sábado, diciembre 20, 2014

Noción de "honor"

Por @ruiz_senior

¿Cuánto ha cambiado Colombia desde 2010? La inmensa mayoría de la gente de las ciudades no detecta ningún cambio importante porque en términos generales la economía no ha experimentado grandes sobresaltos y tanto los salarios como las oportunidades de empleo se mantienen. Muchos han prosperado gracias a la abundancia de recursos en manos del gobierno, que le ha permitido multiplicar los empleos públicos (a medida de los intereses de los políticos que lo apoyan).

Pero esa sensación es engañosa, como si uno tomara un taxi para un desplazamiento largo en una ciudad desconocida: no reconocería el trayecto ni sabría con certeza adónde lo estarían llevando. Respecto de lo que ocurre en La Habana la mayoría de la gente la percibe como algo lejano y a medias se resigna porque le prometen que se va a reducir la violencia, y si bien lo que ocurre es que aumenta día a día, tampoco es tan intensa la percepción que se tiene de ello en las ciudades.

No es lo mismo para los militares y policías, en especial para los que habían asumido como propio el combate contra las bandas terroristas. La verdad innegable es que el alto mando obedece a un gobierno cuyos fines son indistinguibles de los del enemigo mientras que los oficiales que más se han destacado en el combate con los terroristas están presos o destituidos. A eso se suma el hecho de que algunos altos oficiales apoyan abiertamente a las FARC y amenazan a los civiles que se oponen a premiar sus proezas. Se requiere un gran esfuerzo de prudencia para no pensar que esa valerosa disposición corresponde a intereses pecuniarios: las dos grandes organizaciones económicas del país son el Estado y las FARC, y ambas están dedicadas a lavar el dinero de la cocaína y el secuestro. Tal como todos los parlamentarios uribistas de 2010 se volvieron promotores de las FARC, aparecen muchos generales "pacifistas" que sin duda obran por las mismas motivaciones.

Esa realidad de colaboración de los altos mandos con el crimen contrasta cómicamente con la ilusión de los estúpidos de siempre que creen que podría haber un golpe militar que redimiera al país de su destino bolivariano. Todos los vicios morales e intelectuales que causan el atraso del país se resumen en esa esperanza: el sueño de que todo se arregle por una actuación de otros y la incomodidad con la democracia y la ley.

Pero esos oficiales que se lucran de la muerte de sus subalternos y todos los que los obedecen permiten hacerse una idea del país: ¿cómo es que hay oficiales que combaten a las FARC y soldados que mueren cuando es evidente que el gobierno al que sirven alienta y premia a esos criminales? Sencillamente porque tienen ese oficio y obedecen a una autoridad, y por servilismo y mentalidad de funcionarios que esperan su sueldo y su pensión, dan la vida, y sin duda en muchos casos caen gracias a información que les dieron sus superiores a los asesinos. Puede que incluso los manden a morir para dar argumentos a la "paz" (que sólo funciona gracias al miedo de la población).

Y esa extraña disposición lo lleva a uno a preguntarse ¿cómo es que ninguno deserta? La gente estúpida se burla de los aviadores suicidas japoneses de la Segunda Guerra Mundial, pero ¿en qué se diferencian realmente de los demás combatientes? En esa misma guerra murieron sólo en Europa un millón de estadounidenses. En la de Vietnam murieron 58 000. El que va a la guerra sabe que se juega la vida con una probabilidad altísima de morir. El que, como "Ricaurte en San Mateo" va a una muerte segura, como los terroristas suicidas del yihadismo, va también a una gloria segura. Pero ¿qué gloria puede ser morir por no desertar ni retirarse de una fuerza que se sabe que sirve de pretexto a los criminales?

Esas palabras relacionadas con el prestigio, como gloria, me hacen pensar en el "honor". Se supone que el oficio de los militares se basa en el honor y en el amor a la patria. Lástima que ésta sea una noción escurridiza y problemática. Dentro de pocos años los militares  y policías estarán tomando parte en el genocidio, que se considerará persecución de enemigos de la patria, ¿o qué hacen los militares y policías venezolanos o cubanos? Se me ocurrió mirar en el diccionario la noción de "honor" para tratar de entender qué mueve esa extraña sumisión de tantos funcionarios colombianos a quienes los matan.
1. m. Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.
2. m. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.
Tenemos, pues, que las dos primeras acepciones de la palabra remiten al compromiso con el deber y al prestigio que se deriva de él. ¿Es ese sentido el que mantiene la sumisión de los militares y policías? Parece que como todo en Colombia es la máscara de intereses mezquinos. En el de los jefes, los millones que les provee el gobierno y sus socios terroristas, en el de los mandos medios, la esperanza de ascenso, la pensión y el sueldo, gracias al cual terminarán cumpliendo órdenes de los peores asesinos, tal como en Bogotá los policías cumplen órdenes de un personaje que los mataba aliado con Pablo Escobar. En el caso de los subalternos, la incapacidad de sentirse dignos de respeto y por tanto capaces de desobedecer a unos criminales. El servilismo que tanto llama la atención a cualquiera que llega a Colombia de otro país.

Y el problema es que esos militares y policías carecen de honor y de valor, porque de otro modo renunciarían a sus rentas en lugar de hacerse cómplices de un crimen infame del que los propios compañeros de menor rango son hoy en día las principales víctimas. No se puede pedir que infrinjan la ley ni que resuelvan los problemas de los civiles, pero ¿cabe mayor deshonra y mayor traición a sí mismos y a sus juramentos que servir al enemigo para no perder unas rentas miserables? De todos modos cualquiera que se aplique a cumplir con su deber termina en la cárcel, ¿no habrá ninguno capaz de correr a refugiarse en una embajada y denunciar lo que hacen sus mandos al servicio de la mayor empresa cocainera del mundo?

No, no lo habrá: el honor es una cosa muy rara entre los colombianos. Una máscara que usa cualquiera, tal como se considera "educación" a la recitación de la propaganda terrorista y "justicia social" al despojo de las mayorías en favor de las clientelas del terrorismo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 15 de octubre de 2014.)