sábado, junio 23, 2012

El marco moral para la paz


Avanza la negociación
El designio del presidente Santos de negociar las leyes con las FARC avanza prácticamente sin resistencia a pesar de ser opuesto a lo que la gente eligió. El déficit de civismo al que aludí en otra ocasión determina que no tenga respuesta ni oposición: los pocos descontentos están casi unánimente resueltos a convocar una Constituyente para cambiarlo todo y... ¡volver a elegir a Uribe! Otros consideran que no hay que desesperarse por ese juego de Santos, por ejemplo Alejandro Gaviria, que en un comentario en su blog asegura:
... pero las pasiones de la política me parecen algo absurdas: la gritería de unas barras enardecidas ante un partido cuyo resultado sabemos de antemano: 0-0.

Bueno, de momento van, ¡sólo en este año! más de ciento cincuenta personas asesinadas, cuestión que se resuelve con otra perla: ¡el poder de las FARC en el sur de Colombia es culpa de Uribe!

... En suma, los problemas de seguridad de Cauca y Nariño no son nuevos, vienen de tiempo de atrás, del gobierno anterior.
El error del presidente Santos no es la ruptura, es paradójicamente la continuidad, es no haberse dado cuenta, a pesar de su experiencia y sus muchos asesores, de que la Seguridad Democrática había fracasado rotundamente en el suroccidente colombiano.

De modo que está claro: para este decano el designio negociador no es la causa del fervor asesino de las FARC y preocuparse por la evidente multiplicación de los crímenes, no sólo en el suroccidente, es manía de idiotas cegados por el odio y ebrios de pasiones sin sentido.

Eso no es nada sorprendente si su propia universidad anda dedicada a revisar la opinión general sobre el Caguán. (Recomiendo al interesado estos videos en los que todos los participantes recomiendan recomenzar el proceso.)

Respecto a las causas de las recientes masacres en el sur de Colombia, otro comentarista de esa universidad, Román Ortiz, tiene una opinión diferente:

la intención de la dirigencia de las FARC es poner al gobierno en una posición imposible donde solo pueda perder políticamente. Por un lado, plantean una serie de exigencias para llevar a cabo la entrega de los cautivos. Por otra parte, incrementan la presión armada para hacer más costosa al gobierno cualquier concesión. Bajo tales circunstancias, si el ejecutivo escoge continuar con los contactos para facilitar la liberación de los secuestrados, automáticamente se expone a dar una imagen de debilidad. Por el contrario, si opta por endurecer su discurso, se enfrenta ser condenado por intransigente.
Queda la cuestión de quién condenará a Santos por intransigente. La intransigencia con el terrorismo es popular en Colombia, otra cosa son las cuentas de Santos, que busca comprar a todas las clientelas y aun encontrar respaldo y reconocimiento de Chávez y sus satélites, los parias que votaron en contra de la resolución de la ONU contra el genocida sirio.

Razones para negociar
Más interesante es lo que se aduce para legitimar la negociación. Por ejemplo, respecto a la decisión de "negociar en medio del conflicto" escribe en Twitter el expresidente Samper:

Si la condición para q se inicie un proceso d paz es q no haya hechos d guerra, no hay necesidad d buscar la paz porque ya estaría hecha
Tanta sensatez es casi previsible en el jefe político de Piedad Córdoba: no hay que ponerse demasiado exigentes para empezar a buscar la paz. Claro que también se podría recordar la historia de las negociaciones de paz, o mejor aún, el comienzo de la violencia. Sin ir más lejos, Samper tiene un hermano mayor que era uno de los principales impulsores del movimiento Firmes, que era la fachada legal del M-19 según los propios miembros de la organización terrorista. Es decir, ellos crean el problema y después lo resuelven. Al respecto se podrían decir muchas cosas, como el papel del clan familiar, emparentado desde el siglo XIX con los López, en la violencia, o la persistente tarea del Daniel Samper Pizano en impedir que se combata el tráfico de cocaína (sobre todo con ¡glifosfato!) o a las FARC.

Claro que en la época del M-19 y Firmes Ernesto Samper era el presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, pues así son ellos, uno representa a los pobres y el otro a los ricos. El propio Alfonso López Pumarejo era banquero antes que político demagogo.

La misma sensatez exhibe otro angelito de buen corazón y espíritu solidario, el ex alcalde Luis Eduardo Garzón, que con toda la modestia del mundo declara:

Si Santos no hace la paz, nos vemos en un millón de muertos
Hace falta ser muy necio para no ver clara la amenaza. ¿Qué es la paz? ¿Cuál es el interés de Garzón en la "paz"? ¿Habrá quien recuerde que desde el Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista encargaba a las FARC sus proezas? ¿Y que fue candidato presidencial primero, y a alcalde de Bogotá después, a nombre del Frente Social y Político, que era un nombre de fachada del mismo Partido Comunista y que terminó integrándose con el M-19 en el Polo Democrático?

Mejor sería recordar cómo hizo carrera Garzón para llegar a la presidencia de la CUT: como profesional del Partido Comunista en Barrancabermeja, dedicado a administrar el poder que habían alcanzado ahí las bandas asesinas.

No, mucho mejor será recordar los resultados de la "paz" en Colombia. ¿Cuántos colombianos han muerto desde que Belisario Betancur empezara a negociar con los terroristas? Es porque sencillamente lo que todos estos personajes llaman "paz" es la rendición de los ciudadanos, a los que ellos someten y despojan. A punta de negociaciones de paz destruyeron a varias generaciones de empresarios urbanos y rurales, víctimas de la exacción más brutal, que se hacía realidad con secuestros.

Lo que sin duda traerá muchísimos muertos serán las negociaciones de Santos, y este año ya se ha visto. Lo que ocurriría en un país normal se vio durante los gobiernos de Uribe, con reducciones drásticas de las tasas de homicidios y secuestros, por mucho que los defensores del gobierno de Santos, como Alejandro Gaviria y todos los demás, intenten ocultarlo. Sencillamente se trata de aplicar las leyes que rigen en todo el mundo, no de premiar los crímenes, que es lo que proponen los que han hecho carrera a punta de asesinatos y complicidad con ellos, como los oligarcas Samper y sus recogepelotas.

Otro que expone argumentos hermosos sobre la paz es el propio hermano mayor del presidente, compañero de fatigas del hermano mayor de Samper en los setenta. No hay que ser muy maliciosos para comprender que el fomento del asesinato y el secuestro sirvió a la carrera política de los hermanos menores. Más aún que con ese fin de perpetuarse en el poder real (que conservan desde los años treinta) esperan que se desista de aplicar las leyes y se premie a los terroristas, que en definitiva son sus empleados.

Todos contentos
A esos designios del gobierno no hay nada que se oponga. Los partidos "uribistas" son los primeros en entusiasmarse con proyectos que son lisa y llanamente el premio del crimen, y la respuesta del guía infalible es un penoso lloriqueo que no excluye las componendas más deprimentes (por ejemplo en Twitter):
Senador Roy Barreras se compromete a ayudar a resolver injusticias contra militares y rectifica a Edulfo Peña de El Tiempo
Es muy importante que se entienda que no se trata de castigar a los autores del montaje contra Plazas Vega ni a la Corte que lo encargó, sino de inventarse algún mico para conseguir que suelten a Plazas Vega. El senador con el que cabildea Uribe es casualmente el ponente del "Marco legal para la paz", del engendro leguleyo que permitirá a Santos repartirse el poder con los terroristas. Ahí encuentra otro pretexto: ¡se hará justicia con los militares injustamente encarcelados! En un audio que nadie debería dejar de oír el hombre aclara el proyecto y explica el designio de paz de Santos, que resistirá a las peores adversidades:

Entiendo la preocupación de algunas voces que piensan que con los actos terroristas hay que echar atrás esas iniciativas, pero no será el terrorismo cobarde de las FARC el que le dicte la agenda ni al gobierno ni al Congreso.
El hombre lo repite varias veces, es una idea prodigiosa: en contra de lo que la gente eligió, de lo que se prometió en la campaña, el gobierno se propone premiar las masacres. ¡Y no son los terroristas que las cometen quienes le dictarán la agenda! Es exactamente lo mismo de Samper, pero con el correspondiente tono bravucón. Los crímenes terminan haciéndose necesarios, y si no lo son, en todo caso el gobierno no se va a dejar dictar la agenda.

El señor Uribe no está en un bando opuesto al del senador Barreras, con el que hace componendas. Los uribistas son por una parte fanáticos que desearían un régimen como el de Pinochet y por la otra están dispuestos a perdonarle a su guía la complicidad con el santismo. ¿Es tan complicado entender que no son parte de la solución sino del problema?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 17 de febrero de 2012.)