miércoles, noviembre 12, 2008

Una política sensata de paz

Publicado en el blog Liberal Colombiano el 15/04/2007

Desde que se anunció el comienzo de la negociación del gobierno con el ELN ha habido un escepticismo generalizado, cosa que se puede considerar obvia, pues si los guerrilleros realmente quisieran desmovilizarse les bastaría con acogerse a la Ley de Justicia y Paz. Y en la medida en que pretenden promover el premio para sus proezas, lo que muestran es que no tienen voluntad de paz sino de ganar tiempo y aprovechar el apoyo del oligopolio mediático —que cada vez se muestra más como un poder paralelo al de las instituciones— para reagruparse y obtener un respiro.

Por parte del gobierno es obvio el interés en sentarse a negociar porque la vasta red de aliados de las guerrillas —tanto en Colombia como en el exterior— aprovecharía la negativa a negociar para divulgar la imagen de un gobierno obstinado en la guerra y más dispuesto a negociar con las bandas antiguerrilleras que con las guerrillas. Los que queremos que prevalezca la democracia deseamos de todo corazón que el gobierno en ningún momento haya pensado en obtener resultados de esa negociación. Y es lo más grave y lo más serio, el mayor peligro: que el gobierno resuelva obtener "positivos" en materia de paz cediendo a las exigencias de unos criminales a costa de las víctimas y de los demás ciudadanos. Porque todo el poder que se dé a los terroristas es poder que sequita a las instituciones legítimas y a los ciudadanos que cumplen las leyes.

Por parte de los medios, la táctica es precisa: arrinconar al gobierno haciéndolo responsable de crímenes que ocurrieron mucho antes de su primer triunfo electoral y de la conducta de políticos que no lo apoyaron en esa ocasión. Cuanto más sea el representante de los ciudadanos un criminal equivalente a los héroes de Machuca, más posibilidades habrá de que el ELN se recupere y de que en una futura negociación con las FARC, cuando la campaña de calumnias y montajes periodísticos permita tener un bando chavista poderoso, se llegue a decretar el país que soñaron hace tres décadas Enrique Santos Calderón, Gabriel García Márquez, Antonio Caballero, Jorge Restrepo, Roberto Pombo, Daniel Samper Pizano, Alfredo Molano y toda una pléyade de adalides de los oprimidos.

La reciente declaración del presidente en el sentido de que es necesaria la concentración del ELN y la liberación de los secuestrados —rápidamente ocultada por la prensa—, es al mismo tiempo una inyección de esperanza para el proceso y una prueba del motivo por el que Uribe es tan popular. Lo que pasa es que la apuesta por conservar el apoyo ciudadano puede no ser suficiente para alcanzar la paz, y obviamente los terroristas no van a hacer caso sino a ganar tiempo en una negociación sin perspectivas, como ha ocurrido hasta ahora.

Y en definitiva se queda uno pensando si hay alguna posibilidad de que el ELN se desmovilice. Y la respuesta es positiva: sólo hace falta que las autoridades persuadan eficazmente a los guerrilleros rasos y a los mandos medios de las ventajas de la paz. El precio puede ser alto, incluso puede significar descuidar el Plan Patriota y ganarse forcejeos con los países vecinos, pero el fin de una banda mítica en la que espera apoyarse la Compañía de Jesús para desarrollar su misión justifica el esfuerzo. Lo que no tiene sentido es creer que los negociadores del ELN, cuya influencia y bienestar se ensanchan en los hoteles de lujo de un país amigo, van a hacer caso de las protestas del gobierno y van a renunciar a su chantaje. La oposición y la prensa desgastarán al gobierno y lo que no consigan en el monte lo tendrán fácilmente en las ciudades en forma de desmoralización de la sociedad. Y la visión de corto plazo de quedar bien en las encuestas a la larga puede llevar a la frustración. Hay que obtener resultados de paz: capturas, bajas,deserciones... Lo demás es "ponerle conejo" a la sociedad.