domingo, febrero 05, 2012

La "paz" perpetua


Sobre la paz perpetua es el título de un libro de Immanuel Kant sobre la posibilidad de evitar las guerras. Para entender la falsedad de la "paz" de que habla este gobierno y la prensa amiga basta recordar la historia de las negociaciones de paz de los gobiernos colombianos con las organizaciones armadas comunistas: lo que ha significado esa "paz" es exactamente asegurar que siempre haya guerra. Esta vez será lo mismo, y puede que aún peor.

El motivo es simple: una minoría violenta dispuesta a imponerse por el terror se podría comparar con un atracador, ¿qué pasa cuando lo hacemos merecedor de la mitad de nuestro salario? Obviamente aparecerá al mes siguiente, convencido de que finalmente obtendrá lo que pretenda.

El motivo de fondo es más complejo: el orden social conserva los rasgos de esclavismo, ocupación y despojo de la sociedad colonial. La minoría violenta termina siendo mejor aliada de la minoría dominante que el resto de la población y derrotarla sería peligroso para la elite heredera del viejo orden, que se vería expuesta a una sociedad competitiva. De ahí que cada vez sea más clara la identidad entre los linajes relacionados con el poder y el "pacifismo" dispuesto a aliarse con los representantes urbanos de las organizaciones armadas y aun a ejercer de tales.

Un ligero repaso a la historia de dichas negociaciones debería permitirnos comprender la forma en que negociando la paz se multiplica el poder de los terroristas. Cuando ascendió a la presidencia Belisario Betancur, este advenedizo conservador encontró en la negociación con las FARC la forma de quedar en la historia. Con ese fin permitió a una organización muchísimo más pequeña que lo que sería al final de su mandato expandirse por diversas regiones y hacer proselitismo. En aras de la paz un ejército enemigo copaba el territorio que antes le estaba vedado y su partido amigo expandía su poder en el mundo sindical y en el universitario gracias al poder de los frentes armados. ¿Qué paz era ésa? Sencillamente el poder de las diversas organizaciones comunistas se hacía benévolo respecto del gobierno, tal como hemos visto que ocurre en el último año con Santos.

La "paz" era sólo una estratagema de los agresores, que siempre podrían exigir más y más mientras negociaban mientras expandían sus negocios y su poder. Eso mismo ocurrió con la negociación de ese gobierno con el M-19, que sólo envalentonó a la entonces minúscula estructura del Hermano Mayor del actual presidente.

Tras el fracaso de Betancur los comunistas encontraron la fórmula con que operan desde entonces, y que aplicarán después de negociar con Santos: los del campo secuestran y matan cada vez más, los de la ciudad se dedican a buscar caminos hacia la paz, "creación de confianza", intermediación, defensa del derecho internacional humanitario, creación de organizaciones de derechos humanos y de colectivos de abogados, etc. El principal fruto de la negociación de Betancur fue la completa impunidad en que quedaron los dirigentes del Partido Comunista Colombiano que antes habían dirigido los crímenes de las FARC. No sólo Manuel Cepeda sino también Angelino Garzón y muchísimos otros criminales.

Los procesos de "paz" de los gobiernos siguientes tuvieron el mismo efecto: los grupos criminales derrotados ascendían a la calidad de políticos o politólogos financiados copiosamente con recursos públicos mientras que los que podían seguir operando expandían el negocio. Los reinsertados y amnistiados se dedican a labores más cómodas que castrar policías o sembrar minas, propiamente, a cobrar esos hechos.

Lo que se ha demostrado es que sólo se redujeron los crímenes terroristas cuando efectivamente se combatió a las bandas, durante el gobierno de Uribe, mientras que en todos los intentos de negociación se multiplicaron. Exactamente el premio que han obtenido los que se avienen a quedar impunes y ricos es el acicate que anima a los demás. Y no hay ningún misterio en eso, porque las negociaciones de "paz" con los terroristas convienen a algunos gobernantes pero no a la población, tal como según la obra de Kant ocurría con las guerras.

Si suponemos que dentro de unos meses Alfonso Cano, Timochenko y los demás determinadores de masacres quedan tan impunes, limpios, prestigiosos, ricos y bien relacionados como León Valencia y Gustavo Petro, eso de ninguna manera significará que vaya a haber menos secuestros ni menos masacres. Cualquiera que aspire a tales beneficios creará una disidencia radical gracias a la cual los actuales líderes de las FARC pasarán a ser intermediarios de paz y defensores de los derechos humanos. Es un destino grato, ¿cómo renunciar a él si lo único que hay que hacer es lo que llevan décadas aprendiendo?

Insisto, el misterio de que eso siga ocurriendo, de que todas las clases acomodadas sigan tan impertérritas ante las infamias judiciales y el ascenso de los terroristas, es que ese orden tiene un arraigo profundo. No es por casualidad por lo que los chavistas mandan en la mayor parte de la región. Los "intelectuales" bogotanos, el millón de personas que se dice que han acabado una carrera universitaria o lo están haciendo y habitan la ciudad, tienen en los filántropos como León Valencia un modelo, en su día soñaron con el socialismo y su corazoncito sigue siendo antiyanqui y solidario con Cuba. Ésa también es la principal ventaja que tiene el candidato Petro, cuya victoria le es tan necesaria a Santos para legitimar la negociación con las FARC, más que los inagotables recursos bolivarianos, que la obstinación de la prensa en favorecer a los candidatos que distraerían votos de su rival, que el vasto clientelismo limosnero de los comedores comunitarios y aun que las presiones de las milicias favorecidas desde las alcaldías menores a su favor. Las negociaciones de "paz" y su previsible resultado en términos de multiplicación del crimen aseguran la persistencia de un orden grato a esa parte de la sociedad, mientras que sus supuestos adversarios vacilan entre esperanzarse con una monarquía absoluta ya irrealizable y la redención que vendría del afortunado filántropo caritativo que hoy ocupa la vicepresidencia y que hace menos de tres décadas encargaba masacres y secuestros desde el Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista Colombiano.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 21 de septiembre de 2011.)