lunes, marzo 30, 2009

Las dos Españas

El próximo domingo se celebrarán elecciones generales en España, de las que saldrá el gobierno que dirigirá el país durante el próximo periodo, que podría durar hasta cuatro años. Previsiblemente, el gobierno estará formado por uno de los dos grandes partidos, el Socialista y el Popular. Las últimas encuestas publicadas daban cierta ventaja al primero, aunque los resultados definitivos dependerán más del reparto de escaños que de la votación: teóricamente es posible que un partido obtenga menos votos que otro y no obstante su representación sea mayor, dependiendo de la asignación a cada provincia de un número fijo de curules o escaños, que se repartirán entre las listas más votadas.

Acerca de las características del gobierno de Rodríguez Zapatero ya me extendí en otra ocasión. Esta vez quiero reseñar el significado de la contienda del próximo domingo.

Un vistazo a la historia

Tras su periodo de liderazgo mundial en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, España entró en un periodo de lento declive que se agravó a comienzos del siglo XIX con la invasión napoleónica y la consecuente independencia de la mayoría de las colonias americanas. Las regiones más afectadas fueron aquellas cuya economía dependía del comercio con América, es decir, las regiones occidentales de la península y las islas Canarias. Dos pequeñas regiones costeras y fronterizas con Francia destacaron por su pujanza industrial y adquirieron a lo largo del siglo cierto papel de liderazgo: Cataluña y las llamadas provincias vascongadas, Vizcaya y Guipúzcoa, y en menor medida Álava.

La resistencia al dominio de la metrópoli y la mayor proximidad espiritual y económica a la Europa burguesa dieron lugar al surgimiento de un gran descontento en esas regiones, el cual estalló tras la crisis con que terminó el imperio, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en 1898. A partir de entonces la monarquía parlamentaria existente encontró muchas dificultades para mantenerse. En 1931 se proclamó la Segunda República, un periodo de inestabilidad en el que los gobiernos conservadores tenían enormes dificultades para resistir el levantamiento de las masas socialistas y anarquistas, dispuestas a buscar la guerra civil para hacer la revolución. En octubre de 1934 hubo un levantamiento de mineros en Asturias, que fue reprimido por el gobierno. En 1936 llegó al poder una amplia coalición de izquierdas, respaldada por los nacionalistas catalanes y vascos, cuyas pretensiones de separarse de España iban en aumento. La situación de inestabilidad se acentuó, con el ascenso del minúsculo grupo Falange Española Tradicionalista y de las JONS y la radicalización de las derechas católicas y monárquicas. Tras el asesinato del líder de la derecha, Leopoldo Calvo Sotelo, los militares se levantaron y así comenzó la terrible guerra civil de que todos hemos oído hablar.

Tras casi cuarenta años de dictadura, en 1975 murió Franco y ascendió al mando el rey Juan Carlos I, el cual buscó una reforma que abriera la participación política a todos los partidos y condujera a la reconciliación. Todos los grandes partidos firmaron unos pactos y promovieron una constitución, aprobada en 1978, que durante casi treinta años tuvo un reconocimiento absolutamente mayoritario.

Una nueva situación

Todo esto es importante para explicar por qué este post alude a “dos Españas”. Desde hace más de veinticinco años en Cataluña y el País Vasco han gobernado partidos nacionalistas cuyo objetivo casi único ha sido mantener la confrontación con el gobierno central y buscar privilegios para los sectores arraigados y mayoritarios, que constituyen su base social (ambas regiones tuvieron grandes oleadas de migración de otras regiones). A pesar del innegable privilegio que han alcanzado ciertos sectores de ciudadanos de esas comunidades, la costumbre de protestar y reclamar nunca ha cesado (por ejemplo, un ciudadano español que habite en Cataluña no puede llevar a sus hijos a la escuela pública en castellano, pues sólo se da en catalán y eso a pesar de que al menos un tercio de la población se expresa en castellano). Los nacionalistas catalanes y vascos se han lanzado en los últimos años a la búsqueda de la independencia y de la creación de nuevos Estados de base étnica y ligados a España sólo por formalidades.

En esa tarea han contado con la colaboración del Partido Socialista, que pretende contar con las mayorías nacionalistas de esas comunidades para mantenerse perpetuamente en el poder y excluir al Partido Popular. La labor de ese partido durante el gobierno de Zapatero ha estado orientada siempre en esa dirección: negociación con ETA, reconocimiento de un nuevo estatuto para Cataluña, alianzas parlamentarias con los partidos independentistas, etcétera.

Es lo que decidirán los españoles el domingo, si aprueban ese conjunto de políticas, que no excluyen el reconocimiento a los viejos aliados de la izquierda latinoamericana, el antiamericanismo, el aumento incesante de la presión fiscal (lo cual permite mostrar un superávit de las cuentas públicas que resultaría difícil de entender en un país en el que un notable porcentaje de los anuncios televisivos lo son de propaganda gubernamental) y la continua confrontación con el partido de la oposición.

Ganar la guerra civil

Esa mayoría obtenida gracias a los apoyos nacionalistas, a la expansión estatal y a la recuperación de las costumbres caciquistas que caracterizaron a España en el siglo XIX aspira a arrinconar a la derecha con toda clase de presiones, como una ley de la Memoria Histórica que recuerda las investigaciones de Chávez sobre el asesinato de Bolívar. Se trata de buscar agraviados entre personas que ya se han olvidado de las atrocidades que pudieron sufrir (o cometer) sus abuelos hace setenta años, al tiempo que intentan crear la identificación del PP con el franquismo. Es muy interesante señalar algo que recuerda a Colombia: pese a surgir de una formación creada por un antiguo ministro de Franco, al PP se le pueden reprochar menos alianzas con enemigos de la democracia que al PSOE, partido que no sólo es el valedor de Castro en Europa, sino también de Hamás y otras organizaciones terroristas. Como dato curioso cabe recordar que el régimen cubano le entregó a Zapatero a unos rehenes, emulando a las FARC con Chávez.

Pese a su apariencia de yerno de ensueño, Zapatero es un político marrullero y con pretensiones totalitarias, cuyo estilo consiste en la continua descalificación y exclusión de quienes amenazan los puestos de sus compañeros de partido. Ese juego de buenos y malos, de no reconocer la condición de demócratas de los adversarios y de relacionarlos con un régimen no democrático es el mismo de Hugo Chávez, salvadas las distancias entre el pobre territorio petrolero del Caribe y la antigua potencia mundial. (Se dirá que lo mismo ocurre en Colombia con el PDA, pero al hacer la comparación se olvida que este partido espera que la sociedad premie los crímenes que cometen unos malhechores organizados por las mismas personas que crearon el PDA.)

Disidencia

El gobierno de Zapatero ha contado con el rechazo de toda la intelectualidad de gran nivel en España. Muchos de los antiguos comentaristas del periódico ligado al PSOE (El País) se han pasado a los grandes periódicos de la derecha, como ABC o El Mundo, al tiempo que entre los mismos militantes ha surgido una disidencia que sin compartir las inclinaciones confesionales de la mayoría del PP tampoco toleran la alianza del PSOE con los nacionalistas. Dirigidos por Rosa Díez, una antigua dirigente del PSOE en el País Vasco, y alentados por figuras intelectuales de la categoría de Fernando Savater, Mario Vargas Llosa o el izquierdista Antonio Elorza, han creado un nuevo partido, Unión, Progreso y Democracia, el cual aspira a atraer a los votantes descontentos con la línea sectaria del PSOE. Según las últimas encuestas esta nueva formación podría obtener al menos un diputado por Madrid.

Pese a que según esas encuestas el triunfo socialista es más probable, todavía quedan cinco días de campaña y reflexión y la ventaja del PSOE, sobre todo teniendo en cuenta la forma de repartirse los escaños, no les permite confiarse en una victoria segura. De lograrla, la situación española podría empeorar notablemente con el aumento de las exigencias de los separatistas catalanes y vascos y de la violencia contra los disidentes, violencia de la que han sido víctimas en los últimos meses decenas de figuras que discrepan del discurso unánime nacionalista-izquierdista, sobre todo en el País Vasco, Cataluña y Galicia, sobre todo en los ambientes universitarios.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 5 de marzo de 2008)