miércoles, septiembre 26, 2012

Los productores de odio no quieren la paz para Colombia


Las reacciones del gobierno al monstruoso atentado terrorista cometido contra Fernando Londoño dejan ver su catadura: Santos lo aprovechó para sembrar sospechas sobre una supuesta extrema derecha que nadie conoce como autora de actos violentos durante su gobierno pero que se parece de manera preocupante a quienes le reprochan el cambio que se detecta entre sus palabras como candidato y sus obras como presidente. Siendo esto una infamia, es aún más grave que el ministro de Justicia saliera a aclarar que "El marco constitucional no se vería afectado ni por ese ni por ningún otro episodio. De ninguna manera, porque estos episodios son hechos coyunturales, específicos, no por ello menos graves", declaración que es una invitación clara a las FARC para que sigan obrando en esa dirección. (El resto de la respuesta "Estos hechos afectan el ambiente, las posibilidades de un proceso de paz, por supuesto. Pero no ahora, el ambiente de la discusión del marco jurídico" hace pensar que esperan un ambiente tranquilo cuando hagan públicas las negociaciones que adelantan: cuando el terror, del que faltan bastantes episodios, haya hecho mella en la ciudadanía y se pueda salir con otro prodigio como la Constitución del 91, fruto de los carros bomba de Escobar y el M-19. Y no habrá tal, las FARC y sus mentores cubanos verán el camino abierto a todo el poder con más terror, aunque puede que en esa fase Esguerra y Santos sean sus representantes explícitos).

El Ministerio de la Verdad, que es el nombre preciso de la máquina de propaganda controlada por el clan López-Samper, dedicó obviamente muchísimo más espacio a condenar algún tweet del ex presidente Uribe que al mismo atentado, descrito, como ocurre con todo lo que hacen las FARC, como un fenómeno meteorológico al que hay que aplacar con sacrificios como a los dioses antiguos. Claro que, curiosamente, los sacerdotes se quedan con la parte más significativa de ese sacrificio, tanto cuando se premien las atrocidades como ahora mismo, según señala Plinio Apuleyo Mendoza:
El factor local, no bien conocido por los colombianos, es la fuerza adquirida por los brazos políticos de las Farc y, con la plata del narcotráfico, su astuta infiltración en el Poder Judicial, en sindicatos, universidades y medios de comunicación. Sus "opsic" (operaciones sicológicas) cubren blogs, tuits, redes sociales, foros, marchas patrióticas, asonadas, paros cívicos, etc. Que estas acciones pueden permitir a sus aliados llegar al poder lo demuestran los triunfos electorales alcanzados en tres sucesivas elecciones en Bogotá.
El domingo 20 los artículos de opinión redundaban en el mismo rechazo al intento de Uribe de aprovechar el atentado, por el hecho de denunciarlo, y en el apoyo al gobierno por su valor al sacar adelante el Marco Jurídico para la Paz con que espera premiar a los terroristas y sus mentores, como si las muchas decenas de billones de la Ley de Víctimas no fueran suficiente. Cada héroe de la gavilla exhibió sus argumentos, según su especialidad, como los miembros de una orquesta que ejecutan una tarea específica para que la pieza concierte. Dos trocitos de esa labor destacan, la una como resumen y ejemplo de la objetividad de la prensa, obra del elegante aristócrata Felipe Zuleta Lleras (quería citar alguna frase, pero merece ser leída entera con toda atención), y la otra, de idéntico objetivo, pero más sutil y cortés, de un columnista con más perfil académico, Alejandro Gaviria.

En un ejercicio increíble de equidistancia, Gaviria resulta mostrando el rechazo al atentado como una forma de violencia, y a quienes lo aplauden como equivalentes a quienes lo rechazan. ¿A quién se le ocurre el extremismo de pensar que no debería haber asesinatos políticos?
Algunos, los ubicados en el extremo derecho del espectro ideológico, señalan el deterioro constante de las condiciones de seguridad. Magnifican los problemas y minimizan los avances. Si las cifras revelan un hecho positivo, una disminución en los homicidios, por ejemplo, son consideradas incompletas o sospechosas. Cuando ocurre un hecho grave, como el atentado ocurrido esta semana en Bogotá, levantan el dedo acusador en forma casi celebratoria. Tristemente, para algunos fanáticos de la derecha los atentados terroristas son buenas noticias. La perversidad es quizás inconsciente, pero es notoria de todos modos.
La frase final, "la perversidad es quizás inconsciente, pero es notoria de todos modos" resume el conjunto del párrafo, en el que tácitamente se recomienda la pasividad frente a crímenes de ese tipo: si se señala el problema de que los terroristas hayan vuelto a matar, se está ejerciendo un extremismo que hace que quien lo profese resulte equivalente a quien aplaude los atentados. ¡Qué buena noticia es para nosotros los fanatizados que no seguimos a Bobbio que maten a dos personas, hieran a más de cincuenta y aterroricen a millones! La belleza del gesto equidistante se entiende mejor considerando esa obra de sabiduría moral como parte de un conjunto, de una corriente de opinión comedida y razonable de la que pondré un par de ejemplos más. (No pienso en conjuras, no me interesa si las hay, me ocupo de las palabras, de lo que se dice y del contexto en que cabe.)

Al día siguiente, Natalia Springer, otra decana de parecidas virtudes (de sensatez y comedimiento) insistía, sin aludir directamente al atentado, en la autoría de los enemigos de la paz. Desafío al que crea que exagero o confundo (o me confundo) a encontrar diferencias significativas entre los argumentos de los dos decanos: lo que cambia es el aspecto explícito de la "paz" que "asoma", y si acaso la vaga y tácita atribución a los enemigos de dicha paz del atentado por parte de la "hembra alfa" de la academia colombiana. El resto tiene el mismo sentido y el mismo fin. Como una continuación, como si una decana de la Tadeo pudiera hacer más explícito lo que uno de Los Andes apenas puede sugerir.
Los saboteadores abundan por donde asoma la paz. Son líderes, con uniforme o sin él, partidos, grupos de interés, sectores radicales de fundamento económico, político o religioso que incitan al odio y ambientan la polarización. Son ellos quienes imponen la ley del ojo por ojo, que nos deja a todos ciegos e incapaces de llevar control de cómo y cuánto los beneficia la guerra, cuánto se han enriquecido con ella. ¿Quiénes son los 'señores de la guerra' en Colombia?
Es decir, persistiendo en la increíble proeza de hacer creer que el Caguán no existió, la decana viene a convencernos de que quien se opone a que se premien los asesinatos es alguien que se está beneficiando de que las FARC cometan crímenes. ¡Eso no lo puede decir Gaviria porque su papel en la orquesta es otro! Pero es lo que quiere dar a entender cuando acusa a quien condena el atentado como fanático de la derecha y productor de odio. La paz asomaría si los asesinos desistieran de pretender que sus crímenes deben convertirse en fuente de derecho, si no salen a matar gente sino intentan integrarse en la sociedad a la que pretenden someter, y a los que la genial jurista hace equivalentes a Mandela. Pretender que los acuerdos del gobierno con esos asesinos van a reducir los crímenes, justo cuando más escandalosamente se multiplican, es una tarea perversa, insisto, complementaria a la de Gaviria, pero esta vez llena de una desfachatez que hiela la sangre (Gaviria puede hacer creer que es alelado). La insigne dama no en balde aparecía graciosamente acompañada por otros defensores de Derechos Humanos y enemigos de los extremismos de uno y otro signo.



En fin, aquellos que creemos que el asesinato no debe ser una forma adecuada de hacer carrera política somos descalificados como productores de odio, como saboteadores de la paz y como rentistas de la guerra por esta gavilla de académicos y defensores de derechos humanos. Lo que llaman paz, los acuerdos del gobierno con las FARC, que ahora son negociaciones semisecretas pero que en el medio plazo se convertirán en un gran festejo de reconciliación, de momento se traduce en la multiplicación monstruosa de los crímenes, del terrorismo urbano, de las masacres de soldados por asesinos que entran desde Venezuela, en reclutamiento de niños y todas las infamias que los dos decanos silencian en su tarea de descalificar cualquier resistencia. Más explícito, más preciso y claro en ese dulce razonamiento es otro pensador más próximo a la familia presidencial. No dejen de ver el video, es de sólo 39 segundos (Video completo):




Lo que este asesino llama "paz" significó para él exactamente eso, enriquecerse desde una posición de ventaja cobrando las masacres que siguen cometiendo sus compañeros, tal como hicieron los demás firmantes de la "paz" de los gobiernos de Barco y Gaviria, tal como harían Romaña y los demás Mandelas después de que Santos los premiara con muchos miles de millones de pesos. Sencillamente, para estos académicos y pensadores, la paz es la guerra y las innumerables víctimas de la extorsión, tal vez todos los propietarios rurales, resultan ser los que no quieren vivir tranquilos. ¿En qué puede ser este amigo del presidente y su círculo y socio de Vargas Lleras peor que Pablo Escobar? Hace horas lo pregunto en Twitter y nadie me responde.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de mayo de 2012.)