domingo, octubre 26, 2008

La fuente de toda retención

Publicado en Atrabilioso, 28/8/2007

Quien lee los escritos que se publican en Colombia, particularmente los relacionados con política, se encuentra con una constante: el engaño. La mentira interesada. La manipulación de datos y cifras para conducir al lector a conclusiones bien distintas a la realidad pero que interesan a los autores. Un espécimen característico es la columnista María Jimena Duzán, en cuyo mundo Colombia sin Uribe es un país magnífico, tal vez lo sea para ella, tal vez tenga razón en el sentido de que sin Uribe la guerra civil sería una realidad para sus lectores y se terminaría resolviendo con la derrota de uno de los bandos y no se mantendría la situación actual en la que el Estado sigue financiando a los que promueven el asesinato de soldados y policías, como ocurre en la Universidad Nacional. Otro estafador característico es Antonio Caballero, según el cual el conflicto político requiere una solución política, cosa que se traduce en premio de las masacres. Yo también creo que hace falta una solución política, una constituyente que plantee una sociedad liberal y no la entelequia totalitaria de 1991.

Pero las posibilidades y el sentido de ese engaño son todavía más interesantes que el hecho mismo de que se mienta. Desde hace mucho tiempo me llama la atención el hecho de que los innumerables partidarios de la guerrilla pretendan convencer a los colombianos (que conocen a personas secuestradas o ven cada día a los desplazados) de que deben seguir la opinión de los europeos, a quienes todo eso los afecta muy poco. ¿Cómo se atreven? Mejor: ¿por qué se atreven a eso? Yo creo que es porque los demás colombianos desean ante todo coincidir con los europeos, cuya "superioridad" reconocen. Son términos racistas, pero hay algo más llamativo: es sencillamente inimaginable un colombiano o colombiana con estudios en ciencias sociales, literatura, arte, filosofía, etc. que llegue a pensar en las sociedades europeas como decadentes y en la estadounidense como vigorosa y formidable.

¿Cuántas veces no habré leído quejas doloridas por la aparente simpatía de los europeos por las FARC? Con lo agradable que sería que los descendientes de esos admirables ciudadanos que se mataron por decenas de millones dos veces en el siglo XX y participaron en infinitas monstruosidades comprendieran que secuestrar gente no está bien. O reclutar niños, o destruir pueblos con cilindros o imponer un orden a punta de asesinatos... El que crea que Colombia tiene una entraña sana sólo tiene que pensar en esos lamentos para desengañarse.

Ciertamente, la mayoría de los europeos no tienen ningún interés en lo que pase con las guerrillas, los que lo tienen son aquellos que simpatizan con ellas. Por una parte, los criminales de todo tipo despiertan la simpatía de millones de personas, cuyos deseos ocultos llevan a cabo, si aceptamos la idea de los freudianos. Eso explica el éxito de muchas películas de gángsters, piratas, etc. Por otra parte, las corrientes colectivistas-estatistas tienen un enorme arraigo en muchos países, por lo que hay millones de personas que fácilmente encuentran justificable un movimiento comunista que acabe con la "injusticia social" multiplicando la pobreza y sumiendo a la región en el atraso. A esos nostálgicos de la revolución lo que ocurre en Colombia los llena de ilusión: a lo mejor renace la esperanza y llega la hora de vengar todas sus envidias, complejos y resentimientos.

Pero lo decisivo es un tercer factor: el antiamericanismo. La guerra en Colombia se puede representar como un enfrentamiento entre los amigos de EE UU y los que esperan sacudirse ese yugo "imperialista". Ese aspecto es menos ideológico o fantasioso de lo que se cree. Si triunfaran las FARC, cosa que es mucho más probable de lo que la gente cree, los contratos de explotación de yacimientos mineros de todo tipo se harían con empresas europeas y no con las estadounidenses. La "ingenuidad" de los europeos, pongamos de los franceses, no los llevó a defender por "romanticismo" que se exigiera a criminales como Mobutu respeto a los derechos humanos, o a que se investiguen las circunstancias del genocidio de Ruanda, cometidos por una tropa armada y entrenada por funcionarios franceses.

De algún modo la guerra en Colombia se parece mucho a la que tiene lugar en Irak. De una parte un gobierno elegido en las urnas que cuenta con apoyo estadounidense, del otro una "insurgencia" dedicada a masacrar a sus conciudadanos con el aplauso de los antiamericanos de todo el mundo. La circunstancia particular, colombiana de todo eso es que los "ingenuos", "idealistas" y "románticos" colombianos esperan que los europeos, que no tienen nada que perder siendo cómplices de la guerrilla, les resuelvan el problema mientras que ellos miran para otro lado al tiempo que casi todos los columnistas claman por el premio de las masacres, promueven el secuestro humanitario, hacen campaña por los candidatos claramente afines al proyecto de las FARC...

Ese lamento por la complicidad de los europeos se nos presenta como una forma de mirar para otro lado y eludir cualquier responsabilidad: es más fácil condenar o criticar a una gente que vive en países remotos y no vive dedicada a oprimir a los colombianos que hacer frente al pariente, al superior social, al amigo influyente que claramente está colaborando con el proyecto de las FARC.

Pero es peor: en Europa apoyan las "insurgencias" colombiana e iraquí los colectivistas-estatistas antiamericanos, predominantes entre la opinión que se interesa por esas cosas. Toda la desgracia colombiana es precisamente que los colectivistas-estatistas antiamericanos predominan entre la opinión instruida y participativa. La condena de las guerrillas por parte de esas personas es un malentendido o la manifestación de algún prejuicio estúpido. Las guerrillas representan esas corrientes profundas de la sociedad y son la base del proyecto de poder de los diversos grupos comunistas. Fue del poder guerrillero de donde salió la hegemonía comunista en el sindicalismo estatal y de esa hegemonía de donde surgió la clientela que provee votos al PDA. Si no fueran el principal activo del proyecto del PDA hace tiempo que este partido les habría pedido su desmovilización y no estaría bregando por el premio de sus crímenes.

Es fácil demostrar el carácter representativo de las guerrillas. El pasado 17 de agosto apareció en El Tiempo un editorial comentando las masacres cometidas durante esa semana en Irak. Los redactores no ocultan la satisfacción que les produce el fracaso de Bush, el que tenga alguna duda puede leer con atención ese editorial y ver si no se deduce que debido al asesinato de unos centenares de iraquíes los "insurgentes" pueden reclamar una victoria y EE UU ha perdido. ¿Qué ha perdido? El que quiera puede rastrear en las columnas de toda la prensa o en los editoriales de ese periódico el apoyo a los terroristas. Siempre está claro que el régimen que antes mató a un millón de personas en las cárceles y ahora lleva a varias decenas de miles mediante bombas tenía una legitimidad mayor que el que ha salido de las urnas y que esos asesinatos se pueden considerar derrotas estadounidenses, es decir, victorias de quienes pretenden destruir al gobierno elegido.

No sólo ese editorial, casi todos los comentarios iban en la misma dirección. El que los columnistas con ocasión de la masacre de Bojayá pretendieran cobrarla en forma de exigencia de rendición ante las FARC es completamente normal. Quien lea ese editorial y los comentarios podrá entender por qué los europeos sacan conclusiones parecidas sobre Colombia. Bueno, de hecho la mayoría de los columnistas están en la misma tarea: cada vez que los narcoterroristas cometen una atrocidad eso se vuelve prueba de que sí hay conflicto, y como el hecho de que haya "conflicto" exige una solución política, sencillamente las atrocidades de la guerrilla resultan legítimas y recomendables para encontrar esa solución.

Las masacres de esa semana en Irak ante todo evidencian que los terroristas no pueden cometer algo así en las grandes ciudades ni contra un grupo significativo de musulmanes. Tenía que ser en una zona apartada y contra unos primitivos descendientes del zoroastrismo. La tendencia en Irak es al retroceso de la "insurgencia", sin duda porque la población iraquí la rechaza. En Colombia no ocurre nada parecido, es muy probable que el candidato de las FARC llegue a ocupar la alcaldía de Bogotá. Es muy probable incluso que la campaña electoral esté acompañada de atentados terroristas como los de Transmilenio en 2006.

Y yo creo que para oponerse a eso habría por empezar por considerar inadmisible que el asesinato de ciudadanos indefensos sea una forma tolerable de hacer la guerra, o de legitimar al amigo y émulo de Chávez (cuyo régimen fue de una crueldad difícilmente imaginable para los colombianos, pero en cambio muy probable cuando lleguen al poder las FARC en alianza con la poderosa facción que la representa en el mundo electoral y con el poderoso elemento de presión que representa Chávez). Pero hablar de eso es como arar en el mar: los colombianos esperan por una parte que los odiados estadounidenses los ayuden a combatir a las FARC al tiempo que toleran a sus socios como profesores de sus hijos y votan por ellos.

Y así es previsible no tanto que la guerra dure todo este siglo, sino que sus víctimas serán cientos de veces más que las que han sido. Realmente la mayoría de los colombianos no han resuelto si quieren la derrota de las FARC, sino que fácilmente colaborarían con ellas si encontraran algún provecho. Y entre las clases poderosas el apoyo y aún el estímulo son claros y resueltos, como se ve en ese editorial.