sábado, febrero 21, 2015

La oligarquía y el síndrome de Münchhausen por poderes


Pensando en ese mentiroso del siglo XVIII que dio lugar a una obra famosísima de literatura infantil, se llamó "Síndrome de Münchhausen" al trastorno psiquiátrico consistente en provocarse enfermedades o en fingirlas (obviamente cuando no corresponde a un fraude motivado por otro interés). Cuando quien sufre las enfermedades es otra persona se llamó "Síndrome de Münchhausen por poderes", y si bien es una entidad psiquiátrica discutida, se ha aceptado en juicios por maltrato y aun por asesinato de los propios hijos por parte de la persona que lo sufre.

Cuando uno se entera del optimismo que expresa Juan Manuel Santos por la liberación del soldado Becerra no puede por menos de acordarse de ese síndrome: lo que permite a los terroristas multiplicar sus crímenes es el hecho de que los colombianos se muestren dispuestos a premiarlos, y eso no ocurre tanto porque ese aserto sea difícil de entender sino porque las clientelas del crimen organizado son la casta hegemónica que domina la sociedad desde el siglo XVI.
Como todas las conductas perversas que no se corrigen, esa disposición empeora sin cesar: ya no es sólo que Santos promueva el asesinato de soldados y policías sino que lo justifica ("espérense que consigamos la paz y verán que ya no sucede más") y además lo olvida inmediatamente. ¿Qué van a importar los asesinatos de la última semana, después de la supuesta tregua, si se puede uno alegrar por la liberación de un secuestrado?

Es necesario que todo el mundo recuerde qué eran las FARC antes de que Santos llegara a la presidencia y a cuántos soldados y policías mataban: el canalla favorece los asesinatos para poder ofrecer el bálsamo de la paz. Pero la presión de la propaganda y la indolencia general (no es que se vean muchas protestas porque le pongan a una escuela "Manuel Cepeda Vargas") hacen que cualquiera crea otra cosa, tal como se olvidó la situación de Colombia en 2002 o las miles de atrocidades de las FARC y el ELN en los años noventa.

Y esa forma de actuar de Santos al promover el asesinato para obtener prestigio por remediarlo (los que sufren el síndrome de Münchhausen por poderes suelen anhelar que los reconozcan por salvar la vida de sus víctimas o por curarlas) no es nueva ni es invención suya: fue lo que hizo López Michelsen con el ELN, al que sería facilísimo aniquilar para el ejército, según señaló muchas veces el general Álvaro Valencia Tovar, fallecido este año que se va. ¿Por qué se permitió al núcleo de la banda persistir? Porque López esperaba negociar la paz con ellos. En esa época se ocultó convenientemente que el ELN surgió de las juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal, el partido de López Michelsen: él había ayudado a crear la banda y esperaba remediar el problema ayudándoles a persistir. La "paz" sin duda le generaba beneficios, tal como el engendro del 91 favoreció a las clientelas de la "izquierda".

Como los colombianos tienen una enorme dificultad para asimilar la ley, no hay nadie que entienda lo que está pasando en La Habana. Los criminales impunes dominarán totalmente al país porque no se les opone ninguna resistencia. Cada vez matarán más, cosa que he advertido en todos los cambios de año desde 2010 y que siempre se ha cumplido. Es lógico: sus aspiraciones tiránicas no tienen límites y no se van a contener premiando sus crímenes.

El genocidio se multiplicará y los colombianos, indolentes y serviles, buscarán salvar el pellejo haciéndose peones de los genocidas. Sencillamente, lo que ha ocurrido debería haber generado una denuncia por genocidio ante la CPI respaldada por millones de firmas. No la habrá porque los que no esperan lucrarse del genocidio creen que hacen mucho encomendándose al Gran Timonel, que apenas busca salvar su menguante cuota de poder y firmará la paz tal como hizo Álvaro Gómez en 1991.

(Publicado en el blog País Bizarro el 30 de diciembre de 2014.)