Desde hace mucho tiempo me fascina encontrar citada incluso por gente muy solvente una frase que se atribuye a Thomas Mann. "La tolerancia es un crimen cuando aquello que se tolera es el mal". Incluso es el lema de la bio de Twitter del famosísimo actor James Woods, cuyo coeficiente intelectual ¡de 180! no le alcanza para prestar atención a lo que cita.
Una vez me puse a buscarla porque es una idea rara, tramposa. En alguna parte leí que la idea de tolerancia suponía la aceptación de una porción de mal, por lo que no me parecía muy de Mann. Y descubrí que la frase en cuestión la dice un personaje de La montaña mágica, Ludovico Settembrini, que no es precisamente el vocero de las opiniones de Mann sino alguien en quien el escritor deposita las ideas del liberalismo decimonónico que de algún modo cuestiona y cita con ironía.
Pero si se lee el fragmento la cosa pasa de castaño a oscuro. La ironía resulta particularmente maliciosa y el despropósito de la cita en extremo chocante. (El contexto amplio de la discusión es mucho más interesante, pero también más complicado. Ver páginas 346-348.)
Settembrini es masón y el protagonista de la novela, Hans Castorp, un joven ingeniero alemán, le pregunta:
Pero si se lee el fragmento la cosa pasa de castaño a oscuro. La ironía resulta particularmente maliciosa y el despropósito de la cita en extremo chocante. (El contexto amplio de la discusión es mucho más interesante, pero también más complicado. Ver páginas 346-348.)
Settembrini es masón y el protagonista de la novela, Hans Castorp, un joven ingeniero alemán, le pregunta:
-Perdone, plantearé la pregunta de otro modo, bajo una forma más general y más sencilla: ¿Creen ustedes en Dios?
-Le contestaré: ¿Por qué me hace usted esa pregunta?
-No he querido ahora tentarle, pero hay una historia bíblica en la que alguien tienta al Señor presentándole una moneda romana, y recibe la contestación de que hay que dar al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Me parece que esta manera de distinguir nos da la diferencia entre la política y la no política. Si hay un Dios se debe poder hacer esa diferencia. ¿Creen los francmasones en Dios?
-Me he comprometido a contestarle. Usted habla de una unidad que se hacen esfuerzos para crear, pero que, con gran sentimiento de los lectores de buena voluntad, no existe. Si un día se realiza, y repito que se trabaja con una aplicación silenciosa para esa obra, su confesión religiosa será, sin duda alguna, una sola y estará concebida en los siguientes términos. Ecrasez l'infame!
-¿De un modo obligatorio? ¡Pero eso sería la intolerancia!
-Dudo que usted sea capaz de discutir el problema de la tolerancia, ingeniero. Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal.
-¿Dios es, por lo tanto, el mal?
-El mal es la metafísica. Sólo sirve para adormecer la actividad que debemos consagrar a la construcción del templo de la sociedad. De esta manera, el Gran Oriente de Francia ha dado, desde hace mucho tiempo, el ejemplo, borrando el nombre de Dios de todos sus actos. Nosotros, los italianos, hemos seguido el ejemplo...
Ecrasez l'infame! "Aplastad a la infame" es la conocida frase de Voltaire contra la Iglesia católica, con lo que la frase no sólo no es de Thomas Mann sino que en el contexto quiere decir algo muy diferente que lo que pretenden decir quienes la citan. El mal que según Settembrini no se debe tolerar es Dios, o la Iglesia.
Ese afán de buscarle límites a la tolerancia parece una obsesión de los conservadores pero en definitiva es una concesión a la corrección política. ¿Por qué no va uno a ser definitivamente intolerante con aquello que no aprueba? ¿Por qué se acepta que haya opiniones prohibidas por la nueva Inquisición? Ahora por todas partes encuentra uno alusiones a la "transfobia" y a la "bifobia" (pronto se inventarán otras) e incluso en España un juez aceptó a trámite una denuncia por "incitación al odio" contra un grupo que pintó en un autobús la leyenda “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo",
Los que llevan camisetas del Che Guevara amenazan abiertamente a los odiadores (ningún "homófobo" actual sería tan brutal en eso como el líder comunista argentino) y todos ceden, todos tratan de incluirse entre los tolerantes y sólo ponerle algún límite (como con esa cita absurda de Mann). ¿Por qué no rabiar contra la "transfobifobia"? ¿Por qué resulta tan "normal" que el monstruo no es el que se cambia de sexo sino el que no lo aprueba?
De eso se trata la tolerancia: de la porción de mal que aceptamos, de la disposición del católico a convivir en la misma ciudad con el transexual sin que tenga que aprobarlo. Los inquisidores rabiosos, los mismos que todavía persiguen a los homosexuales o a los consumidores de drogas en Cuba, encontraron en la tolerancia forzosa un nuevo pretexto para oprimir. Y podrían usar la cita de Settembrini con un sentido propio: concibiendo el mal como Dios y como la Iglesia, que son los enemigos que intentan aplastar para implantar la tiranía burocrática.
(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de marzo de 2017.)
Ese afán de buscarle límites a la tolerancia parece una obsesión de los conservadores pero en definitiva es una concesión a la corrección política. ¿Por qué no va uno a ser definitivamente intolerante con aquello que no aprueba? ¿Por qué se acepta que haya opiniones prohibidas por la nueva Inquisición? Ahora por todas partes encuentra uno alusiones a la "transfobia" y a la "bifobia" (pronto se inventarán otras) e incluso en España un juez aceptó a trámite una denuncia por "incitación al odio" contra un grupo que pintó en un autobús la leyenda “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo",
Los que llevan camisetas del Che Guevara amenazan abiertamente a los odiadores (ningún "homófobo" actual sería tan brutal en eso como el líder comunista argentino) y todos ceden, todos tratan de incluirse entre los tolerantes y sólo ponerle algún límite (como con esa cita absurda de Mann). ¿Por qué no rabiar contra la "transfobifobia"? ¿Por qué resulta tan "normal" que el monstruo no es el que se cambia de sexo sino el que no lo aprueba?
De eso se trata la tolerancia: de la porción de mal que aceptamos, de la disposición del católico a convivir en la misma ciudad con el transexual sin que tenga que aprobarlo. Los inquisidores rabiosos, los mismos que todavía persiguen a los homosexuales o a los consumidores de drogas en Cuba, encontraron en la tolerancia forzosa un nuevo pretexto para oprimir. Y podrían usar la cita de Settembrini con un sentido propio: concibiendo el mal como Dios y como la Iglesia, que son los enemigos que intentan aplastar para implantar la tiranía burocrática.
(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de marzo de 2017.)