domingo, julio 12, 2015

Tipos de uribistas

Los antiuribistas
Pensemos en Piedad Córdoba: ¿es la persona que aparece en los computadores de alias Raúl Reyes como Teodora de Bolívar o no? Esa pregunta remite a la condición moral de los colombianos, porque todos conviven con una verdad tan atroz pero casi nadie considera sencillamente criminales a todos los que protegen y defienden a la ex senadora.

Los antiuribistas se dicen demócratas pero no recuerdo al primero que considere criminal a Piedad Córdoba. Y no sólo ella es criminal sino que lo son todos los que la arropan, Y todos los que transigen con los que la arropan, porque si el crimen fuera sólo del último autor material Hitler podría haber quedado exento de acusación por el Holocausto judío: no hay ningún documento firmado por él en el que se ordene construir cámaras de gas ni nada parecido.

Pero Piedad Córdoba era aquí sólo un ejemplo: ¿qué decir de los crímenes terroristas? ¿Cuánta gente los condena y exige el castigo de los responsables? Ciertamente, ninguno de los antiuribistas, para los que eso se debe premiar en aras de la paz mientras que la condena inverosímil a Andrés Felipe Arias por firmar documentos que firmaron sus predecesores y sus sucesores, sin dolo ni mala intención, es algo tolerable (incluyo entre esta clase de canallas al ministro Alejandro Gaviria y su hermano, que no vacila en justificar una monstruosidad semejante).

Los antiuribistas pueden ser los jóvenes que arman grandes escándalos por la minería de oro o por la construcción de un hotel en el Tairona pero callan sobre los vertidos de crudo en el Putumayo, o los que se pretenden intelectuales y consideran tolerable que haya negociaciones de paz con las FARC (y justificadísima la historia de Andrés Sepúlveda o las torturas a María del Pilar Hurtado) pero justísimo el encarcelamiento de Ramos o las condenas a Plazas Vega o Arias Cabrales.

Es ocioso extenderse más: los antiuribistas son los criminales y las guerrillas son sólo los niños sicarios que les aseguran rentas. Es el orden de castas de siempre, con ingresos gigantescos para unos parásitos y miseria sin límites para la mayoría. Dada la situación de aislamiento del país, todas las burdas falacias de su propaganda parecen tolerables pero para cualquiera que conozca un poco el mundo es evidente que se trata del bando que mata y de sus usufructuarios.

Los uribistas fanáticos
Dadas las maravillosas rentas de que disfrutan los políticos en Colombia, no diré nada de los que ocupan cargos o aspiran a ocuparlos gracias a Uribe. Muchos de ellos provienen del Polo Democrático y hace nada formaban parte de las hordas que acusaban a Uribe de dirigir el paramilitarismo. El hecho de que los acepten dice mucho de las condiciones morales del caudillo y su sanedrín.

Es decir, me ocuparé sólo de los que apoyan a Uribe por pura convicción, desde votantes "de opinión" hasta activistas de las redes sociales y periodistas. Son característicos los llamados "furibistas", personas cuya comprensión de la política, la historia, la economía y la administración pública son más bien limitadas pero mantienen una fe ciega en el presidente al que vieron recuperar al país y transmitirles esperanza y orgullo.

El problema de estas personas es que su sentido crítico es muy limitado y no tienen en cuenta que por ejemplo el periodo 2002-2007 fue de crecimiento desmesurado de los precios de las materias primas, lo que produjo un crecimiento altísimo en Colombia pero también en Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, etc. Mucha gente vio también mejorar su vida en esos años en esos países y a raíz de eso amó a sus líderes.

Esas personas tienen como noción del bien y del mal lo que decida Uribe y ponen por delante el interés personal de su líder al de las instituciones: ¿quién va a ponerse a explicarles que la Constitución de 1991 fue redactada por una asamblea en la que apenas participó el 20% de los votantes en medio de una orgía de terror y que con el tiempo se ha demostrado que su principal objetivo era prohibir la extradición? Eso no les afecta en absoluto: si Uribe no la quiso cambiar, bien está.

La democracia (que en el contexto de este blog y de la política colombiana consiste en la asimilación al orden legal que predomina en Europa y Norteamérica) no puede contar con esas personas, que la reivindican del mismo modo en que lo hacen los comunistas, llamando así a su interés.

Los derechistas duros
He explicado miles de veces lo falaz que me parece hablar de izquierda y derecha. ¿Hitler es del mismo bando que Thatcher? Eso es brutal y obsceno: también cuando se usa para definir como derecha el liberalismo y como izquierda el socialismo. Un dictador corrupto como Fujimori no sería propiamente liberal.

Pero hay un tipo de personas reactivas contra el comunismo y a la vez contra las ideas liberales. Son una endemia en Hispanoamérica por la persistencia de las ideas de la Contrarreforma y muchas de sus pasiones autoritarias y jerárquicas son más parecidas a las de los comunistas de lo que quisieran reconocer (la persecución contra el consumo de drogas o contra las prácticas homosexuales en Cuba hasta hace pocos años les parecería defendible).

El procurador Ordóñez es la figura principal de esa clase de personas, pero también (un poco más moderado) Fernando Londoño. Su apoyo a Uribe tiene que ver con la imagen de un líder fuerte que promueva las ideas de patria y orden y así salve el viejo orden de la disolución que lo amenaza, más por la asimilación al mundo moderno que por la esclavitud totalitaria.

Esta clase de personas no son demócratas, incluso se permiten discutir los derechos humanos. Cuando Uribe incurrió en el temible desvarío de querer buscar otra reelección no vieron una amenaza sino una oportunidad de volver a la Edad Media. En una sociedad democrática moderna se sentirían incómodos y es muy probable que terminaran en el mismo bando de los comunistas (es otro tema que no se puede desarrollar aquí el de la persistencia del comunismo en Hispanoamérica y en España como parte de la resistencia de la mentalidad del castellano viejo).

Los derechistas simples
Con menos elaboración ideológica hay otros personajes, más numerosos que los anteriores, que simplemente apoyan a Uribe porque rechazan a las FARC, sin que les interese entrar en consideraciones más sutiles: la clase de personas que antes del ascenso de Uribe en 2001 vacilaban entre soñar con una intervención estadounidense o un golpe militar o apoyar a Carlos Castaño. Los que en Perú y en Chile habrían apoyado a Fujimori y Pinochet.

No hay modo de explicarles que los cambios que asegurarían una sociedad ordenada no se limitan al combate contra los terroristas sino que exigen una transformación ideológica, institucional y de toda la organización social que no interesa en absoluto a Uribe ni a los politiqueros que lo acompañan.

Los resignados
Finalmente hay que pensar en otros que admiten que no era buena idea buscar otra reelección ni aliarse con Santos ni apoyar la paz, pero tampoco conciben ninguna oposición que no se centre en Uribe. Con la mala fe característica de los colombianos, se niegan a reconocer que el uribismo es hoy por hoy inane, que los terroristas imponen la tregua bilateral y cuando no los complacen multiplican los crímenes hasta conseguir que la sociedad se rinda sin que haya el  menor gesto de Uribe y su séquito de exigir el fin de la farsa criminal.

Por los motivos que sean, esta gente está también en el bando de la paz. Muchos se reúnen alrededor de Francisco Santos, un prócer que lleva treinta años diciendo que las FARC son invencibles (ahora a través de su cuota en El Tiempo, la torpe española Salud Hernández Mora).

El uribismo es una vía muerta. Cuando tuvo el gobierno y el apoyo popular los aprovechó para aliarse con la oligarquía y desistió de tocar el engendro del 91, que es lo que les asegura el poder a los antiuribistas (a la casta dominante que protege desde el poder judicial a sus tropas); en lugar de eso, dio un gran ejemplo de respeto a la ley cambiándola varias veces para que el caudillo se quedara en el poder. En cualquier democracia normal bastaría eso para que la gente lo percibiera como un cadáver político, pero a fin de cuentas seguía teniendo apoyo mayoritario cuando salió de la presidencia y en lugar de oponerse al cambio de rumbo de Santos se dedicó a demostrarle que era él quien conseguía los votos. Por eso no estaba para buscar la Alcaldía de Bogotá y prefirió dejársela a Petro.

Un detalle de la última campaña electoral demuestra en mi opinión que, más allá de los crímenes y las componendas del corto plazo, el uribismo y la izquierda son lo mismo: el que la campaña de Zuluaga se centrara en la idea de la "revolución educativa", consistente en multiplicar los cupos universitarios. Lo que hay que hacer, lo más importante y urgente, lo único que podría impedir la reproducción sin fin de la orgía de sangre terrorista, es cerrar las universidades públicas y cobrarles impuestos a las demás como a cualquier empresa. Porque de lo que se trata es de rapiña, de clientelismo armado, de multiplicación de las rentas de los parásitos de siempre en puestos de profesores y demás sinecuras a costa del presupuesto público. La paz materializa la utopía, para alcanzarla es necesario persuadir a la sociedad de su valor, de ahí que TODOS los medios universitarios sean partidarios de la paz.

En las próximas elecciones, gracias a la hegemonía de los uribistas en la oposición, no se hablará de la paz ni se cuestionará lo que se hace en La Habana, más allá de presionar para que se invite a amigos de Uribe. De hecho, el candidato uribista a la Alcaldía de Cali, un jefe de las FARC por mucho tiempo, fue a agradecerle, como vicepresidente, a Fidel Castro su apoyo a la paz en Colombia.

El que busque la democracia en Colombia tiene que saber que el uribismo no está en ese bando. La persecución del régimen contra Uribe es una completa iniquidad, pero eso no hace que se deba sacrificar la esperanza de regeneración democrática a sus intereses particulares. Seguro que podría exiliarse y no lo extraditarían. Como líder de los militantes del Polo Democrático que no alcanzaron curules y de patéticas élites regionales sin más proyecto que sus negocios, sólo es la oposición que conviene a un régimen que cada vez más es una tiranía como la venezolana.

¿No basta para entenderlo que a pesar de la orgía criminal de las últimas semanas Uribe no haya promovido ninguna movilización para que se acabe la infamia de La Habana? Hay unas cuentas suyas en las que conviene que haya descontento con Santos, la caída del régimen del 91 no es su objetivo, ni muchísimo menos.

El uribismo sólo se irá desdibujando cada vez más porque después de todos los renuncios de su gobierno y de los cinco años posteriores sólo es el "coco" que sirve a la propaganda del narcorrégimen para alentar el odio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 12 de junio de 2015.)