lunes, julio 06, 2015

El valeroso defensor de la libertad de prensa

Plinio Apuleyo Mendoza deja claro algo que hace mucho tiempo denunciamos: que la persecución judicial en Colombia contra cualquiera que se oponga a la manguala del narcorrégimen y los terroristas de las FARC es digna de las peores dictaduras que haya conocido la región.

Esa persecución, que es en sí un crimen descomunal y monstruoso, que aplauden todos los pacifistas y equidistantes típicos (a la postre, otros canallas al acecho para tomar parte en la rapiña), no es conocida fuera de Colombia gracias a las copiosas inversiones de Santos en su propaganda, sobre lo que algún día se conocerán detalles. Pero también a que no hay una movilización cívica continuada, resuelta y organizada para denunciarla.

El que lee El País ya estará acostumbrado a que las noticias sobre Colombia tengan un sabor colombiano, lleno de esa bajeza infinita por la que premiar los niños bomba es contribuir a la paz y castigar con 17 años de prisión a Andrés Felipe Arias sin atribuirle ningún dolo ni nada que no hubieran hecho sus predecesores ni sus sucesores en el ministerio es signo de ejemplaridad de la justicia. Todas las noticias que publican desde hace unos años son abierta propaganda terrorista, con entrevistas a Cepeda incluidas.

¿Habrá algún trueque parecido a los pagos en Caracol Radio (propiedad del mismo grupo que El País) con el ABC español? Lo cierto es que la última vez que Santos visitó España le publicaron un complaciente publirreportaje y un entusiasta editorial. Aun la corresponsal del periódico en Colombia es una convencida propagandista de las FARC (si alguien lo duda sólo tiene que leer esta entrevista servil a la entonces candidata presidencial del frente de masas de la conjura terrorista, Clara López Obregón). Parece que al igual que ocurre con El País, publicar lo que sirve a los genocidas es tolerable porque los lectores desconocen el contexto.

Puede que esa benevolencia de los medios internacionales y el control de la prensa influyan en la disposición del presidente colombiano a erigirse con una desfachatez sonrojante en defensor de la libertad de prensa. En una publicación reciente de El Nuevo Herald aparece proclamando que "defiende la libertad de prensa a capa y espada". La verdad es que no es menos enemigo de la libertad de prensa que Chávez o Maduro, pero no tiene que perseguir a los medios porque su clan los posee desde antes de que él llegara a la presidencia.

El primer periódico colombiano es de propiedad de su familia, aunque en previsión de incompatibilidades pusieron como testaferros primero al grupo Planeta (relacionado con el grupo español Atresmedia, dueño de La Sexta, una cadena dedicada al publirreportaje pertinaz de la sucursal chavista local) y después a Luis Carlos Sarmiento. Lo cierto es que el director sigue siendo el esposo de la prima de Santos y compañero de su hermano mayor desde los tiempos de Alternativa. La única revista de circulación nacional la dirige su sobrino y es propiedad de la familia López, emparentada con el grupo Santodomingo, dueño de El Espectador y Caracol Televisión.
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Pero además de que no necesita perseguir a los medios porque los controla desde siempre, su gobierno ha hecho de la propaganda su principal misión, con varios billones de pesos invertidos en incentivos a los medios, que no informan sino que abiertamente hacen propaganda a un nivel que no ocurre en ninguna democracia (cualquier colombiano que conozca la prensa internacional lo detecta inmediatamente). La piñata del "carrusel de la paz" resulta muy indicativa al respecto.

No, este adalid de la libertad de prensa no se limita a esas ventajas que de por sí ya la niegan. Todos los columnistas que de algún modo lo incomodan son despedidos o perseguidos de diversas maneras. Algún día se sabrá quién ordenó poner una bomba contra Fernando Londoño, pero el atentado (que las FARC niegan haber cometido) recuerda demasiado al asesinato de Álvaro Gómez o a al atentado contra Germán Vargas Lleras para que no se piense en amigos de Ernesto Samper ligados a ciertas mafias de la cocaína y con alguna influencia en el DAS de otras épocas.

Antes de las elecciones de 2010 Claudia López perdió su columna en El Tiempo por señalar que el periódico intentaba perjudicar a Andrés Felipe Arias para favorecer a Santos. Cuando se posesionó, Semana creyó innecesario el "pluralismo" de antes y echó a Alfredo Rangel (un uribista que lleva varias décadas defendiendo la negociación política con las FARC). Después desaparecieron de El Tiempo también José Obdulio Gaviria y Fernando Londoño, con lo que en la crítica al gobierno sólo quedan menos del 10% de los columnistas, a los que no han echado por ser poco conocidos.

Claro que el medio es libre de publicar a quien quiera, pero eso sería válido si fuera posible la competencia (lo que no ocurre gracias a la inversión del gobierno en publicidad en los medios ya asentados) y si los colombianos dejaran de pensar que los medios son de propiedad colectiva. Lo cierto es que los críticos de Santos desaparecen del primer plano, como también ocurrió con Cablenoticias o con periodistas como Hassan Nassar.

En todo caso, entre esa realidad y las proclamas de Santos hay una brecha espantosa, como si Alfredo Garavito dijera que es el defensor de la infancia o como si alguien pretendiera inscribir a Adolf Hitler junto a Moisés, los profetas y Maimónides entre los grandes líderes del pueblo hebreo.

El caso de RCN es ya el colmo. Primero sus noticieros contribuían a la propaganda del régimen gracias a la copiosa inversión, pero en algún momento habrán pensado en la audiencia y en el precio de andar tapando la verdad para complacer al régimen, y llevaron a Claudia Gurisatti. Para callarla empezaron las presiones sobre la dirección empresarial, y cuando no dieron fruto se pasó a la intimidación directa a cargo de sicarios del régimen. El paso siguiente serán los atentados y asesinatos.

Voy a comentar el escrito de León Valencia en Semana sobre el tema.

Claudia Gurisatti y RCN
Si en uno de los dos canales de televisión abierta, quien orienta la información declara su intención de poner al medio a favor de una causa política, el panorama se torna totalmente oscuro.
Atención al sintagma "declara su intención". ¿Alguien recuerda que de algún modo la periodista haya declarado su intención de poner el medio a favor de alguna causa política? Se trata de una calumnia en toda regla, franca, directa, una calumnia que nadie puede negar.

¿Por qué los colombianos no detectan una mentira tan descarada como ésa? Porque el dominio del hampa que siguió al  régimen del Frente Nacional, desde la llegada de López Michelsen ha dado lugar a un creciente achabacanamiento. El que forma parte de la clientela oligárquico-sindical-terrorista, es decir, el estudiante o profesor universitario y el empleado público, ya está acostumbrado a suponer que los niños bomba son una molestia que cesará cuando se firme la paz y que en cambio la reunión de Luis Alfredo Ramos con unos paramilitares es un crimen que amerita años de prisión preventiva. Ya es una criatura del mismo rango moral que el columnista o que el que manda niños bomba, valga la redundancia, pues a fin de cuentas León Valencia formaba parte del Comando Central del ELN cuando la banda torturó y asesinó al obispo de Arauca Jesús Emilio Jaramillo Monsalve.

Pero es que los demás colombianos tienen en estos felices usufructuarios del genocidio un modelo, por lo que tampoco están para prestar atención a lo que es verdad o a lo que es recto: requeriría mucha sutileza entender el verbo "declarar", sutileza contra la que atenta toda la "educación" consistente en un adoctrinamiento para odiar a quien la propaganda ordene, siguiendo el ejemplo de los "lavados de cerebro" que efectuaron los comunistas en Corea del Norte (los métodos de tortura con que la Fiscalía consigue arrepentidos, como señala Mendoza que intentaron hacer con María del Pilar Hurtado, forman parte de la misma tradición).

Luego hay que empezar por la verdad: Claudia Gurisatti no ha declarado que pondrá el noticiero al servicio de ninguna causa política. Y lo de "el panorama se torna totalmente oscuro" tiene un sentido que resulta claro al final del escrito.
La cosa ha sido rápida y radical. En un abrir y cerrar de ojos Claudia Gurisatti le está dando la vuelta al sistema informativo de RCN Televisión, le está marcando un parecido indiscutible a NTN24. Pensé que Gurisatti entraría pisando suave, que haría un reconocimiento del terreno y empezaría a hacer los cambios poco a poco. No la conocía. Los que la conocen me decían lo contrario.

Ella es desafiante, irreverente, audaz, inteligente, alzada, obsesiva, me advertían. Cuenta, además, con el apoyo irrestricto de Carlos Julio Ardila, propietario del medio y tambor mayor de la familia Ardila, agregaban.

Me contaron una anécdota. En la pasada campaña electoral estaba listo el debate entre Santos y Zuluaga en RCN Televisión. Gurisatti fue escogida por el canal para dirigir el debate. Del equipo de Santos protestaron y dejaron ver que no irían al round bajo la batuta de una persona abiertamente parcializada a favor del candidato uribista. RCN, con la orden de Ardila, mantuvo la decisión. En la Casa de Nariño acordaron no asistir. Solo que de la campaña de Zuluaga, un día antes, cancelaron el compromiso con el pretexto de que el candidato estaba enfermo. Así pasó desapercibido el pulso que Gurisatti le ganó al presidente Santos.

Ahora ha demostrado que viene con todo a imponer su estilo en RCN. Metió a Soraya Yanine, su compañera en NTN24, a la subdirección y arrasó con el equipo que bajo la conducción de Rodrigo Pardo estaba cubriendo las noticias de la Presidencia y las que venían del proceso de paz de La Habana. Se fueron Camilo Chaparro, Juan Carlos Giraldo, Jairo Gómez y Juan Carlos Ossa. Todos ellos distantes del credo uribista.
¿A que tiene gracia? De modo que una empresa nombra a una periodista que ha estado siempre ahí para dirigir a un noticiero en reemplazo de un antiguo ministro del gobierno más claramente comprometido con actividades terroristas y de tráfico de cocaína y ligado de mil maneras al jefe de ese gobierno, que también es el jefe político de Piedad Córdoba, embajadora de una banda de asesinos, y eso es violación de la imparcialidad periodística porque lo denuncia un jefe de otra banda terrorista convertido por afinidad con el clan reinante en maestro de moral.

Si una parte mínima de los colombianos fueran conscientes de que eso ocurre porque ellos lo toleran ya se habría avanzado mucho. Pero los que no están con los secuestradores creen que algo así ocurre lejos de ellos, sin relación con ellos. Es algo monstruoso: lo que ha sido el periodismo colombiano durante los últimos cinco años es pura propaganda del terrorismo y del gobierno que lo premia y refuerza. ¿Cómo podría haber una voz crítica? Eso no lo toleran y empieza la intimidación descarada a cargo de quien no tiene muchos escrúpulos para ordenar secuestros de niños y asesinatos de ganaderos. Pero ¿cuántos colombianos sienten que eso los RETRATA a ellos? Casi ninguno.
No he oído en estos días voces de alarma por esta situación. Pero es grave. Con solo dos grandes canales de televisión abierta, que forman la opinión de la inmensa mayoría de los colombianos, ya es bastante precaria la pluralidad informativa del país. Pero si, además, en uno de ellos, quien orienta la información declara su intención de poner el medio a favor de una causa política, el panorama se torna totalmente oscuro.

Sé que Claudia Gurisatti tiene en su alma heridas que la acercan a Uribe y a su grupo. En el mejor momento de su carrera periodística, empezando el año 2001, los organismos de seguridad del Estado le dijeron que las Farc tenían un plan para matarla y con esa carga encima tuvo que salir del país apresuradamente y solo ahora regresa con sus baterías contra el proceso de paz y su distancia con Santos.

Ahí no está el problema. Santos bien puede recostarse en los medios de la familia Santo Domingo y de Sarmiento Ángulo. Pero este país es más que las Farc y Uribe, más que Santos y Uribe. Este país quiere ser un territorio de muchos colores, un lugar donde florezcan las más diversas opiniones. Un país donde se oiga a las regiones, a los negros, a los indios. La obligación del periodismo es recoger todas las voces.
La desfachatez de este asesino no tiene límites: ¿ahora la existencia de una voz crítica con los asesinatos que el gobierno promueve es una amenaza a la pluralidad porque no es la voz de los indios y negros? ¿Acaso lo es su revista, un órgano abierto de las FARC donde sólo hay columnistas que aplauden a los terroristas y semana tras semana divulgan calumnias y amenazas contra cualquiera que discrepe? ¿Cabe mayor desfachatez?
NTN24 no ha sido un lugar del periodismo, es un órgano de propaganda, en el más puro sentido leninista, para atacar día y noche a las izquierdas de América Latina y propagar las ideas de las derechas del continente. Pero en el vasto panorama de la región este medio no era relevante. En cambio en Colombia RCN Televisión si lo es. Acá se disputa la mitad de la audiencia. Acá en pueblos y ciudades las dos cadenas reinan día y noche en los televisores encendidos llevando información con la cual la gente toma decisiones.

Hay quienes establecen una similitud entre el modelo informativo de Gurisatti y el que desarrolló Fox News, el medio que se la jugó toda a una idea y a una figura política y logró catapultar a George Bush y a los republicanos en un momento decisivo de la vida norteamericana. Pero Fox News es televisión por cable.

No es una buena comparación. Estados Unidos ha tenido una gran variedad de alternativas periodísticas y de medios influyentes, también una historia de escrutinios al poder desde la prensa que ha tumbado presidentes, ha destapado grandes escándalos de corrupción y ha sido crucial para terminar guerras como la de Vietnam. No son para nada ajenos a la monopolización y a la manipulación de la información y ahora el panorama no es alentador, pero están lejos de nuestras graves limitaciones.
Genial, NTN24 no es periodismo sino propaganda, lo contrario de Semana. Dentro de poco Colombia será el país de la decencia y los demás los países del crimen.
Estamos en un momento virtuoso del país. Existe la posibilidad de terminar una guerra de más de 50 años y también la probabilidad de una apertura a cambios políticos y sociales. Hay muchas señales en esa dirección. Pero la señal de Gurisatti, de RCN Televisión y de la familia Ardila Lülle está en contravía a esas transformaciones tan urgentes de la vida nacional y también puede ser riesgoso para el grupo empresarial.

Cada día hay más atentados terroristas, más extorsiones, más recursos para compra de explosivos, más territorios dedicados a sembrar coca, más toneladas de cocaína exportadas, más niños reclutados por los terroristas, más adoctrinamiento en las escuelas, más asesinatos de policías y militares por el Plan Pistola, más predominio de los asesinos en el gobierno, etc., pero para uno de ellos es un momento virtuoso para el país. ¡que se abre a cambios políticos y sociales!, nombre de la instauración de una dictadura como la cubana (si se piensa en el poder judicial, hace tiempo que eso ocurre). Y de repente aparece una periodista que incomoda.

El grupo empresarial está en peligro. Su dueño, o la familia de su dueño, podría sufrir percances, o bien el gobierno podría expropiarlo o perjudicar sus intereses (forma parte de la misma amenaza). El maestro de moral de las clases altas, perfecto retrato de la clase de subhumanos que las conforman hoy en día, sale a advertir de ese peligro.

¿Habrá quien dude de que este asesino cumple un encargo de Santos? Seguro que no serían siquiera capaces de negarlo. Pero el director de ABC no vacila en poner a su periódico al servicio de tan repugnante régimen. ¿Qué incentivos tendrá?

Los interesados en el tema pueden oír la respuesta de la periodista en este documento de audio.



(Publicado en el blog País Bizarro el 6 de junio de 2015.)