domingo, mayo 13, 2012

La plata de los secuestros


Recientemente los grandes pensadores de la prensa colombiana descubrieron algo que hace mucho tiempo señalé, que el problema no es que las FARC hayan perdido sus ideales, sino exactamente lo contrario, que los conservan. Pero es un aspecto casi secundario hoy en día, porque la principal causa de que siga habiendo FARC es la promesa de Santos de premiar sus atrocidades, en aras de un papel en la historia que podría ser más vistoso aún que el de su tío abuelo y que el de Uribe, dado que podría ir acompañado de un Nobel. La organización terrorista está derrotada, pero los aportes de Chávez y el negocio de la cocaína hacen que se le dé respiración artificial, también en aras de complacer a la copiosa masa de pensadores con sueños de justicia social que producen a un ritmo asombroso las universidades.

No faltan quienes señalan que el comunismo podría haber ganado elecciones en Colombia de no ser por la guerrilla, cosa que resulta muy difícil tanto de creer como de dudar. ¿Quién sabe? Sólo la guerrilla permitió el control de las universidades y a partir de ahí de la función pública. A punta de persuasión el PCC no habría llegado muy lejos porque para la rapiña siempre habría infinidad de rivales. Fue la eficacísima intimidación lo que permitió a personajes como Luis Eduardo Garzón controlar el sindicalismo en Barrancabermeja y así hacer hegemónica a la Central Única de Trabajadores (en la que el actual vicepresidente también tenía su papel como parte del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista, la entidad que encargaba y dirigía los asesinatos y secuestros). Lo mismo ocurrió en infinidad de empresas públicas, y cualquiera que sepa algo de esos sindicatos podría confirmar la persistencia de las amenazas por parte de los representantes de la izquierda democrática a cualquiera que pudiera hacerles competencia.

Pero mucho más importante fue la adhesión de personas de los clanes de poder, que a fin de cuentas más que aliados o agentes obraron como grandes accionistas de la cruzada totalitaria, puede que incluso desde los años treinta, pasando por grandes proezas como el bogotazo o la violencia de las dos décadas siguientes. De tal modo, las organizaciones de fanáticos asesinos que recogen las vocaciones que prepara la universidad han pasado a ser sencillamente parte del statu quo, elementos necesarios cuya desaparición se impide a toda costa, como ocurrió con el ELN tras la Operación Anorí, cuando el entonces presidente López Michelsen impidió la aniquilación de la banda en aras de una negociación, según ha denunciado muchas veces el general Álvaro Valencia Tovar.

Es lo mismo que está haciendo Santos ahora con las FARC, con la complicidad de los expresidentes vivos, salvo Uribe (que por otro lado tampoco es que haga oposición): las amenaza con no premiarlas si no matan al ritmo que a él le conviene, bravuconada que sirve para informar a toda la población de que el gobierno está resuelto a "negociar". Tal como ocurrió cuando Pablo Escobar impuso a punta de carros bomba la Constitución que prohibía extraditarlo, la inmensa mayoría de los colombianos se mantienen indiferentes y sólo se oye el ruido de los interesados en que se premien los crímenes, de los pacifistas que para cualquier persona que no tenga disposición servil son obviamente quienes encargan y cobran los crímenes.

Si uno se detiene a pensar, resulta evidente que el fondo de todo es esa incuria absoluta, fruto sin duda de la tradición de oscurantismo que en Hispanoamérica dejó la Contrarreforma del siglo XVII y las prácticas inquisitoriales que la acompañaron. La posibilidad de disfrutar de la vida excluye cualquier oposición al poder o cualquier crítica. Por eso a muy poca gente la subleva que uno de los asesinos que organizaron con Pablo Escobar el asalto al Palacio de Justicia sea hoy el alcalde de la capital del país mientras que el oficial que impidió que destruyeran el régimen democrático está preso tras un montaje evidente.

Pero también por eso a nadie le importa que los miles de millones de dólares que se pagaron por varias decenas de miles de secuestros se hayan esfumado. Las guerrillas llegaron de la luna con unos ideales que perdieron para bajar de estrato y pensar sólo en delinquir, y ¿a quién se le va a ocurrir que los columnistas y líderes de ONG, que siempre han vivido rodeado de lujos sin que se pueda entender cómo los pagan, puedan haber estado prosperando gracias a su pacifismo y a su comprensión con "la insurgencia"?

En cualquier país civilizado habría muchísimas investigaciones periodísticas y judiciales para saber qué ocurrió con ese dinero. En Colombia no, en buena medida porque periodistas y jueces son dos de los principales gremios controlados por los mismos empresarios de la retención: más bien hay persecución judicial y de calumnias del Ministerio de la Verdad contra cualquiera que se interese por saber. Lo único que queda, y alguna vez habrá colombianos con el mínimo de dignidad para planteárselo, es la certeza de que muchos literatos y "científicos sociales", todos extrañamente "enamorados" de Uribe, vivieron rodeados de lujos, de fiesta en fiesta y de orgía en orgía, coleccionando ligueros y agotando botellas de whisky caro sin que se pueda saber cómo se pagaba tan agradable tren de vida.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 13 de diciembre de 2011.)