jueves, mayo 08, 2014

Fraude e idiosincrasia

Por mucho que se esfuercen, no pueden ocultar el fraude electoral que denunciaba Fernando Londoño. Ayer mismo Salud Hernández Mora aportaba datos decisivos sobre el extraño comportamiento del electorado. Pero les quedan muchos otros recursos, como explicar que siempre ha sido así o que a pesar de los votos robados (los anulados después de manchar los tarjetones antes de la votación y muchísimos otros casos no se mencionan), de todos modos cantan victoria por el triunfo del gobierno "centrista" (la definición de izquierda y derecha, términos siempre engañosos y relacionados con la propaganda, depende en Colombia de la disposición a premiar a los terroristas y sobre todo a quienes cobran sus proezas).

Paradigma de esa clase de próceres es Héctor Abad Faciolince, un campeón del cinismo que cuenta con la ventaja de ser muy representativo del país. En su cuenta de Twitter no vacila en escribir: 
¿Verdaderamente hay quien crea que Santos tiene el doble de apoyo que Uribe en Colombia y que esos resultados en votos y en senadores representan a la sociedad? ¿Cómo es que esas masas no aparecen nunca en las redes sociales? Para el caso resulta muy útil lo de la izquierda y la derecha:
Y de nuevo los más de cincuenta senadores de la U, el conservatismo y el "liberalismo" resultan gracias al arte del sobreentendido como verdaderamente representativos de la sociedad. Eso por no hablar de que el Polo Democrático y la Alianza Verde son partidos de las FARC, sin contar con el "liberalismo", que incluía entre sus candidatos al hijo de Piedad Córdoba, al mínimo y dulce Sigifredo López y a muchos otros benefactores de la humanidad.

Abad saca un refrito de sus falacias justificando el fraude (como si todo el gobierno de Santos no fuera un ultraje abierto a la democracia) en su columna de El Espectador. Pero lo verdaderamente gracioso es esta recomendación:
Vale la pena leer a García Villegas porque en un esfuerzo por aprovechar la actualidad del fraude para aludir a la idiosincracia nacional da una buena prueba de ella. Por ejemplo, después de aludir a las denuncias de fraude se pregunta si son justificadas.
Lo son, sin duda. La causa de que haya tanta denuncia de fraude es, en buena parte, que hay mucho fraude. Pero creo que se necesita de algo más que eso para explicar tanto pataleo.
La existencia del fraude no se niega, pero a partir de entonces se olvida por completo quién comete el fraude y por qué: la causa de que mataran a Kennedy es que se cometen muchos homicidios o que hay muchas armas en manos de particulares. El sentido de la cuestión, las pruebas de que se robaron cientos de miles de votos del Centro Democrático, por no hablar de las demás maquinaciones que falsean la voluntad popular, se pasa por alto y no se vuelve a mencionar.

Los párrafos siguientes inciden en argumentos "culturalistas" para explicar las denuncias de fraude, argumentos que mencionan rasgos idiosincrásicos típicos pero sólo para aprovecharlos a favor del escamoteo de la voluntad ciudadana: si siempre hay lloriqueo por los votos porque reinan la envidia y la desconfianza ya no importa que la mayoría de los ciudadanos (hasta el nivel de abstención es efecto de las bien provistas campañas del voto en blanco y de la constante propaganda calumniosa contra Uribe) resulten refrendando a un gobierno que no tiene partidarios y a unos políticos como Roy Barreras, que sólo se mencionan en las redes sociales para insultarlos.

Decía que pretendiendo comentar la indiosincracia nacional García Villegas da muestra de ella porque es de lo que trata su artículo, de la "viveza" con que se pasa a hablar de otra cosa y el tema que está en discusión se olvida (así resultan entregadas las curules a quienes no tuvieron los votos, o se oculta un triunfo claro del uribismo gracias al prevaricato de la Registraduría, como cínicamente admite el comentarista de turno de La Silla Vacía).

Otro "vivo" de ésos, Ricardo Silva Romero, con una prosa pomposa y falaz que en cualquier lugar distinto a Colombia movería a risa, despacha la cuestión de los votos robados con una frase también idiosincrásica, también típica: 
Colombia sigue siendo tan uribista que hasta a Uribe le hacen trampa.
Mientras tanto el robo evidente de los votos se va olvidando: para eso son las falacias de los comentaristas, que son a fin de cuentas el bando de Santos, o sea de la llamada "paz" (del reconocimiento y premio a unos criminales que cada día matan más y seguirán matando mientras estos pensadores se oponen a que se intente "refundar la guerra"). Son lo mismo que los terroristas, cumplen una función en la conjura criminal como cualquier otro propagandista del crimen. ¿O alguien cree que los nazis no vivían hablando de paz? Claro que es bastante improbable que Abad Faciolince, García Villegas o Silva Romero tengan una centésima de la cultura musical, por decir algo, de un nazi promedio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 17 de marzo de 2014.)