jueves, mayo 26, 2016

El esfuerzo de la paz


No entiendo, luego mando
Sin pensar en la esclavitud no se puede entender nada de Colombia. Por eso los de derecha que se oponen a la izquierda en el sentido que la demagogia socialista tendría en Europa son pobres engañados que añoran un mundo ya perdido para siempre, en el que tenían alguna jerarquía. La opción correcta de las clases altas de antes es el comunismo, para comprobarlo basta con ver la situación actual de las grandes familias que se han afiliado a ese bando y la de las demás.

La forma en que la esclavitud es la principal institución colombiana se podría demostrar de muchas maneras, pero no es el tema de esta entrada. Lo relato porque en muchísimas discusiones con doctorcitos izquierdistas descubría que cuando ellos no me entendían eso se convertía en un argumento contra mí. Los demás tienen el deber de decir lo que ellos puedan entender; si no lo hacen, la culpa es de los demás. ¿En qué contexto se puede dialogar así? Yo lo sé: en las conversaciones con el servicio doméstico, cuyas opiniones no importan y apenas se le presta atención con un sentido instrumental. ¡Cuánta impaciencia generan esos balbuceos y cuchicheos ininteligibles! Como las opiniones o ideas que no son las habituales de los señores. De hecho, no importa que el contexto sea diferente, proclamar que uno no entiende automáticamente le otorga un rango social superior.

Un día vi que entre los términos que eran TT en Twitter en Colombia figuraba #DonaldTrumIsTheNewHitler. Me indignó porque me acordé de la propaganda de la izquierda contra Ronald Reagan (ahora el siniestro William Ospina hace creer a los universicarios que él es como Borges, pero en los años sesenta se decía de Borges lo mismo que ahora se dice de Trump). ¿Cómo podría un amigo declarado de Israel como Trump ser como Hitler? Escribí esto para burlarme de la ocurrencia: 
Y me encontré con esta respuesta de una dama con la que nunca he tenido ninguna interacción de ninguna clase en ninguna red social:

A estas alturas sigo sin entender qué puede haber de antisemita en mi tuit. ¿Habrá alguien que no sepa que Hitler mandó asesinar a millones de judíos? ¿No es evidente el sarcasmo? Después me enteré de que el lobby judío estadounidense es más bien proclive a la izquierda, pero para el caso se trataba del apoyo a Israel. No importa, a una alta funcionaria y columnista no le hace falta entender, es Colombia, cuanto menos se entienda más respetable se es, más resultan los demás equiparables al servicio doméstico.

Pero ¿hace falta entender?
La esencia de los valores y actitudes de los colombianos está definida por su pasado, cosa de la que casi ninguno es consciente. Ese pasado es la Contrarreforma católica, aplicada con especial saña allí donde los poderosos recibían la encomienda de evangelizar a los paganos. La incapacidad de la crítica define a las naciones hispánicas desde entonces y explica todo el retraso de España (no era lo mismo en el siglo XVI) respecto al resto de Europa occidental. Sencillamente, se está con la única fe verdadera y se odia al hereje, al judío, al musulmán, al masón, al ateo, etc. (para la mayoría de los colombianos de las generaciones anteriores sería imposible discriminar entre esos conceptos). El precio de cuestionar la autoridad o no serle totalmente leal era elevado. Por eso los colombianos son personas de adhesiones firmes, los que van a la universidad odian a Uribe más allá de toda racionalidad, sin inquietarse en lo más mínimo por el éxito de los sociópatas de las guerrillas, y los demás están de acuerdo con él haga lo que haga. Eso les ahorra el esfuerzo de entender, y puede que sientan que por eso adquieren un rango social superior.

Por eso no se intenta entender qué quiere decir este tuit:
La cuestión es que las producciones de la mayoría de los uribistas hacen pensar que ellos están contra el proceso de La Habana. Parece que están contra ese proceso en la medida en que lo esté Uribe, de otro modo están a favor. Son grados de acomodamiento al sentido que permiten entender al país. O sea, permiten entender la mente del bárbaro, que es aquella en la que las palabras no tienen un sentido fijo sino que se pueden entender cada vez con un sentido distinto. Primero estaban a favor de la paz porque naturalmente no van a estar a favor de la guerra. Después estaban a favor de la negociación de paz (llamada "paz") pero no de la componenda de La Habana. Ahora están a favor de la componenda de La Habana (llamada "paz") pero con la condición de mejorarla.

Los políticos necesitan obtener votos y aun mayorías para que su actividad tenga éxito. Por eso todo lo que dicen tiene por objeto alcanzar esa hegemonía. Cuando un político tiene asegurado el voto de los radicales de un bando, intenta atraer a los moderados para sumarlos. Según esa visión, dado que no hay ningún sector político que se oponga con más firmeza a la infamia de La Habana, Uribe intenta atraer a los moderados y así sumar. Y por eso intenta evitar que en el plebiscito se elija entre la paz y la guerra, según temen que sea la propaganda oficial. Entonces, a los que se muestran receptivos respecto de esa propaganda los tranquiliza con la promesa de continuar con "el esfuerzo de la paz" aunque Santos pierda el plebiscito.

 La mayoría engañada
¿Dónde falla el enfoque anterior? En las palabras. La política se basa en la mentira, pero la pura mentira, la mentira sistemática, termina generando sólo confusión y haciendo perder la noción de lo que se busca. El acuerdo con los terroristas no es "la paz". Cuando se usa la jerga de la propaganda del enemigo, se empieza a estar en su bando. Si lo que se quiere es ganarle a Santos el plebiscito (lo último es que probablemente tenga que convocarlo después de la resolución que aprobó por unanimidad el Senado estadounidense), no se puede animar a la gente a votar contra algo que no se cuestiona. Si la propaganda llama "la paz" al acuerdo con los terroristas y uno lo refrenda, ¿qué les va a decir a los votantes para que se opongan? El resultado de eso ya se vio en 2014 con un candidato que imitaba a Santos.

De modo que la mayoría formada por guerreristas y mejoradores de la paz no tendría mucho fuelle porque no podría ofrecer nada creíble. Lo que pasa es que el objetivo de Uribe no es vencer a las FARC ni menos promover la democracia (que intentó abolir con su plan de presidencia perpetua), sino recuperar la presidencia. Sólo así se entiende que no quiera arriesgar su cuota de poder ni sus relaciones con los politiqueros más poderosos desautorizando rotundamente las negociaciones.

Colombia sin paz
La amenaza del narcorrégimen es así: si no se alcanza la paz, volverán las masacres y el terror. El paso siguiente es la admisión solemne de un cese al fuego bilateral (que los asesinos ya anuncian en Twitter), y queda la impresión de que los terroristas tienen a los ciudadanos a su merced. Esa declaración de sumisión al terror por parte del gobierno oculta el elemento central, que es la existencia de la ley internacional, de la CPI y de la declaración de los Derechos Humanos. Y es que los terroristas necesitan más la "paz" que los cobardes que se les someten: si no hubiera acuerdos, podrían matar a algunas personas más, pero ellos individualmente serían reos de persecución y terminarían como Ricardo Palmera. De modo que su única verdadera arma es el gobierno de Santos y la trama grande (las FARC son sólo la punta de lanza) del Partido Comunista, la Universidad, los sindicatos de funcionarios y las castas dueñas del país.

Pero todo eso tampoco es muy sólido: el régimen venezolano ya va racionando la energía y pronto traerá la hambruna. Cristina Fernández ya cayó y la puede seguir Dilma Rousseff. La sucesión de Obama no parece tan feliz. Los recursos del gobierno de Santos para comprar apoyos no son lo que eran y los precios del petróleo no se van a recuperar. El descontento es generalizado. En el supuesto de que anunciaran la firma de "la paz", se trataría de un gobierno sin apoyos con una banda criminal a la que odian la mayoría de los colombianos. La farsa sería demasiado difícil de sustentar. En 1991 contaron con la orgía de terror que le atribuían a Escobar y aun la Asamblea Constituyente no tuvo los votos ni del 20% de los ciudadanos. Sencillamente, se impusieron porque no había oposición. A Álvaro Gómez lo habían secuestrado antes y de algún modo lo forzaron a firmar (alguien me contó que en su programa de televisión todos los periodistas pertenecían a la izquierda).

Por eso necesitan a Uribe. Por eso amenazan día tras día con encarcelarlo, encarcelan a su hermano, intentan encarcelar a Zuluaga, etc. Sin el apoyo de Uribe y el uribismo no pueden vender la "paz", menos ahora.

Promesas constituyentes

Pero Uribe sabe eso y espera cambiar su apoyo a la paz con un cambio constitucional que le permitiera volver a ser candidato presidencial. ¿Qué otra cosa será lo que discuten con Álvaro Leyva y el abogado de las FARC? ¿Qué otro sentido puede tener el artículo de Juan Lozano en el que le reprocha a Santos que les incumpla a las FARC y acepta que éstas tengan delegados no elegidos? La apuesta de Santos, y antes de Pastrana, y antes de Barco y Gaviria, y antes de Betancur, es poder ofrecer un país sin masacres ni secuestros ni "conflicto". Ese atajo, inconcebible en ningún país civilizado, tiene cierto público en Colombia, pero no porque la población sea tan estúpida como para no entenderlo ni porque la propaganda sea tan eficaz, sino porque encaja en la tradición y porque las castas superiores obtienen ventajas del terrorismo (perdón por repetirlo todo tantas veces, pero la afirmación anterior quedaría sin sentido: el gasto público se multiplicó por 19 entre 1991 y 2002, y la desigualdad aumentó diez puntos del coeficiente de Gini, y la pobreza no se redujo).

Uribe no quiere resultar el que obstruye ese logro. "Para consolidar la paz" hará falta integrar a los reacios, y ¿qué mejor que un presidente que los desarma y desautoriza y está comprometido a respetar los acuerdos? Sus esperanzas no son tan infundadas como parece. La astucia de formar una mayoría con los que se oponen a la "paz" y los que quieren mejorarla no corresponde al interés de derrotar a Santos y las FARC, sino a otros cálculos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de abril de 2016.)