martes, marzo 28, 2017

El pantano moral del uribismo

Por @ruiz_senior

1. Opinar y obrar

En Twitter me contestó el señor Fernando Alameda (@fernandoal1), hasta donde sé ligado al CD y al Centro de Pensamiento Primero Colombia, con un reproche que podría resumirse así: "una cosa es publicar opiniones y otra hacer política en la realidad". Le contesté explicando la idea de que el problema es el sentido de lo que se hace. Me parece necesario señalarlo: más importante que la seriedad o responsabilidad de una acción es su sentido. El problema de la actuación del uribismo respecto del gobierno de Santos no es su compromiso mayor o menor, sino su complacencia con la negociación de paz. No se contesta acerca de si esto está bien o mal descalificando a quien lo cuestiona. Lo que buscaba Alameda era descalificar cualquier cuestionamiento al apoyo del uribismo a "la paz" como "habladera de paja".

2. Propuestas

Al final me pregunta qué es lo que propongo. Pero si está claro en cada tuit que escribo: propongo rechazar toda la negociación del gobierno colombiano con los terroristas, movilizar a la sociedad para anularla y castigar penalmente a quienes la llevaron a cabo. Eso no es tan difícil si se piensa que los jefes de las FARC son reos de diversos delitos ante las autoridades estadounidenses, que podrían pedir su extradición, y que no sería muy difícil demostrar que han cometido muchos crímenes de lesa humanidad y llevarlos a la CPI. Sencillamente, el uribismo nunca se ha opuesto a dicha negociación ni ciertamente propone no acatarla ni deslegitimarla. No es que obren y no sólo opinen, sino que obran en el sentido opuesto al que debería tener quien se planteara defender la democracia. El lloriqueo por los crímenes de las FARC durante los años anteriores, y por los resultados de la negociación ahora, sólo es demanda de integración en la mesa negociadora. En todo caso, le enlacé un post que publiqué tras las elecciones de 2014. No vio ninguna propuesta, y es que no hay ahí ninguna propuesta que interese al uribismo porque lo que interesa al uribismo son los nombramientos de fichas en las entidades públicas, aunque para eso haya que ayudar a nombrar procurador (quien vigila a los funcionarios) al más grotesco peón del gobierno.

3. El uribismo y el MOIR
Como la actuación del uribismo tras 17 años de unidad me parece realmente ajena al interés de defensa de la democracia y la libertad, le explico al señor Alameda que lo primero que propongo es alejarse del uribismo y su MOIR interno. No era una alusión personal, ni sabía que Alameda proviniera del MOIR, aunque se habla de algunos dirigentes del CPPC. Sobre esa cuestión de los moiristas en el uribismo ya había publicado dos posts (1 y 2) porque es ciertamente un asunto pintoresco. Y porque, me parece, permite entender qué es realmente el uribismo. Pero para responder a esa cuestión el señor Alameda publicó un escrito que me propongo comentar.

4. Tres letras ausentes
En el escrito de Alameda no se encuentran tres letras que son lo que define al MOIR y a sus herederos. La M, la A y la O, Un nombre remoto de un líder que casualmente es el mayor genocida de la historia; no se crea que sólo por la elevada población china, los testimonios lo delatan como un monstruo singular. Por ejemplo, los militares estadounidenses que tomaron parte en la Guerra de Corea relatan que de nada servía aniquilar a varias filas seguidas de combatientes chinos, siempre aparecían otros kamikaze a los que los comunistas sacrificaban sin preocuparse. Cuando una periodista occidental le preguntó por los millones de muertos causados por sus ocurrencias del "Gran Salto Adelante" y la "Revolución Cultural", le respondió tranquilamente que esas personas de todos modos habrían de morir. La ruptura chino-soviética de finales de los años cincuenta tuvo dos causas: una fue el discurso de Jruschov en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (1956) en que denunció los crímenes de Stalin, la otra fue la resistencia de los soviéticos a transferir a los chinos la tecnología nuclear, que no esperaban tener sólo para intimidar. Es conocida la frase de Jruschov de que "Me arreglaría con los chinos en cinco minutos si les diera la bomba atómica". Ese conflicto se extendió a todos los partidos comunistas del mundo en forma de ruptura entre "revisionistas" y ortodoxos, que se proclamaban herederos de Stalin. El maoísmo era el bando de los revolucionarios radicales que no transigían con la "coexistencia pacífica" que promovían los soviéticos.

5. El MOEC, Francisco Mosquera y el MOIR

El 7 de enero de 1959 se produjeron disturbios estudiantiles en Bogotá de los que surgió un grupo de extrema izquierda independiente del Partido Comunista. Se llamó "Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de Enero" y durante un tiempo vaciló entre diversas opciones, hasta que una facción adoptó oficialmente el maoísmo y dio lugar en 1969 al MOIR, dirigido por Francisco Mosquera, un activista de Bucaramanga inicialmente ligado al Partido Liberal que terminó encontrando en el maoísmo su ideología. Al igual que ocurría con el PCC, hay que pensar en la generosidad de los camaradas chinos, que por entonces inundaban a toda Latinoamérica de propaganda (no importaba la hambruna que vivían los chinos, los libros que un joven colombiano de entonces encontraba más fácilmente eran los de Ediciones en Lenguas Extranjeras de Pekín, así como revistas en papel satinado como China Reconstruye China.  Yo incluso recuerdo un libro ilustrado llamado Guerra de minas, en el que se daban instrucciones para matar diablos japoneses usando minas). Para no extenderme remito al interesado en la trayectoria de Mosquera a este trabajo universitario.

6. Las mentiras de Alameda
Tenemos pues que el MOIR era un movimiento maoísta que se identificaba con el llamado "marxismo-leninismo-pensamiento Mao-Tse-Tung" y promovía la "revolución cultural" en Colombia. No mencionar los rasgos reales de ese movimiento, cuyo principal texto doctrinal era el Libro rojo de Mao es sencillamente mentir. 
¿Por qué fui del Moir y ahora soy uribista?
La amenaza terrorista encarnada en los grupos guerrilleros y auspiciados en su comienzo por la URSS, el Partido Comunista Colombiano y Fidel Castro aparece en la década de los 60's del siglo pasado. El apacigusionismo que no considera a estos grupos como terroristas sino como parte de un conflicto interno armado y defiende la tesis de que esa lucha aunque equivocada, tiene razones objetivas justas, hace parte de la respuesta equivocada de la sociedad colombiana y se expresa inicialmente desde el Estado, en el proceso de paz de Belisario Betancur.
En el 1970 me vínculo al extinto Moir que defiende dos postulados centrales: que las guerrillas y sus áulicos, además de ser mercenarios de paises extranjeros representan una fuerza terrorista y no a ningún sector de la sociedad levantada en armas por justa causa y segundo, que en Colombia se debe construir tarde que temprano una sociedad socialista.
¿No le queda la impresión al lector de que el MOIR aparece como quien denuncia al PCC, al ELN y al M-19 como terroristas? Todo eso es obscenamente falso. El PCC les parecía "revisionista" en la medida en que adhería a las tesis de los dirigentes soviéticos, que se habían apartado de la ortodoxia de Stalin. Es verdad que el MOIR no practicó la lucha armada, pero no porque la rechazara sino porque creía que antes era necesario un "movimiento de masas" que le sirviera de base social. Según el autor del libro enlazado arriba sobre el MOEC,
En una especie de acuerdo entre las dos tendencias que ya eran visibles en el movimiento [MOEC] (la que reivindicaba un pronto proceder a las acciones armadas y la que reivindicaba preparar las condiciones para ello), viajaron a la isla [Cuba] Antonio Larrota y Raúl Alameda, los dos más visibles exponentes de dichas corrientes. [Esperemos que este Alameda no sea un pariente del líder uribista.]
"Terrorismo" es una palabra que confunde. Las FARC de 1969 o de 1974 venían de la "autodefensa" de las llamadas "repúblicas independientes" y eran un grupo pequeño cuya acción no era exactamente "terrorista", pero ¿cabe mayor terrorismo que la "revolución cultural" que Mosquera y su grupo trataban de "replicar"? Si la "lucha armada" les parecía tan mala, ¿a qué venía toda la mitología sobre la "guerra popular prolongada" y la "larga marcha" de Mao? La lucha armada de las FARC no les gustaba porque eran sus rivales.

La primera de las dos "tesis centrales" del MOIR es escandalosamente falsa, no se creó el movimiento para oponerse al PCC sino para hacer la revolución, y la enemistad era tan grande que en 1974 acudieron a las elecciones en las mismas listas, en la llamada Unión Nacional de Oposición. Quien tenga sentido del humor para aguantar la oratoria del fundador del MOIR y precursor de Horacio Serpa puede ver este video sobre un discurso suyo de 1973, cuando eran aliados del Partido Comunista, como lo volvieron a ser desde principios de este siglo, cuando fundaron juntos el Frente Social y Político y después el Polo Democrático.



De modo que ya se parte de una mentira increíble: que el MOIR surgió como movimiento antiguerrillero. Pero sobre esa premisa casi cómica sigue Alameda:
Con esta visión y convencido que había que hacer algo, me retiré de la universidad a vivir en una región campesina desde 1974. Estando allá aparece Belsario con su proceso de paz al cual nuestra corriente se opone radicalmente. Nuestra crítica era que esas negociaciones aceptaban a la guerrilla como unos luchadores del pueblo y que por tanto se debía negociar con ellos las grandes transformaciones sociales para eliminar las causas objetivas del supuesto conflicto. Nuestra radical oposición a ese proceso de paz provocó que la guerrilla decidiera proceder contra nuestros militantes vinculados al campo. Nos asesinaron varios intelectuales y campesinos, que lo único que hacían era trabajar en la organización campesina, con cooperativas o en busca de mejorar las condiciones de vida en las regiones, con dispensarios, arreglo comunitario de vías, escuelas, etc.
Ojalá alguna vez alguien cuente esa historia de los jóvenes del MOIR que se "descalzaban" (así se decía), es decir, que se iban a vivir al campo a adoctrinar gente y a preparar la insurrección que daría lugar al triunfo revolucionario. Era la versión local de lo que hacían los "guardias rojos" en China y por los mismos años los "jemeres rojos", maoístas, en Camboya. Para la organización era un recurso sumamente eficaz, operaba como una secta que somete a sus adeptos al aislamiento y refuerza así su mística, a la vez que prepara la toma del poder a partir de una base social en el campo.

Los motivos que pudiera tener el MOIR para oponerse (según dice Alameda) a la negociación de paz de Betancur poco tendrían que ver con el rechazo a la inautenticidad social de las FARC. Eran agentes extranjeros exactamente igual que el MOIR. En cambio, los motivos que tuviera el nuevo partido armado impune y legitimado para perseguir al MOIR son fáciles de entender: ¿quién va a querer rivales si se puede deshacer fácilmente de ellos? Sencillamente, las FARC se expandieron por todo el país gracias a Betancur, y los rivales que también preparaban la revolución fueron relegados y aun quedaron indefensos.

En resumen, a causa de su odio al PCC Alameda ingresó en el MOIR creado un año antes, y en 1974 se fue al campo, ¿no sería para no participar en la campaña electoral en que iban juntos?

Todas las buenas acciones que atribuye Alameda a los militantes del MOIR desplazados al campo, verdaderos héroes civilizadores en su versión (cuando eran sobre todo adoctrinadores en la doctrina de Pol Pot y Mao) me recuerda la propaganda de Hamas, que también tiene redes solidarias increíblemente eficaces.
A mi familia y a mi nos tocó salir expulsados y amenazados por la guerrilla, no por ser sujetos de secuestro extorsivo, sino por la diferencia radical ideológica que nos separaba, pues representábamos una fuerza que significaba un estorbo para sus intereses.
Las diferencias que los liberales y demócratas tengamos con el Partido Comunista seguidor de Brezhnev no son tan grandes como las que tendríamos con los enemigos de Lin Piao y Confucio que llenaron las calles de Bogotá con pintadas a favor de la "Kampuchea Democrática". La rivalidad con los otros totalitarios no los hace mejores.
Desde ese entonces para justificar sus acciones nos calificaron de agentes de la CIA, o lambones de la oligarquía.

El Moir a pesar de perder ese espacio, continuó desarrollando acciones como la condena pública de la invasión de Angola por tropas cubanas o la traída de tres afganos de la resistencia contra la invasión de la URSS en ese país.

Desafortunadamente, estábamos solos y los partidos tradicionales no actuaron y fueron complacientes con esa situación. Que me acuerde, lo que se denomina la derecha se mantuvo en silencio y la izquierda del Partido Comunista eran sus cómplices.
Ahora resulta que la derecha o "los partidos tradicionales" son cómplices del partido comunista ¡porque no condenaron la intervención soviética en Afganistán! Eso es francamente chistoso. Pero lo de Angola es un poco más fuerte. Al retirarse los portugueses hubo una guerra civil de muchas décadas entre el MPLA, que terminó triunfando, tal vez gracias al apoyo cubano, y el UNITA, de Jonás Savimbi, patrocinado por los chinos. Esta banda asesina se podrá contar entre las muchas herederas del pensamiento Mao Tse-Tung, junto con Sendero Luminoso y los sociópatas nepalíes, camboyanos y aun indios que todavía matan. Para formarse una idea de lo que es el comunismo en África piénsese que los prosoviéticos eran el ANC de Mandela, mientras que los prochinos dan lugar al siniestro régimen de Mugabe en Zimbabue. La adhesión del MOIR a una conspiración asesina internacional se nos presenta como resistencia justiciera al comunismo. La mentira ya es un chiste.
Muerto el jefe del MOIR, este se dividió y un sector nos aislamos de la actividad política. Llegó otra vez de la mano del partido conservador una propuesta de paz en cabeza de Andrés Pastrana. Pero a diferencia de la época de Belisario y de los intentos de casi todos los presidentes en ese lapso, surgió la voz de un patriota que se enfrentó al proceso y habló claro: Álvaro Uribe Vélez.

Desde el 2001, yo y otros exmilitantes del MOIR decidimos darle un respaldo a ese candidato, pues en esas tesis del terrorismo encontramos una voz que nos representaba. La verdad, sin mucho optimismo en su victoria pues no lo favorecían las encuestas. Pero logró triunfar y en adelante no solo me convenció su liderazgo, sino que mi relación con su política y el estudio de la misma, me ayudó a entender que la tesis del viejo MOIR de la construcción del socialismo, no es la solución para este ni ningún país del mundo y que solo el desarrollo de libre mercado, con la visión de un capitalismo social era la salida. La gran diferencia con exmilitantes del MOIR como Jorge Robledo es que él abandonó en la práctica, aliándose con los representantes de la guerrilla, la posición antiterrorista y acepto el apaciguasionismo y al tiempo sostiene, aunque en forma soslayada su decisión de construir un modelo socialista en Colombia. O sea, abandonó lo bueno del MOIR y se quedó con su error.
Lo que hay que entender es otra cosa: los jóvenes resultan atraídos por el sueño revolucionario, sobre todo porque promete poder sin mucho trabajo, pero también porque todo el ensueño colectivista satisface las inclinaciones y valores de los colombianos tradicionales. La militancia es gratificante pero la revolución no llega y cuando ha pasado el tiempo lo único que la persona sabe hacer es hablar de política, y lo único con que cuenta es la amistad de los camaradas, que ya antes de la muerte de Mosquera se habían quedado huérfanos de ilusión al caer el comunismo en Europa y cesar los chinos de pagar la revolución en otras partes. Son enemigos de las FARC, en parte porque los comunistas siempre son cainitas, en parte porque sufrieron el agravio de ser perseguidos. De modo que la aparición de Uribe resulta una ocasión de seguir en la política y obtener poder gracias al grupo. No hay que escandalizarse porque alguien haya sido del MOIR o de cualquier grupo comunista, porque la revolución es hegemónica en nuestros países desde hace muchísimas décadas y porque a los jóvenes les resulta atractivo, pero de ahí a reivindicar ese pasado, a blanquear a un grupo maoísta y a negar el sentido de su actividad, y aun sus alianzas con el Partido Comunista, hay un trecho.
Ahora estoy convencido que el único con fuerza y visión y que ha demostrado su acierto en la mayoría de los casos y quien puede sacarnos de este atolladero es el expresidente Uribe. Dirán que se equivocó dándole el respaldo a Santos. Yo diría que cayó en una trampa bien urdida. Pero, qué general o líder no corre el riesgo de ser engañado. Los únicos que no se equivocan son los que no hacen nada. Lo importante es que él sigue luchando por sacar el país adelante y arrebatárselo a los negociantes del Estado y a los bandidos, disfrazados de revolucionarios. Los que solo se reducen a opinar sin consecuencia social y política alguna, les queda fácil condenar y criticar. O los que son los mas antimamertos en las redes, pero ahí termina su lucha y solo se dedican a buscar brujas para quemarlas, no le hacen ningún favor a esta causa, sino por el contrario le sirven en la práctica a los verdaderos enemigos como son Santos y las Farc. Otra cosa es el líder que debe considerar que cualquier cosa que haga, repercutirá en la sociedad y si se llegare a equivocar, debe tener el valor de aceptar el error y enmendar el camino.
¡Por eso hoy soy uribista y punto!
Parece que el único error de Uribe fuera hacer elegir a Santos, pero ¿cómo es que tras ocho años de presidencia y hegemonía en la opinión no había ningún grupo político que sostuviera sus tesis, ni ningún medio de prensa que las apoyara, ni ningún cuestionamiento al orden impuesto por el hampa narcotraficante y los Castro en 1991? A los interesados en la trayectoria del uribismo desde 2001 les enlazo un post reciente sobre ese tema (que aquí se haría demasiado largo). 

Es muy llamativo que Uribe acoja en su sanedrín a tantos ex moiristas, pero tampoco descuida a otros sectores de la izquierda. El PCC está bien representado con Angelino Garzón y su hija, mientras que el M-19 tiene a Everth Bustamante, seguramente habrá otros que no conocemos del ELN. La clave es la idea de que el gran líder está por encima de las ideologías y de los partidismos, su partido es de izquierda y a la vez de derecha y de centro (todo en la medida en que la politiquería permite mantener buenas relaciones con logias y clanes formados alrededor del dinero soviético y cubano, y puede que también chino). A fin de cuentas tampoco está a favor ni en contra de la paz, sino todo lo contrario. No se opone a la paz porque su interlocutor debe entender por "la paz" la ausencia de guerra y a la vez la negociación de paz, tal como lo hace entender el gobierno y sus propagandistas, a los que nunca se contradice para evitar quedar como enemigos de la paz. Un tuit del propio Alameda lo explica muy bien. 

En el que queda claro que el problema no es "la paz" ni la ideología ni la actuación del gobierno, sino la adhesión a Uribe. Los que nos oponemos a la componenda con los terroristas estamos contra Uribe, tal como los que quieren excluirlo de esa componenda. Que seamos los pocos que nos oponemos a premiar a los terroristas nos hace iguales a ellos, ¡porque no estamos con Uribe, que está con todos y que buscaba una Constituyente acordada con las FARC en lugar del plebiscito que calculaba que podría perder! La cosa tiene gracia.

Y es que Uribe se ve a sí mismo en ese papel y cuenta con la adhesión unánime en torno a su persona, que fue por lo que no le hizo oposición a Santos en 2011, seguro de que los votos los tenía él y sólo faltaba demostrarlo. Eso pasó durante su presidencia porque salía sin cesar en la televisión, ahora es mucho más difícil y su lista al Senado apenas obtuvo el 20% de los votos en 2014 (pese a la alta abstención). De ahí que él y sus seguidores exijan esa clase de adhesión sentimental (para la que los moiristas están particularmente preparados, dado su viejo amor al Gran Timonel chino). Nadie puede poner en cuestión lo que han hecho hasta ahora (y sobre todo lo que han dejado de hacer), ni siquiera recordarlo, dado que ahora sí van a enfrentarse a Santos. Como una señora a la que le dicen que su hijo le ha arrancado la oreja a un compañero y escucha las promesas de que a partir de ahora se portará bien. No importa el pasado, el amor es más fuerte que eso. Es muy curioso que los aficionados al fútbol sean muchos más sensatos y a un director técnico que siempre hace perder al equipo lo quieran sacar inmediatamente. Claro que la comparación no es válida porque un equipo de fútbol es una entidad que contrata a un empleado mientras que el uribismo es la adhesión a Uribe, más allá de toda ideología, de todo interés de grupo social, de toda coherencia o de toda posición sobre el futuro del país.

Los del MOIR no han tenido que cambiar mucho.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de febrero de 2017.)

jueves, marzo 16, 2017

¿Pasamos página?


En la telenovela El cartel de los sapos se repetía una situación en que un bandido le proponía a otro "hacerle la vuelta" a un tercero. Era un intercambio de miradas y gestos que siempre conducía a la misma solución, con la correspondiente expresión de resignación del que tiene que fingir que le duele tener que mandar matar a un amigo, sobre todo porque cada interlocutor sabe que en cualquier momento será a él a quien el otro mande matar. Esa misma persuasión y esa misma resignación las viven los ciudadanos colombianos descontentos con la componenda de Santos y los terroristas: lo que les propone tácitamente el uribismo, con trampas retóricas, lloriqueo y hasta gritos, es "pasar página" al capítulo de la paz, darlo por cerrado y seguir adelante en la nueva realidad.

No es algo nuevo. Por ejemplo (y el lector de este blog perdonará la insistencia en algo descrito muchas veces), la expresión "paz sin impunidad" parece una exigencia dura frente al terrorismo, pero es en realidad reconocimiento a la negociación. SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE los líderes uribistas, empezando por el propio Uribe, han aplaudido la negociación con los terroristas, y ni siquiera porque crean en ella sino porque cuentan con que la mayoría de la gente va a aceptar el atajo y resistirse es exponerse a que se los acuse de causar la violencia. Esa disposición a secundar la mentira por cálculos de corto plazo describe a la perfección a los colombianos: la verdad es complicada y acarrea problemas, mientras que compartiendo la mentira se encuentra acomodo en una realidad más o menos conocida.

Lo de "Paz sin impunidad" es sólo un ejemplo. Hay muchísimos otros, como "Paz sí pero no así" en los que se secunda la mentira atroz de la propaganda del régimen (que convierte "negociación de paz" en una acepción de "paz"). Desde el comienzo la actitud del uribismo ha sido ese equilibrio gracias al cual por una parte exhiben descontento con Santos y las FARC (para "dar contentillo" a los que quisieran que hubiera oposición) y por la otra aplauden la negociación y se plantean mejorarla, incluso corregirla desde la presidencia de la república, que es desde donde se hacen los nombramientos, que es lo que importa.

Por eso las discusiones sobre los precandidatos uribistas son vacías y tediosas: puras rivalidades de camarillas que buscan algún disfraz ideológico pero que en ningún caso llegan a plantearse cuestionar la negociación de paz ni el poder multiplicado que tendrán los terroristas, que ya antes de "la paz" dominaban todo el poder judicial, la educación, la función pública, los medios de comunicación y hasta las redes sociales.

Realidades:

- La disposición a negociar con los terroristas, característica de todos los gobiernos colombianos, al menos desde Turbay (que también lo intentó), constituye una garantía de impunidad que alienta a los criminales, que saben que siempre podrán obtener algo, por mal que les vaya. No es sólo un vicio de los gobiernos, sino algo que tradicionalmente se acepta, por eso Pastrana se aseguró la elección en 1998 reuniéndose con Tirofijo (la habría arriesgado si se hubiera mostrado contrario a negociar), y las proclamas de Santos en su discurso de posesión no generaron una rebelión. Es decir, la disposición de los colombianos a sacrificar la ley en aras del posible alivio que obtendrían desistiendo de aplicarla es lo que alienta a los criminales. Hay que hacerle frente a esa disposición, no compartirla para no resultar incomprendido y en minoría.

- Los crímenes de que son reos los guerrilleros comunistas no se pueden pasar por alto y perdonar por la simple cobardía de unos ciudadanos. Ésa es una realidad universal, como una ley física, por mucho que en Colombia parezca que prescindir de la ley es una solución tolerable. El castigo del crimen es la base de la sociedad y nadie tiene derecho a suprimirlo. Si los colombianos actuales, acompañados por toda clase de canallas de otros países, desisten de aplicar la ley, ésta no deja de existir, menos desde que hay una jurisprudencia internacional que impide la prescripción de los crímenes de lesa humanidad. Los grupos políticos que renuncian a esa aspiración están por fuerza en el mismo bando de los terroristas, no importa que sean todos y que obtengan todos los votos. Las leyes que prohíben el asesinato o la esclavitud no son cuestionables. Los nazis impusieron "leyes" parecidas a las que emanan de la negociación de paz y a nadie se le ocurriría que su aprobación mayoritaria las hiciera legítimas. La exigencia de castigo por todos los crímenes terroristas es irrenunciable y todos los que buscan acomodarse a la paz firmada por Santos son simplemente cómplices de los criminales que esperan prosperar favoreciéndolos (como los policías que cobran una parte del botín a los ladrones).

- La negociación de Santos con los terroristas es ilegítima, parte de un fraude, dado que no fue elegido para eso ni prometió hacerlo. Es un crimen, porque al renunciar el Estado a la ley pierde su función y se convierte en una banda de forajidos, como ya señaló san Agustín hace unos cuantos siglos. Al prescindir primero del programa de gobierno, después de las leyes y finalmente hasta de la votación popular en el plebiscito que convocó, Santos se convierte en un delincuente y toda su negociación carece de legalidad y constituye claramente la abolición de la democracia. De lo cual se infiere que sin anular toda la negociación ni denunciarla ni procesar a quienes la han llevado a cabo tampoco se puede hablar de democracia más que como una farsa. Es una tarea compleja la que tiene por delante quien quiera hacerle frente a esa situación, pero la alternativa es simplemente reconocer el triunfo del crimen organizado, cuyas pretensiones son claramente las de implantar una tiranía sangrienta de la que sólo se saldría con mucho más sufrimiento. En todo caso, el Centro Democrático no se plantea nada de eso, sólo ganar las elecciones para ocupar los puestos de poder y nombrar a los amigos.

- Sin aspirar a cambiar profundamente el orden político existente, no sólo el surgido de la negociación de La Habana sino también el de 1991, cualquier gobierno será sólo un títere del verdadero poder, conformado por las instancias que controlan los clanes oligárquicos y sus socios terroristas: las altas cortes, la Fiscalía, aun el legislativo (dado el peso del clientelismo en la elección de los representantes), los medios de comunicación y ahora también el Ejército y la Policía, dada la apasionada determinación de los actuales mandos (y es de temer que de la mayor parte de la oficialidad) a prosperar aliándose con los grandes empresarios de la cocaína (FARC-ELN y sus jefes políticos oligarcas y comunistas). ¿Habrá una mayoría de ciudadanos dispuestos a acompañar una transformación semejante? Primero tiene que haber ALGUIEN que quiera hacerlo. De momento no lo hay, como explicaba en mi post anterior, el uribismo pudo cambiar el engendro de 1991 y no quiso hacerlo porque sus aspiraciones siempre han sido otras. Lo único que se puede decir es que si no se aspira a hacer eso tampoco se ofrece ninguna resistencia a la implantación de la tiranía que buscan los terroristas.

- El entorno internacional no es el mismo que encontraron Pastrana, Uribe o Santos. En Europa la socialdemocracia va en claro retroceso y el antiamericanismo podría llevar a situaciones comprometidas, dada la debilidad evidente de las potencias de la región y la agresividad de las tiranías islámicas y de Rusia. Puede que los amigos de las FARC fueran muchos menos que los que han tenido hasta ahora. También el régimen iraní hace frente a un presidente estadounidense cuya disposición es muy distinta a la de Obama. Y los demás narcorregímenes de la región tienden a caer a medida que baja el precio de las materias primas y se acrecienta el sufrimiento de sus víctimas y su consecuente impopularidad. Si no se emprende ahora la tarea de derribar el narcoimperio cubano, incluida la casa matriz, puede que en mucho tiempo no vaya a haber una oportunidad semejante.

- La economía colombiana afronta una situación desesperada como resultado del despilfarro de Santos y de la caída de los precios de las materias primas. Puede que las presiones sobre la exportación de cocaína la hagan caer aún más. La perspectiva en el año largo que queda hasta las elecciones es de empobrecimiento apresurado, con su consiguiente descontento popular. A lo cual hay que sumar la clara impopularidad de Santos y la agresividad de los terroristas triunfantes y sus hordas de asesinos universitarios. Pese a todas las maquinaciones y a toda la propaganda, es posible que un candidato dispuesto a extraditar a los terroristas y a llevarlos a la CPI por crímenes de lesa humanidad, así como a transformar el Estado en el sentido de la ley, pudiera convocar a una mayoría. El obstáculo es Uribe y su partido, que no se proponen nada parecido pero siguen siendo para millones de colombianos la encarnación de la única respuesta posible.

Fracasarán, pero además impedirán que Colombia se plantee acabar con la dominación terrorista. Es un hecho claro del que cada persona se hace responsable.

(Publicado en el blog País Bizarro el 4 de febrero de 2017.)

jueves, marzo 02, 2017

Los sentimentales y los ambiciosos


El liderazgo absoluto de Álvaro Uribe Vélez en la derecha colombiana se formó durante los duros años del Caguán, cuando la debilidad del ejército y la policía, creada deliberadamente por los gobiernos de Gaviria y Samper (ahora sabemos para qué) y reforzada por las campañas de las ONG financiadas por George Soros, permitió que los terroristas secuestraran a diez personas cada día y reclutaran a decenas de miles de niños, a veces quemando vivos a sus padres, como ocurrió en la zona de despeje.

Hacia 2001 y pese al esfuerzo de los medios de los López-Santos-Samper para calumniar al candidato y promover al ex miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista, Luis Eduardo Garzón (toda vez que Serpa tenía demasiado rechazo por su actuación con Samper), ya había una clara mayoría que votaría por Uribe en las elecciones de 2002. Y eso a pesar de que hasta entonces la idea de ganar las elecciones y movilizar a la ciudadanía era más bien minoritaria. Los terroristas y sus socios tenían poquísimos partidarios, pero los descontentos se repartían entre los que esperaban una intervención estadounidense, los que apostaban por un golpe de Estado militar y los que confiaban en la redención que provendría de Castaño y sus muchachos (no hay que olvidar al prócer de la Universidad de Los Andes que evaluaba sobre el terreno el futuro de las AUC y que después resultó periodista asociado a los consejeros de Uribe).

El primer gobierno de Uribe tuvo unos resultados de ensueño, en parte como resultado de la recuperación de la confianza que derivaba de la voluntad de aplicar la ley, en parte porque la situación económica heredada era mucho menos desesperada que la que recibió Pastrana, y en parte porque los precios de las exportaciones nacionales habían mejorado. Durante el segundo periodo de Uribe se recogieron los frutos de esos avances, tanto en mejora de la economía como en victoria sobre los terroristas. El punto máximo de esa victoria lo constituyeron las marchas de febrero de 2008, que preludiaron la Operación Jaque.

Pero por entonces ya se veía la estrechez de miras de Uribe y su séquito. A pesar de que las Cortes mostraban en todo momento su determinación de impedir la labor de gobierno, en ningún momento se pensó en cambiar la Constitución impuesta en 1991 por los Castro a través de sus socios Escobar, el M-19 y el narcogobierno de Gaviria. Parece que cambiarla hubiera comportado reconocer que en esa época el Gran Líder estaba equivocado, pues entonces no fue en absoluto crítico de la nueva norma. Del mismo modo, cuando se pensó en una organización política distinta a los corruptos partidos tradicionales, ésta consistió en una componenda de la que se encargó nada menos que a Juan Manuel Santos y con la que se buscó reclutar a los gamonales que en las regiones controlaban las "maquinarias" de compra de votos, renunciando así a todo esfuerzo cívico de superación.

Es importante que se entienda que todo lo que sería el uribismo después se definió en esos años. Y no sólo el uribismo sino el rumbo del país, que dependía tanto de esa mayoría que se había formado resistiendo a la intimidación terrorista. La actitud de Uribe y su camarilla consistió en disfrutar de su integración en la casta dominante, a la que en absoluto se quiso combatir. Ya casi nadie recuerda que Enrique Santos Calderón se declaraba uribista, y que las figuras más conocidas del uribismo tenían columnas en El Tiempo. No importaba que la página de opinión consistiera en cinco artículos de propaganda terrorista y uno de un partidario del gobierno, pues a nadie se le habría ocurrido crear medios alternativos que reflejaran la opinión de la mayoría.

Cuando se planteó la cuestión de la sucesión, los cubanos y sus socios oligarcas tenían muy claro cuál era su ficha. Por eso usaron a los jueces parar perseguir a todo el que pudiera asomar como posible líder de la mayoría: de ahí la persecución a Plazas Vega en 2007, emprendida nada menos que por Humberto de la Calle y la revista Semana. También la persecución a Fernando Londoño por el asunto de Invercolsa formaba parte de la misma jugada, así como la campaña contra Andrés Felipe Arias por el AIS. Lo interesante es la falta de respuesta del uribismo, sin duda porque a ciertos personajes ligados al ex presidente les convenía hacer desaparecer esos estorbos, pero sobre todo por la extrema limitación del Gran Colombiano.

Digo "extrema limitación" porque recuerdo una frase que alguna vez usó Borges para describir a sus antagonistas: hay que dudar de su inteligencia para poder creer en su honestidad. Como sería delirante suponer que Uribe colaboraba adrede con los planes de los Santos, habrá que pensar que habrá hecho caso a los consejos de aduladores que sí compartían esos planes, y que lo llevaron a proclamar las bellezas del "Estado de opinión" y a cambiar de nuevo el "articulito" de la Constitución que prohibía la reelección continua. No se debe olvidar que entre los entusiastas del tercer periodo de Uribe figuraban tanto Santos como Roy Barreras y muchos otros próceres comparables. La persecución contra Arias no tuvo respuesta porque lo urgente era salvar la continuidad de Uribe.

De aquellos polvos estos lodos. En cualquier sociedad civilizada esos "errores" habrían dado al traste con la carrera de cualquier político, pero en Colombia predomina el servilismo y la tentación del caudillismo no le parecía demasiado escandalosa a nadie. Todavía hay quien no se ha dado cuenta de que el hombre imprescindible es el que impide una movilización masiva contra el régimen.

Pero los errores adquirieron un nivel espantoso cuando subió Santos y empezó a promover la negociación con las FARC y a perseguir al uribismo. Parecía mejor mirar para otro lado que denunciar la persecución o los fines de Santos y arriesgarse a perder a las clientelas que se pondrían de parte del gobierno por la asignación presupuestal y los puestos. De modo que no importaba que todos los congresistas del PSUN acosaran a Uribe, se seguía considerando que era su partido y en las elecciones de 2011 se votó por los mismos candidatos de Santos. Incluso estuvo Uribe haciendo campaña por el hijo de su compadre Roy Barreras. La presencia de Uribe no tenía por objeto oponerse a lo que hacía Santos sino demostrarle que era él quien tenía los votos. Y el resultado fue que el alcalde de Bogotá resultó ser Petro y un montón de personajes similares ganaron las principales gobernaciones y alcaldías.

La tiranía triunfó y avanza sin parar. El papel de Uribe y sus seguidores es hacerse intérpretes de la angustia popular con un lloriqueo incesante que nunca lleva a una política alternativa. Como liderazgo político fracasaron al permitir el ascenso de Santos, en 2011 reforzaron ese hecho y fracasaron en las elecciones, pero en 2014 fue peor, porque el tema de las elecciones no fue la abolición de la democracia, que se aceptaba para que no les atribuyeran los medios la condición de enemigos de la paz, y en cambio las propuestas de gobierno consistían en proveer universidad para todos. No se puede negar que hubo maquinaciones perversas y corruptelas en torno a la elección de Santos, pero si se hubiera planteado la elección entre las FARC y el país el resultado habría sido abrumador. Y si de todos modos hubiera ganado Zuluaga, lo más probable es que la firma de los acuerdos de paz habría dado el mismo resultado, según anunciaba el uribista Sergio Araújo (ver sobre todo párrafo final).

Todavía quedaba otra traición: la búsqueda de un acuerdo con las FARC para llegar a una Constituyente en la que salvaran alguna cuota de poder, y el consecuente rechazo al plebiscito, en el que se podría hacer frente a Santos. El plebiscito se ganó porque la tal paz es una monstruosidad que ultraja el honor de cualquier persona, no porque Uribe finalmente tuviera que apoyar el NO (aunque sus activistas preferían mayoritariamente la abstención). Y cuando resultaron valedores del NO, corrieron a ver qué tajada podían sacar, y al verlos tan mansos y amistosos, Santos sencillamente los despreció, y de paso a los votantes, e hizo lo que le dio la gana.

Para 2018 esperan recuperar algún poder con la candidatura de Iván Duque, un personaje que no representa ningún activismo ni es líder de nada, que fue incluido en la lista al Senado por voluntad soberana de Uribe y al que promueven todos los medios del narcorrégimen. De ser un candidato problemático para ellos ya lo habrían intentado matar o le habrían montado quién sabe qué escándalos. Es al contrario, y (perdón por la teoría de conspiración) parece alguien a quien acordaron promover para salvar la paz y evitar una confrontación que podría perjudicar tanto a los cubanos como a Uribe y su séquito.

El nivel del personaje es por lo demás penoso: su presentación de la "economía naranja" parece de un estudiante de secundaria, con errores gramaticales y ortográficos incluidos. La genial propuesta es bien una obviedad, el descubrimiento del agua tibia, pues nadie va a dudar que la autoría de los libros y las patentes va a ser más rentable, o bien una ocurrencia indecente, típica de los cientos de miles de inútiles que salen de las universidades colombianas, para gastarse el dinero público en complacer clientelas que de tener ideas eficientes las explotarían en el sector privado, y más probablemente en otros países.

Al primer cuestionamiento de Puentes Melo, el flamante candidato respondió con insultos impropios de un parlamentario ("a un bagazo poco caso" y otras lindezas). Para responder a las preguntas de Mackenzie salió proponiendo desterrar el fanatismo sin saberse a qué se refería, con el aplauso inmediato de demócratas como Uprimny y León Valencia, y ante la mención de su trayectoria de izquierdista becado por Soros (financiador casualmente de Uprimny y León Valencia) y asociado a sus redes, respondió con un cuestionario que le envían sus leales como senador (y no como posible aspirante a la presidencia), proclamando lo obvio, como si bastara su palabra ("no conozco personalmente a Soros", "no soy el candidato de Soros"). Sólo hay que figurarse la firmeza que tendrá un personaje así con personajes como los terroristas y sus valedores, con los que tendría que lidiar. Sería, no lo duden, peor que Santos.

Casi duele la cabeza pensar en la lista de patochadas que se deben al uribismo y que al parecer no cesarán. ¿Qué tal la hija de Angelino Garzón dirigiendo al CD en el Concejo de Bogotá? ¿Y el moirista Carlos Valverde, que asociaba a Uribe con el "paramilitarismo" en plena presidencia de Santos? No se observa en torno al CD ningún valor ni ningún proyecto, sólo la adhesión sentimental de gente que no se esfuerza en entender mucho, y la adulación eficaz de gente que sueña con curules, ministerios, direcciones, embajadas, consulados y demás sinecuras, y que esperan obtenerlas como recompensa del Gran Colombiano a su aprecio y lealtad.

En alguna ocasión decía Vargas Llosa que en nuestros países cada elección parece de vida o muerte, absolutamente agónica. La de 2018 podría serlo de verdad, siempre y cuando surgiera un candidato que se propusiera deshacer la obra de Santos, extraditar a los jefes terroristas, llevar a las FARC y el ELN (y aun al M-19) a la CPI por crímenes de lesa humanidad, procesar a los funcionarios que más abiertamente han obrado como agentes del terrorismo (sobre todo a Eduardo Montealegre y a la señora de Lucio) y convocar una Constituyente totalmente elegida que AL MENOS permitiera destituir a todos esos malhechores que han estado delinquiendo desde puestos de jueces y fiscales. Nada de eso hará el CD, la promoción de un candidato equívoco y claramente ligado al narcorrégimen (que hasta tiene a su hermano en un cargo diplomático) lo demuestra.

Ya son 17 años de unidad y de inexplicable derrota de la mayoría (y de la ley, la justicia, la democracia y los derechos humanos). A estas alturas nadie tiene excusa. Los que creen que apartándose del Gran Timonel se exponen al ridículo y a la insignificancia deberían darse cuenta de que sin apartarse sólo contribuyen a legitimar el narcorrégimen, cuya "paz" no se contesta como el crimen que es, sino que se intenta mejorar con la participación de los amigos de Uribe.

(Publicado en el blog País Bizarro, el 31 de enero de 2017.