domingo, agosto 13, 2023

Petro no se va

 En Twitter a veces aparecen personas que se oponen a las manifestaciones y marchas porque las consideran inútiles, a veces porque quieren ostentar independencia y arguyen que los convocantes o los beneficiarios no son sus favoritos. Rechazo absolutamente ese punto de vista, cada persona que está en la calle diciendo No a Petro es un golpe al narcorrégimen. No quiero que se me incluya entre los escépticos.


Pero alguien debería saber qué hacer, porque a medio plazo pueden salir muchas marchas como en Venezuela en 2002 sin que se traduzcan en la salida del tirano. Para volver a ganar las elecciones, al franquiciado Petro le basta una efectiva campaña del ELN y una promesa de paz que pondría de nuevo a las mayorías a elegir entre la paz y la guerra. También las disidencias de las FARC, o los cocaleros, o la Guardia Indígena, o el Movimiento Estudiantil Revolucionario podrían ayudar a persuadir a la gente de la inconveniencia del guerrerismo.

Luego, el político que quiera sacar a Petro y restaurar la legalidad tiene que proponer acciones concretas ahora y convocar a todos los demás sectores descontentos. Una advertencia de los expresidentes a los países democráticos y a las instituciones internacionales sobre la presencia del crimen organizado en el gobierno podría tener más efectos reales que las manifestaciones, y darles un sentido.

Es un ejemplo, también podrían presentarse propuestas de destitución de Petro según los trámites convencionales y un esfuerzo combinado para ganar todas las alcaldías y gobernaciones que sea posible. Pero en esa oración falta el sujeto, ¿quién forma parte de esa alianza? ¿Cuáles son los candidatos? A veces da la impresión de que los políticos que critican a Petro sólo esperan pescar en río revuelto en las movilizaciones de descontentos. Es decir, que no tienen un propósito firme de derribar a Petro.

Parece que tumbar a Petro sólo interesa a algunos espontáneos de las redes sociales, pero hace falta mucha más concentración, ambición, inversión y determinación para mostrar a todo el mundo la corrupción del petrismo, de modo que los medios en Europa y Estados Unidos dejen de presentarlo como otro José Mújica y empiecen a tener reservas los más entusiastas y a denunciarlo los hostiles, también permitiría mostrar qué es la paz de Santos y qué son las guerrillas comunistas.

Para que Petro caiga haría falta ese liderazgo unificado, y un programa político y propuestas de referendos. Aprovechar la indignación actual tal como el hampa aprovechó la de la reforma tributaria de Carrasquilla para justificar la insurrección de la delincuencia (entre los indignados había muchísimos tuiteros uribistas, que no habían dicho nada cuando se acordaron los gastos en educación que dieron lugar a esa reforma).

Los rasgos y los fines de los políticos opositores que tienen algún respaldo son muy diversos, pero los que no quieran unirse para deslegitimar a Petro y exigir su dimisión simplemente quedan en el bando de Petro, y acaso eso no les convenga porque perderían apoyos.

En fin, ojalá alguien se lo planteara. Pero en la conciencia de quien lee esto debería estar claro que pensar sólo en tumbar a Petro es insuficiente. ¿Cómo quiere usted que sea Colombia en 2050? El hemisferio occidental oscila entre países de ciudadanos libres e iguales, como las democracias de Europa y Norteamérica, y Estados Sociales de Derecho, como las repúblicas iberoaméricanas, y el motivo por el que Petro no se va es porque en Colombia hay más partidarios del Estado Social de Derecho que de la república liberal.

Una república liberal está formada por ciudadanos libres e iguales, los ciudadanos del Estado Social de Derecho no son libres ni iguales porque los recursos y el poder están en manos de los funcionarios y de los políticos. Esa expresión, «Estado Social de Derecho» fue el eufemismo que encontraron para referirse al socialismo y su pretexto es la «redistribución» de la riqueza, que simplemente consiste en despojar a la gente del fruto de su trabajo para pagarles privilegios a los que sostienen el régimen.

La república liberal es el mundo de la competencia, el socialismo es el mundo de la jerarquía. El socialismo es hegemónico en Colombia por la tradición de servilismo y exclusión del país. Una monstruosidad como la supresión de los derechos de los indios, que tras la Constitución de 1991 pasaron a tener una legislación aparte, no molestó a nadie en las ciudades.

El Estado Social de Derecho tiene apoyo mayoritario porque sólo es un nombre del viejo orden, sólo que los descendientes de las castas parasitarias de antes (peninsulares, criollos, clero, políticos…), siguen otras modas y se ponen otros adornos. Se organizaron y lucharon en las universidades y ahora poseen el país. Son joviales y pacifistas y se regalan con la buena conciencia de haber deseado la justicia social.

La idea de que el socialismo va a proteger a los «desposeídos» y a corregir la desigualdad sólo la pueden sostener hoy en día personas muy deshonestas. Todo el mundo sabe que los afiliados a la CUT ganan decenas de veces lo que la gente que trabaja duro y se pensionan jovencísimos. No tiene sentido discutir sobre esa supuesta «justicia social» porque es claramente una mentira. Pero incluso en la persona pobre que sueña con esa justicia hay mala fe, porque lo único que puede darle el Estado es lo que les quita a otros. El «idealista» de «izquierdas» sólo es alguien que quiere ser funcionario o beneficiario de subvenciones.

Pero debo insistir en que la ideología socialista es hegemónica en Colombia. Es frecuente encontrar personas muy razonables y muy capaces de comprender lo que son las guerrillas comunistas y la paz con ellas que al cabo resultan partidarias de la acción de tutela o del gasto público actual.

El Estado Social de Derecho es el rumbo de Venezuela, baste ver cómo está Argentina, miserable y en manos de la misma banda. Pero ese modelo, que no es una fuerza revolucionaria sino reaccionaria, representa los valores e intereses de la sociedad antigua, y no hay una rebelión contra esos valores.

¿Cómo quiere el lector que sea Colombia en 2050? Petro no se va porque nadie tiene un propósito claro al respecto, la gente está ocupada con su destino individual y sólo piensa en sus emociones o en sus valores, para tumbar a Petro hay que saber a dónde se quiere llegar y nadie piensa en eso.

Cuando el procurador destituyó a Petro de su cargo de alcalde de Bogotá, los empleados del Distrito se dedicaron a tuitear #PetroNoSeVa. Pronto el Tribunal Superior de Bogotá decidió que siguiera. El poder de la casta jerárquica prima sobre el de los representantes populares.

El poder de ese tribunal deriva de la Constitución de 1991, cuya asamblea fue aprobada por menos del 20 % de los ciudadanos en medio de una orgía de terror. Esa constitución prohibió la extradición para proteger a los jefes de los grandes carteles de la droga —que la habían encargado en alianza con los que previamente habían asesinado a los verdaderos juristas para abrirles camino a sus compañeros militantes de «izquierda»— y fue «coronada» tras su firma con el asesinato de Enrique Low Murtra.

¿Por qué no hay un consenso entre los colombianos sobre la necesidad de convocar una constituyente verdaderamente representativa, libre y basada en el reconocimiento de las instituciones legítimas? Pues porque a los que opinan en las redes sociales o leen los periódicos les conviene ese orden viejo, es de donde vienen y a donde quieren llegar. Por eso los comunistas suelen ser simplemente los de rango social más alto.

La clase de ser humano opuesta existe en Colombia, pero es minoritaria y débil, puede que incluso en Antioquia. Y tiene que hacerse consciente de su misión y tomar partido claramente por los valores liberales, debe oponerse a que los indios sean ciudadanos sin derechos en los bantustanes del narcocomunismo y a que los criminales oligarcas y terroristas llamen paz al atraco que cometen.

Y una «masa crítica» de personas con esos valores es necesaria para que avance un liderazgo capaz de atraer a todos los sectores con un propósito claro. En Argentina gana protagonismo Javier Milei con un programa para la prosperidad y el imperio de la ley, y en Colombia falta una corriente similar porque de otro modo, pese a las evidencias de corrupción e indignidad, Petro no se va.

(Publicado en el portal IFM el 25 de junio de 2023.)