jueves, marzo 27, 2014

Palos en la rueda de la paz


La paz es un crimen colectivo
Siempre hay que advertir que las palabras aquí quieren decir algo fijo y no se mueven cada vez que interese interpretar otra cosa. Debido a la mala fe típica de los colombianos, las cosas significan a la vez una cosa y su opuesto. Lo que en el contexto de la política colombiana de este siglo se llama "paz" merece ser descrito con precisión, y de ninguna manera corresponde a lo que señala el diccionario. 

"Paz" es el nombre de la componenda de los gobiernos con los grupos guerrilleros para premiar sus atrocidades y compartir el poder político con ellos. En el caso del gobierno Santos, se busca además lavar las fortunas fabulosas del secuestro y la cocaína y convertir a las FARC en base de fuerza de la casta de Santos y los pseudopartidos en que se sostiene, que aspiran a perpetuarse en el poder, aunque sea en un régimen abiertamente criminal.

Esa paz es un crimen colectivo y en últimas consiste simplemente en la renuncia a la justicia y la traición a las víctimas, a las que se pisotea para sacar partido de la alianza con los asesinos. Ya no se trata simplemente de que el policía sea un socio del ladrón, sino de que el conjunto de la sociedad lo aplaude y busca sacar partido de esa actitud.

Esa ligereza moral de la inmensa mayoría de los colombianos dice mucho del país y deja ver que a fin de cuentas los asesinos parten de que si consiguen suficientes recursos podrán comprar públicamente a los jueces y periodistas, por no hablar de los políticos, sin que nadie se plantee oponerse. De hecho, en las próximas elecciones legislativas puede que un tercio o más de los miembros de las corporaciones públicas sean personas ligadas al Partido Comunista y a las bandas criminales que le obedecen, incluso muchos autores de asesinatos y secuestros.

La actitud de Uribe y sus seguidores al respecto casi resume la situación: no les interesa la justicia sino los votos que les dan acceso a los puestos, y dado que el poder de la propaganda ha creado una mayoría envilecida que se alía con los criminales, se suman a esa mayoría proponiendo "mejoras" a la manguala criminal. En el aserto "paz sin impunidad", como he explicado muchas veces, el componente "paz" corresponde a la descripción de los párrafos anteriores. Cuando Uribe dice que "no serán obstáculo para la paz", de nuevo "paz" es el ascenso manifiesto de los terroristas.

De tal modo, en el contexto colombiano, el éxito de Santos es rotundo y su reelección es casi segura, no porque su rival sea feo o no encuentre apoyo en los medios, sino porque la gente no entiende qué es lo que proponen: resultan tan indistinguibles de Santos que en las encuestas aparecen porcentajes altísimos que anuncian que votarán en blanco.

Claro que sería difícil contrariar a la mayoría bombardeada con propaganda y convencerla de que ellos en particular no han matado y ni siquiera odiado a los terroristas, ni tampoco tienen ningún derecho a hablar por las víctimas, por lo que su afán de "reconciliación" es exactamente la misma actitud de esa mayoría de alemanes que se acomodaron a la situación en que una parte de sus conciudadanos desaparecían y eran despojados de todos sus bienes, en beneficio relativo de todos los demás. Pero cada día se demuestra que complacer a esa mayoría y tolerar el ascenso de los criminales no le da ningún resultado al uribismo: no podrá triunfar y tampoco será una oposición verdadera a la "paz" porque ahora mismo no lo es.

El poder de la vergüenza
Benjamin Franklin fue el primer embajador de la república norteamericana en Francia, y se cuenta que cuando un joven le aseguró que los objetivos de la declaración de independencia no tenían ningún respaldo real, le contestó: "Se equivoca, señor, detrás de la Declaración hay un inestimable y perenne poder: el poder de la vergüenza".

La infame componenda de Santos no encuentra ninguna resistencia en Colombia ni en la prensa "progresista" del resto del mundo, pero llega un momento en el que no se puede tapar con propaganda ni puede contar con la indiferencia de todo el mundo. Se empiezan a alzar voces que advierten sobre el precio de la "paz", un ejemplo fue la fiscal de la CPI; otro, lo que explica esta noticia.

A eso aludía Benjamin Franklin: por dispuestos que estén los demócratas de Obama a aliarse con los terroristas, no podrán imponerse sobre la conciencia de la gente, que tendrá toda clase de pruebas de lo que son esos aliados. Si no puede haber amnistías la farsa que tendrá que hacer la manguala criminal para castigar a algunos peones será una atrocidad peor que la impunidad de Sigifredo López: sin la menor duda, también la respaldarán los uribistas, pero no las mayorías del Congreso y el Senado estadounidenses.

En ese primer palo en la rueda de la paz se anuncia una veeduría que sencillamente hará imposible la "paz" porque las aspiraciones de los terroristas y sus clientelas van mucho más lejos, por no hablar de que hasta ahora la "buena voluntad" de Santos les ha permitido multiplicar sus negocios y sus crímenes, lo cual se agravará después.

Lástima que las nuevas víctimas de esos asesinos no sean sólo los que les ayudan con su indiferencia y con su ligereza moral. La mayoría de los colombianos pagarán muy caro eso que hacen o dejan de hacer ahora, pero ¿no es todo lo que ha pasado en los últimos treinta años el precio de la "paz" de Betancur y Gaviria? La propaganda los mantendrá cegados como hasta ahora.




El futuro de los regímenes bolivarianos
Otro problema de la paz de Santos, es decir, de la instauración de una tiranía oligárquica fundada en retórica y terror comunistas, es la inestabilidad venezolana, que podría contagiarse a Cuba. Sin ese respaldo internacional, la amenaza de las FARC sería mucho menos significativa y la paz perdería atractivo, toda vez que a fin de cuentas la gente no ha contado con que sufrirá el terror y la humillación en un grado muchísimo mayor que en Venezuela. Una cosa es que la mayoría de los colombianos quieran hacerse aliados de los asesinos, otra que quieran más asesinatos. La implantación de las FARC y la destrucción del ejército tendrán un precio traumático y multiplicarán el derramamiento de sangre, que será mucho mayor que hasta ahora.

¿Perdurará la tiranía venezolana? Lo que es seguro es que su economía colapsará, lo que dará lugar a mucha más violencia y a mucha más emigración. Y de nuevo dependerá de la disposición estadounidense, china, iraní, etc. Tal como se explica en El plan maestro, el libro de Omar Bula, el resultado final del ascenso de las FARC y el chavismo es la conversión de Sudamérica en una potencia nuclear hostil a Estados Unidos. ¿Seguirá permitiendo Obama ese avance?

La "paz" se seguirá complicando y los acuerdos a que llegarán en La Habana serán muy difíciles de digerir por los colombianos. Sólo a punta de terror y caos, de muchos más crímenes que los que se han visto hasta ahora, conseguirá Santos imponerla. Y el rumbo del mundo de todos modos no parece ser el que complace a las FARC.

La CPI y el genocidio
Más interesante todavía es esta noticia: hace falta que la CPI rechace la demanda de las víctimas de ETA. Si no lo hace, las FARC tendrán que hacer frente a un proceso conjunto por genocidio, del que no podrán librarse ni contar con los canallas a los que compran fácilmente en Colombia ni con la cómica oposición complaciente del uribismo.

Hasta ahora la vendetta de los Castaño Gil contra el Partido Comunista es lo que se presenta como genocidio. Habrá que ver si para la justicia internacional las actividades de las FARC se remedian con el abrazo de "reconciliación" que los colombianos pretenden darles.

Creo que sólo se podrían librar si la corte admitiera que los colombianos no forman parte de la humanidad y por tanto no cabría el genocidio. Pero eso es algo muy difícil de demostrar.

(Publicado en el blog País Bizarro el 19 de febrero de 2014.)