sábado, noviembre 01, 2008

El antiuribismo

Publicado en Atrabilioso el 7/6/2007

Nada explica mejor la popularidad de Uribe que el antiuribismo. Y eso se puede afirmar tanto en alusión a su omnipresencia en los medios como a la calidad de sus argumentos. Pero sobre todo si se piensa que las propuestas positivas de los enemigos del presidente los ponen siempre del mismo lado: el del intercambio humanitario, la solución política negociada, la Constituyente de paz, etc. Es decir, para cualquier observador resulta evidente que la aversión fervorosa de casi todos los columnistas hacia Uribe es una tácita adhesión a esos nobles fines. Desde el comentarista que afirma sin inmutarse que José Obdulio Gaviria era el asesor de Pablo Escobar, precursor de Uribe en el narcotráfico, hasta el comedido analista que se indigna ante tanto populismo, todos desearían un gobierno que hiciera más esfuerzos pacifistas y de reconciliación, o cuanto menos se muestran comprensivos con quienes expresan ese deseo.

Ya en una ocasión expliqué la falacia presente en ese discurso: se intenta convencer a los lectores de que los problemas del país comenzaron con Uribe y de que las cosas estaban mejor antes de 2002. El motivo de tanto atrevimiento es la disposición de la gente a creer que las guerrillas son el parto de los montes o el fruto de la injerencia selenita y no el resultado de una tradición poderosa y la expresión de una facción determinante en la sociedad. Uno de los recursos más socorridos, por ese motivo, es el del paramilitarismo, expresión según el mito que divulgan los medios de una fuerza extraña a la sociedad y hostil a la paz y no de una resistencia, todo lo ilegal e inicua que se quiera, a la lucha revolucionaria que tan alegremente han alentado varias generaciones de universitarios.

De tal nivel es la acusación contra el ministro de Defensa: ¡se lo acusa de reunirse con los socios del PDA en el Foro de Sao Paulo! ¿Quién lo acusa? Los dirigentes del PDA. Es sólo un ejemplo del sentido de esa facción y de sus socios del "liberalismo": son como la oficina jurídica de la industria del secuestro, dedicada a producir un embeleco leguleyo tras otro para convertir en un crimen la aplicación de las leyes y la no rendición a las pretensiones de los líderes. Cuando no están hablando de Uribe y de los paramilitares, callando sobre los asesinatos que cometen a diario sus niños, cuando no alentándolos y justificándolos, resulta evidente cuáles son sus valores y aspiraciones verdaderos.

Aquellos que se suman al coro antiuribista deberían prestar atención a eso tácito que hay en la retórica de la prensa y el profesorado universitario: ¿alguien recuerda alguna condena al régimen cubano? Las condenas a las FARC son una mentira calculada: de una calamidad ocasionada por el paramilitarismo y por EE UU y por cualquiera que se oponga al dominio de los clanes de los López y la camarilla de Alternativa y sus sectas de psicópatas, rápidamente pasan a ser un mal necesario y una vía hacia la justicia social.

De hecho, tras el frenesí de calumnias que llenan los periódicos parece verse el premio de los petrodólares venezolanos y de la industria del secuestro. Para cualquier persona decente antes que la verdad, la justicia y la reparación, más allá del hecho de que se apliquen a una sola de las facciones criminales, está el cese de los crímenes. Para los sicofantas de la prensa, la verdad, la justicia y la reparación pasan por encargar otra orgía de crímenes porque el sentido de esas palabras lo estiran hasta convertirlo ya no en casa, carro y beca, sino en embajada, ministerio y curul.

Y en últimas la disyuntiva es clara para cada persona: más asesinatos o el cese de los asesinatos, elección libre del régimen político y de los gobernantes o imposición de unas bandas de asesinos. Los columnistas ya dicen (aunque en voz muy baja) quiénes son y qué los mueve: basta con buscar respuestas a la dulce propuesta del angelito que está de gobernador del Valle. Son los demás colombianos los que deben saber cuál es su elección. Puede que llegue el día en que las nuevas generaciones de colombianos entiendan que Acacio y Romaña y el mismo Tirofijo sólo son los peones de los antiuribistas profesionales de la prensa y de las universidades.