jueves, diciembre 10, 2015

El momento decisivo


A pesar de todas las ventajas con que cuenta y del apoyo internacional, el proyecto de Santos de implantar, a través de la negociación de paz, un régimen comunista controlado por su familia tiene dificultades y se arriesga a fracasar. Va a ser difícil que puedan cerrar la negociación para la fecha en que prometieron hacerlo (unos meses antes de las elecciones estadounidenses, para prevenir el riesgo de que un nuevo presidente fuera menos complaciente). Los esfuerzos del régimen por refrendar de algún modo su infamia se encuentran con dificultades que podrían ser insalvables.

Tres hechos recientes destacan entre esas malas noticias: por una parte, se hace público que Colombia vuelve a ser el primer productor mundial de cocaína, tras un aumento del 52% entre 2013 y 2014. Por otra, detienen a los ahijados de Nicolás Maduro en Haití mientras efectuaban operaciones de venta de 800 kilos de cocaína colombiana. Finalmente, el autodenominado Estado Islámico masacra a más 130 personas el 13 noviembre en París.

Un poco por eso es llamativa la tosquedad de la propaganda con que pretende convertir esas malas noticias en apoyo mediante recursos de verdaderos criminales. Conviene detenerse en los tuits de María Fernanda Cabal y en las acusaciones que se le dirigen porque tratan de algo que muchos colombianos perciben: que el terrorismo en Colombia se premia y en otras partes se castiga. El sarcasmo no es especialmente mordaz, y más bien esos tuits los podrían haber escrito miles de colombianos.

De modo que los cinco minutos de odio buscan descalificar esa opción de rechazo a la paz empleando calumnias que pueden tener éxito entre la gente que sólo lee los titulares y los "memes" de Facebook. El resultado de todos modos no fue muy halagüeño para el régimen. Los cinco tuits relacionados con el tema tuvieron en conjunto más de 5.000 retweets y la representante se hizo más conocida entre  la gente que rechaza la negociación, que en realidad podría ser más que la que la aprueba, pues el apoyo mayoritario se basa en engaños que en algún momento se aclararán. También el hashtag #SoyCabal fue TT durante muchas horas, con casi 7.200 tuits.

Lo más interesante de todo eso es que en la respuesta no tomaron parte los dirigentes uribistas, cosa que hace pensar en fisuras en el movimiento pero sobre todo en la dirección que verdaderamente va a tomar éste. ¿Cree el lector que se trata de desaprobación de los tuits de la representante? Eso sería gravísimo, pero la mayor parte de los legisladores y columnistas uribistas están a favor de la negociación, por mucho que no lo proclamen y dejen que las bravuconadas del Gran Timonel hagan creer otra cosa a la gente.

Pero es probable que se trate de otra cosa: del afán de estar de acuerdo con los periodistas y con el mainstream de opinión que estos crean. El único uribista destacado que dijo algo al respecto fue Sergio Araújo:

Claramente compartiendo el tono de la inefable Vicky Dávila y de los demás sicarios de Santos: 

De verdad que es incomunicable: sociológicamente, estéticamente, moralmente, el uribismo es lo mismo que el santismo, sólo cambian los votantes ingenuos. Para agradar a la prensa que empezó a acosar a Andrés Felipe Arias (y así no estorbar a la segunda reelección) todos callaron sobre esa infamia evidente.

Pero en cambio sí aparecieron recomendando la última columna de Mauricio Vargas. Una frase de esa columna lo resume todo, también al uribismo:
He sostenido en esta columna que la refrendación sobra y es riesgosa.
¿Cómo que "sobra"? ¿De modo que todo el régimen político cambia y los colombianos pasan a ser esclavos de unos sociópatas y no hace falta consultarlos? Eso que entusiasmaba a los uribistas los va describiendo como una gentecita comparable a Santos y su cuadrilla. ¿Cuáles son los riesgos que entraña la refrendación de los acuerdos? Obviamente, que la gente no los aprobara y se echara a perder la negociación.

Eso que es riesgoso para Mauricio Vargas y los uribistas es para la democracia una esperanza. Los segundos tratan de salvar el proceso y jugar con la baraja nueva, según los cálculos que van haciendo de repetir en el Senado o en el Congreso, y hacer una carrera así, dejando a un lado a los presos como Luis Alfredo Ramos, del que nunca hablan. Y la negociación es un problema que les genera inseguridad: cuanto antes se aclare, mejor.

El cuento de que "Santos asuma la responsabilidad histórica de lo firmado", siendo que lo firmado es el fin de la democracia y la implantación de una tiranía controlada por los asesinos, es ya el colmo del cinismo. Mauricio Vargas pugna por salvar el proceso, los uribistas por no tener que apoyar lo acordado (y perder los votos de la gente descontenta) o de rechazarlo (y arriesgarse a persecuciones judiciales y a perder sus jugosos ingresos actuales). Mejor fracasar en votaciones en el Congreso y el Senado por ser minoría, dejarle la responsabilidad a Santos y mantener sus modestas cuotas de poder a punta de lloriqueo y de componendas con los demás padres de la patria (incluidos los nuevos: Timochenko no es más criminal que Angelino Garzón).

Por su parte, Rafael Nieto Loaiza denuncia las trampas y prevaricatos con que pretenden imponer los acuerdos de paz. No obstante, para entenderlo bien conviene prestar atención al párrafo final:
Sin embargo, señor Santos, no sobra que recuerde que “para la firmeza y sostenibilidad de los acuerdos” es indispensable una aprobación popular verdaderamente mayoritaria. Sin ella, repito, los acuerdos no valdrán ni el papel en que están escritos.
No se debe entender que el columnista desaprueba el contenido de los acuerdos, ni menos la misma negociación, sólo expresa que se requiere una aprobación verdaderamente mayoritaria, imposible sin contar con el uribismo, que previsiblemente mejoraría dichos acuerdos.

No hay que engañarse con las ideas de Nieto Loaiza. Ya en una ocasión lo explicó:
Al país no le conviene que a Santos le vaya mal. A nadie, salvo a los criminales, les conviene que a Santos le vaya mal.
Como todos los demás uribistas prominentes, Nieto Loaiza apuesta por la negociación y recomienda no imponerla sin refrendo mayoritario.

Es algo a lo que llega en algún momento cualquier post de este blog: el lector, ¿qué piensa de la negociación? Para mí es muy simple y lo he dicho desde 2010: la negociación es un crimen, el mayor de toda la historia de Colombia, la consumación de un plan criminal de muchas décadas cuyo principal autor es el hermano mayor de Santos. En consecuencia, creo que al país le conviene que a Santos le vaya mal y que no pueda implantar la tiranía que pretende. A lo mejor soy un criminal. Eso es literalmente estar en el lado opuesto al de Nieto Loaiza, que siempre ha apostado por el país del posconflicto. Pero ¿qué piensa el lector?

Para que a Santos le vaya bien es necesario que sus acuerdos con las FARC tengan un refrendo mayoritario, y ése es el problema al que se enfrenta, que cada vez más la cuadratura del círculo se muestra imposible y no puede darles a las FARC todo lo que le piden porque en ese caso perdería el apoyo de los políticos, que podrían ponerse de parte de la mayoría de la gente en aras de su propio interés.

La idea de desistir del referendo convocar un plebiscito y cambiar las leyes para que bastara la participación del 13% del censo es sencillamente desesperada: y el resultado es que al ser tan "generoso" el margen la participación podría acercarse a ese porcentaje, lo cual sería fatal para Santos y su paz porque no se podría vender como un gran avance en el exterior, menos en plena guerra contra el terrorismo y los aliados islamistas de las FARC, ni tampoco ante una ciudadanía descontenta con la infamia.

Pero para salvarlo está el uribismo, que no quiere quedar como enemigo de la paz en una campaña por la abstención y arriesgarse a disgustar al fiscal y a los sicarios de la prensa, y con ese fin acepta que sea él (Santos) quien "asuma toda la responsabilidad", como señala Mauricio Vargas. Cierto que esto es lo opuesto al párrafo que cité de Nieto Loaiza, pero el uribismo es un doblepensar tropical muy versátil.

Los esfuerzos de los uribistas en el Congreso y el Senado para impedir los cambios no servirán de nada porque son minoría, y lo saben. Si quisieran hacer oposición, y aun buscar su supervivencia política, deberían pensar en una campaña por la abstención en el plebiscito que terminara llevando a una participación ínfima, incluso por debajo del umbral abusivo que piensan poner. No es difícil demostrar que se trata de convertir en amos del país a unos asesinos a los que odia la inmensa mayoría de la gente. Ni hablar del exterior, donde las complicidades evidentes de Santos con las satrapías bolivarianas y el comienzo del fin de la hegemonía continental del Foro de Sao Paulo (con el probable triunfo de Macri) ponen a sus valedores en verdaderos aprietos.

Siempre es volver a lo mismo: ¿qué piensa el lector? Yo sé que el uribismo no hará una campaña por la abstención y contra los diálogos. Sé que la tiranía terrorista se impondrá y la violencia será peor. Es el fruto de lo que hizo el uribismo en la legislatura pasada, y aun de los dos gobiernos de Uribe, sobre todo del segundo, con Santos y Roy Barreras. Pero sobre todo es el fruto de su complicidad actual con Santos, al que quieren salvar para no verse en aprietos contradiciendo a Vicky Dávila ni resistiendo a los que los llaman enemigos de la paz.

Éste es el momento decisivo para que la gente mande al carajo el uribismo, pero tampoco eso pasará. La recuperación de la democracia en Colombia se quedará para otra generación.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de noviembre de 2015.)