viernes, abril 14, 2023

España en el siglo XXI

 Por @ruiz_senior


En los años que siguieron a la muerte del general Francisco Franco (1975), que dejó como heredero del mando del Estado al nieto del último rey (depuesto en 1931), se implantó una monarquía parlamentaria mediante una constitución que fue aprobada por una gran mayoría y que fue resultado del intento de reconciliación entre los bandos que se habían enfrentado en la guerra civil de 1936-1939. Ese proceso, conocido como «la Transición» abrió las puertas a un gran desarrollo institucional y a grandes reformas gracias a las cuales España pasó a ser una democracia muy respetada y a formar parte de la Comunidad Europea en 1986.

En 1982 ganó las elecciones el Partido Socialista (PSOE), que se mantuvo en el poder hasta 1996, cuando la sucesión de graves escándalos de corrupción forzó el cambio por el partido que se había ido consolidando como la oposición hegemónica, el Partido Popular (PP), fundado por un antiguo ministro de Franco pero ya convertido un una organización liberal-conservadora reconocida en toda Europa. Durante su primer mandato, el presidente Aznar necesitó el apoyo parlamentario de los nacionalistas catalanes y vascos, pero en 2000 obtuvo mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

Ese comienzo del siglo determinaría lo que ocurrió a partir de entonces. Deseseperados por verse fuera del poder, los socialistas y comunistas empezaron una labor de oposición violenta basada en la deslegitimación del gobierno, para lo que no vacilaron en aliarse con los nacionalistas catalanes y vascos, siempre dispuestos a exigir más competencias y a dominar totalmente sus regiones. Esa oposición combinó elementos de propaganda, gracias al dominio de los medios de comunicación, y de movilización callejera violenta. El desastre del buque petrolero Prestige en noviembre de 2002 fue una ocasión que supieron aprovechar, y la guerra de Irak el año siguiente, en la que el presidente Aznar tuvo la mala idea de mostrar apoyo a Estados Unidos y tomarse una foto con Bush y Tony Blair, les sirvió para soliviantar el tradicional antiamericanismo de la población.

No obstante, todas las encuestas anunciaban un triunfo del PP en las elecciones de 2004, que se celebraron el 14 de marzo. Tres días antes se produjeron los atentados de la estación de Atocha, en Madrid, que dejaron casi doscientos muertos. Como si lo tuvieran preparado, los socialistas y comunistas corrieron a rodear las sedes del PP y a responsabilizar al gobierno por su apoyo a Bush. Los atentados fueron atribuidos a unos islamistas a los que se masacró antes de que pudieran declarar. Son muchas las dudas que quedan sobre la verdadera autoría de esos atentados en una fecha tan problemática. La propaganda de esos días y la torpeza del gobierno, que intentó atribuir los atentados a ETA para evitar que se los relacionara con la guerra de Irak, determinaron el triunfo del PSOE, liderado esta vez por José Luis Rodríguez Zapatero.

Hasta entonces el PSOE era considerado un partido socialdemócrata de estilo europeo, y en su triunfo de 1982 se suele hablar de grandes cantidades de dinero estadounidense, invertidos a través de entidades del partido socialdemócrata alemán, para impedir que la facción hegemónica de la «izquierda» fuera el Partido Comunista (PCE). Con Zapatero empezó una deriva bastante parecida al chavismo con el acoso y la deslegitimación de la oposición y la alianza con los comunistas y con los nacionalistas catalanes y vascos. Así se recreaba el Frente Popular que ganó mediante fraude las elecciones de 1936 y dio lugar a la guerra civil tras el asesinato del líder de la oposición de entonces. No en balde Zapatero es hoy, junto con Ernesto Samper, una figura importante del Grupo de Puebla.

Entre las medidas que caracterizaron su gobierno destacan dos leyes que de algún modo representan el fin del periodo de concordia comenzado por la Transición. Una es la Ley de Violencia de Género, que anula la presunción de inocencia y la igualdad ante la ley (en aras de implantar reformas ideológicas de ingeniería social, esta vez con el pretexto feminista), y la Ley de Memoria Histórica, que criminaliza al llamado bando nacional de la guerra civil y al régimen de Franco, con lo que se intenta legitimar al gobierno del Frente Popular y al bando estalinista de la contienda.

En economía, Zapatero también actuó como Chávez, aunque tenía limitaciones por pertenecer a la Unión Europea. La crisis económica de 2008 fue particularmente dura en España y a pesar de la disposición del gobierno a gastar más con tal de seguir ganando elecciones, las autoridades europeas forzaron reformas drásticas como la reducción del sueldo de los funcionarios y la congelación de las pensiones. En medio de un empobrecimiento generalizado, Zapatero convocó elecciones en noviembre de 2011, en las que ganó por mayoría absoluta el PP de Mariano Rajoy.

El efecto de ese mal gobierno fue aniquilador. La actitud de Rajoy consistía en no hacer caso a los problemas en espera de que se resolvieran solos. Ciertas medidas como la reforma laboral y otras favorecieron la recuperación económica de una crisis que en Grecia, con gobierno socialcomunista, llevó a la intervención de las autoridades europeas y a un empobrecimiento drástico. Pero en lo que concierne a las leyes de Zapatero no hubo el menor atisbo de corregirlas, y respecto a los nacionalistas catalanes, cada vez más exaltados, a tal punto que a finales de 2017 dieron un golpe de Estado y declararon la república independiente, el gobierno de Rajoy fue inane y el descontento de las víctimas del secesionismo y de los críticos de Rajoy dio lugar al surgimiento del partido Ciudadanos, que en las elecciones de abril de 2019 se quedó a menos de un punto porcentual del PP.

Las dificultades y la salida del gobierno llevaron a los socialistas y comunistas a buscar de nuevo la agitación callejera, esta vez animada por personajes indistinguibles de los jefes de las FARC, con los que habían vivido en el palacio de Miraflores (Juan Carlos Monedero cinco años y Pablo Iglesias dieciocho meses). La copiosa inversión de dinero chavista le dio a Podemos, el grupo comunista dirigido por estos personajes, un gran protagonismo a partir de 2014. A lo que también ayudó el interés del gobierno de Rajoy por dividir a la «izquierda».

En 2018 una moción de censura del nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, tumbó al gobierno de Rajoy. En las dos elecciones que hubo en 2019 se formó una mayoría sumando los votos del PSOE, Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos. El gobierno llamado «Frankenstein» por estar formado por fragmentos incompatibles ha sido tan letal para España como lo fue el de Chávez para Venezuela, aunque en un país del primer mundo se nota menos: destrucción de la división de poderes, leyes ideológicas contra la mayoría de la población, despilfarro y endeudamiento extremos, sometimiento del Estado al interés del autócrata… La mayoría de los comentaristas dicen que si en las próximas elecciones generales (a más tardar en diciembre de este año) vuelve a ganar Sánchez terminará la democracia en España.

La oposición la forman el PP y Vox,  una escisión del PP que agrupa a sectores conservadores y resueltos respecto de la unidad de España. En las elecciones regionales de Andalucía de diciembre de 2018 Vox obtuvo el 10,5 de los votos y así fue posible el cambio de gobierno tras cuarenta años de hegemonía socialista. En las elecciones generales de diciembre de 2019 obtuvieron 52 diputados (de 350). La mayoría de las encuestas actuales dan una clara mayoría a la suma de PP y Vox, pero el PP no tiene ningunas ganas de entenderse con Vox y teme que una perspectiva de gobierno de coalición aleje a los votantes «centristas».

No parece muy probable que el bipartidismo que ha imperado en varias décadas siga reinando, los errores y deslices de Rajoy dañaron la credibilidad del PP y los votantes de Vox no se pasarán al PP. Se dice que la esperanza de Sánchez es dar a escoger entre la izquierda y la «extrema derecha», pero las dificultades económicas y los abusos de la ingeniería social pueden hacer fallar ese cálculo: tal vez los votantes prefieran buscar soluciones y no responder al resorte de la identidad, que es lo que opera con el cuento de la «izquierda». Tal vez la demagogia de un político generoso que da y da de todo a su pueblo sea demasiado burda para una sociedad que puede ver que aquello que recibe lo paga ella misma con creces.

(Publicado en el portal IFM Noticias el 26 de marzo de 2023.)