miércoles, marzo 09, 2016

Lo que viene ahora en Colombia


La larga negociación de paz tenía por objeto permitir a los terroristas retornar a todas las regiones de las que habían sido expulsados, recuperar y ampliar sus negocios criminales, expandir el control de la mafia totalitaria sobre el conjunto del Estado y aun asegurarle un segundo periodo a Juan Manuel Santos. Pero, sobre todo, ir acostumbrando a punta de propaganda al país a una realidad que habría sonado a chiste en 2010: que el poder fáctico, real, es la banda terrorista y sus frentes en la función pública. Decir "la banda terrorista" mueve a engaño, porque sirve para atribuir a unas siglas específicas lo que hace una organización mucho mayor, como si alguien culpara sólo a las SS, a las que no pertenecía Hitler, de todos los crímenes nazis. La izquierda, disciplinada en torno a las bandas armadas y en la cúspide controlada por el clan López-Santos-Samper, será la dueña absoluta del país gracias a la paz, y para el régimen cubano será el reemplazo apropiado a la Argentina, que podrían perder para mucho tiempo si Macri acierta a redimirla. No se debe olvidar que hoy en día la economía colombiana es mayor que la argentina.

No se entiende nada si se sigue pensando que la negociación puede tener otro sentido: el problema del secuestrador es tener al rehén, cuando ya lo tiene porque las víctimas cedieron a la primera amenaza, ya su negocio es prácticamente seguro. El poder de los terroristas y aun su actividad son sólo el efecto de la disposición de los colombianos a renunciar a la ley. Alguien que vive en tierra caliente y no limpia la cocina no puede quejarse de encontrar cucarachas.

Luego, el éxito rotundo de los terroristas no es mérito suyo sino el fruto natural de la indolencia de los colombianos, que no pudieron resistir la tentación de tomar el atajo de reconciliarse con sus superiores sociales en nombre de otros y olvidar todo lo que sufrieron otros. En todo caso, los más próximos al poder político seguirán disfrutando de lujos y rentas ociosas, los que conocerán el hambre serán los mismos esclavos de siempre y los que se vean reducidos a la miseria habiendo conocido cierto bienestar en la mayoría de los casos se lo merecen, pues tener un país decente sin hacer valer ninguna ley ni resistirse a un gobierno criminal es como pretender vivir sin tener que trabajar.

A estas alturas yo podría apostar a que no habrá plebiscito, y me produce cierta curiosidad la candidez de la gente que cree que Santos quiere hacerlo. Más o menos como quería la segunda reelección de Uribe. Tímidamente abrió una página web que se llamaba sinoesuribeesjuanmanuelsantos. Ahora intenta cumplir su promesa de refrendar los acuerdos, pero no puede impedir que la Corte Constitucional tumbe el decreto. La verdad es que el deterioro económico que siente la gente será insoportable en cuestión de semanas, baste pensar en la crisis mundial de estos días, ¿para qué va a arriesgarse Santos a que toda su componenda quede deslegitimada por una votación de descontento? Ni siquiera para humillar al uribismo, que teme que realmente llegue ese plebiscito y tenga que pedir el voto por el SÍ y recibir el desprecio de mucha gente, o pedir el voto por el NO y arriesgarse a que muchos de sus dirigentes, empezando por Uribe, vayan a la cárcel, pues el objetivo de la persecución es forzar esa adhesión a la paz. Para salvar una parte de la cuota de poder que quedaba en 2014 es imprescindible mantener el lloriqueo, así se podría conservar la simpatía de la gente más desinformada.

La muestra más palpable de la claudicación total del uribismo es el artículo que publicó Juan Lozano el lunes 8 de febrero, sobre el que ningún uribista dice nada, salvo Uribe, que lo ayuda a divulgar. Es un texto de valor histórico, una muestra de la indigencia moral inconcebible de los colombianos. Si éstos son la supuesta oposición, inspiran más desprecio que los propios criminales. Hay párrafos que resulta irresistible citar.
[Sobre el decreto que convoca el plebiscito]
No era fácil compendiar en un solo instrumento la violación del acuerdo marco con las Farc, el desconocimiento de la dinámica de las conversaciones en Cuba, la vulneración de los mandatos de la Constitución y la multiplicación de todos los riesgos políticos, pero estos próceres modernos lo lograron de un solo plumazo y dos pupitrazos, después de amañar umbrales, violar procedimientos, untar de ‘mermelada’ los textos constitucionales y pretender pasarse por la faja garantías políticas fundamentales.
Toda la descalificación que dirige a los que aprobaron el plebiscito se basa en la defensa del acuerdo marco con las FARC y la dinámica de las conversaciones en Cuba. ¿Aprueba el lector ese acuerdo marco y esas conversaciones? Si es uribista dirá que sí y a la vez que no. Si es un uribista que recibe dinero de la política o del periodismo, lo hará para engañar. Si no, lo hará por el placer de ser engañado. Lloriquean porque esas conversaciones tengan lugar pero cuando les dicen que el gobierno les está quedando mal a las FARC preguntándoles a ellos si aprueban las negociaciones, dicen que es muy indignante lo que hace el gobierno y que ellos en realidad no quieren opinar ni quieren que se quede mal con las FARC. Al lado del servilismo de esta gente, toda la corrupción y toda la maldad del mundo son cosas respetables.
El argumento es tan elemental como contundente: el acuerdo marco firmado por el Gobierno y las Farc es contundente en que el mecanismo de refrendación de los acuerdos será adoptado de común acuerdo entre las partes. La consecuencia es clara: las Farc no aceptan el plebiscito que surge como imposición unilateral del Gobierno, aplastando en el Congreso sus advertencias reiteradas de que no lo aceptarían. Así la Corte, en una pirueta de alquimia jurídica, lo dejara vivo con mutaciones, mutilaciones, modificaciones o adiciones, las Farc no aceptarían el plebiscito.
Las FARC no están de acuerdo con el plebiscito y como el acuerdo marco señala que la refrendación será de común acuerdo, pues se está faltando al acuerdo marco y por eso sale el valedor de las FARC a explicar que por eso está mal que la gente pueda opinar sobre si se premia el genocidio. ¡Eso no se hace, no fue lo que se acordó con las FARC! Ningún valedor oficial de las FARC llega a ese nivel de bajeza. Hace falta el pueblo uribista, la gente servil e indigna que espera que un salvador opine por ella para que algo así prospere. 
[...] 
Y mientras esto ocurre con el plebiscito, en cambio, la constituyente cada día gana más adeptos desde todos los sectores del espectro político, y se va perfilando como la única opción verdaderamente viable si pretenden lograr el acuerdo nacional que requiere el proceso de paz para su perdurabilidad en el tiempo, su blindaje jurídico y su legitimidad ante la ciudadanía.
La constituyente que las FARC piden cada día gana más adeptos ¡desde todos los sectores del espectro político! Los votantes uribistas son gente que supuestamente condena a las FARC, pero casualmente sus dirigentes son uno de los sectores del espectro político que apoyan la propuesta de la banda y rechazan la refrendación directa por los ciudadanos. Todo porque defienden el acuerdo marco, ¿se acuerdan? El acuerdo nacional que requiere el proceso de paz, cuyos defensores más coherentes son los uribistas, requiere una Constituyente, como piden las FARC, y no una refrendación popular. Así ese acuerdo tendrá blindaje jurídico y nadie lo podrá cuestionar.
Subsiste, claro está, una larguísima lista de preguntas por resolver. ¿Cuándo se tendría que convocar? ¿Con qué alcance y temario? ¿Cómo se integraría? ¿Sería una constituyente estamentaria o no? ¿Habría un número de cupos mínimos garantizados para las Farc? ¿Sería un mecanismo único o estaría acompañada de otras formas previas de participación ciudadana? ¿Para su elección se aplicarían las mismas normas que hoy rigen la vida de los partidos políticos, o se desarrollaría una normativa especial que estimule la participación ciudadana y la presencia de nuevas expresiones sociales?
La querella con el gobierno la resuelve el uribismo tomando la vocería de las FARC. Si al menos quisieran fingir un poco protestarían por la idea de entregar cupos a las FARC, pues eso sería la abolición del último vestigio de democracia, pero es cosa que hay que discutir. Pero la frase final es más luminosa porque es directamente la expresión de las FARC. "La participación ciudadana y la presencia de nuevas expresiones sociales" es la fórmula eufemística para aludir al Trust Münzenberg, que es la maraña de organizaciones que inventó el comunista alemán Willi Münzenberg para multiplicar el impacto del activismo partidista: asociaciones de todo tipo que reemplazan a la comunidad y son simples máscaras del partido. En Colombia se conoce mucho de eso, las asociaciones de víctimas, de mujeres, de "negritudes", de indios, de estudiantes, de LGBTI, de animalistas, etc., así como las ONG de paz, de Derechos Humanos, de protección ambiental, etc., son lo mismo, además de pretextos para explotar la financiación exterior de la causa y las subvenciones estatales.

De modo que la supuesta oposición a Santos dice que hace falta discutir cómo será esa Constituyente, sin rechazar de plano la idea de que haya métodos de elección de los asambleístas distintos a los que salgan de las urnas. Ésa es la intención de las FARC, salvarse de la refrendación porque son impopulares y conseguir representar a la sociedad a través de entidades ficticias. No ya es que los uribistas defiendan la Constitución de 1991, que pudieron cambiar pero sólo lo hicieron para permitir la reelección, sino que están dispuestos a darles a los terroristas la que piden. Verdaderamente están en el mismo lado que las FARC. Este artículo los pone más cerca que el mismo gobierno.
Sobre cada uno de estos aspectos podría abrirse un debate fructífero. Cerrarse a la posibilidad de una constituyente es tan necio como cerrarse a la posibilidad de que el Gobierno y las Farc puedan firmar en Cuba. Que el trámite puede resultar dispendioso es cierto. Pero es inevitable. Si abandonaron la idea del referendo, solo una constituyente podría evitar la interinidad institucional y el caos en la implementación que se puede derivar de los acuerdos de Cuba, aun si fueran sometidos a algún tipo de consulta.
Lo que el gobierno y las FARC puedan firmar en Cuba es ilegal y un crimen en toda regla y no puede haber democracia en Colombia mientras no sea derogado y mientras no se lo considere una tragedia. El núcleo de esa negociación, aquello para lo que existe, lo que figura claramente en los acuerdos publicados, es la legitimación de los crímenes terroristas, para lo que nombraron una Comisión Histórica. Las nuevas leyes saldrían fundadas en una mentira y el horror mismo sería la fuente del derecho. Los necios exigiremos a cualquier candidato que se presente que PROCLAME QUE NO ACATARÁ LO ACORDADO Y BUSCARÁ DEROGARLO.

Los necios estaremos en otro lado. El señor Uribe y su séquito estarán en el lado de las FARC.
Por eso, con todo respeto, lo que propongo es que se concentren esfuerzos para diseñar la mejor asamblea constituyente, en vez de seguir profundizando la cadena de errores asociados con el dañino plebiscito.
Lo "dañino" del plebiscito es que, dado que defienden los resultados de la negociación, como queda establecido, tendrían que pedir el sí, y puede que aun así perdieran junto con Santos y las FARC. Porque si hubiera plebiscito (y no lo habrá), las FARC tendrían que pedir también el sí.

No hay ninguna resistencia a la implantación de un régimen como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Uribe y su séquito aspiran a seguir explotando el lloriqueo, buscando votos de la gente que desaprueba a las FARC para acomodarse y conservar sus curules, rentas y cuotas burocráticas. La oposición a la república en la que los terroristas tienen el poder aún más asegurado que ahora debe empezar por hacer a un lado a esta gente. Debe ser pura cosa de "necios", no les quepa duda.

(Publicado en el blog País Bizarro el 11 de febrero de 2016.)