miércoles, enero 27, 2010

De Pablo a Hugo

Se cuenta en La vorágine que entre la gente contratada para trabajar en el caucho no faltaban los que ni se preocupaban de cobrar sus antiguos salarios, pues ya se sentían ricos. Ese ejemplo de afición al "dinero fácil" podría servir para explicar que en la memoria remota de los colombianos siempre hubo alguna esperanza de enriquecerse sin esfuerzo, para lo cual lo que convenía era tener un puesto público de relieve. Antes de que el tráfico de cocaína se convirtiera en una industria importante, los colombianos ambiciosos se dedicaban a comerciar con esmeraldas, y si tenían más "palancas" a dejarse sobornar como empleados de aduanas o de tránsito. Era el sueño de muchos.

Cuando llegó la coca había un terreno especialmente fértil para el esplendor rampante de quienes explotaban el negocio. Pablo Escobar no sólo vivió muchos años completamente impune, sino que llegó a ser miembro de la Cámara de Representantes. ¿Alguien sabe qué ha sido de los que colaboraron con él durante los ochenta? No sólo políticos, sino jueces, periodistas y hasta policías y militares. Las grandes riquezas resultaron muy próximas y casi nadie tuvo vergüenza para lanzarse a buscarlas. La deshonra no era tal porque requeriría que hubiera una proporción significativa de la sociedad dispuesta a condenar a los avivatos. Tal cosa no existía. La mayoría de las personas que se enriquecieron colaborando con el tráfico de cocaína en los ochenta, sobre todo en cargos públicos, no sólo quedaron impunes sino que se enorgullecen de su astucia. Y quienes los condenan no son los que están cerca de ellos, al tiempo que los mueve sobre todo la envidia.

Un ejemplo escandaloso del poder que llegaron a tener los traficantes de drogas fue la detención de Fabio Ochoa y Gilberto Rodríguez Orejuela en España: los pedía en extradición Estados Unidos, pero pronto surgió el juez colombiano que requería su presencia en el país, y las correspondientes presiones sobre los jueces españoles, que decidieron mandarlos a Colombia, donde pronto estuvieron libres. ¿Alguien recuerda a los jueces que los soltaron?, ¿alguien sabe cuál es su situación actual? No vale la pena preocuparse por eso, en Colombia siempre salen impunes. Más desvergonzados aún fueron los constituyentes de 1991, que le cumplieron el encargo a Escobar de prohibir la extradición y ahí están, muy orgullosos de su engendro.

La venalidad de los políticos y funcionarios llegó a extremos increíbles con las diversas alianzas del gobierno de Samper con el Cartel de Cali primero, y con el del Norte del Valle y las FARC después. Respecto a estas últimas, la alianza fue muy útil, pues el entonces presidente de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria, se negó a procesar a los congresistas que absolvieron a Samper al tiempo que la CUT, dirigida entonces por Luis Eduardo Garzón, se dedicó a protegerlo. Es que la alianza con las FARC era con toda la izquierda, y los recursos públicos se dedicaron copiosamente a pasear por todo el mundo a los intelectuales próximos al PCC y a promover la carrera literaria de Abad Faciolince y William Ospina.

Pero el triunfo de Pastrana primero y el retroceso de las FARC después redujeron el margen de negocio de esa clase de gente: la riqueza rápida y cómoda tenía que ser aplazada. Pero la solución no tardó en aparecer. El llamado "gorila rojo" concentró recursos con los que Escobar nunca habría llegado a soñar, en buena medida derivados del tráfico de cocaína a través de Venezuela, y sus millones encontraron en Colombia a la misma gente que estaba dispuesta a hacer política al servicio de Escobar.

Por eso no importa lo descaradas que sean las campañas del Socialismo del Siglo XXI (como la divertida invitación a las FARC a decir si financiaron la campaña de Correa), siempre encontrarán en Colombia a personajes de la categoría de Claudia López o Rafael Pardo dispuestos a colaborar con ellas. No tienen vergüenza porque la gente con la que se relacionan no los ve como miserables vendidos a un malhechor sino como gente avispada y con suerte.

Y lo más grave es todo lo que harán para adulterar el resultado electoral de 2010, las cantidades ingentes que invertirán en comprar votos (el triunfo del PDA en La Guajira en 2006 deja mucho que pensar), los titulares de prensa manipuladores a todas horas, las persecuciones de la Corte Suprema de Justicia y del fiscal que participa en homenajes a Piedad Córdoba y quién sabe qué más horrores.

Como siempre, la verdadera ventaja que tiene el golpista traqueto es la capacidad de los colombianos de esconder la cabeza y no ver la realidad: hasta quienes vendan su voto por unos cientos de dólares serán admirados por su astucia. No hablemos de la presión de los personajes que se hicieron conocidos e influyentes gracias a la generosidad del gobierno de Samper para distraer a la gente que podría rechazar a los candidatos de voto comprado.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de julio de 2009.)