Sutilezas
Cuando yo era niño era frecuente en Bogotá descalificar a alguna persona que no entendía algo o no podía hacer algo diciéndole "eso es duro para el campesino". Era típico ese desprecio por la gente del campo en un país en el que la inmensa mayoría procedía de áreas rurales, seguramente todavía lo es. Cuando uno piensa en la dificultad de tantos colombianos para entender que ese lenguaje de "derecha", "izquierda", "centro" es falaz y legitimador del crimen organizado se encuentra pensando eso, en lo difícil que es para los rústicos atender al detalle de las cosas. Ya señaló Ortega y Gasset que la izquierda y la derecha son formas de hemiplejía moral, pero nada disuade a los de mente perezosa ni a los que tienen agendas ocultas o móviles psicológicos turbios.
Polisemias
Cuando uno escucha a los derechistas descubre que la descripción que cada uno hace de su ideología es diferente, como un rótulo que les resulta grato y se lo ponen a cualquier adhesión sentimental, no importa que el uso de ese rótulo no corresponda en nada al diccionario ni al uso común. En la oposición entre el bien y el mal encontraron un nombre para el bien que corresponde a sus manías o pretensiones y se lo pusieron, la derecha puede ser la libertad religiosa o la Inquisición, la más rigurosa observancia de las leyes democráticas o la más desacomplejada dictadura militar, la libertad individual o la persecución de los estilos de vida heterodoxos, el tradicionalismo o la reforma más abrupta, da lo mismo, la derecha se define porque no es la izquierda y en la izquierda se encontró el fantoche fácil de aborrecer. Como las sutilezas y los matices les resultan insoportables, toda la izquierda resulta ser lo mismo, Savater es lo mismo que Pol Pot, La Escandinavia socialdemócrata es lo mismo que Camboya, no hay que complicarse la vida encontrando matices cuando uno es consciente de las violaciones de niñas que cometen los de la izquierda.
Realidades
La historia de los países hispanoamericanos es simple: la conquista y colonización del territorio trajo consigo el despojo y la esclavitud de los aborígenes. La explotación de las riquezas de fácil acceso añadió la importación de esclavos de otro continente. Los descendientes de los dominadores, llamados criollos, aprovecharon la invasión napoleónica de España para crear Estados nuevos dominados por ellos sin sujeción a las leyes imperiales. El orden social de la Colonia se ha mantenido en sus rasgos principales en la mayoría de los países, la religión que mantiene a la mayoría de indios, negros y mestizos en el temor perpetuo cimenta ese orden y los criollos forman clanes de familias prestantes que a veces mandan a sus miembros menos enjundiosos o menos sensuales a hacer carrera eclesiástica para llegar a obispos y formar parte de la elite del poder. La religión les ayuda a proclamar una coherencia moral que en caso de transgresión cuenta con el perdón garantizado por el enunciado de la religión, siempre y cuando se reconozca la autoridad de los ministros de Dios (es decir, de los criollos, cuyos vástagos intelectuales conforman el clero). Para formarse una idea de esa coherencia moral baste esta legislación sobre el aborto de 1897: alguna dama bien situada socialmente tendría un inquilino molesto en el vientre y sencillamente se acomodaba la ley para que no tuviera que sufrir castigo terrenal.
Falacias
Ésta es la derecha real, la resistencia de esos clanes poderosos al mundo moderno, al sufragio universal y a la voz de las mayorías: a toda noción de igualdad ante la ley, noción que violenta el fundamento del orden social, que es la condición inferior de las castas excluidas (lo que une a la izquierda y a la derecha en Colombia es la reverencia ante la inefable "acción de tutela", la abolición clara del derecho). Lo más parecido que se puede encontrar a la derecha católica son los poderosos romanos que perseguían a los cristianos, aunque con la pequeña diferencia de que aquéllos habían creado un gran imperio mientras que los godos colombianos sólo han parasitado el territorio miserable que heredaron, rodeados de pompa eclesiástica y desprecio por su populoso servicio doméstico. Durante siglos los cristianos fueron lo contrario de esta gente, al principio personas de nivel social bajo. Esa paradoja explica muy bien la evolución del cristianismo, cuyos valores originarios son la base ideológica de la izquierda en todo Occidente: colectivismo, resentimiento social, comunión de los humillados y excluidos...
Disfraces
Si se entiende la derecha como la conservación de privilegios (y no puede ser otra cosa si se quiere atender al diccionario y a la realidad de Hispanoamérica), la izquierda realmente existente es la verdadera derecha: resistencia al mundo moderno en el que se disuelven las jerarquías tradicionales y las cocineras creen que tienen los mismos derechos que los obispos. La verdadera elite intelectual de la derecha sociológica son los jesuitas, cuya universidad es hoy un evidente adoctrinadero terrorista. En general, los sacerdotes católicos de extracción social alta tuvieron mucho que ver con el surgimiento del comunismo hispanoamericano, no sólo los jesuitas que adoctrinaron al Che Guevara y a Fidel Castro, sino personajes como Camilo Torres y sus compañeros del grupo Golconda, por no hablar de las demás versiones de la Teología de la Liberación en todo el continente. El mismo fenómeno se da fuera de la Iglesia, a través de la universidad, que cumple la función que tenía la Iglesia en la época colonial: las familias prestantes siempre cuentan con profesores comunistas que, como obispos resucitados, viven rodeados de lujos por predicar la justicia. Los de derecha sólo son más toscos, el orden que defienden es el mismo pero no quieren que esté enmascarado.
Democracias
La democracia moderna es una novedad que ha avanzado en el mundo lentamente y con grandes dificultades. Hace cien años los países democráticos se contaban con los dedos, y aun en la mayoría de esos países la mitad de la población estaba excluida del sufragio. El orden antiguo resiste en la periferia, y la adhesión al comunismo no es más que una forma de esa resistencia. Naturalmente, los comunistas se proclaman los más demócratas, los verdaderos demócratas, cosa que es casi lícita en un país como Colombia, donde nada encuentra más desprecio que el diccionario. Pero eso mismo es la derecha, cuando dice defender la democracia interpreta el término de modo que resulta ser su ideario franquista y pinochetista. Nadie debe olvidar la clara afinidad del laureanismo con el régimen de Franco. Y la continua expresión más o menos velada de rasgos de antisemitismo e intolerancia religiosa, social e ideológica en cualquiera de los derechistas que uno encuentra en Colombia en las redes sociales.
Ambivalencias
La derecha no puede entenderse de otro modo que como la tradición, y en Hispanoamérica esa tradición proviene de la herencia colonial y de la España anterior. Octavio Paz señalaba que la tendencia hispanoamericana a seguir a un caudillo provenía de la España musulmana. El propio Cid campeador era un caudillo de esa clase. La derecha hispanoamericana siempre sigue a caudillos cuya relación con la democracia es dudosa, trátese de pseudoliberales como Porfirio Díaz, de tiranos grotescos como los que asolaron a Venezuela, Bolivia y varios países centroamericanos o de golpistas como los militares chilenos y argentinos de los años setenta; la derecha se siente democrática porque la izquierda es el comunismo y ellos no son comunistas. El espíritu democrático se reserva para mejores momentos. El caso del fascista Juan Domingo Perón es elocuente: no importa que su nacionalismo, su antiamericanismo y su populismo alumbraran posteriormente la versión local del chavismo, la causa superior de la patria exigía la adhesión sin fisuras. Eso mismo ocurre con Uribe, nadie va a ponerse en contra de él y su partido por mucho que objetivamente sean protectores del siniestro acuerdo de La Habana. La patria es lo importante para la derecha, por eso protege a Sigifredo López y elige a la hija de Angelino Garzón. Eso sí, se proclaman tan demócratas como los de izquierda.
Ideologías
La derecha y la izquierda son máscaras de discursos complejos que a menudo coinciden (como en la realidad colombiana, defensa de privilegios y del orden heredado de la sociedad colonial), y a menudo proveen "identidades" falaces que resultan en adhesiones muy distintas a lo que la gente cree apoyar o le conviene. El patriotismo que "nos" une en torno al hombre fuerte resulta ser el pretexto por el que se escamotea la discusión sobre la negociación de La Habana (nunca se ha cuestionado en cinco elecciones, ni se la cuestionará en 2018). Y es que en definitiva, de lo que se trata es de encontrar pretextos para mantenerse ajenos a la ley. La pasión con que tantos se adhieren a esos paquetes ideológicos me hace recordar al filósofo polaco Leslek Kolakowski, que encontraba razones para ser "liberal-conservador-socialista" sin caer en contradicciones. O en sociedades como la sueca, en las que nadie ha molestado a la monarquía ni a la nobleza ni ha impedido el desarrollo empresarial pese a haber estado por muchas décadas gobernados por socialistas.
Necesidades
Lo que Colombia necesita no es retornar a la sociedad colonial sino asimilarse al mundo moderno. Superar el parasitismo de los funcionarios (que podría ser igual o peor antes de los comunistas), el servilismo de las costumbres, la indolencia generalizada, la laxitud de la aplicación de las leyes, el reino de la mentira en los medios de comunicación y las complicidades con organizaciones criminales. Nada de eso corresponde a lo que el diccionario concibe como derecha, menos cuando de forma obscena, grotesca y ridícula los derechistas afirman su pertenencia al partido de centro que protege el reino del narcoterrorismo. Tal vez lo que más se necesite sea el respeto de uno mismo. Y aún queda mencionar el regalo fabuloso que es para las mafias del secuestro y la cocaína que se les entregue la bandera del cristianismo originario (véase al respecto la "historia moral de la propiedad" que Antonio Escohotado publicó con el título de Los enemigos del comercio). La izquierda como una asociación de canallas dedicados a secuestrar y masacrar gente sólo existe en Colombia. Las discusiones sobre el gasto público, las libertades, etc., no se pueden degradar al punto de que quien no quiera el ideario corporativista de Laureano Gómez y los tribunos grecocaldenses sea equivalente a Petro y los demás malhechores. Eso a veces parece el recurso de gente que no se distingue TANTO de ellos.
(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de mayo de 2017.)
Polisemias
Cuando uno escucha a los derechistas descubre que la descripción que cada uno hace de su ideología es diferente, como un rótulo que les resulta grato y se lo ponen a cualquier adhesión sentimental, no importa que el uso de ese rótulo no corresponda en nada al diccionario ni al uso común. En la oposición entre el bien y el mal encontraron un nombre para el bien que corresponde a sus manías o pretensiones y se lo pusieron, la derecha puede ser la libertad religiosa o la Inquisición, la más rigurosa observancia de las leyes democráticas o la más desacomplejada dictadura militar, la libertad individual o la persecución de los estilos de vida heterodoxos, el tradicionalismo o la reforma más abrupta, da lo mismo, la derecha se define porque no es la izquierda y en la izquierda se encontró el fantoche fácil de aborrecer. Como las sutilezas y los matices les resultan insoportables, toda la izquierda resulta ser lo mismo, Savater es lo mismo que Pol Pot, La Escandinavia socialdemócrata es lo mismo que Camboya, no hay que complicarse la vida encontrando matices cuando uno es consciente de las violaciones de niñas que cometen los de la izquierda.
Realidades
La historia de los países hispanoamericanos es simple: la conquista y colonización del territorio trajo consigo el despojo y la esclavitud de los aborígenes. La explotación de las riquezas de fácil acceso añadió la importación de esclavos de otro continente. Los descendientes de los dominadores, llamados criollos, aprovecharon la invasión napoleónica de España para crear Estados nuevos dominados por ellos sin sujeción a las leyes imperiales. El orden social de la Colonia se ha mantenido en sus rasgos principales en la mayoría de los países, la religión que mantiene a la mayoría de indios, negros y mestizos en el temor perpetuo cimenta ese orden y los criollos forman clanes de familias prestantes que a veces mandan a sus miembros menos enjundiosos o menos sensuales a hacer carrera eclesiástica para llegar a obispos y formar parte de la elite del poder. La religión les ayuda a proclamar una coherencia moral que en caso de transgresión cuenta con el perdón garantizado por el enunciado de la religión, siempre y cuando se reconozca la autoridad de los ministros de Dios (es decir, de los criollos, cuyos vástagos intelectuales conforman el clero). Para formarse una idea de esa coherencia moral baste esta legislación sobre el aborto de 1897: alguna dama bien situada socialmente tendría un inquilino molesto en el vientre y sencillamente se acomodaba la ley para que no tuviera que sufrir castigo terrenal.
Falacias
Ésta es la derecha real, la resistencia de esos clanes poderosos al mundo moderno, al sufragio universal y a la voz de las mayorías: a toda noción de igualdad ante la ley, noción que violenta el fundamento del orden social, que es la condición inferior de las castas excluidas (lo que une a la izquierda y a la derecha en Colombia es la reverencia ante la inefable "acción de tutela", la abolición clara del derecho). Lo más parecido que se puede encontrar a la derecha católica son los poderosos romanos que perseguían a los cristianos, aunque con la pequeña diferencia de que aquéllos habían creado un gran imperio mientras que los godos colombianos sólo han parasitado el territorio miserable que heredaron, rodeados de pompa eclesiástica y desprecio por su populoso servicio doméstico. Durante siglos los cristianos fueron lo contrario de esta gente, al principio personas de nivel social bajo. Esa paradoja explica muy bien la evolución del cristianismo, cuyos valores originarios son la base ideológica de la izquierda en todo Occidente: colectivismo, resentimiento social, comunión de los humillados y excluidos...
Disfraces
Si se entiende la derecha como la conservación de privilegios (y no puede ser otra cosa si se quiere atender al diccionario y a la realidad de Hispanoamérica), la izquierda realmente existente es la verdadera derecha: resistencia al mundo moderno en el que se disuelven las jerarquías tradicionales y las cocineras creen que tienen los mismos derechos que los obispos. La verdadera elite intelectual de la derecha sociológica son los jesuitas, cuya universidad es hoy un evidente adoctrinadero terrorista. En general, los sacerdotes católicos de extracción social alta tuvieron mucho que ver con el surgimiento del comunismo hispanoamericano, no sólo los jesuitas que adoctrinaron al Che Guevara y a Fidel Castro, sino personajes como Camilo Torres y sus compañeros del grupo Golconda, por no hablar de las demás versiones de la Teología de la Liberación en todo el continente. El mismo fenómeno se da fuera de la Iglesia, a través de la universidad, que cumple la función que tenía la Iglesia en la época colonial: las familias prestantes siempre cuentan con profesores comunistas que, como obispos resucitados, viven rodeados de lujos por predicar la justicia. Los de derecha sólo son más toscos, el orden que defienden es el mismo pero no quieren que esté enmascarado.
Democracias
La democracia moderna es una novedad que ha avanzado en el mundo lentamente y con grandes dificultades. Hace cien años los países democráticos se contaban con los dedos, y aun en la mayoría de esos países la mitad de la población estaba excluida del sufragio. El orden antiguo resiste en la periferia, y la adhesión al comunismo no es más que una forma de esa resistencia. Naturalmente, los comunistas se proclaman los más demócratas, los verdaderos demócratas, cosa que es casi lícita en un país como Colombia, donde nada encuentra más desprecio que el diccionario. Pero eso mismo es la derecha, cuando dice defender la democracia interpreta el término de modo que resulta ser su ideario franquista y pinochetista. Nadie debe olvidar la clara afinidad del laureanismo con el régimen de Franco. Y la continua expresión más o menos velada de rasgos de antisemitismo e intolerancia religiosa, social e ideológica en cualquiera de los derechistas que uno encuentra en Colombia en las redes sociales.
Ambivalencias
La derecha no puede entenderse de otro modo que como la tradición, y en Hispanoamérica esa tradición proviene de la herencia colonial y de la España anterior. Octavio Paz señalaba que la tendencia hispanoamericana a seguir a un caudillo provenía de la España musulmana. El propio Cid campeador era un caudillo de esa clase. La derecha hispanoamericana siempre sigue a caudillos cuya relación con la democracia es dudosa, trátese de pseudoliberales como Porfirio Díaz, de tiranos grotescos como los que asolaron a Venezuela, Bolivia y varios países centroamericanos o de golpistas como los militares chilenos y argentinos de los años setenta; la derecha se siente democrática porque la izquierda es el comunismo y ellos no son comunistas. El espíritu democrático se reserva para mejores momentos. El caso del fascista Juan Domingo Perón es elocuente: no importa que su nacionalismo, su antiamericanismo y su populismo alumbraran posteriormente la versión local del chavismo, la causa superior de la patria exigía la adhesión sin fisuras. Eso mismo ocurre con Uribe, nadie va a ponerse en contra de él y su partido por mucho que objetivamente sean protectores del siniestro acuerdo de La Habana. La patria es lo importante para la derecha, por eso protege a Sigifredo López y elige a la hija de Angelino Garzón. Eso sí, se proclaman tan demócratas como los de izquierda.
Ideologías
La derecha y la izquierda son máscaras de discursos complejos que a menudo coinciden (como en la realidad colombiana, defensa de privilegios y del orden heredado de la sociedad colonial), y a menudo proveen "identidades" falaces que resultan en adhesiones muy distintas a lo que la gente cree apoyar o le conviene. El patriotismo que "nos" une en torno al hombre fuerte resulta ser el pretexto por el que se escamotea la discusión sobre la negociación de La Habana (nunca se ha cuestionado en cinco elecciones, ni se la cuestionará en 2018). Y es que en definitiva, de lo que se trata es de encontrar pretextos para mantenerse ajenos a la ley. La pasión con que tantos se adhieren a esos paquetes ideológicos me hace recordar al filósofo polaco Leslek Kolakowski, que encontraba razones para ser "liberal-conservador-socialista" sin caer en contradicciones. O en sociedades como la sueca, en las que nadie ha molestado a la monarquía ni a la nobleza ni ha impedido el desarrollo empresarial pese a haber estado por muchas décadas gobernados por socialistas.
Necesidades
Lo que Colombia necesita no es retornar a la sociedad colonial sino asimilarse al mundo moderno. Superar el parasitismo de los funcionarios (que podría ser igual o peor antes de los comunistas), el servilismo de las costumbres, la indolencia generalizada, la laxitud de la aplicación de las leyes, el reino de la mentira en los medios de comunicación y las complicidades con organizaciones criminales. Nada de eso corresponde a lo que el diccionario concibe como derecha, menos cuando de forma obscena, grotesca y ridícula los derechistas afirman su pertenencia al partido de centro que protege el reino del narcoterrorismo. Tal vez lo que más se necesite sea el respeto de uno mismo. Y aún queda mencionar el regalo fabuloso que es para las mafias del secuestro y la cocaína que se les entregue la bandera del cristianismo originario (véase al respecto la "historia moral de la propiedad" que Antonio Escohotado publicó con el título de Los enemigos del comercio). La izquierda como una asociación de canallas dedicados a secuestrar y masacrar gente sólo existe en Colombia. Las discusiones sobre el gasto público, las libertades, etc., no se pueden degradar al punto de que quien no quiera el ideario corporativista de Laureano Gómez y los tribunos grecocaldenses sea equivalente a Petro y los demás malhechores. Eso a veces parece el recurso de gente que no se distingue TANTO de ellos.
(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de mayo de 2017.)