viernes, enero 27, 2012

Malentendidos uribistas


El protagonista
La política colombiana sigue girando alrededor del ex presidente Uribe Vélez, y el motivo de que eso sea así es la persistencia de la actividad de las organizaciones terroristas y su vastísima red de cómplices, ahora incentivados por la generosa solidaridad de la hermana república petrolera y promovidos por el propio gobierno, que espera formar una mayoría hegemónica con los diversos aliados de Chávez en Colombia y aceitar la maquinaria con los crecientes ingresos provenientes de la exportación de materias primas. Uribe fue hace diez años el candidato que expresaba el hastío de la mayoría de los colombianos con dichas bandas y durante su gobierno se hicieron grandes esfuerzos para combatirlas, con bastante éxito. Como gobernante, se encontró con la tarea de hacer frente a los principales factores de atraso del país, y también en este campo se puede asegurar que son mayores los logros que los yerros. Se consiguió un crecimiento económico próximo a la media de la región, pese a que los demás países no tenían que hacer el esfuerzo de guerra.

La persecución
El conjunto de los enemigos de Uribe basta para explicar por qué hay terrorismo: no son unos cuantos miles de malhechores perdidos en selvas y crueles laderas sino poderes formidables que intentan defender viejos privilegios. Por mucho que intenten ocultarlo, todos los antiuribistas son solidarios con la ex senadora Piedad Córdoba y con los propagandistas de las bandas criminales, como Alfredo Molano, León Valencia y varias decenas de columnistas de los grandes medios. Los atropellos judiciales (el último fue la absolución de Nicolás Castro) dejan ver el perfil de una tiranía claramente ligada a la industria del secuestro, por no hablar de las diversas mafias de la exportación de cocaína. El gobierno Santos consiguió reunir alrededor suyo a todos esos sectores, con lo que el país volvió a ser la narcodemocracia que denunciaba algún embajador estadounidense en los noventa. El viejo control de los sindicatos estatales por el Partido Comunista sirve hoy en día para explotar de forma obsesiva la vieja rutina totalitaria de los "cinco minutos de odio" en las escuelas, colegios y universidades. El Goldstein de turno es el ex presidente.

Los uribistas
La probabilidad de ser uribista aumenta a medida que se aleje uno de los círculos "intelectuales" bogotanos, de los cocteles y las relaciones personales con personas de alta alcurnia. La ideología que profesan los uribistas es una vaga mezcla de conservadurismo, defensa del capitalismo y nacionalismo. Lo característico es el rechazo de las guerrillas y de la "bigornia" que prospera haciendo presión para que se premien los crímenes, y la lealtad al líder. Como todos los demás sectores políticos colombianos, los uribistas se describen como demócratas, pero, como todos los demás sectores políticos colombianos, entienden por "democracia" lo que les resulta grato. Uno de los argumentos preferidos de los uribistas es que Uribe es un demócrata incuestionable porque acató la sentencia de la Corte Constitucional que prohibía un referendo para otra reelección, como si pudiera hacer otra cosa y como si el intento de abolir la legalidad (que es lo que se hace cuando se cambian las leyes cada vez que conviene) fuera excusable por el hecho de fracasar.

Reeleccionismo
El principal político de relieve que se caracterizó por defender públicamente la segunda reelección de Uribe fue Juan Manuel Santos. Alrededor suyo se agruparon los políticos y aspirantes a cargos públicos que defendían esa opción y que modificaron su actitud respecto de la negociación con los terroristas en cuanto lo hizo su jefe. Es decir, la inercia que llevaba a los congresistas y funcionarios a defender la continuidad de Uribe en el cargo tenía que ver con el afán de conservar sus puestos y no propiamente con la defensa de ninguna clase de valores, ni siquiera de lealtad con el nombre que usaron para hacerse elegir. Las innumerables infamias de la Comisión de Acusaciones y las alianzas con el poder judicial mafioso, por no hablar de la Ley de Víctimas y la que autoriza a negociar con las FARC, son respaldadas por los miembros de esos partidos "uribistas".

Los leales
Pero los ciudadanos que no aspiran a cargos públicos y rechazan a los terroristas se mantienen leales al ex presidente. Tal como hace diez años Uribe era el adalid del rechazo a las FARC y a la disposición de Pastrana a premiarlas, hoy en día sigue siendo para mucha gente el símbolo de grandes éxitos contra el terrorismo y de una actitud firme ante esas bandas. El problema de esa disposición, que sin duda hace justicia al ex presidente y que es doblemente justificada por la persecución de que es víctima y por la calaña de los perseguidores, es la extrema vaguedad de las convicciones de esos partidarios, más allá de su rechazo a las FARC, y la absoluta falta de visión crítica respecto a las actuaciones de su líder. Eso conduce a la triste paradoja de que muchos de esos leales se ilusionen con una Asamblea Constituyente que Uribe rechaza, y aun que crean que hay una ruptura con el actual presidente, que podría llevar a conformar una fuerza política distinta. La realidad es otra, recientemente, el político más próximo a Uribe, Óscar Iván Zuluaga, afirmaba que reelegiría a Santos.

Pinochet y Fujimori
Lo que define a los uribistas es sólo el rechazo al bando aliado de los terroristas, por lo que abundan las personas que equivalen a las que en Chile apoyaban a Pinochet y en el Perú a Fujimori. No es que Uribe se parezca a ellos, pero el estilo de muchos partidarios sí es similar. Por eso es agotador explicarles que la solución a todos los problemas no es una nueva presidencia de Uribe, ni que en las democracias suele haber partidos cohesionados por idearios claros y dados a representar intereses concretos. Muchos de los uribistas fueron en su día votantes de Mockus y partidarios de la antipolítica. Otros admiten que hace falta un partido cohesionado en torno a unos valores pero son sordos cuando el propio Uribe defiende la Unidad Nacional y se concibe como líder suprapartidista: cada uno es libre de interpretar al líder según sus propias inclinaciones, lo que no se puede hacer es criticarlo.

Limitaciones
La traición de Santos y casi todos los políticos "uribistas" la perciben los ciudadanos de esa corriente como una tragedia en la que el ex presidente y su sanedrín tienen poco que ver. Pura mala suerte. Pura perversidad de un desalmado capaz de arrastrar a los partidos uribistas a la negociación con las FARC y a la alianza con Chávez aun a pesar de las advertencias del ex presidente. Cualquier discrepancia de ese análisis es contestada con ira. Pero pese al admirable esfuerzo de esos ocho años, la verdad es que las cosas volvieron a estar como estaban, y en gran medida la causa de eso fue la propia incuria del ex presidente, que podría haber promovido un cambio constitucional, creado un partido coherente, dejado un heredero leal, controlado las instituciones educativas públicas... y no hizo nada de eso. ¿Qué proporción de las personas que salen de colegios o universidades públicos actualmente son enemigos fanatizados de Uribe? A juzgar por lo que sale en Twitter, son la inmensa mayoría. La administración de justicia siguió en manos de Asonal Judicial y la educación en manos de Fecode.

El futuro
Como tampoco se ha pensado en promover medios de prensa contrarios a la orientación de los que posee la oligarquía, la manipulación del público es sencillamente inevitable, a lo que se suma el control de la educación por el mismo bando. Eso favorece el plan de Santos de negociar con las FARC, a lo que se opondrá una minoría menguante en las redes sociales. Pese a lo que cree Fabio Echeverri Correa, la guerra contra Uribe la dirige Santos, a quien obedece la gran prensa, y la negociación con los terroristas empezó aun antes de la posesión, lo que explica la enorme satisfacción de Chávez. Es para presionar con los ejércitos de Unasur una rendición ante las FARC para lo que está en la secretaría de dicha organización María Emma Mejía, aliada de la banda criminal, y para lo que fue invitado a Colombia Baltasar Garzón. Por desgracia, pese a los sueños de los uribistas, eso prosperará: los partidos "uribistas" lo apoyarán y el propio ex presidente es incapaz de romper con ellos. La persecución judicial no tiene otra respuesta que el lloriqueo y uno que otro alegato o recurso, que sin duda motivará carcajadas entre las autoridades judiciales. El adoctrinamiento en las universidades es el mismo del último medio siglo...

Tres décadas
El fervor de una multitud que sigue a su líder y anhela su presidencia perpetua configura una corriente de opinión que seguirá teniendo influencia por mucho tiempo, pero será completamente ineficaz para contener el programa de Santos y los grandes poderes. De eso no se saldrá mientras no haya un partido de la libertad capaz de alcanzar cierta hegemonía, mientras no se cambie el poder judicial mafioso, mientras el marco legal legitime el asesinato como forma de hacer política y dé lugar a la tiranía de unos prevaricadores, mientras no haya una prensa veraz y seria, mientras no haya un esfuerzo serio de denunciar el adoctrinamiento en las escuelas y un esfuerzo intelectual por explicar la historia del país. Eso no ocurrirá de la noche a la mañana, no mientras toda la esperanza esté puesta en la vuelta al poder de Uribe o en la cohesión alrededor de su figura. Hoy por hoy el uribismo es un decorado de una situación que domina Santos con sus aliados chavistas, y aun un decorado que les conviene dadas las limitaciones ideológicas del uribismo (casi todos los uribistas de Twitter juran que las guerrillas perdieron sus ideales, que son puros bandidos narcotraficantes, por mucho que el mismo Uribe hable de guerrillas marxistas). Para que Colombia tome ese rumbo el uribismo es un estorbo, como el tratamiento de un médico que confunde el sarcoma de Kaposi con picaduras de mosquitos.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 14 de septiembre de 2011.)