viernes, julio 26, 2013

La carta de Luis Carlos Restrepo


El doctor House habla con la madre de una niña de seis años que presentaba síntomas que hacían temer que padeciera epilepsia. Le explica que lo que ocurre es que la niña se "gratifica" tocándose. La mujer exclama "Eso es horrible" y House la mira con su habitual displicencia: "La epilepsia es horrible".

Me acordé de esa escena leyendo la carta que le envió el excomisionado de Paz Luis Carlos Restrepo a Uribe y a sus precandidatos. Parece algo pactado para obtener algún alivio en la persecución que sufre, lo cual nos puede parecer horrible, pero no lo es tanto como lo que dice en concreto, como los síntomas de una limitación y un extravío bastante peores que la traición.

En efecto, el hecho de que alguien se vea forzado a favorecer a los criminales gracias a la presión que éstos ejercen no debería llevarnos a culparlo. Recuerda poderosamente a las víctimas de los Procesos de Moscú o de la Inquisición, que tenían que autoinculparse para librarse de la tortura. La idea de exigir a los demás que sean mártires mientras nosotros vivimos tranquilos me parece una forma extrema de deshonestidad.

Y hay muchas razones que hacen pensar que tal componenda existe: suponiendo que todo eso correspondiera a su pensamiento, ¿qué necesidad tiene de favorecer a Santos, que evidentemente encarga la persecución y que necesita a toda costa legitimar su alianza con los terroristas? ¡Ya lo sé! El amor a la patria, que es lo que mueve a los políticos a prevaricar y enriquecerse y vivir rodeados de lujos que paga el erario. Es demasiado difícil de creer.

Con todo, ahí está la carta, y además de la posibilidad de que realmente crea lo que dice, queda el peligro de que alguien se lo tome en serio, por lo que, pese a lo extenso que se hace, la comentaré.
Es de público conocimiento que he sido obligado al exilio por la injusta persecución que se ha desatado en mi contra. He encontrado una Nación respetuosa del derecho de asilo que me ha brindado refugio, lo que me obliga, por respeto a su generosidad, a mantenerme alejado del debate político interno en nuestra patria. Pero un compromiso superior con la paz, me lleva a expresar algunas opiniones en torno al papel del Centro Democrático en relación con los diálogos que adelanta el Gobierno Nacional con las Farc en la ciudad de La Habana.
"Un compromiso superior con la paz" ya empieza esa idea de que la paz no es el fruto del triunfo del orden sobre el caos sino la componenda por la que se reconoce al agresor y se culpa a la víctima, todo en aras del confort de los gobernantes.
No obstante haber sido Director del Partido de la U y haber entregado en sus manos una colectividad fortalecida, no acompañé al Dr. Juan Manuel Santos ni a su fórmula vicepresidencial en las elecciones de 2010. Dije entonces, y lo sigo creyendo, que hubiese sido mejor para la democracia colombiana un triunfo del Dr. Antanas Mockus. Fui pionero en señalar al uribismo, a comienzos del 2011, que si bien ganaron las elecciones habían perdido el gobierno. Y me adelanté a los acontecimientos políticos al proponer a comienzos del 2012 un decálogo para retomar el rumbo, que no obstante las críticas que recibí, se ha venido cumpliendo punto a punto.
Tremenda ocurrencia lo de recomendar votar por Mockus como hicieron León Valencia, Sergio Otálora, Daniel Coronell y Héctor Abad Faciolince. Votar por Santos era la única alternativa ante la campaña de los poderes fácticos para deslegitimar los gobiernos de Uribe. Tal vez habría sido preferible votar por Arias y hacerlo elegir candidato del conservatismo, pero nunca hubo una actitud clara de Uribe y compañía al respecto, menos aún de Restrepo, mientras que cuando empezó la campaña de calumnias del AIS trataron de cargarle al hoy preso político la culpa para que no afectara la imagen del todavía (esperaban) reelegible Uribe. De hecho, Mockus se propone como asesor de las FARC con una desfachatez inverosímil, ya se puede imaginar cualquiera cómo habría sido su gobierno.
Celebro la conformación de una fuerza política como el Centro Democrático, para dar expresión a miles de ciudadanos que acompañaron al presidente Uribe durante sus dos mandatos y siguen atentos a sus directrices. Espero que se pueda pasar de un liderazgo personal a una estructura partidaria sólida y moderna, con democracia interna, capaz de animar el cambio en las costumbres políticas que tanto anhelan los colombianos.
¿Anhelan los colombianos que haya verdaderos partidos? No podría pensar en cinco personas que crean que debe haber un partido distinto y opuesto a los existentes. Pero de momento es retórica vulgar sin mayores implicaciones.
Por lo que conozco del expresidente Uribe y de los precandidatos presidenciales que hoy buscan la nominación por el Centro Democrático, son todos personas abiertas al diálogo, así invoquen la autoridad democrática para hacer respetar en el marco de la ley los derechos de los ciudadanos. Bajo la dirección del presidente Uribe hice enormes esfuerzos por desmontar los grupos de Autodefensas que ponían en peligro la legitimidad de nuestro Estado de Derecho, logrando el desarme y desmovilización de sus jefes y de la mayoría de sus estructuras. Con el ELN mantuve conversaciones en Cuba, quedando para la firma un proyecto de Acuerdo Base, que bien podría retomarse para reanudar un proceso de paz con ese grupo guerrillero.
Yo desconocía ese acuerdo con el ELN y obviamente el "proyecto de acuerdo base", la actitud de Restrepo es de reconocimiento a la banda criminal.
No obstante las críticas que Ustedes han formulado al gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y al diálogo con las Farc, sé que ninguno está apostándole a un futuro de guerra, ni es ajeno a la posibilidad de una salida concertada con quienes han tomado las armas en contra del Estado. Aclararía mucho el panorama político del país que los miembros del Centro Democrático anunciaran, de manera pública, que en caso de ganar la Presidencia en el 2014 darán continuidad al proceso de paz en marcha, haciendo los correctivos necesarios de acuerdo al mandato que reciban de los ciudadanos en las urnas. Igualmente, que estarían dispuestos a retomar un proceso de paz con el Eln, teniendo como insumo el proyecto de Acuerdo Base que quedó para su firma, pidiéndole a esa guerrilla un cese de acciones violentas como muestra de buena voluntad para avanzar en el camino de la reconciliación.
¿Un futuro de guerra? Ésa es la retórica de los propagandistas de las FARC, el atraco, según el cual la democracia debe ceder ante el poder del crimen organizado porque aplicar las leyes sería "un futuro de guerra". En ningún país ninguna democracia nunca ha desistido de sus leyes porque se negaría a sí misma, negaría el único principio por el que existe que es la legitimidad que le dan los ciudadanos al escoger a sus representantes. De hecho, Restrepo no miente respecto a que los precandidatos uribistas "no son ajenos" a la "salida concertada", tal como todos los policías en Colombia podrían no ser ajenos a los incentivos de una alianza con los ladrones, lo que pasa es que esa disposición es en la práctica un crimen.

La palabra reconciliación aplicada a lo que ocurre con el crimen organizado es totalmente legitimadora: ¿qué es reconciliación? ¿Hay una discordia entre los profesores de la Universidad Nacional y los niños de Nariño (a los que sus peones mandan con bombas que hacen estallar cuando están cerca de los policías) que se vaya a resolver con un apretón de manos? Quien llama "reconciliación" y "paz" al hecho de entregarle la billetera al atracador sólo puede ser otro atracador, y si este hombre no está cumpliendo un encargo de quienes lo persiguen es alguien que siempre ha obrado con un sesgo funesto: no necesariamente malintencionado pero en la práctica obrando como agente del atraco, como de hecho son muchos miles de colombianos acomodados (en los dos sentidos del término).
La dicotomía que enfrenta el país no es, como algunos pregonan, entre quienes quieren la paz y los que buscan la guerra. La historia colombiana de las últimas décadas ha sido un constante oscilar entre la guerra y la paz, y tal vez siga siendo así hasta consolidar un auténtico clima de convivencia. La diferencia tiene que ver más bien con la manera como se llevan los diálogos, como se combinan las acciones por la paz con el anhelo ciudadano por la seguridad, y con el alcance de los cambios que es necesario hacer para superar tantos años de violencia.
Los que quieren la paz son los mismos que buscan la guerra, ya que la gente de bien trabaja y anhela un país como los demás pero los comunistas ponen minas y matan soldados y policías y cobran esos hechos. Esa retórica de la guerra y la paz es la pura propaganda terrorista. ¿Quiénes buscan la guerra? La paz es fácil, los asesinos desisten de matar y las víctimas ven si los perdonan, toda otra opción que contemple reconocer algún premio por el crimen es parte del crimen. Lo de hacer cambios para superar tantos años de violencia es de nuevo completamente legitimador del terrorismo: los cambios que hay que hacer son en eficacia policial y militar y en condena enérgica de todos los cómplices del terrorismo. De nuevo se siente uno ante la peor propaganda terrorista.
Creo que es justo que el Centro Democrático exija a las Farc gestos de paz para continuar el proceso, como cesar la extorsión, el reclutamiento de menores y dejar de sembrar minas en los campos. Me parece oportuno que se abra un espacio a las víctimas de este grupo guerrillero, de la misma manera que lo han tenido las víctimas de agentes del Estado y de las Autodefensas, para que puedan ponerle voz a su dolor y decirnos hasta donde están dispuestas a perdonar, pues son ellas las únicas que pueden hacerlo. Y creo además, como claman intelectuales y sectores de izquierda, que se necesitan cambios estructurales para que la paz sea duradera.
La exigencia de gestos de paz es de hecho otro crimen: la autorización para matar siempre y cuando no extorsionen ni recluten niños ni siembren minas. De nuevo, la renuncia a la ley, que es la única causa de que los terroristas que empezaron como agentes soviéticos persistan. Los cambios estructurales que "claman" los intelectuales y sectores de izquierda son la principal causa de la pobreza y el atraso del país. "Izquierda" es un concepto escurridizo que en Hispanoamérica significa simplemente la representación de los grupos parasitarios tradicionales, sedientos de rentas estatales y congelación de la jerarquía tradicional, como en Cuba. Los cambios estructurales que introdujo la izquierda en la Constitución de 1991 hicieron aumentar la desigualdad más de nueve puntos del coeficiente de Gini entre ese año y 2002 porque sencillamente los terroristas favorecen ventajas inicuas para sus clientelas de empleados estatales y universitarios. Si este hombre no obra de mala fe podremos decir como Talleyrand ante el fusilamiento del príncipe de Borbón-Condé: "Peor que un crimen, un error". Peor que un canalla, un estúpido.
A diferencia de lo que dice el Dr. Humberto de la Calle, creo que son necesarios cambios en el modelo económico y en la doctrina militar, no para ser debatidos en la mesa de La Habana, pero sí para ser acordados entre los ciudadanos. Es necesario un cambio estructural que haga efectivos los derechos fundamentales a la vida, la nutrición, la salud, la vivienda, el trabajo y la educación, a tantos colombianos y colombianas que siguen viviendo en la marginalidad social. La solución de este problema no puede dejarse a los vaivenes del mercado. No podemos dejar que la miseria urbana y campesina sigan siendo caldo de cultivo para que nuestros jóvenes se vinculen a la ilegalidad.
En este párrafo está descrito exactamente el programa castrista: aquellos países en los que el Estado se ocupa de los derechos a la vivienda, el trabajo y la nutrición, son miserables y desnutridos mientras que los que los dejan a los vaivenes del mercado son ricos. De hecho, esos derechos fundamentales en Colombia son el pretexto para la dominación y exclusión de las mayorías: se invocan para obtener privilegios inicuos mediante tutela. Sirven para multiplicar el gasto público que permite toda clase de corruptelas y toda clase de ventajas para los funcionarios. Lo que existe con tan bellos derechos es lo que demuestra el índice Gini, una transferencia de recursos de los pobres hacia los ricos. De modo que con el programa de las FARC este hombre forma parte realmente del mismo bando.

Mención aparte merece la burda falacia de que la miseria y la marginación lleva a los jóvenes a la ilegalidad: siempre será más rentable atracar gente que trabajar, lo único que hacen distinto los países civilizados es que aplican las leyes. Lo que permite el éxito de las bandas terroristas no es la provisión de mano de obra sino la protección que reciben desde el Estado, en donde los terroristas de escritorio conspiran día tras día para cobrar las atrocidades en forma de negociación política.

Otra falacia repugnante es la de que no se discute en la mesa de La Habana sino entre los ciudadanos. Era lo que proponía Petro para hacer de intermediario entre el Estado y las FARC. Claro que muchas cosas se podrían discutir entre los ciudadanos pero ¿a qué viene mencionarlas en una carta sobre la negociación? A aceptar el atraco terrorista de forma indirecta. De nuevo, es el discurso de las FARC, que resultan legitimadas porque Colombia no es como Cuba.
Es necesario un cambio en las Fuerzas Armadas. Y decir sin temor que necesitamos un ejército más pequeño y profesional. Que necesitamos una policía más vinculada con la solución de los problemas cotidianos de los ciudadanos. Y una doctrina de seguridad humana, que incorpore los elementos de la seguridad democrática pero vaya más allá, entendiendo el control territorial como parte de una política social y cultural que pasa por una pronta e impecable aplicación de la justicia.
Mejor todavía, ningún ejército: de momento, para aplicar las leyes y enfrentar la amenaza terrorista hace falta un ejército más eficiente. ¿Qué relación tiene con la negociación de La Habana, que es el motivo de la carta? El párrafo siguiente lo explica:
Esos temas, como otros relacionados con el reordenamiento del Estado -incluido el avance hacia un Estado federal del que habla Francisco Santos-, pueden ser abordados de manera directa en un diálogo con los ciudadanos, que a través del voto popular deben dar el mandato para emprender las reformas necesarias. El gran Acuerdo de Paz se logra con los ciudadanos desarmados, y con dirigentes capaces de liderar los cambios que necesita el país, abriendo así los cauces a una paz duradera. Los acuerdos a los que se llegue con los grupos armados ilegales son accesorios a este pacto nacional, que debe pasar por una Asamblea Constituyente.
Ahora la Constituyente de las FARC de que hablaba Jaime Castro Ramírez. Desde hace casi una década insisto en este blog sobre la necesidad de una Constituyente, pero precisamente para abolir las infamias totalitarias de 1991 y no para premiar a las FARC. Restrepo no habla de la composición de esa Constituyente, pero todo el párrafo es totalmente legitimador de los terroristas, que resultan agentes de cambios necesarios y no lo que son exactamente, los garantes de un orden inicuo que se reafirma periódicamente con acuerdos de paz con los que escalan su poder y multiplican la desigualdad, el parasitismo y la dominación.

Una Asamblea Constituyente democrática exige la exclusión de quienes delinquen, por lo que quien la propone como complemento a una negociación de las leyes con criminales está en la práctica legitimando un proyecto de Santos, lo que hace pensar que efectivamente Restrepo cumple un encargo de sus perseguidores y no merece atención. El problema es que la indigencia intelectual de los uribistas hace que la respuesta a esta abierta legitimación de toda la infamia y en realidad de todos los crímenes terroristas no tenga casi ninguna respuesta.
Hoy, como en los años anteriores a 1991, las mezquindades políticas impiden ver la necesidad de una nueva Asamblea Constitucional. Unos, porque le tienen miedo a la presencia en este escenario de una fuerza encabezada por el expresidente Álvaro Uribe. Otros, porque consideran inmodificables las decisiones de la Constituyente de 1991, olvidando que las constituciones son pactos políticos que se renuevan en el tiempo. Habrá que pasar por encima de estas pequeñeces y asumir que esa constituyente debe contar con la participación de todos, que debe ser convocada sin exclusiones y llegar a ella sin armas ni privilegios especiales, expresando de la manera más abierta y transparente la voluntad popular.
¿De qué modo se llega sin armas si las FARC anuncian claramente que no van a desmovilizarse hasta que Colombia no sea el paraíso? A la hora de la verdad se aplicará en términos literales: palparán las ropas de los constituyentes para que no lleven armas a las sesiones. Pero aparte está la reivindicación de la Constitución de 1991, sobre la que el uribismo mantiene la habitual ambigüedad politiquera.
No podemos responder a nuestros opositores con la misma mezquindad con la que atacaron nuestros esfuerzos por desmovilizar a las autodefensas. Olvidémonos por un momento de sus discursos cargados de intolerancia. Alguien tiene que dar un paso adelante y creo que debemos ser nosotros. No nos dejemos encajonar en la maniquea división entre izquierda y derecha, cuando lo que quiere Colombia es un discurso incluyente y fraterno. Y cuando lo que caracteriza al Centro Democrático es superar esa dicotomía entre izquierda y derecha, para defender la democracia en torno a cinco ejes fundamentales: defensa de las libertades, seguridad con espíritu democrático, separación de poderes, transparencia, y políticas de equidad e inclusión social.
Los cinco ejes fundamentales son las habituales palabras bonitas para encubrir el premio de las masacres terroristas, de paso repitiendo una de las típicas falacias de la propaganda de las FARC y sus socios gubernamentales: que también se pactó con las AUC. ¿Cuáles fueron las leyes que se cambiaron para desmovilizar a esos asesinos? El término "incluyente" es la típica falacia de convertir al victimario en equivalente a la víctima, la renuncia total a la justicia, que es la disposición de los agentes del terrorismo que hoy guían la política del gobierno.
Para amigos y opositores debe quedar claro que nuestro norte ideológico es la defensa de una democracia con libertades, descartando para Colombia un modelo de democracia socialista con sesgos totalitarios, como los que se han puesto en marcha en otros países de la región. La defensa de la libre empresa y la iniciativa individual estará complementada con la más exigente responsabilidad social para los empresarios, pero no permitiremos que se nos imponga un discurso de lucha de clases, que en nombre de los oprimidos justifica un clima autoritario, proclive al odio y extraño a la fraternidad cristiana.
¿Y cómo es que "no dejaremos"? Tras el triunfo terrorista certificado por La Habana, con show incluido y puede que hasta Nobel de la Paz para el generoso demiurgo, las decenas de miles de millones de dólares que han acumulado los terroristas serán un poder irresistible en la sociedad. Lo son ya, muchísimos generales se han vuelto, como Restrepo, legitimadores del terrorismo, por no hablar de los jueces o los congresistas. El sentido de este párrafo es sólo ilusionar a los incautos. La negociación de Santos multiplicará los asesinatos y conducirá a una tiranía completa del comunismo porque una vez sometido el ejército la verdadera autoridad serán las FARC, y de nuevo, o este hombre es un estúpido o ya vencido cumple un encargo penoso para sus verdugos.
Colombia debe ser un país abierto al mundo, un especie de puerta de América del Sur donde los inversionistas encuentren seguridades para sus proyectos productivos, más no para aventuras especulativas. Pero ante todo, debe ser Colombia un país soberano, pacifista, con un Estado capaz de defender la dignidad de hasta el más desvalido de sus ciudadanos. Un país capaz de poner en marcha y sostener una política social que haga de su población un auténtico capital humano, que tome la fortaleza de nuestra tradición emprendedora como soporte de una democracia con libertades que ilumine el camino de América Latina.
Hoy mismo leí un artículo de Félix de Azúa sobre las necedades de los políticos españoles en el que se menciona la relación entre las aventuras especulativas y el capitalismo. Merece la pena prestar atención:
Me parece extraordinario que el jefe de un partido europeo con ambiciones de gobierno dijera que él era “un anticapitalista radical”. Al principio, cuando me lo comentaron, no podía creerlo. Luego lo comprobé en Internet, aunque no es el mejor lugar para adquirir seguridades. En efecto, al parecer Rubalcaba dijo ser un anticapitalista radical, como Kim Il Sung, pero luego matizó que se refería “al capitalismo especulativo”. Y eso acabó de hundirme en el desconcierto porque no creo yo que por el momento haya otro capitalismo que el especulativo. De modo que, o bien Rubalcaba no sabe lo que quiere decir la palabra “capitalismo”, o bien pertenece a una etapa arcaica del capitalismo, digamos que a la fisiocracia, y sigue creyendo que la riqueza son las fincas rústicas.
Lo de permitir las inversiones productivas pero no las aventuras especulativas también es perfectamente el programa de las FARC, en la práctica un control sobre la propiedad como el que existe en Cuba. El resto de la desiderata del penúltimo párrafo de la carta de Restrepo también lo podrían suscribir las FARC, y cualquiera. La propuesta importante, la de la constituyente incluyente y la promesa de continuar las negociaciones de La Habana, ya estaba en los párrafos anteriores.
Si logramos avanzar hacia esa meta seremos también capaces de superar la violencia, y de encontrar el camino que nos conduzca a la paz y al fortalecimiento de la democracia.
Otra vez la legitimación: la violencia no es el efecto de una agresión de unos criminales sino una culpa de toda la sociedad. La realidad es otra: el orden de esclavitud se mantiene gracias a las bandas asesinas, que a su vez se mantienen gracias a la disposición a premiar sus hazañas. El atraso, la miseria generalizada y la insignificancia en el mundo son el efecto de ese viejo orden en el que unos lo hacen todo y no tienen nada y otros lo tienen todo y no hacen nada. Es para defender esos privilegios que reparte el Estado para lo que existen las bandas criminales y es el despojo a las mayorías lo que buscan con su dominación. Ahora esa noble causa tiene un líder al que los uribistas no rechazan.

(Publicado en el blog País Bizarro el 1.º de mayo de 2013.)