La generación mejor preparada de la historia de España
Pablo Iglesias es un patán: es ignorante, vulgar, zafio, perverso, mezquino, mendaz y tosco en todo lo que concibe, dice o hace. Para formarse una idea conviene ver este video de un minuto:
Se puede hacer caso omiso de la necedad intolerable de creer que Newton tiene que ver con la teoría de la relatividad o aun que deduzca la gravitación universal de la caída de una manzana ("leyenda urbana" que no tiene que ver con las teorías de Newton y ni siquiera está registrada en ninguna parte como idea suya). ¿Cómo es que eso tiene que ver con las ideas de los liberales? ¿De dónde sale que los liberales parten de lo concreto a lo general y que eso es lo contrario de los marxistas?
Pero Pablo Iglesias es doctor en Ciencia Política y el líder que más representa a los jóvenes españoles, en especial a los que tienen formación universitaria. No es difícil saber cómo son los demás porque cualquiera que use Twitter puede leer las perlas que producen a todas horas y que reinan en los Trending Topics españoles: una colección de simplezas que parecen todas copiadas de los universitarios colombianos o más bien bolivianos de 1970, en las que es imposible no detectar una ignorancia que avergonzaría a cualquiera que hubiera acabado la primaria en otras épocas. Casi siempre la convicción de que todos los problemas se resuelven gastando más según los sueños de la gente damnificada por la crisis que no entiende absolutamente nada de economía, administración pública, historia ni política y que sólo espera que venga un buen gobernante y resuelva sus necesidades.
El fruto de la LOGSE
Eso ocurre como resultado de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, que implantó el gobierno socialista en 1990 como eje de una reforma que pretendía llevar la igualdad a las aulas y que sencillamente significó la destrucción del sistema educativo tradicional y la conversión de la escuela en un jardín de infancia en el que la exigencia a los estudiantes se acaba, así como la autoridad del profesor y el rigor en el conocimiento. Al respecto conviene leer este texto de un especialista en la materia.
La idea básica de esa ley corresponde a la ideología típica de la izquierda: la igualdad de resultados, toda vez que las diferencias entre el rendimiento de unos alumnos y otros se justifican por desigualdades sociales que es necesario eliminar. Una medida típica, también aplicada en toda Sudamérica, es la promoción automática de los alumnos. El resultado de esa ideología es claro: aprender se convierte en una transgresión, pues todo el que aprende adquiere una ventaja sobre sus compañeros. Y nadie aprende nada. Si el líder de la juventud española se permite decir semejantes sandeces sin que ello lo afecte, es porque salvo una minoría de especialistas que conocen la historia de la Física, nadie de su generación sabe nada de la gravitación universal. En otras épocas o en otros contextos nadie que dijera las simplezas que dice Iglesias sobre la ideología liberal habría aprobado la Filosofía del bachillerato.
"Cultura general"
En la época de los blogs el actual ministro de Salud, Alejandro Gaviria, reproducía su artículo semanal en una página de Blogger muy comentada por jóvenes economistas y lumbreras universitarias. Recuerdo un caso de un comentarista de ésos que contaba que su profesor del bachillerato le respondía a la pregunta por la utilidad de algún conocimiento algo como "tómelo como cultura general". ¿Qué era la cultura general? ¿Para qué servía?
Ese adjetivo ya define una mentalidad, no sé si en otras lenguas se llama así. En un castellano esmerado se diría simplemente "cultura", y esa noción la recoge el diccionario académico con bastante fortuna:
En una de sus Consideraciones intempestivas, Friedrich Nietzsche se ocupa de algo que descubría como novedad en la educación de su tiempo: la tendencia a ensancharla, a ofrecérsela a todos, y a la vez a restringirla, a convertirla en puros conocimientos especializados y sin contexto (cuestión que inspira el texto del Zaratustra sobre el hombre que era sólo una oreja gigantesca). Eso se ha llevado al extremo en nuestros días, de modo que para todo el mundo es obvio que hay un "derecho a la educación" que no consiste en que nadie le puede coartar a alguien su posibilidad de aprender sino en que todos tienen que disponer de su correspondiente diploma, que demuestra que son "profesionales". Para esa clase de "educación" la "cultura general" es un obstáculo, algo ocioso y anticuado, por eso los millones y millones de titulados de Hispanoamérica sencillamente lo ignoran todo, salvo lo que retengan del examen que hicieron para obtener su diploma.
Un dato característico de esa forma de pensar es el desconocimiento del periódico. Si me pongo a pensar en todas las personas que conozco, tanto colombianas como españolas, son rarísimas las que leen habitualmente el periódico, más allá de los titulares, de modo que es perfectamente posible que un profesor de Filosofía no sepa si Armenia está en Asia Central o si en Indonesia se habla árabe. No hablemos de nociones rudimentarias de economía, historia, geografía, etc. No forma parte de su profesión.
El desprecio de la memoria
La enseñanza memorística fue la forma principal de educación durante mucho tiempo. Antes de la escritura era más bien la única, y se conoce alguna diatriba egipcia contra la escritura, que ponía el conocimiento fuera de la persona. En la segunda mitad del siglo XX se generalizó en todo Occidente una rebelión contra ese tipo de enseñanza que se basaba en la pretensión de que la mera recitación de datos o textos no implicaba que se los entendiera. Ese reproche se aferraba a un hecho cierto (como que alguien podría recitar la lista de los reyes godos sin saber nada de la Edad Media española) pero terminaba reforzando una falacia, que con la presión ideológica de la izquierda se volvió un axioma: el que puede recitar la lista de los reyes godos no sabe nada de la Edad Media española. El que sí lo sabe, o al menos está más de acuerdo con la nueva pedagogía, es el que no puede recitarla. El conocimiento correcto pasó a ser simplemente la información de que ese conocimiento era despreciable, como al final lo termina siendo cualquier otro: de no ser así, las lindezas de Iglesias sobre Newton despertarían el mayor desprecio entre la gente que va a la universidad, cosa que no ocurre en absoluto.
El que puede recitar la lista de los reyes godos tiene una noción superior de esa época que el que la desconoce por completo, salvo que haya emprendido un conocimiento más preciso de ella, cosa que sólo ocurriría en el caso de algún especialista (conocí a una joven que hacía un doctorado en Historia y no sabía quién era Luis XVI). Lo mismo pasa con las capitales, las tablas de multiplicar, la tabla periódica de los elementos, etc.
¿A quién admirar?
En una película que vi hace poco en televisión una muchacha negra estadounidense rechaza a un pretendiente porque no le inspira confianza: "Mis hijos crecerían sin tener a quién admirar". Esa noción está en el centro de toda "educación", que no puede ser otra cosa que el intento de alcanzar a quien se admira. Pero precisamente la "educación" igualitaria consiste en destruir toda noción de admiración, dado que el diploma es un derecho que el Estado debe otorgarles a todos y que los beneficiados defienden con la violencia que haga falta. También Nietzsche explicaba la expansión del conocimiento a partir de la ejemplaridad: la educación consistiría en la formación de individuos excepcionales cuyo ejemplo animaría a muchos otros. El ejemplo de la historia de Europa, particularmente de Alemania, hasta la época de la Primera Guerra Mundial es elocuente: si obtuvieron tales logros en Física, Química, Medicina, Ingeniería, etc., no fue porque crearan cupos para que todos disfrutaran de su derecho, sino porque se aplicaron a alcanzar objetivos que no desmerecieran de los de los músicos y filósofos de las generaciones anteriores.
Bueno, volviendo a mencionar el blog de Alejandro Gaviria, todos los que participaban en él se mostraban completamente convencidos de que la solución para los problemas de Colombia pasaba por multiplicar el gasto en educación (a la que se atribuía el desarrollo estadounidense) y obviamente la producción de diplomas: no hay NINGÚN, NINGÚN, NINGÚN avance científico importante que haya tenido lugar al sur del Río Grande en muchos siglos, tampoco ningún invento ni ningún descubrimiento significativo en ningún terreno, tampoco ningún producto de calidad que se consuma en otras sociedades. Y eso no sería nada si hubiera ALGUIEN a quien eso le preocupara. Todos creen que el progreso consiste en brindar más títulos universitarios, como en Cuba. La idea de que una persona admira a otra les inspira el mayor desprecio. De hecho, es imposible encontrar a un solo joven colombiano "educado" que no exprese odio por Uribe a partir de una serie de mentiras grotescas que en esta época son el único contenido de la "educación".
Esfuerzo y derecho
La educación, la "cultura general", el conocimiento de la realidad en todos sus matices, no es un "derecho" sino una aspiración difícil para la que no todos tienen condiciones y que no puede alcanzar nadie sin un rechazo resuelto de la ideología dominante en Hispanoamérica. Ciertamente no tiene nada que ver con las universidades, centros cuya indigencia intelectual se demuestra con la continua creación de neologismos bárbaros según la necesidad de confundir a los demás que tiene cada gremio, así como con la típica deformación del lenguaje, derivada de la "voluntad de estilo", del afán de los ignorantes de darse importancia expresándose de manera rara. Un caso típico de esto último es la expansión del subjuntivo al uso del verbo saber en frases negativas ("no sé si sea cierto eso", el que no va a la universidad no dice eso, ni ningún escritor clásico), o al uso de creer en frases interrogativas ("¿Crees que la revolución sea posible?").
Lo que en Colombia llaman "educación" y ejercen como "derecho" sólo es la propaganda de la rapiña y la organización con ese fin. Los cientos de miles de asesinatos del "conflicto" son la realización de esa "educación" a lo largo de medio siglo.
(Publicado en el blog País Bizarro el 24 de septiembre de 2015.)
El fruto de la LOGSE
Eso ocurre como resultado de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, que implantó el gobierno socialista en 1990 como eje de una reforma que pretendía llevar la igualdad a las aulas y que sencillamente significó la destrucción del sistema educativo tradicional y la conversión de la escuela en un jardín de infancia en el que la exigencia a los estudiantes se acaba, así como la autoridad del profesor y el rigor en el conocimiento. Al respecto conviene leer este texto de un especialista en la materia.
La idea básica de esa ley corresponde a la ideología típica de la izquierda: la igualdad de resultados, toda vez que las diferencias entre el rendimiento de unos alumnos y otros se justifican por desigualdades sociales que es necesario eliminar. Una medida típica, también aplicada en toda Sudamérica, es la promoción automática de los alumnos. El resultado de esa ideología es claro: aprender se convierte en una transgresión, pues todo el que aprende adquiere una ventaja sobre sus compañeros. Y nadie aprende nada. Si el líder de la juventud española se permite decir semejantes sandeces sin que ello lo afecte, es porque salvo una minoría de especialistas que conocen la historia de la Física, nadie de su generación sabe nada de la gravitación universal. En otras épocas o en otros contextos nadie que dijera las simplezas que dice Iglesias sobre la ideología liberal habría aprobado la Filosofía del bachillerato.
"Cultura general"
En la época de los blogs el actual ministro de Salud, Alejandro Gaviria, reproducía su artículo semanal en una página de Blogger muy comentada por jóvenes economistas y lumbreras universitarias. Recuerdo un caso de un comentarista de ésos que contaba que su profesor del bachillerato le respondía a la pregunta por la utilidad de algún conocimiento algo como "tómelo como cultura general". ¿Qué era la cultura general? ¿Para qué servía?
Ese adjetivo ya define una mentalidad, no sé si en otras lenguas se llama así. En un castellano esmerado se diría simplemente "cultura", y esa noción la recoge el diccionario académico con bastante fortuna:
2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.Esa información no específica ni útil para otra cosa, que tiene cada persona en su memoria y que le permite "saber dónde está parada" es el objeto de la educación. Mejor dicho, ERA el objeto de la educación, porque gracias al socialismo cada persona se pregunta ¿para qué le sirve saber todo eso? No hablemos de conocimientos memorísticos, como las capitales de los países o de los departamentos, los ríos y cordilleras de un territorio, las tablas de multiplicar, etc. Hay un criterio unánime según el cual todo eso sobra y hace perder tiempo porque no lo podrá aplicar el educando en su profesión.
En una de sus Consideraciones intempestivas, Friedrich Nietzsche se ocupa de algo que descubría como novedad en la educación de su tiempo: la tendencia a ensancharla, a ofrecérsela a todos, y a la vez a restringirla, a convertirla en puros conocimientos especializados y sin contexto (cuestión que inspira el texto del Zaratustra sobre el hombre que era sólo una oreja gigantesca). Eso se ha llevado al extremo en nuestros días, de modo que para todo el mundo es obvio que hay un "derecho a la educación" que no consiste en que nadie le puede coartar a alguien su posibilidad de aprender sino en que todos tienen que disponer de su correspondiente diploma, que demuestra que son "profesionales". Para esa clase de "educación" la "cultura general" es un obstáculo, algo ocioso y anticuado, por eso los millones y millones de titulados de Hispanoamérica sencillamente lo ignoran todo, salvo lo que retengan del examen que hicieron para obtener su diploma.
Un dato característico de esa forma de pensar es el desconocimiento del periódico. Si me pongo a pensar en todas las personas que conozco, tanto colombianas como españolas, son rarísimas las que leen habitualmente el periódico, más allá de los titulares, de modo que es perfectamente posible que un profesor de Filosofía no sepa si Armenia está en Asia Central o si en Indonesia se habla árabe. No hablemos de nociones rudimentarias de economía, historia, geografía, etc. No forma parte de su profesión.
El desprecio de la memoria
La enseñanza memorística fue la forma principal de educación durante mucho tiempo. Antes de la escritura era más bien la única, y se conoce alguna diatriba egipcia contra la escritura, que ponía el conocimiento fuera de la persona. En la segunda mitad del siglo XX se generalizó en todo Occidente una rebelión contra ese tipo de enseñanza que se basaba en la pretensión de que la mera recitación de datos o textos no implicaba que se los entendiera. Ese reproche se aferraba a un hecho cierto (como que alguien podría recitar la lista de los reyes godos sin saber nada de la Edad Media española) pero terminaba reforzando una falacia, que con la presión ideológica de la izquierda se volvió un axioma: el que puede recitar la lista de los reyes godos no sabe nada de la Edad Media española. El que sí lo sabe, o al menos está más de acuerdo con la nueva pedagogía, es el que no puede recitarla. El conocimiento correcto pasó a ser simplemente la información de que ese conocimiento era despreciable, como al final lo termina siendo cualquier otro: de no ser así, las lindezas de Iglesias sobre Newton despertarían el mayor desprecio entre la gente que va a la universidad, cosa que no ocurre en absoluto.
El que puede recitar la lista de los reyes godos tiene una noción superior de esa época que el que la desconoce por completo, salvo que haya emprendido un conocimiento más preciso de ella, cosa que sólo ocurriría en el caso de algún especialista (conocí a una joven que hacía un doctorado en Historia y no sabía quién era Luis XVI). Lo mismo pasa con las capitales, las tablas de multiplicar, la tabla periódica de los elementos, etc.
¿A quién admirar?
En una película que vi hace poco en televisión una muchacha negra estadounidense rechaza a un pretendiente porque no le inspira confianza: "Mis hijos crecerían sin tener a quién admirar". Esa noción está en el centro de toda "educación", que no puede ser otra cosa que el intento de alcanzar a quien se admira. Pero precisamente la "educación" igualitaria consiste en destruir toda noción de admiración, dado que el diploma es un derecho que el Estado debe otorgarles a todos y que los beneficiados defienden con la violencia que haga falta. También Nietzsche explicaba la expansión del conocimiento a partir de la ejemplaridad: la educación consistiría en la formación de individuos excepcionales cuyo ejemplo animaría a muchos otros. El ejemplo de la historia de Europa, particularmente de Alemania, hasta la época de la Primera Guerra Mundial es elocuente: si obtuvieron tales logros en Física, Química, Medicina, Ingeniería, etc., no fue porque crearan cupos para que todos disfrutaran de su derecho, sino porque se aplicaron a alcanzar objetivos que no desmerecieran de los de los músicos y filósofos de las generaciones anteriores.
Bueno, volviendo a mencionar el blog de Alejandro Gaviria, todos los que participaban en él se mostraban completamente convencidos de que la solución para los problemas de Colombia pasaba por multiplicar el gasto en educación (a la que se atribuía el desarrollo estadounidense) y obviamente la producción de diplomas: no hay NINGÚN, NINGÚN, NINGÚN avance científico importante que haya tenido lugar al sur del Río Grande en muchos siglos, tampoco ningún invento ni ningún descubrimiento significativo en ningún terreno, tampoco ningún producto de calidad que se consuma en otras sociedades. Y eso no sería nada si hubiera ALGUIEN a quien eso le preocupara. Todos creen que el progreso consiste en brindar más títulos universitarios, como en Cuba. La idea de que una persona admira a otra les inspira el mayor desprecio. De hecho, es imposible encontrar a un solo joven colombiano "educado" que no exprese odio por Uribe a partir de una serie de mentiras grotescas que en esta época son el único contenido de la "educación".
Esfuerzo y derecho
La educación, la "cultura general", el conocimiento de la realidad en todos sus matices, no es un "derecho" sino una aspiración difícil para la que no todos tienen condiciones y que no puede alcanzar nadie sin un rechazo resuelto de la ideología dominante en Hispanoamérica. Ciertamente no tiene nada que ver con las universidades, centros cuya indigencia intelectual se demuestra con la continua creación de neologismos bárbaros según la necesidad de confundir a los demás que tiene cada gremio, así como con la típica deformación del lenguaje, derivada de la "voluntad de estilo", del afán de los ignorantes de darse importancia expresándose de manera rara. Un caso típico de esto último es la expansión del subjuntivo al uso del verbo saber en frases negativas ("no sé si sea cierto eso", el que no va a la universidad no dice eso, ni ningún escritor clásico), o al uso de creer en frases interrogativas ("¿Crees que la revolución sea posible?").
Lo que en Colombia llaman "educación" y ejercen como "derecho" sólo es la propaganda de la rapiña y la organización con ese fin. Los cientos de miles de asesinatos del "conflicto" son la realización de esa "educación" a lo largo de medio siglo.
(Publicado en el blog País Bizarro el 24 de septiembre de 2015.)