viernes, diciembre 17, 2010

Enemigos de la desigualdad


De todos los trabajos relacionados con la música, el más cómodo es el de director de una orquesta, sólo hay que estar agitando el palito y hacer gestos nerviosos, y como uno ya conoce la música, no cuesta mucho. Eso sí, hay que saberse poner el frac, no vaya a ser que quede uno como Uribe, que motivó la vergüenza ajena de Felipe Zuleta.

Bueno, pienso en la dirección de orquesta y en el figurín, a veces un anciano, con su palito porque la gente que no sabe nada de música puede "razonar" como en el párrafo anterior: es lo que pasa cuando se relaciona lo que ocurre en Colombia con lo que se dice en Colombia. Parece que no hubiera relación y en realidad basta con saber un poco de la música de las ideologías para entender que las falacias y maquinaciones de los profesionales de la mentira son lo que mueve la orquesta de secuestradores y asesinos.

Pero uno dice "se dice", y no es sólo lo que se dice, sino más aún lo que se calla. ¿Alguien se acuerda todavía de Germán Restrepo, el sindicalista asesinado hace poco? ¿Cuánto ruido hizo la prensa con la supuesta persecución a los sindicalistas y cuánta indulgencia muestra con los asesinos de José Raquel Mercado o de Germán Restrepo? ¿Y los líderes negros de Urabá que incomodaban a Javier Giraldo? No existen, no son útiles para la "paz", o mejor dicho sí lo son pero precisamente porque desaparecen, tanto físicamente como de la prensa.

Las palabras, las ideas, las opiniones y juicios son la verdadera historia, los hechos son sólo como la sombra, como el sonido que crean los músicos de una orquesta siguiendo la partitura y las indicaciones del señor del palito, que es el que recrea la pieza. Pero lo que los colombianos leen y oyen, lo que publica la prensa y lo que enseñan las universidades, es sólo una ristra interminable de mentiras destinadas a favorecer los intereses de los criminales y a promover los crímenes.

Un crimen concreto, por suerte evitado a tiempo, es el proyecto de asesinar a un hijo del ex presidente Uribe por parte de un estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Ese joven sólo aplicaba lo que le enseñan en su centro, hacía realidad una exigencia tácita del rector y los profesores de dicha "institución". Nicolás Castro estaba a punto de convertirse en un asesino porque estaba condicionado por los líderes de su alma máter para ello.

Por ejemplo, el rector de dicho centro no vacilaba en acusar al gobierno colombiano de asesinar inocentes:
El rechazo a la cultura del atajo y al todo vale propuesto por Mockus traerá mayores niveles de bienestar que la política de más de lo mismo, que incluye asesinatos de inocentes [...].
La calumnia está vagamente disimulada, pero las aptitudes literarias del rector no son las de un Saramago: basta buscar en el diccionario "política" para entender que se está diciendo que el gobierno mandaba matar inocentes. Copio dos acepciones que corresponden:
11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.
12. f. Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.
Es decir, matar inocentes para presentarlos como bajas terroristas era una forma de obrar del gobierno, o bien la directriz que se aplicaba.

No hay ningún problema: si la gente en Colombia se olvida de los secuestrados y de las masacres, ¿qué importancia le va a dar a semejante fruslería? Nicolás Castro sí se la dio, y en comparación resulta inocente. Le habrá parecido que no merecen vivir quienes prosperan mandando matar inocentes.

Pero esperar que alguien se sorprenda de que un rector calumnie de forma tan despreciable es olvidarse de que se está en Colombia. ¿A alguien se le puede ocurrir que un rector debe distinguir entre "infringir" e "infligir"? Un rector es sólo un hampón con alguna destreza para la política (entendida como public relations).
Por otra parte, si las bajas infringidas a la guerrilla son pequeñas, la opinión y el Ejecutivo pueden cuestionar la efectividad de la guerra antisubversiva.
Nadie debe creer que es sólo cuestión de esa universidad. ¿Cuántos estudiantes o egresados de carreras como Derecho, Psicología, Ciencias Sociales, Artes, Literatura o Filosofía aseguran que la pobreza en Colombia aumentó durante los años de Uribe? Si yo pienso en los que he oído resulta que son TODOS, y el lector puede hacer la encuesta entre sus conocidos. La universidad no existe para corregir la superstición o el prejuicio, sino para inculcarlos.

Lo mismo se podría decir de la desigualdad, noción que hace pensar que el lenguaje de los colombianos ha llegado a ser como la jerga de unos criminales. ¿Qué es desigualdad? No se puede concebir otra que la diferencia entre pobres y ricos, tal como un raponero no puede concebir el verbo "desarrollarse" con otro sentido que el de "eyacular".

El uso de esa palabra en Colombia es una incesante y sonora algarabía de mentiras, disparates, manipulaciones, paradojas e indecencia. Voy a señalar lo más curioso:

1. Se fomenta la envidia de las personas ignorantes. ¿Por qué no rabiar también por las diferencias en talento y eficiencia? ¿O en belleza y simpatía? El acierto de quien prospera resulta un despojo a los demás, pese a que por lo general el trabajo enriquece a la comunidad tanto como al trabajador.

2. Todos los críticos de la desigualdad están en el lado agradable de la desigualdad, cosa que no importaría de no ser porque suelen ser personas que no producen nada sino que viven del erario, ellos sí despojando a los que pretenden proteger.

3. Se "vende" el sobreentendido de que a la gente le interesa la igualdad. Por ejemplo el que gana el salario mínimo no quiere que Bill Gates se gane un millón de mínimos, y preferiría no ganar dos mínimos con tal de que Bill Gates no triplicara sus ingresos (pues aumentaría la desigualdad).

4. Se "vende" como un acierto la fuga de la gente rica. Si Bill Gates decidiera instalarse en Colombia e invertir en el país toda su fortuna, la desigualdad aumentaría mucho. Mejor que invierta en otra parte.

5. Se cae en un grotesco fetichismo del dinero. Por ejemplo, en un país africano el 20 % más rico ingiere 3.000 calorías diarias y el 20 % más pobre ingiere 1.500 calorías diarias. La diferencia es sólo el doble. En EE UU alguien muy pobre consigue 500 dólares al mes y un potentado 500 millones de dólares al mes. Un millón de veces más. Claro, y si Bill Gates decidiera que fulanito debe desaparecer, su dinero no sería suficiente para conseguirlo, mientras que Fidel Castro, aun si fuera tan pobre como los demás cubanos, lo haría sin problemas.

6. Se falsean las causas de la desigualdad, como hace el citado rector en un ejercicio de cinismo y bajeza que en un país civilizado sólo podría uno encontrar en convictos muy perversos.

7. Se emplean los datos del índice Gini para sugerir que el leve aumento de la desigualdad durante el gobierno de Uribe es equivalente a un empobrecimiento de la gente pobre.

8. Sin el menor reparo, se usan falazmente esos mismos datos para condenar las políticas pro-empresa del gobierno anterior.

9. Se aprovecha un indicador secundario para imbuir ideología totalitaria y condenar la propiedad y la iniciativa privadas.

10. Se culpa al trabajo, que es un agente de corrección de la desigualdad, y se oculta que sería muy sencillo cobrar tributos al ingreso personal, como en Europa, que redujeran la ventaja de los ricos: eso afectaría los ingresos de los mejoradores del mundo, el vasto clero sicarial (muchos miles de justicieros y hasta empleados de la justicia tomaron parte en los secuestros) que despoja desde el Estado al resto de los colombianos.

El citado rector Isaza da un ejemplo fascinante de la desfachatez de que hacen gala los líderes universitarios colombianos:
“La inequidad, medida por el coeficiente de Gini, es mayor después del pago de impuestos que antes, debido a que los impuestos al consumo son superiores a los de la riqueza”. A esto agrega: “Se entregan subsidios generosos a aquellos grupos que están razonablemente bien, como jubilados de la clase media y funcionarios públicos, lo que ha traído como resultado que la desigualdad inicial de la región se reproduzca”.

En Colombia la situación es aún más inequitativa. Basta mencionar los subsidios a los ricos con programas como Agro Ingreso Seguro y las exenciones tributarias a los grandes inversionistas, mineros e industriales. El resultado ha sido un aumento del índice de Gini que llegó a 0,584 en 2008 y coloca a Colombia como el país más desigual de América Latina, superando a Brasil, que pudo mejorarlo a 0,54.
Las frases que aparecen entre comillas son de Francis Fukuyama, y corresponden exactamente a lo que señalé en el punto 10. El IVA es elevado pero no los impuestos al ingreso personal, y se subsidia a los jubilados de la clase media y a los empleados estatales, es decir, a la clase de gente que vive quejándose de la desigualdad.

Pero el texto que no está entre comillas es un añadido de Isaza, y permite ver hasta qué punto para ser rector de una universidad colombiana ni la ignorancia ni la mendacidad son obstáculos, sino más bien requisitos. Figúrense que el índice Gini mide esto:
This index measures the degree of inequality in the distribution of family income in a country.
¿Qué tienen que ver las exenciones tributarias a los grandes inversionistas con el ingreso de las familias? Muchos de esos inversionistas viven en otros países. Pero aun suponiendo que fueran colombianos, ¡las exenciones a la inversión no aumentan sino que reducen su ingreso inmediato! Quiere decir que si una empresa reinvierte una cantidad se ahorra impuestos a condición de no repartir ese dinero como dividendos de los inversores.

Claro que podría darse que al cabo de varios años el capital invertido fuera mayor y así también el reparto de dividendos. Eso no quiere decir que las exenciones aumenten la desigualdad porque precisamente contribuyen a crear puestos de trabajo que sacan a la gente de los deciles más bajos de la escala, ni que tal aumento no se pudiera corregir con tributos al ingreso, como los que tácitamente sugiere Fukuyama. Lo mismo se podría decir de Agro Ingreso Seguro, que por una parte ayudó a mucha gente pobre de las áreas rurales, y por otra ayudó a crear puestos de trabajo por parte de los favorecidos ricos que tuvieran explotaciones a las cuales mejorar con los subsidios.

Es tan ridículo el rector que usa a Fukuyama para vender su propaganda, que tiene el sentido contrario a lo que dice el profesor estadounidense. La relación de causalidad entre las exenciones y el aumento del índice Gini es una mentira tan despreciable como la de las políticas de matar inocentes.

Pero en Colombia nadie se inquieta: ¿qué se va a esperar del rector de una universidad sino que mienta y diga ridiculeces?

Entre los factores que están en la base del empeoramiento del índice Gini en Colombia en los últimos años destaca el aumento del precio de los alimentos en todo el mundo: la población extremadamente pobre cuenta con menos recursos para hacer frente a ese aumento pese a que sus ingresos sí mejoraron, así como su acceso a los demás bienes.

Otro factor, tal vez el más importante, es el contraste entre la regularidad del ingreso de los más ricos y las consecuencias de la crisis mundial: la mitad de los empleados estatales están en el 10 % más rico de la sociedad (la otra mitad son los soldados profesionales, los policías y las señoras que limpian las oficinas), y los gobiernos de Uribe aumentaron sus ingresos por encima de la inflación. Para la gente en situación de precariedad la crisis vino acompañada de reducciones en la inversión (a pesar de las exenciones) y en las ofertas de empleo.

Es decir, la desigualdad aumenta porque los enemigos de la desigualdad aseguran su ventaja. Pero no vacilan en culpar a aquello que podría corregirla. Y son los que enseñan y pontifican desde la prensa, y a nadie le inquieta.

Eso sí, todos se entusiasman con la educación y a ninguno se le ocurre que si a la gente se la forma para producir más harán falta menos empleados para un mismo fin, que es lo que critican en la inversión en bienes de equipo. Total, la gente en Colombia no se "educa" para producir sino para rentabilizar su inclusión entre los prósperos enemigos de la desigualdad gracias a alguna sinecura provista por la lucha.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 1º de septiembre de 2010.)