lunes, mayo 29, 2017

Acerca de la "Gran Alianza Republicana"


Por @ruiz_senior

Queda un año para la campaña de las elecciones presidenciales de 2018 y no hay la menor claridad respecto de las candidaturas, por lo que se conspira y se hacen cábalas en todos los ambientes y con innumerables variaciones. En el sector de la derecha proliferan las voces que llaman a un acuerdo entre el Centro Democrático y grupos conservadores para una candidatura conjunta. Voy a comentar las posibilidades e inconvenientes de esa alianza.

Si se atendiera sólo a la opinión, no se puede negar que hay una mayoría más bien hostil a Santos y a las FARC, por lo que una candidatura rupturista en apariencia tendría ventajas. Pero el régimen tiene el control de los medios de comunicación y hasta de las redes sociales, además de los recursos del clientelismo (como las cien mil casas que regaló Vargas Lleras en algo que en otra parte sería lisa y llanamente peculado, pero que no tuvo resistencia dada la gratitud de los beneficiados, la inconsciencia de los "paganos" y el burdo cinismo de los demás grupos políticos) y aun las actuaciones del poder judicial, que es verdaderamente una gran oficina de sicarios al servicio del régimen cubano y sus tropas locales.

Pero aun pasando por alto esos datos, ¿hasta qué punto es posible esa coalición? Por ejemplo, entre los miembros del Partido Conservador que no están ligados al régimen por condiciones clientelares hay muchos que siguen a Pastrana, que en una ocasión en 2014 aludió al senador del CD José Obdulio Gaviria atribuyéndole relaciones con el tráfico de drogas. Eso por no hablar de la convicción de los uribistas de ser hegemónicos y poder imponer a su candidato, Iván Duque, a cualquiera que quisieran poner los conservadores.

Más interesante es el porqué de esa coalición. La respuesta "para ganar las elecciones y el poder" es muy obvia para los intereses de los políticos, pero así no se aclara lo que tal coalición le podría proponer a los votantes. Y basta con pensar seriamente en eso para ver que esa coalición estaría tan condenada al fracaso como una candidatura solitaria del CD. Sencillamente, la oferta de "centristas" ya es muy variada, con Fajardo y hasta Clara López como "independientes", mientras que por la "derecha" se alza potente la candidatura de Vargas Lleras, con sus formidables clientelas y recursos. Y aun así seguiría teniendo mucha ventaja un candidato del narcoterrorismo, De la Calle, Robledo o hasta el mismo Petro, con las clientelas de "la paz" eufóricas y dinero incontrolable en cantidades tremendas, además de la maquinaria gubernamental.

Voy a comentar un par de párrafos de un artículo reciente que trata del asunto y que firma Rafael Nieto Loaiza.
Esa alianza, que he llamado frente republicano, debe tener como base los partidos, movimientos y grupos que conformaron la coalición del No, pero ampliándose a muchos que votaron Sí pero que están inconformes con este desastre de gobierno y a los millones que se abstuvieron, a quienes hay que ofrecer esperanza y un futuro. 
La segunda labor es construir una plataforma de gobierno que permita al nuevo gobierno hacer de inmediato los cambios políticos, institucionales y normativos indispensables para retomar el rumbo de inversión, generar riqueza, y recuperar la seguridad que se perdió con Santos. Esa plataforma no puede centrarse solo en los desastres del acuerdo remendado con las Farc. Debe atacar los cuatro enemigos: narcotráfico, violencia e inseguridad, pobreza y corrupción. Y construirse sobre cinco pilares que den esperanza a los ciudadanos: defender y recuperar la Constitución y la democracia representativa; construir un país donde todos sean propietarios y eliminemos la pobreza; recuperar la ética y los valores de la familia; luchar contra la corrupción; y proteger el medio ambiente para que el desarrollo sea sustentable.
¿Se entiende? La Gran Alianza Republicana que propone el articulista no pretende excluir a los partidarios del SÍ, sino atraerlos dejando en segundo lugar la cuestión de la negociación. ¿Qué hay implícito en esa propuesta? Lo previsible, no cuestionar el acuerdo final entre el gobierno y las FARC sino acomodarse a él. Sólo hacen falta algunos cambios para "retomar el rumbo", porque el gobierno de Santos cometió algunos errores. Lo demás son esas frases bonitas que coinciden con las buenas intenciones de todos los candidatos, ansiosos de ofrecer esperanza y futuro, luchar contra la corrupción y proteger el medio ambiente.

Nadie se entera, a nadie le parece que eso sea un problema: en su biografía de Cuervo, Fernando Vallejo describe a los colombianos como unas criaturas cuya meta central es la presidencia de la república, "el bien supremo". Ante la posibilidad de ganar la presidencia, ¿qué importa que el poder real lo tengan los cubanos y sus socios oligarcas y terroristas? Ya pasó con la presidencia de Uribe, en que las cortes surgidas de la Constituyente de 1991 impedían gobernar pero a nadie le pareció importante hacerles frente, toda vez que la meta (el bien supremo) la había alcanzado el "pantalonudo" (esa palabra asquerosa describe enterito al país, como si el problema de Chávez o de los Castro fuera la falta de carácter).

De modo que la alianza que propone Nieto Loaiza, y que ciertamente corresponde a la disposición real de los uribistas y conservadores, comporta la renuncia a deshacer la obra de Santos, que sencillamente se reconocerá, aprovechando el "estado de no violencia" que supuestamente ha traído (cualquier intento de contener la expansión del narcotráfico o el control territorial de las FARC-ELN se responderá con mucha más violencia, ahora que además controlan las Fuerzas Armadas). Nadie debe engañarse al respecto, el propio Uribe se jacta de traicionar a la gente que votó NO por rechazar el acuerdo.

Se debe tener en cuenta que el poder terrorista podrá encarcelar y perseguir de muy diversas maneras a quienes intenten alterar el nuevo statu quo. De modo que estos políticos y comentaristas simplemente "se curan en salud" y aspiran a ser subalternos del narcorrégimen, tal como ya lo son los mandos militares y policiales y los congresistas y otros representantes populares. De lo que se trata es de conseguir algunas curules y alguna cuota de poder "representando" a los descontentos.

Pero como tales es imposible que avancen, aunque algún senador seguirán teniendo, y el beneficiado y aquellos a los que nombre estarán en todo caso contentos. Sencillamente, al renunciar a combatir el narcorrégimen y a restaurar la ley se hacen indistinguibles de los demás candidatos, salvo para los nostálgicos y desinformados, los mismos que en 2012 seguían creyendo que Santos era el amigo de Uribe, como les hacían creer comentaristas como el mismo Nieto Loaiza, para el que "a nadie, salvo a los criminales, le conviene que a Santos le vaya mal". Cada vez son menos, y para votar por palabrería contra la corrupción o por el medio ambiente votan por Claudia López o por Robledo.

Ésa es la situación en este momento, hay un consenso entre los líderes acerca de la conveniencia de unificar las campañas del CD y de los conservadores que no están atados al gobierno, y aun en que se debe evitar centrar la campaña en la negociación con las FARC. Sí que se mencionará el asunto, porque habrá quien quiera creer que no están enteramente con el narcorrégimen, pero la esencia de la campaña será el vacío que ya fue la campaña de Zuluaga en 2014. Promesas ridículas y peligrosas, como la de ofrecer universidad para todos o cualquier ocurrencia semejante.

Pero objetivamente el acuerdo final es la implantación de una tiranía que arrastrará a Colombia a la hambruna que ya se conoce en Venezuela, y objetivamente hay amplios sectores de la población que no quieren someterse. Los cálculos de estos socios de Santos y las FARC son que los descontentos tendrán que abstenerse o votar por ellos, y son cálculos justificados por todo lo que ha ocurrido desde 2010.

Y entonces los traidores ya no serán ellos, sino todos los que se dicen enemigos del narcoterrorismo pero no son capaces de apartarse del caudillo que abiertamente trata de salvar el infame acuerdo. Lo único que es claro es que esa suma que proponen simplemente resta, y que el "nicho de mercado" de los millones de colombianos que nos oponemos a la tiranía quedará sin representación. Esta encuesta de Twitter pretende dar una idea, ciertamente vaga, de la inclinación de los usuarios de esa red al respecto.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de marzo de 2017.)

viernes, mayo 12, 2017

¡Todos a marchar, por lo que sea!

Por @ruiz_senior

Una de las formas características de la mentira es el sobreentendido. Aquello que no hace falta hacer explícito porque ya todos saben, y que después resulta que no se mencionaba para poderlo ocultar. Por ejemplo, durante casi siete años en Twitter miles de personas han criticado la disposición de Santos a negociar con los terroristas, todas suponiendo que Uribe estaría en contra, a lo que contribuían los lloriqueos del expresidente. Había como un consenso, el que no quería premiar a los asesinos estaba con Uribe y el que estaba con Uribe no quería premiar a los asesinos. Los hechos que probaban que Uribe apoyaba la negociación y sólo se planteaba "cómo iba él ahí" se soslayaban porque la aversión a Santos era lo importante, hasta que el compromiso de Uribe con el acuerdo fue directo y claro y entonces resultó que en realidad casi nadie estaba en contra del premio al terrorismo porque eso no les importa, sólo cuenta la pasión de exaltados inconscientes por el líder o la adulación interesada de los lagartos que no se vieron favorecidos por los nombramientos de Santos. 

Esos mismos sobreentendidos pesan sobre las marchas propuestas para el 1 de abril. El senador Iván Duque señala en una columna que
Día a día son más los ciudadanos que manifiestan su inconformidad, indignación y desilusión con la obra del gobierno Santos. En el manejo de la economía, la seguridad, la política social y en casi todos los temas, las encuestas registran el rechazo popular, al igual que precarios niveles de aceptación.
Resultando que la cuestión de "la paz" ni siquiera es de las que hay que mencionar. Más adelante sí la menciona, pero a la manera uribista, interpretando el NO como apoyo a la participación del CD en la mesa de La Habana.
Diremos que refrendar los acuerdos por las mismas mayorías parlamentarias derrotadas en las urnas, fue un desafío a la democracia directa y que no haber permitido modificaciones de fondo a los Acuerdos en La Habana, fue poner los intereses de las Farc por encima de las mayorías.
La negrita es mía: ¿de modo que la gente votó NO en aras de que hubiera "modificaciones de fondo" a los acuerdos? Esto remite a un asunto trascendental, que es la ausencia de representación política de las mayorías, síntoma de la inautenticidad y primitivismo de la democracia colombiana: para todos los políticos es más rentable hacerse socios de los señores de la cocaína que corresponder de algún modo a sus votantes. La negociación de La Habana es un golpe de Estado y una violación flagrante de la ley, los que la bendicen están en el lado de los terroristas. ¿Qué decir de un senador y candidato presidencial que cree que un plebiscito es "democracia directa" y que pone una coma entre el sujeto y el predicado de la frase?

Pero todo lo relacionado con ese prócer me parece secundario, y francamente me produce malestar la oleada de reproches que se le hacen en Twitter. Parece que Zuluaga o Trujillo fueran menos partidarios de premiar el terrorismo, o que Duque de algún modo traicionara a Uribe, cuando la actitud de ambos ante la negociación de La Habana es absolutamente coincidente, como expliqué en la entrada de este blog enlazada arriba.

Queda la impresión de que el uribismo aprovecha la convocatoria de la marcha por parte de Ordóñez para "pescar en río revuelto" y sacar a sus partidarios a la calle contra el mal gobierno y la corrupción y la carestía de la vida, haciendo uso del imaginativo repertorio de la tradición política nacional, no vaya a ser que haya quien vea en ello una actitud peligrosa para la paz. O sea, para el "estado de no violencia", tan difícilmente alcanzado, para usar la jerga uribista.

Pero es que el propio ex procurador publica un video convocando a la marcha en el que no se habla en absoluto de la paz, ni de las FARC, ni de La Habana, ni de la cocaína, sino, previsiblemente, de la corrupción, de la familia y de la patria. ¿Habrá algún acuerdo con Uribe para que el uribismo no se sienta tentado a no participar si la marcha es contra "la paz"? ¿O más bien un cálculo mezquino según el cual es mejor no alejar a los ilusionados con "la paz"? De hecho, el aceptar la adhesión de los uribistas es una renuncia completa de Ordóñez: si quiere ser el candidato del rechazo a los acuerdos, mal hace buscando el apoyo de quienes los apoyan. Si cree que el rechazo a los acuerdos es tan minoritario, ¿en qué basa su aspiración a la presidencia? ¿Será el rechazo a la corrupción, el amor a la patria o la defensa de la familia suficiente causa para formar una mayoría? Yo lo dudo.

La marcha será un rotundo fracaso, como todas las que se han convocado contra Santos. Y no lo sería si se convocara contra los acuerdos del gobierno con los terroristas, incluso si acudieran sólo una cuarta parte de los pocos que acudirán. Se vería una actitud de grupos de ciudadanos que rechazan la implantación de la tiranía y no el apoyo a quienes buscan acomodarse a ella.

Pero es el problema de siempre: el narcorrégimen no tiene un apoyo mayoritario, ni muchísimo menos, pero la gente que lo rechaza no encuentra expresión política, con lo que predominan los nostálgicos de los gobiernos de Uribe y los que no entienden que el uribismo sólo busca "modificaciones" consistentes en nombramientos y cuotas de poder. Incluso han radicado un proyecto de ley para perseguir la opinión disidente en las redes sociales: los jueces nombrados por las FARC serán quienes decidan cuándo un tuitero incurre en delito. Naturalmente, ningún tuitero uribista ha visto ningún problema.

A estas alturas ya no hay duda acerca de lo que hará Uribe. El problema es si algún candidato será capaz de lanzarse sin su apoyo y con la propuesta de defender la nulidad de los acuerdos. Hay un "nicho de mercado" para eso, pero ¿alguien recuerda un solo comentarista, salvo en Twitter, que vea esa necesidad y entienda que no se puede contar con Uribe? Seguir adhiriendo al CD es traicionar la causa de la democracia, de la ley, de la justicia y de la libertad. Pero lo seguirán haciendo, no vaya a ser que los acusen de dividir a los enamorados del Gran Timonel, que es casi tan feo como ser enemigo de la paz.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de marzo de 2017.)

lunes, mayo 01, 2017

El peligro de la extrema derecha antidemocrática


La reciente discusión entre facciones del Centro Democrático ha servido para que afloren las diferencias entre sectores que simplemente están juntos gracias a la popularidad (menguante) de Uribe pero que tienen poco en común. Me ha parecido que en la discusión se han entendido mal los términos y se ha pasado por encima de lo esencial.

Voy a detenerme en los tres términos hostiles con que Yamhure se refiere a Londoño.

"Extrema derecha"

He leído comentarios según los cuales esto es una "calumnia", para lo cual se fuerza la interpretación de la expresión hasta convertirla en "nazi" o similar. Pero no hay tal: para la izquierda sectaria no existe la derecha ni el centro derecha sino que todo el que ponga en cuestión sus premisas es de extrema derecha. Esas palabras (izquierda derecha) son falaces, como he explicado cientos de veces. ¿La derecha se encarna en Thatcher o en Hitler? Ambos son hostiles a los comunistas, por tanto, son lo mismo, como decir que los ateos y los musulmanes son lo mismo porque ambos pueden ser hostiles hacia los católicos. Son términos que se prestan al engaño y los suelen usar los totalitarios en todo momento. En realidad Hitler y los comunistas son lo mismo, pero nadie lo puede ver porque a uno le pusieron el rótulo de "derecha" y a los otros el de "izquierda", y a los tontos les reemplazan la noción de "buenos" por la de "izquierda".

Queda la cuestión del "extremismo", y es donde hay que entender a Yamhure. Se dirige a gente que se quiere situar en la sensatez, en el equilibrio y la moderación. Para ese público (que es el que Uribe y su sanedrín esperan atraer para formar mayorías, según su enfoque vulgar de la política), en efecto, Londoño es extremista. Es un señor conservador de estilo patético y un tanto soberbio. Lo que a mi modo de ver interesa en esa expresión de Yamhure es el lugar en que se sitúa el uribismo. Y no porque se trate de colores ideológicos, sino porque se vive la implantación de una tiranía comunista y el expresidente intenta remediar las cosas con un enfoque moderado, inclusivo, abierto al diálogo, etc., en el supuesto de que las mayorías que no están de parte de las FARC y Santos siguen viéndolo como su líder. No es que encargue las agresiones a Londoño, es que comparte los puntos de vista sobre la paz y sobre el futuro del país de Yamhure y sus mentores.

La colombiana es una sociedad muy extraña, y creo que su principal peculiaridad es la incapacidad de hacer frente a la verdad. Nadie se ha dado cuenta todavía de que Uribe y el Centro Democrático no se oponen a la negociación de La Habana. ¿Qué importa que lo digan todos los días? No importa nada, Las certezas están más allá de los hechos. Las adhesiones están más allá de las ideologías y los programas. Odian a las FARC, aman a Uribe, los detalles de la política no les interesan. Como la verdad no importa, las palabras significan cualquier cosa, a menudo lo contrario de lo que dice el diccionario, pero ¿y qué? Tampoco la memoria importa nada. Con tantos ríos de tinta como han corrido, no he visto todavía al primero que recuerde que a Londoño ya lo llamaron de "extrema derecha" hace apenas 16 años. Andrés Pastrana, entonces presidente, dijo tras un acto en el Teatro Patria en el que participó Londoño algo como "ha nacido la extrema derecha en Colombia". (Parece que la amnesia afecta también a google, no he podido encontrar el enlace de la noticia.) El otro "fundador" de la "extrema derecha" era Álvaro Uribe Vélez.

"Antidemocrática"

Perdón por repetirme, como he pasado la mayor parte de mi vida fuera de Colombia, no suelo ver las cosas como los demás colombianos. Muchos presupuestos que todos comparten, como lo del "delito político" o el aprecio por la "acción de tutela", me parecen monstruosos, y creo que se lo parecerían a cualquier persona de un país civilizado. También me parece monstruoso ese rasgo cultural que ya señalé antes de la elasticidad de las palabras. ¿Qué es "antidemocrático"? ¿De qué modo el supuesto extremismo de Londoño es "antidemocrático"? Del modo en que para las FARC lo es cualquiera que las cuestione. ¿No se han dado cuenta de que se expresan así? ¿Quién se declara "antidemocrático"? Las palabras significan cualquier cosa. "Democrático" es "chévere", antidemocrático es lo contrario. Por ejemplo el que acusa a alguien de ser "antidemocrático" se indignaría si se le dijera: "Es verdad, es aristocrático", ¡porque "aristocrático" también es "chévere"!

De modo que la acusación es sólo un insulto barato. La extrema derecha es antidemocrática, no es chévere. Cuando se va a la discusión real, cuyo centro es la promesa de Uribe de no revocar el acuerdo final, resulta que lo antidemocrático es exactamente la defensa de la democracia, pero esa posibilidad, de pretender que se revoque el "acuerdo final" es peligrosa.

"Peligrosa"
Esta palabra es la que de verdad importa. La extrema derecha es lo que ahora Yamhure y los "obdulianos" encuentran lejos (ellos quizá que tendrían algo que contar de afinidades pasadas con radicales afines al nazismo). Lo antidemocrático es lo que no parece chévere y el acompañante habitual de la extrema derecha en la jerga de la universidad colombiana. Pero el peligro no es tan elástico. La opción de una candidatura distinta a la de Duque, sea con Uribe o sin él, es lo que es peligroso. No sólo para la carrera de Yamhure y sus mentores, ni para los negocios de quienes los financian, sino sobre todo para el consenso a que han llegado con el narcorrégimen ("no revocar los acuerdos", ¿recuerdan?).

Insisto, no ocurre nada fuera de la cabeza de cada uno, el problema no es lo que maquinen estos personajes ni lo que decida Uribe sino la disposición de la gente a engañarse. La negociación de paz con las FARC es la abolición de la democracia, pues dejan de contar las urnas y las reemplazan unas bandas de asesinos, pero el uribismo no se ha opuesto nunca y ahora promete respetar el acuerdo final, y mucha gente no quiere verlo. Los defensores de ese acuerdo, sean uribistas o santistas, ven el peligro de una candidatura "de extrema derecha" que precisamente restaure la democracia.

Desde mi punto de vista, quienes deben responder son Londoño y sus valedores. Por cálculos de corto plazo han permitido que Uribe promoviera y aplaudiera a Angelino Garzón, antiguo jefe de las FARC, han hecho campaña por Everth Bustamante, han aceptado la versión del fiscal sobre el caso de Sigifredo López, han mirado para otro lado durante más de seis años de continuos renuncios de Uribe. Incluso han callado ante las incesantes manifestaciones de apoyo a la negociación de La Habana. Sin él no son nada, ¿cómo van a salir a esa intemperie en la que los ven como la extrema derecha y los culpables de dividir a la bella mayoría que ama al Gran Timonel? Tras 16 años esa mayoría ha fracasado siempre, pero dividida no sería mayoría.

Se equivoca Yamhure. No hay tal peligro, la implantación de la tiranía ha ocurrido en medio del lloriqueo de Uribe y su coro. Y nadie va a lanzar una candidatura alternativa porque todos son antidemocráticos como él, todos están dispuestos a suscribir la abolición de la democracia porque si no lo hicieran les dirían que son de extrema derecha.<

(Publicado en el blog País Bizarro  el 2 de marzo de 2017.)