripción que más bien corresponde a su origen en un ministro de Franco y no a su orientación actual, claramente socialdemócrata) ganó las elecciones pero no tiene una mayoría suficiente para formar gobierno, tampoco en coalición con ningún partido cercano, mientras que la oposición sólo podría ser mayoritaria juntando al PSOE con los secesionistas catalanes y los totalitarios de Podemos.

Cuarenta años sin Franco
Franco dio un golpe de Estado en julio del 36. La resistencia que generó entre la izquierda que entonces estaba en el gobierno, pronto apoyada por la Komintern y el gobierno soviético, dio lugar a la guerra que duró hasta marzo de 1939. Se impuso un régimen que tenía elementos del fascismo italiano y algunas afinidades con el nazismo, sobre todo por lo que tenía que agradecerles a esos regímenes el apoyo durante la Guerra Civil. Tras el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial, el régimen dictatorial intentó sobrevivir tapando su relación con los fascistas y haciéndose necesario para Occidente en la Guerra Fría con la URSS. Hasta la muerte del dictador a finales de 1975 se toleró su persistencia para no dar lugar a otra guerra civil, también porque prometió restaurar la monarquía y porque diversos sectores del régimen buscaban el entendimiento con Europa y Estados Unidos.

La represión contra los comunistas y anarquistas, muy dura en los años cuarenta, fue menguando a medida que el régimen dejaba de tener resistencia. También sus rasgos fascistas fueron desdibujándose y la Falange (que antes de la guerra era una pequeña organización de intelectuales fascinados con el fascismo italiano y fue después cooptada por Franco) dejó de ser el referente ideológico del régimen después de 1959, cuando empezó a predominar el Opus Dei. También la economía de matriz socialista cedió ese año el paso a una vasta reforma que permitió al país crecer a ritmo acelerado durante la década siguiente.

Tras la muerte de Franco, el nuevo jefe del Estado, Juan Carlos I, maquinó un cambio de régimen y al cabo de tres años ya había una nueva Constitución, era legal el Partido Comunista y se accedía a todas las libertades del resto de Europa. Ese régimen funcionó razonablemente bien hasta 2004, cuando la rebelión que promovían los socialistas, entonces en la oposición, y los nacionalistas periféricos a causa del apoyo del gobierno de Aznar a la intervención de Estados Unidos en Irak empató con el peor atentado terrorista de la historia del país, con 192 muertos atribuidos a una célula islamista. La movilización de la izquierda en plena jornada de reflexión y el miedo generado por la bomba (se culpaba a Aznar de haber metido a España en la guerra) le dieron la victoria al PSOE, que emprendió a partir de entonces una política bastante parecida a la de Chávez: la continua descalificación de la oposición y el fomento del odio a todos los niveles, con toda clase de leyes que alentaran la persecución de la derecha. También fue catastrófica su gestión económica; todavía en 2008, año electoral, negaba la crisis que ya dejaba a miles de españoles sin trabajo cada día. Gracias a la multiplicación del gasto, ganó esas elecciones y siguió destruyendo la economía hasta 2011, cuando tuvo que convocar elecciones tras verse forzado por Obama y los líderes europeos a tomar medidas drásticas, como bajar un 5% el sueldo de los funcionarios.

La economía española experimentó un gran salto con la integración en la Unión Europea en 1986 y después con la aparición del euro, pero finalmente su principal fuente de ingresos es el turismo y la fabricación de productos de alto valor añadido es minoritaria. Desde los tiempos de los juegos olímpicos de 1992 se fue formando una burbuja inmobiliaria que si bien animaba las inversiones en construcción también hizo subir tanto los precios que era sólo cuestión de tiempo que estallara. La crisis mundial de 2008 tuvo ese efecto y los resultados, gracias al despilfarro de Zapatero y a la falta de actividades que absorbieran la fuerza laboral disponible, fueron miseria generalizada y una baja clara del nivel de vida durante varios años.

El PP de Rajoy obtuvo una mayoría de diputados en el Congreso el 20 de noviembre de 2011, fecha en que se convocaron las elecciones porque era el aniversario de la muerte de Franco y de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange. Zapatero quería de ese modo continuar con su estigmatización de la derecha liberal-conservadora como franquismo. Desde antes de las elecciones se formó un movimiento asambleario animado por la extrema izquierda universitaria y ciertos periódicos. Los que controlaban en la sombra ese movimiento eran profesores de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid que tenían ya una larga relación con los regímenes cubano y venezolano.

Durante los cuatro años en que Rajoy estuvo en el gobierno su labor principal fue hacer frente a la crisis económica, descuidando la reforma de las leyes de Zapatero y aun el combate ideológico contra la izquierda. En medio los partidos mayoritarios en Cataluña se lanzaron a buscar apoyos en las urnas a su proyecto de crear una república independiente, lo que ha sido una fuente de tensión constante que no encontró ninguna respuesta firme del gobierno, dado que el estilo de Rajoy consiste en esperar a que los problemas se resuelvan solos.

Hegemonía ideológica
Durante la mayor parte de los últimos cuarenta años, España ha estado gobernada por el PSOE, que ha tenido ocasión de imponer su ideología a través de la escuela. Esa hegemonía está en la base del ascenso de la franquicia chavista, pues todo el mundo comulga con la teoría de la lucha de clases y cree que tiene "derechos" que los demás deben pagarles, de modo que si un gobierno de derechas recorta el gasto porque sencillamente no hay recursos, se genera una gran rebelión por lo que parece un atropello inconcebible. La peor superstición colectivista-estatista encuentra público en la España de hoy gracias a tantas décadas de propaganda. En un debate televisivo el candidato socialista prometió abolir la reforma laboral que impuso Rajoy, dado que su público no entiende que cuanto más costoso sea para un empresario el despido menos probable es que vaya a contratar a alguien. Eso es totalmente incomprensible para millones de personas que a partir de 2011 han encontrado en la televisión y después en las redes sociales un espacio para el activismo radical.

Al igual que los países hispanoamericanos, España vuelve cíclicamente al orden en que se constituyó como nación en los siglos XV y XVI: una casta de funcionarios que opera como clero y que gracias al control del Estado persigue la disidencia. Una masa ingente de personas cuya única forma de vida viable es formar parte de esa casta. La expansión de los estudios universitarios y la imposibilidad de crear puestos de trabajo para las personas que estudian las carreras más vistosas y en cierta medida fáciles, como periodismo, sumadas a la crisis, generaron una enorme frustración entre gente joven que no ve ninguna posibilidad de encontrar un empleo y que es la base de la rebelión totalitaria que encarna el partido de Pablo Iglesias.

Pero esa hegemonía ideológica no es tan completa, las opciones aniquiladoras no alcanzaron ni la mitad de los votos. Lo que pasa es que un 20% para algo como Podemos en un país de la Unión Europea cuya economía se va recuperando es un signo gravísimo.

Colaboradores necesarios
Lo más llamativo de todo lo ocurrido en España en 2015 es la inexistencia de respuesta a la propaganda de la izquierda. La catástrofe griega habría ilustrado a la gente sobre el peligro que representa un movimiento como Podemos, pero no apareció en la propaganda del PP ni casi en las columnas de la prensa. ¡Todos se sometieron para que no los acusaran de distraer de los problemas hablando de otros países! Las increíbles amenazas de Maduro a la oposición venezolana y su fracaso tanto en las elecciones como en el escrutinio no afectaron en nada a las elecciones españolas porque los políticos distintos a la banda chavista, salvo algunos del PSOE, rehuyeron el tema.

Además del PP, como partido democrático está Ciudadanos, un movimiento surgido en 2004 en Barcelona como respuesta al nacionalismo catalán y que se expandió a toda España tras el fracaso de los intentos de unión con UPyD, el partido creado por una antigua líder del PSOE vasco y que contaba con el apoyo de las principales figuras intelectuales del país. Albert Rivera evitó cualquier confrontación directa con Podemos, tal vez para buscar asimilarse al grupo castrista como intérprete del descontento y renovador de la política.

Ésa es la situación: un grupo demagógico comunista tiene ahora una quinta parte del parlamento y aun podría formar gobierno con el PSOE, al que ya intenta someter a sus planes. Visto el carácter de sus rivales (el líder del PSOE es un demagogo aún más vulgar e ignorante que Iglesias, Rajoy rehúye los temas problemáticos y Rivera trata de aparecer como podemita blando) y la extraordinaria inversión en las grandes televisiones (una de ellas, La Sexta, es sólo un continuo publirreportaje de Podemos), se debe temer que los totalitarios serán cada vez más poderosos: la respuesta es casi inexistente entre los políticos y muy minoritaria entre los periodistas.

La amenaza inminente
Ninguna coalición posible garantizaría la mayoría del Congreso necesaria para formar gobierno, salvo la Gran Coalición del PSOE y el PP que el primero ha rechazado tajantemente. El PSOE y Podemos necesitarían de los votos de partidos nacionalistas catalanes, abiertamente inclinados a la secesión, y eso haría que la alianza llevara a tensiones internas insoportables en el PSOE. La otra alternativa es convocar nuevas elecciones, pero si los candidatos son los mismos se correría el riesgo de volver a los mismos resultados. O incluso a una mayoría de Podemos entre los diputados de la izquierda (en número de votos, su diferencia con el PSOE fue pequeña) y una situación en la que podría tomar el control del Estado.

Habría una salida si Rajoy o Sánchez renunciaran a dirigir sus partidos y éstos pudieran ofrecer un proyecto creíble a la sociedad, pero no se les ve ninguna disposición a hacerlo y queda la impresión de que el designio de los socios de las FARC se cumplirá. Está copiosamente financiado mediante negocios que los gobiernos del Foro de Sao Paulo, o el colombiano, hacen con las grandes empresas de medios, como Planeta, dueña de La Sexta, y a la vez animado por sus habituales recursos de propaganda para imponerse en las redes sociales y ejercer el asesinato civil a punta de chistes, burlas, insultos, calumnias y toda clase de intimidación contra cualquiera que se les oponga. Todos los días los Trending Topics incluyen algún personaje al que cientos o miles de activistas destruyen.

De momento, los líderes regionales del PSOE se han manifestado divididos, unos a favor de la confluencia con Podemos, otros en contra. Si finalmente se da esa alianza la crisis española de los últimos ocho años será parte de una época feliz, ante lo que sobrevendrá.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de diciembre de 2015.)