lunes, junio 06, 2011

¿Qué es "césped"?

"Hoy estamos, mañana no estamos", declara el jefe de las FARC Alfonso Cano en el video que llevó Piedad Córdoba a Buenos Aires a un foro que contó con el respaldo del gobierno de ese país y probablemente del colombiano, que no ha dicho hasta el momento nada, mientras que la prensa de la familia presidencial lo elogia sin paliativos. El líder terrorista tiene toda la razón, mañana no estamos pero ¿qué quedará de todo lo que está pasando? Mejor, ¿qué es lo que ha estado pasando en Colombia desde hace más de sesenta años?

No vayan a pensar que el tremendo acontecimiento son las atrocidades de las bandas comunistas, y en algunas épocas de las bandas rivales, que se formaban con los mismos asesinos que habían aprendido su "arte" en las bandas comunistas y encontraban quien las apoyara por la misma destrucción del derecho que había empezado por el proyecto revolucionario, como pasó en Córdoba con el EPL y después con las autodefensas criminales de los Castaño. Esas atrocidades de hecho se olvidan por completo, y el que quiera prestarles atención podría enterarse de maravillas en el interesantísimo blog de Blado Díaz.

Pero el comunismo dejó en decenas de países el mismo rastro de prodigios. Lo impresionante es que una sociedad relativamente abierta conviva tan tranquilamente con eso y veinte años después de la caída del comunismo siga habiendo día tras día asesinatos, mutilaciones, secuestros, etc. sin que la gente reaccione. Ese nivel de "acostumbramiento", de degradación moral profunda y generalizada, me hace recordar el chiste de la señora que dice a su hijita: "Niña, recoge ese condón que hay en el césped". "¿Qué es césped?"

Por ejemplo, los autores de muchos secuestros y asesinatos ejercen de maestros de moral y muy poca gente se sorprende. La posibilidad de que personas claramente relacionadas con los secuestros fueran espiadas por organismos de información del Estado se considera un terrible crimen contra la humanidad pero a los que han "retenido" a decenas de miles de personas, sometiéndolas a condiciones infrahumanas de supervivencia, aparte de matar y mutilar a otros cientos de miles, según esos redentores de la patria, se los debe premiar y aun ofrecer pensión de jubilación. ¿Qué clase de país es ése?

Lo que yo no puedo tolerar es que se crea que eso ocurre por allá en las cabezas enfermizas de unos cuantos fanáticos, porque toda la prensa bogotana es órgano de los partidarios de premiarse gracias a los crímenes de las organizaciones terroristas. Curiosamente en un mismo día me encontré con varias personas discutiendo sobre lo mismo: ¿en quién recae en últimas la responsabilidad de esos crímenes y de su persistencia?

Un amigo uribista me dijo que hay muchos tontos que se dejan engatusar con el discurso apaciguador. Bueno, la mayoría de las personas a las que sigo en Twitter razonan de forma parecida, incluso encuentran "ingenuos" a esos "ilusos" que esperan resolver el problema de los crímenes terroristas "por las buenas", sin perseguirlos. Es algo generalizado: con otro amigo discutía sobre el problema de la impunidad que podrían obtener los miembros de las FARC si se desmovilizaran, cosa que le resultaba intolerable. ¿A alguien se le ocurre siquiera remotamente que esos miembros de las FARC no son mucho más responsables que los ingenuos e ilusos que siguen a pie juntillas las orientaciones de los columnistas de Semana o El Espectador y que ciertamente jamás serán procesados?

Insisto, le puse como título a esta entrada la pregunta de la niña del chiste porque la condición de esos ingenuos me preocupa más que las mismas atrocidades. ¿De modo que la suerte del abogado Enrique Márquez Díaz, cuya foto adopté estos días como avatar en Twitter, que ha estado doce años en manos de los terroristas, les parece algo olvidable mientras que la remota posibilidad de que el ex presidente Uribe tuviera que ver con escuchas ilegales a unos personajes claramente criminales (aunque impunes por decisión de los jefes de la dictadura) les preocupa profundamente? Ante esa "ingenuidad" la crueldad de un adolescente selvático que vive asustado, y que en lo más profundo de su ser quisiera vivir como esos ingenuos, me parece algo mucho más redimible y respetable.

Bah, en el fondo del cuadro están las realidades de la persona castrada delante de sus vecinos, del grupo de asesinos jugando al fútbol con la cabeza de las víctimas, de las decenas de miles de secuestros, de las personas bomba, que no aparecen siquiera en la prensa. Un poco más cerca, y más asquerosos aún, están los cientos de prósperos charlatanes que cobran esos hechos desde sus bien pagadas tribunas o desde sus bien pagadas (por las víctimas) cátedras universitarias. Unos y otros, niños selváticos y canallas de estrato 6, se ven envueltos en la cruel realidad y echan mano de sus recursos para sobrevivir, pero curiosamente nadie que los conozca y que no esté envilecido los considera criminales complementarios. Más cerca están los "ingenuos", que en mi opinión son los verdaderos monstruos, pero tan acostumbrados que ya no sienten que recitando falacias monstruosas dan una prueba de su degradación.

En realidad inquietan más los que de verdad quieren el cese de los crímenes pero no ven a estos ingenuos como monstruos: son sus familiares, sus amigos, sus compañeros de estudio, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, etc. Son la mayoría de las clases acomodadas urbanas en Colombia. El que lo dude puede mirar en Twitter cuántos seguidores tienen los más desvergonzados promotores de calumnias monstruosas (como la de atribuir a decisión del gobierno las infames ejecuciones extrajudiciales, que dejaron de cargarle a Santos en cuanto éste se mostró dispuesto a tolerar más secuestros y a dar ventajas a la secta terrorista). Salvo el ex presidente Uribe, comparar el promedio de los seguidores de los "tuiteros" farianos con los decentes da una relación de diez a uno. La estupidez y la ingenuidad son mayoritarias, sobre todo entre quienes han estudiado, leído y viajado.

Yo diría que los ingenuos son otros, y las razones por las que no ven la monstruosidad de la distracción de sus conocidos es en el fondo falta de perspectiva moral. ¿Quiénes creen que eran los seguidores del Partido Nazi? ¿Serían menos delicados con las damas, menos "cultos", menos cariñosos con sus hijos, menos sensibles, menos formales, menos respetuosos, menos leales y correctos? Por favor: el mamerto colombiano que todos conocemos está mucho más cerca del sicario colombiano, al que ve como su antítesis, que del militante nazi en modales, información, sensibilidad, formalidad, lealtad y aplomo. Tampoco es que todos los nazis empujaran gente a las cámaras de gas (de hecho, sólo se usaron después de que comenzara la guerra). El silencio de esa gente ante los campos de concentración no era más culpable que el de la inmensa mayoría de los colombianos con formación universitaria en materias humanísticas y sociales respecto de los campos de concentración que hay en el país y en los cientos de asesinatos que cometen los terroristas cada mes desde hace varias décadas.

La conjura terrorista, siguiendo la famosa descripción de Clausewitz sobre la guerra, no es más que la continuación de la política por otros medios. La guerrilla es la continuación de la "politiquilla", de la rapiña clientelista de siempre, de las sempiternas guerras de tinterillos de que hablaba Fernando Vallejo (aunque él particularmente no tiene el menor interés en pensar cómo se podrían impedir más asesinatos). El parásito social de aspecto bonachón que recita las falacias hediondas de Claudia López o de Natalia Springer es el beneficiario del clientelismo armado y su papel en la orgía de crímenes, por ejemplo si es un fecodista o un juez sesgado, es mucho más importante que el de algún sufrido niño del Caquetá que pone una bomba.

Durante muchas décadas los promotores del terrorismo convencieron a la mayoría de los colombianos de que el terrorismo era un problema de los militares, que no querían acabar con la guerrilla para aumentar el presupuesto de su ramo. El inefable escritor Óscar Collazos se jactaba de que los colombianos desearan más vivir como "bacanes" que tomar partido entre las instituciones y los terroristas. Esa indiferencia es casi toda la fuerza de los criminales. Ese hecho monstruoso de acostumbrarse a saber que miles de compatriotas se pudren en cambuches infames mientras otros, gracias a esa desgracia, se rodean de lujos en Estados Unidos o Europa como perseguidos, es como el que la niña viva acostumbrada a ver condones. Esa ambivalencia respecto a quienes prosperan gracias a esos crímenes y esa disposición a hacerse a un lado quedarán como la marca de esta época y con toda certeza los colombianos del futuro preguntarán a sus padres y abuelos como los alemanes que eran jóvenes en los años cincuenta: "¿Papá, tú qué hiciste cuando ocurría eso?".

No se sume usted a los ingenuos, acuda a la marcha contra el terrorismo, no permita que los crímenes que seguirán cometiendo, ayudados por la prensa, arrinconen a la población como hicieron las bombas de Pablo Escobar, gracias a las cuales una minoría de menos del 20% de los ciudadanos eligió una Constituyente que prohibió la extradición y entregó todo el poder a las camarillas de "jueces" que desde entonces trabajan para los intereses de las mafias. ¿Qué no impondrán esta vez si usted se lo permite?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 2 de marzo de 2011.)