¿Sabía usted que la guerra civil española comenzó tras el fracaso de un golpe de Estado contra un gobierno que había sido elegido mediante fraude y cuyos funcionarios habían asesinado cinco días antes al jefe de la oposición? ¿Y que durante los cinco años transcurridos desde la instauración de la segunda república se habían cometido miles de crímenes contra curas y monjas por el hecho de serlo? ¿Y que tras el estallido de la guerra y la toma de poder por partidos marxistas muchos miles de personas que no tenían ninguna relación con la rebelión fueron asesinadas por milicias de esos partidos, que contaban con centros de tortura conocidos como “checas”? ¿Y que los padres de la república, como Ortega y Gasset, Marañón y Pérez de Ayala, se oponían resueltamente al gobierno del Frente Popular y volvieron a España tras la guerra?
No es muy probable que lo sepa, salvo que tenga un gran interés en la historia de España, de otro modo casi seguro cree que hubo una guerra civil que emprendió el fascismo contra la república. Es sólo un ejemplo de lo que explicaré después.
¿Sabía usted que antes de Trump, en este siglo, dos candidatos del Partido Demócrata estadounidense cuestionaron el resultado del escrutinio exactamente igual que lo hizo el líder republicano? Lo hicieron Al Gore en 2000 y Hillary Clinton en 2016. A lo mejor si usted ya ha alcanzado cierta edad, le presta atención a la política internacional y tiene buena memoria lo recuerda. La mayoría lo desconoce y es capaz de creer que lo que hace Trump pone en peligro la democracia en ese país, tal como a todas horas repiten los medios, que aprovechan el estilo áspero y desapacible del expresidente para alimentar un odio en el que caen las personas sencillas por pura presión ambiental. Son los famosos cinco minutos de odio que cada día ponían en práctica los habitantes de Oceanía en la famosa novela de Orwell, pero que sólo era el reflejo de lo que había ocurrido en la Unión Soviética con Trotski, el rival de Stalin, y sigue ocurriendo en los regímenes comunistas cerrados, como Cuba o Corea del Norte, y quizá pronto de nuevo en China.
Son dos ejemplos que ilustran claramente la labor de los grandes medios, unidos en torno a un consenso que comparten con el Partido Demócrata estadounidense, las grandes empresas de internet, la alta burocracia global, la mayoría de los gobiernos europeos, las universidades y otras instancias de dominación: aquello que cuentan es lo que favorece en el público las percepciones que convienen a su agenda, en gran medida compartida con regímenes totalitarios como los de Irán o China. Al que quiera formarse una idea de cómo opera ese consenso le debería bastar saber que para la inmensa mayoría de los europeos y americanos la paz de Santos, basada en el resurgimiento de unas bandas criminales prácticamente extintas, en la multiplicación del narcotráfico, la traición a los votantes y el premio de miles de crímenes monstruosos es un gran avance para el país.
El engaño de los medios no se basa tanto en lo que publican cuanto en lo que ocultan, como se infiere de lo explicado anteriormente. Respecto al cuento del «cambio climático» y la implantación forzosa de una ideología ambientalista muy apropiada para forzar unanimidades y recortar libertades, además de blanquear a los diversos herederos del totalitarismo del siglo pasado, ahora cuentan con la ventaja de que efectivamente hace mucho más calor y las víctimas de la desinformación no tienen modo de enterarse de que no es por culpa de los consumidores de combustibles fósiles (que le sacan la sangre a la Tierra, como advirtió un «sabio» «indígena» y confirman hoy todos los científicos, según dijo Petro en su obsceno discurso en Queens, que no mereció la menor atención de la supuesta oposición, salvo por lo de la manada de lobos, errado pero congruente con su ideología colectivista).
La causa del inusitado aumento de la temperatura es la erupción a comienzos de este año del volcán submarino de Hunga Tonga-Hunga Ta’apai, en Oceanía, la mayor registrada en la Tierra en la era moderna, que expulsó a la atmósfera miles de millones de kilos de vapor de agua. La temperatura podría mantenerse muy por encima de los niveles habituales durante cinco años, según se explica con claridad en este artículo de National Geographic, y más detalladamente en el estudio enlazado en él.
El alarmismo climático es un elemento clave en el siniestro programa de ingeniería social que está implementando en todo el mundo la conjura de los dominadores. Tras la persecución de los combustibles fósiles están los intereses de las empresas de energías renovables y aun del régimen chino, que los sigue usando sin preocuparse y los encontrará más baratos gracias a la abstinencia occidental. China es el principal socio comercial de Alemania, que como poder hegemónico en la UE puede hacer que todos los demás socios compartan el pago de la factura energética, sobrecargada por dicha abstinencia.
Acerca de ese alarmismo, el interesado podría evaluar la serie de artículos que publicó hace unos meses el periodista español Federico Jiménez Losantos.
En Colombia el asunto es como una productiva guaca para Petro: la inevitable caída del PIB por su reforma tributaria y la fuga de inversiones queda justificada por la necesidad de proteger a la Pachamama del pecado del consumismo, y tan hermoso y noble propósito redime a su gobierno y a sus clientelas de su origen en la industria del secuestro y de su patente relación con el tráfico de cocaína. Los típicos «intelectuales» colombianos no ven ningún problema en la compañía de personajes como Ernesto Samper y sus socios de toda la vida porque son la misma clase de gente que hace cuarenta años se ilusionó con Pablo Escobar, ahora con un barniz de cultura y con el aplomo que proveen los diplomas que expiden los marxistas, hegemónicos en casi todas las universidades. El ambientalismo inflama sus corazones sensibles de nobles propósitos mientras parasitan (y roban si pueden, es decir, si tienen suficiente rango social y contactos para acceder a puestos de poder).
(Publicado en el portal IFM el 18 de noviembre de 2022.)
No es muy probable que lo sepa, salvo que tenga un gran interés en la historia de España, de otro modo casi seguro cree que hubo una guerra civil que emprendió el fascismo contra la república. Es sólo un ejemplo de lo que explicaré después.
¿Sabía usted que antes de Trump, en este siglo, dos candidatos del Partido Demócrata estadounidense cuestionaron el resultado del escrutinio exactamente igual que lo hizo el líder republicano? Lo hicieron Al Gore en 2000 y Hillary Clinton en 2016. A lo mejor si usted ya ha alcanzado cierta edad, le presta atención a la política internacional y tiene buena memoria lo recuerda. La mayoría lo desconoce y es capaz de creer que lo que hace Trump pone en peligro la democracia en ese país, tal como a todas horas repiten los medios, que aprovechan el estilo áspero y desapacible del expresidente para alimentar un odio en el que caen las personas sencillas por pura presión ambiental. Son los famosos cinco minutos de odio que cada día ponían en práctica los habitantes de Oceanía en la famosa novela de Orwell, pero que sólo era el reflejo de lo que había ocurrido en la Unión Soviética con Trotski, el rival de Stalin, y sigue ocurriendo en los regímenes comunistas cerrados, como Cuba o Corea del Norte, y quizá pronto de nuevo en China.
Son dos ejemplos que ilustran claramente la labor de los grandes medios, unidos en torno a un consenso que comparten con el Partido Demócrata estadounidense, las grandes empresas de internet, la alta burocracia global, la mayoría de los gobiernos europeos, las universidades y otras instancias de dominación: aquello que cuentan es lo que favorece en el público las percepciones que convienen a su agenda, en gran medida compartida con regímenes totalitarios como los de Irán o China. Al que quiera formarse una idea de cómo opera ese consenso le debería bastar saber que para la inmensa mayoría de los europeos y americanos la paz de Santos, basada en el resurgimiento de unas bandas criminales prácticamente extintas, en la multiplicación del narcotráfico, la traición a los votantes y el premio de miles de crímenes monstruosos es un gran avance para el país.
El engaño de los medios no se basa tanto en lo que publican cuanto en lo que ocultan, como se infiere de lo explicado anteriormente. Respecto al cuento del «cambio climático» y la implantación forzosa de una ideología ambientalista muy apropiada para forzar unanimidades y recortar libertades, además de blanquear a los diversos herederos del totalitarismo del siglo pasado, ahora cuentan con la ventaja de que efectivamente hace mucho más calor y las víctimas de la desinformación no tienen modo de enterarse de que no es por culpa de los consumidores de combustibles fósiles (que le sacan la sangre a la Tierra, como advirtió un «sabio» «indígena» y confirman hoy todos los científicos, según dijo Petro en su obsceno discurso en Queens, que no mereció la menor atención de la supuesta oposición, salvo por lo de la manada de lobos, errado pero congruente con su ideología colectivista).
La causa del inusitado aumento de la temperatura es la erupción a comienzos de este año del volcán submarino de Hunga Tonga-Hunga Ta’apai, en Oceanía, la mayor registrada en la Tierra en la era moderna, que expulsó a la atmósfera miles de millones de kilos de vapor de agua. La temperatura podría mantenerse muy por encima de los niveles habituales durante cinco años, según se explica con claridad en este artículo de National Geographic, y más detalladamente en el estudio enlazado en él.
El alarmismo climático es un elemento clave en el siniestro programa de ingeniería social que está implementando en todo el mundo la conjura de los dominadores. Tras la persecución de los combustibles fósiles están los intereses de las empresas de energías renovables y aun del régimen chino, que los sigue usando sin preocuparse y los encontrará más baratos gracias a la abstinencia occidental. China es el principal socio comercial de Alemania, que como poder hegemónico en la UE puede hacer que todos los demás socios compartan el pago de la factura energética, sobrecargada por dicha abstinencia.
Acerca de ese alarmismo, el interesado podría evaluar la serie de artículos que publicó hace unos meses el periodista español Federico Jiménez Losantos.
En Colombia el asunto es como una productiva guaca para Petro: la inevitable caída del PIB por su reforma tributaria y la fuga de inversiones queda justificada por la necesidad de proteger a la Pachamama del pecado del consumismo, y tan hermoso y noble propósito redime a su gobierno y a sus clientelas de su origen en la industria del secuestro y de su patente relación con el tráfico de cocaína. Los típicos «intelectuales» colombianos no ven ningún problema en la compañía de personajes como Ernesto Samper y sus socios de toda la vida porque son la misma clase de gente que hace cuarenta años se ilusionó con Pablo Escobar, ahora con un barniz de cultura y con el aplomo que proveen los diplomas que expiden los marxistas, hegemónicos en casi todas las universidades. El ambientalismo inflama sus corazones sensibles de nobles propósitos mientras parasitan (y roban si pueden, es decir, si tienen suficiente rango social y contactos para acceder a puestos de poder).
(Publicado en el portal IFM el 18 de noviembre de 2022.)