En las películas de cine negro y también en muchos wésterns, cuando el justiciero o la víctima se dispone a matar al villano suele haber alguien que le advierte: «entonces serás como él», y no es un peligro teórico, por ejemplo, en The Searchers, Ethan Edwards, el personaje al que da vida John Wayne, termina arrancándole la cabellera al indio que raptó a su sobrina.
La historia colombiana reciente también es un relato de villanos y víctimas, los justicieros son más difíciles de identificar, pero ¿en qué se diferencian los villanos de sus enemigos salvo en el papel que le corresponde a cada uno? Mejor dicho, ¿qué clase de ser humano se decide a secuestrar y asesinar gente en aras de una transformación de la sociedad que siente que tiene derecho a buscar porque su opinión debe prevalecer sobre los intereses y hasta sobre las vidas de los demás?
A esa cuestión del móvil remoto de los posicionamientos ideológicos no se le suele prestar atención porque como se dice en Cien años de soledad, en Macondo «el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre». La mayor parte de las veces, el origen de la adhesión ideológica al comunismo se explica por contagio de «ideologías foráneas», como si, por ejemplo, la guerrilla del ELN no hubiera tenido durante más de medio siglo una fuerte imbricación con la Compañía de Jesús y otros grupos católicos.
Se podría explicar más bien de otro modo: el devenir histórico que preveían los colonos españoles hace tres o cuatro siglos no se parece al que realmente ocurrió. Los traidores al papado se hicieron amos del mundo y en sus países floreció una nueva ideología, que en el siglo xix se hizo hegemónica, aunque España e Hispanoamérica contaban poco en ese siglo. Los grupos dominantes de nuestras sociedades perciben esa ideología, el liberalismo —que aspira a una sociedad de ciudadanos libres e iguales—, como una amenaza y oponen un escudo de resistencia. El colectivismo-estatismo que tan poderosamente seduce a los universitarios de toda la región en el siglo xx es un formato de ese escudo. Una salida, una solución.
Una cuestión en apariencia ajena me ha hecho reflexionar sobre eso. Cuando se habla de los derechos humanos los colombianos «de derecha» no pueden ocultar una llamativa repugnancia. Es verdad que las ONG de «derechos humanos» han convertido esa cuestión en un elemento útil de su propaganda, y que esas ONG son parte de la conjura narcocomunista, de modo que cualquiera de sus campañas de calumnias contra los militares colombianos, por poner un ejemplo, equivalía a una masacre con cientos de víctimas, pero precisamente eso ocurría porque incluso los defensores de los militares estaban dispuestos a creerlas. No había ni hay un consenso respecto a los derechos humanos, entendiendo como tales los llamados «de primera generación» (los que no son bienes que los demás deben pagar), porque su fundamento ideológico es el liberalismo, algo ajeno y opuesto a la idiosincrasia local.
Al interesado en la cuestión le recomiendo un comentario que escribí hace años sobre un artículo del entonces presidente de la Asociación Colombiana de Juristas Católicos que se oponía a la aceptación de los derechos humanos como base del ordenamiento jurídico. https://pensemospaisbizarro.blogspot.com/2014/03/derechos-humanos-ideologia-y-ley.html.
A esa hostilidad ideológica se le suma la confusión conceptual: ¿qué son los derechos humanos? El diccionario los asimila a los derechos fundamentales, aquellos que forman parte de la dignidad de todo ser humano y figuran como tales en los textos constitucionales. Si una persona sufre un atraco o una violación, no es una cuestión de derechos humanos salvo que esos hechos fueran obra de las autoridades. En cambio la cuestión del voto militar, sobre cuya prohibición hay un gran consenso en Colombia, sí remite a la situación de unos ciudadanos despojados de su derecho fundamental a elegir a sus gobernantes.
Pero hay que insistir en que los colombianos no tienen ninguna adhesión a esos derechos como no la tienen a los valores liberales, ocurrencias como «los derechos humanos son para los humanos derechos» encuentran enseguida mucho público, al parecer porque a la mayoría les parece que ciertas personas no deben tener derecho a un juicio justo o se las debe torturar o ejecutar sin juicio. ¿Qué otra cosa puede significar ese dicho?
¿Qué otra cosa puede significar un tuit de un influencer muy conocido de la «derecha» (muy afín al partido que quiere respetar los acuerdos con las FARC) en el que dice que Colombia necesita a un Naguib Bukele y se toma una foto al lado de un cartel con la imagen del presidente salvadoreño y la frase «Los derechos humanos de la gente honrada son más importantes que los de los delincuentes»? https://twitter.com/jarizabaletaf/status/1586424825974693888
Los derechos humanos de todos son sagrados e igualmente importantes, la gente que se describe como honrada es relativa, por ejemplo en Cuba sin duda llaman así a los matones del régimen, el único sentido que tiene esa perla de Bukele es la idea de que se puede prescindir de los derechos de algunas personas.
Es gracioso, el poder político en Colombia está en manos de una banda de asesinos que no respetarán ningún derecho de nadie cuando les convenga violarlos, tal como ya ocurre en Cuba, Venezuela y Nicaragua, y los jueces son simplemente secuestradores al servicio de la misma mafia de la cocaína, pero lo que ilusiona a los supuestos opositores es que se pueda prescindir de los derechos humanos de alguien. Y precisamente lo que ocurrirá será que los militares y policías colombianos violarán los derechos humanos de quien se oponga al régimen narcocomunista, sólo hacen falta unos meses para que el gobierno controle a los mandos de esas instituciones.
El colombiano suele creer que se puede prescindir de los derechos de alguna persona, por esa ausencia de valores liberales es por lo que algunos colombianos optan por mejorar las vidas ajenas contra la voluntad de esas personas. Los que «razonan» como Arizabaleta y Bukele ya son como los terroristas.
(Publicado en el portal IFM el 11 de noviembre de 2022.)
(Publicado en el portal IFM el 11 de noviembre de 2022.)