Cuando se oye hablar de "Tercer Mundo" inmediatamente se piensa en "pobreza", "atraso", "subdesarrollo", etc. Mucho más sensato sería hablar de descontento: el Tercer Mundo es el conjunto de países cuyas poblaciones odian a las naciones que lideran el planeta desde la época del Renacimiento. A ese componente moral hay que añadirle la esterilidad cultural y científica, el desorden, el atropello y la violación de los derechos humanos, cosas que son el simple efecto del fenómeno descrito arriba y cuyo origen es la resistencia a la asimilación por parte de los favorecidos por el orden jerárquico previo a la modernidad.
Se podría decir que siendo ese orden, en sus diversas variantes, pura dominación, las mayorías deberían aborrecerlo y desear integrarse en el mundo moderno. Pero esa idea contiene en sí la superstición creacionista: presupone unas criaturas enteras a las que sólo les hace faltan las instituciones buenas y no comprende que la dominación es el componente nuclear de su cultura y de su idiosincrasia. Por eso en las naciones de ese origen todas las rebeliones de agraviados conducen sin remedio a nuevas tiranías y a nuevas anarquías, como se ha podido comprobar en las últimas décadas tanto en Irak como en Venezuela, por mencionar sólo dos casos ¡sangrantes! (la vieja Mesopotamia tuvo un rey como el jordano o el saudí que pronto fue derrocado por una rebelión que entronizó a un dictador procomunista, contra el que se rebeló el fascista Sadam Husein, tras cuya caída se impusieron los chiítas sumisos a Irán y tan funestos como sus predecesores).
Pero ese liderazgo mundial ligado en su origen a la Europa cristiana y después al Imperio británico y sus aliados americanos, contra el que se define la miscelánea constelación del llamado Tercer Mundo, es el referente único de la civilización: tanto en las instituciones democráticas como en el respeto riguroso de la ley y de los derechos humanos, aventaja rotundamente a las demás naciones, y de ahí también en el peso de su economía y en su poderío militar y tecnológico. Las naciones del Lejano Oriente que comparten ese modo de vida lo hacen sobre todo por asimilación, si bien sus tradiciones y su madurez la favorecen. Lo mismo se podría decir de las naciones europeas ricas, aunque en todo el continente hay poderosas corrientes tercermundistas (más débiles en los países que han sufrido el comunismo tras formar parte del mundo desarrollado en los siglos precedentes).
Tras el colapso del Imperio soviético pareció que ese liderazgo se afianzaba y que la resistencia a la democracia liberal y a los derechos humanos era minoritaria y en cierta medida ilegítima. Craso error: ocurrió lo contrario. En los países musulmanes prosperó la radicalización contra Occidente y el sueño de reimplantar la ley islámica del siglo VII mientras que en Sudamérica el régimen cubano consiguió apropiarse de las reservas petrolíferas venezolanas (después de obtener grandes recursos gracias a las industrias extorsivas y de tráfico de drogas en Colombia, aliado con los clanes oligárquicos y las mafias judiciales) y a partir de ahí crear un imperio que hoy domina la región y que conspira en alianza con los diversos islamismos y con Putin, el otro frente de esa rebelión, poniendo en peligro la paz mundial.
De Bush a Obama
Eso que señalaba arriba de la "interioridad" de la cultura de dominación se pone de manifiesto en la opción electoral de los hispanos estadounidenses: habitan una sociedad que no entienden y casi siempre están en desventaja dentro de ella; aspiran a obtener de esa sociedad rica los bienes de que disfrutan los "anglos" y esperan, según los valores de su cultura de origen, que el gobierno se los proporcione. De ahí que un político como Obama cuente con su apoyo, en principio por la mera percepción de que siendo de una "raza" diferente será distinto a los odiados "gringos". Y efectivamente, es distinto: es un claro aliado del régimen cubano y sus satélites, que hoy por hoy expresan más que nadie el tipo de orden social que causa la pobreza de Hispanoamérica y fuerza la emigración. La mayoría de esas personas aprecian la libertad y la prosperidad pero sólo en sus frutos visibles, si por ellos fuera harían de Estados Unidos otra república hispanoamericana.
Se podría decir que siendo ese orden, en sus diversas variantes, pura dominación, las mayorías deberían aborrecerlo y desear integrarse en el mundo moderno. Pero esa idea contiene en sí la superstición creacionista: presupone unas criaturas enteras a las que sólo les hace faltan las instituciones buenas y no comprende que la dominación es el componente nuclear de su cultura y de su idiosincrasia. Por eso en las naciones de ese origen todas las rebeliones de agraviados conducen sin remedio a nuevas tiranías y a nuevas anarquías, como se ha podido comprobar en las últimas décadas tanto en Irak como en Venezuela, por mencionar sólo dos casos ¡sangrantes! (la vieja Mesopotamia tuvo un rey como el jordano o el saudí que pronto fue derrocado por una rebelión que entronizó a un dictador procomunista, contra el que se rebeló el fascista Sadam Husein, tras cuya caída se impusieron los chiítas sumisos a Irán y tan funestos como sus predecesores).
Pero ese liderazgo mundial ligado en su origen a la Europa cristiana y después al Imperio británico y sus aliados americanos, contra el que se define la miscelánea constelación del llamado Tercer Mundo, es el referente único de la civilización: tanto en las instituciones democráticas como en el respeto riguroso de la ley y de los derechos humanos, aventaja rotundamente a las demás naciones, y de ahí también en el peso de su economía y en su poderío militar y tecnológico. Las naciones del Lejano Oriente que comparten ese modo de vida lo hacen sobre todo por asimilación, si bien sus tradiciones y su madurez la favorecen. Lo mismo se podría decir de las naciones europeas ricas, aunque en todo el continente hay poderosas corrientes tercermundistas (más débiles en los países que han sufrido el comunismo tras formar parte del mundo desarrollado en los siglos precedentes).
Tras el colapso del Imperio soviético pareció que ese liderazgo se afianzaba y que la resistencia a la democracia liberal y a los derechos humanos era minoritaria y en cierta medida ilegítima. Craso error: ocurrió lo contrario. En los países musulmanes prosperó la radicalización contra Occidente y el sueño de reimplantar la ley islámica del siglo VII mientras que en Sudamérica el régimen cubano consiguió apropiarse de las reservas petrolíferas venezolanas (después de obtener grandes recursos gracias a las industrias extorsivas y de tráfico de drogas en Colombia, aliado con los clanes oligárquicos y las mafias judiciales) y a partir de ahí crear un imperio que hoy domina la región y que conspira en alianza con los diversos islamismos y con Putin, el otro frente de esa rebelión, poniendo en peligro la paz mundial.
De Bush a Obama
Eso que señalaba arriba de la "interioridad" de la cultura de dominación se pone de manifiesto en la opción electoral de los hispanos estadounidenses: habitan una sociedad que no entienden y casi siempre están en desventaja dentro de ella; aspiran a obtener de esa sociedad rica los bienes de que disfrutan los "anglos" y esperan, según los valores de su cultura de origen, que el gobierno se los proporcione. De ahí que un político como Obama cuente con su apoyo, en principio por la mera percepción de que siendo de una "raza" diferente será distinto a los odiados "gringos". Y efectivamente, es distinto: es un claro aliado del régimen cubano y sus satélites, que hoy por hoy expresan más que nadie el tipo de orden social que causa la pobreza de Hispanoamérica y fuerza la emigración. La mayoría de esas personas aprecian la libertad y la prosperidad pero sólo en sus frutos visibles, si por ellos fuera harían de Estados Unidos otra república hispanoamericana.
Mientras que el Imperio británico se forjó en la competencia por la hegemonía con España en los siglos XVI y XVII, y con toda potencia que pudiera hacerse hegemónica en Europa después, Estados Unidos ha sido durante la mayor parte de su historia el país de la utopía: el lugar lejano al que muchos emigraban a construir su arcadia olvidándose de los conflictos del Viejo Mundo. Eso explica la resistencia a tomar parte en las dos guerras mundiales del siglo pasado, la recurrente tentación del aislacionismo y rebeliones como la de los años sesenta para no ir a la Guerra de Vietnam. También el hartazgo que pronto produjo la intervención en Irak durante el gobierno de Bush hijo.
El rechazo a esa intervención, particularmente en Europa, donde el antiamericanismo es tan fuerte como en el Tercer Mundo, y la frivolidad de las masas de la sociedad "posmoderna" favorecieron la propaganda del Partido Demócrata en 2008: la causa de los problemas no era el genocidio de los chiítas por Sadam Husein ni su inevitable alianza con los yihadistas ni su negativa a permitir las inspecciones que certificarían que no tenía armas de destrucción masiva, sino la agresividad de Bush y la falta de estilo de todo lo que representaba: los cristianos, los conservadores, los americanos tradicionales y patriotas, etc. Si en el mundo había hostilidad hacia Estados Unidos era por culpa de Bush, no hacía falta sino mostrarse comprensivos con los demás y llegar a términos de entendimiento.
La prosperidad estadounidense crea una clase de personas frívolas e indolentes que ven la conflictividad externa como algo de lo que sería mejor olvidarse. De ahí que en los estados ricos de las costas el triunfo de los demócratas esté casi siempre asegurado, con Obama además por el apoyo de los negros e hispanos, la mayoría de los cuales también habitan en esos estados. La falacia de la representación de sectores desfavorecidos es la misma del Estado en cualquier otra parte. La región más rica, con enorme diferencia, de Estados Unidos es el Distrito de Columbia, donde el triunfo de Obama en las dos elecciones fue más acusado, con una diferencia aún más llamativa.
La prosperidad estadounidense crea una clase de personas frívolas e indolentes que ven la conflictividad externa como algo de lo que sería mejor olvidarse. De ahí que en los estados ricos de las costas el triunfo de los demócratas esté casi siempre asegurado, con Obama además por el apoyo de los negros e hispanos, la mayoría de los cuales también habitan en esos estados. La falacia de la representación de sectores desfavorecidos es la misma del Estado en cualquier otra parte. La región más rica, con enorme diferencia, de Estados Unidos es el Distrito de Columbia, donde el triunfo de Obama en las dos elecciones fue más acusado, con una diferencia aún más llamativa.
Apaciguando, que es gerundio
La solución de Obama a los conflictos exteriores es el apaciguamiento, gracias al cual genera entre sus votantes la sensación de que los problemas menguan, al tiempo que para los negros e hispanos adelanta programas populistas que también le generan votos.
Pero el resultado es otro: dado que se puede agredir a Estados Unidos impunemente, todos los regímenes antiliberales escalan sus agresiones, como ocurre con Irán, que avanza en su programa nuclear al tiempo que conquista Irak, interviene en Siria, Líbano y países del Golfo, se alía con Cuba y Venezuela y proclama sin pudor sus intenciones de destruir a Israel. Lo mismo ocurre con la implantación de dictaduras castristas en varios países sudamericanos, con la carrera armamentista china, su intervención en las más diversas regiones y las amenazas a sus vecinos, con la expansión rusa que lleva a la conquista de amplias regiones en Ucrania y la probable amenaza a otras regiones, incluidas algunas de la Unión Europea (por ejemplo, en Letonia hay una mayoría de población de lengua rusa), con la implantación en Turquía de un régimen islamista que tiene gran influencia en Egipto y otros importantes países de la región...
La política de apaciguamiento de Obama sólo ha multiplicado los problemas, entre los cuales la expansión yihadista (con formidables bases en la zona del Sahel, en Siria e Irak, en Somalia, en Nigeria y en otras regiones y fuerte influencia en Europa) es uno de los más notables. La tradición de los gobiernos demócratas de inhibirse para complacer a su público ya fue lo que hizo posible el genocidio en Camboya (Carter había ganado con los votos de los enemigos de la Guerra de Vietnam y no hizo nada para contener al jemer rojo) y en Ruanda, cuando gobernaba Clinton. Sin que se pueda saber qué pasará antes de que se vaya, es innegable que Obama deja un mundo mucho más peligroso que el que recibió.
Lo que ocurre hoy se podría resumir en una rebelión de la periferia contra Estados Unidos que muy probablemente llevará a conflagraciones terribles que pondrán en peligro a las poblaciones de las naciones democráticas. Si el próximo gobierno estadounidense no intenta una alianza militar estable y resuelta con sus aliados más próximos, sobre todo con los países de habla inglesa de amplia expansión y poderío (Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con los que incluso debería buscar una integración nacional), puede que otros lo intenten, bien aliándose, bien si China da un "gran salto adelante" hacia la hegemonía. No se debe olvidar que una causa importante de la ruptura chino-soviética en los años cincuenta fue el interés chino en hacer uso de las armas nucleares recién adquiridas, ni que bajo Deng Xiaoping se intentó exportar tecnología nuclear a países conflictivos ya que una catástrofe de ese tipo habría reforzado el poderío de su país.
Pero el resultado es otro: dado que se puede agredir a Estados Unidos impunemente, todos los regímenes antiliberales escalan sus agresiones, como ocurre con Irán, que avanza en su programa nuclear al tiempo que conquista Irak, interviene en Siria, Líbano y países del Golfo, se alía con Cuba y Venezuela y proclama sin pudor sus intenciones de destruir a Israel. Lo mismo ocurre con la implantación de dictaduras castristas en varios países sudamericanos, con la carrera armamentista china, su intervención en las más diversas regiones y las amenazas a sus vecinos, con la expansión rusa que lleva a la conquista de amplias regiones en Ucrania y la probable amenaza a otras regiones, incluidas algunas de la Unión Europea (por ejemplo, en Letonia hay una mayoría de población de lengua rusa), con la implantación en Turquía de un régimen islamista que tiene gran influencia en Egipto y otros importantes países de la región...
La política de apaciguamiento de Obama sólo ha multiplicado los problemas, entre los cuales la expansión yihadista (con formidables bases en la zona del Sahel, en Siria e Irak, en Somalia, en Nigeria y en otras regiones y fuerte influencia en Europa) es uno de los más notables. La tradición de los gobiernos demócratas de inhibirse para complacer a su público ya fue lo que hizo posible el genocidio en Camboya (Carter había ganado con los votos de los enemigos de la Guerra de Vietnam y no hizo nada para contener al jemer rojo) y en Ruanda, cuando gobernaba Clinton. Sin que se pueda saber qué pasará antes de que se vaya, es innegable que Obama deja un mundo mucho más peligroso que el que recibió.
Lo que ocurre hoy se podría resumir en una rebelión de la periferia contra Estados Unidos que muy probablemente llevará a conflagraciones terribles que pondrán en peligro a las poblaciones de las naciones democráticas. Si el próximo gobierno estadounidense no intenta una alianza militar estable y resuelta con sus aliados más próximos, sobre todo con los países de habla inglesa de amplia expansión y poderío (Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con los que incluso debería buscar una integración nacional), puede que otros lo intenten, bien aliándose, bien si China da un "gran salto adelante" hacia la hegemonía. No se debe olvidar que una causa importante de la ruptura chino-soviética en los años cincuenta fue el interés chino en hacer uso de las armas nucleares recién adquiridas, ni que bajo Deng Xiaoping se intentó exportar tecnología nuclear a países conflictivos ya que una catástrofe de ese tipo habría reforzado el poderío de su país.
La situación mundial actual es la más peligrosa desde la época de la crisis de los misiles en Cuba, pero en lugar de hacer frente a las amenazas Obama adormece a la sociedad con soluciones que sólo multiplican los problemas: el acuerdo nuclear con Irán sólo llevará a que ese país tenga armas atómicas en poco tiempo, el restablecimiento de relaciones con Cuba sólo anima a la dictadura a sentirse legitimada y aun triunfadora, como se vio en la cumbre de Panamá, al tiempo que sencillamente ya se desiste de restaurar la democracia en los demás países del Alba.
Bueno, el apoyo a la "paz" en Colombia forma parte de la misma disposición y tiene el mismo resultado: los terroristas son triunfadores y los crímenes se multiplicarán, da lo mismo que estén en el gobierno, todos los comunistas en el poder han matado a quienes se les oponen. Es verdad que la parte principal del éxito terrorista es la disposición de los colombianos a rendirse y a aprovecharse de la alianza con los victimarios, pero todo eso no sería posible sin el refuerzo estadounidense.
(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de mayo de 2015.)
(Publicado en el blog País Bizarro el 7 de mayo de 2015.)