viernes, mayo 29, 2009

Ideología y tabaco

Yo empecé a fumar cigarrillos a una edad casi inconcebible, y muchas veces me he quedado perplejo al pensar hasta qué punto es rutinaria y obtusa la forma de pensar corriente: la gente se escandaliza de que fume un preadolescente al que ese vicio le puede estar sirviendo para encajar en este mundo, pero no ve problema en que lo haga una persona mayor, a la que la ayuda a llegar antes al otro.

Es interesante considerar los motivos de ese hábito, pues no dejan de ser un misterio: se gasta dinero, se daña gravemente la salud (todas las personas que conozco de mi generación que han tenido problemas cardíacos han sido víctimas del tabaco), se adquiere mal aliento, se corrompen los ambientes que lo rodean a uno y se genera fama de persona maldita y enfermiza a cambio de nada. Y ese “a cambio de nada” lo hace especialmente absurdo si se compara con los demás vicios, que siempre ofrecen alguna euforia, algún estímulo o algún sedante, incluso algún aprendizaje. El tabaquismo no: sólo se satisface la necesidad de fumar generada por el hábito de fumar.

¿Por qué empieza la gente a fumar? Casi siempre se trata de la imagen que da la persona muy joven, la necesidad de mostrarse segura y ocultar su desvalimiento, que suele ser sólo una sensación propia de ese tránsito de la infancia a la edad adulta. El que fuma siempre sabe qué hacer con las manos, si está rodeado de personas que le llevan algunos años, compensa la desventaja mostrando una conducta de adultos, si todos sus amigos fuman, aprovecha para exhibir la cajetilla más cara o elegante...

La ideología es exactamente así. El muchacho de los últimos años del bachillerato se gana la lotería en cuanto adquiere su hatillo de respuestas para todo, su explicación universal gracias a la cual siempre sale más sabio, seguro, interesante, “ubicado”, resuelto, esperanzado y hasta bien relacionado que los demás. Cada vez que da vueltas a sus recién adquiridas certezas siente el infinito halago de estar entre los buenos y justos, a diferencia de todos esos que salen en las páginas sociales, de los terroristas atómicos que organizan viajes a la luna, de los dueños de empresas y los artistas de éxito. El que tiene su ideología siempre resulta superior en sus cuentas.Esa cárcel de la mente es el mejor recurso de las peores inclinaciones: ¿cuántas personas de las que pueden leer este blog se han quedado perplejas ante el pariente o el amigo que contra toda evidencia sigue sintiéndose admirador del inverosímil golpista antisemita Hugo Chávez? Cada vez que se cree que la persona está condenada a pensar así a causa de la condición social o de intereses específicos se corre un riesgo grandísimo de equivocarse. No tiene por qué haber ninguna correspondencia mecánica, no es que la persona obtenga ninguna ganancia del ascenso de la barbarie y el fascismo, sólo que se acostumbró al halago de la buena conciencia que le permite sentirse todos los días uno de los buenos que ama a los pobres y odia a los ricos y ve su propia situación como un ejemplo de injusticia con los que no han podido tener su educación.

El mismo error se comete si se cree que se trata de inteligencia. Por el contrario, cuanto más aptitud tenga una persona, por ejemplo en una profesión, más encarnizadamente defenderá su ideología: el reconocimiento justificado que obtiene por una actividad lo extiende al conjunto de sus opiniones. La descalificación que alguien haga de sus ideas políticas se extiende a toda su persona y resulta claramente disparatada, tal vez fruto de la envidia ajena.

Pero lo mismo pasa con el tabaco, en una empresa se puede prohibir fumar a los subalternos pero no al gerente. Y las analogías entre esos dos vicios podrían seguir así, pues ¿no está nuestro amigo o pariente colaborando en una vasta empresa criminal a causa de su soberbia y de su incapacidad de aceptar la necesidad del cambio? Esa aceptación del error resulta inconcebible porque siempre es más grato aferrarse al personaje que se concibió en la adolescencia y a los valores propios de ese contexto.

Y en algún momento alguien tiene que decírselo: tanto las enfermedades horribles del tabaquismo como la caída en el crimen más monstruoso por apego a la ideología, esa anti-ciencia, sólo se ocultan a quien se aferra a esa vanidad: son reales, los alemanes de la época de Hitler eran personas cuya cultura musical, artística, literaria, cuya civilidad y disciplina eran incomparables con las de los andinos de la época de Chávez: cada uno, en medio de la hambruna y la humillación, encontraba algún pretexto para sumarse a la orgía criminal. Los andinos, zafios y toscos en comparación por mucho que pertenezcan a la clase más alta y puedan comprar ropa cara y perfumes, encuentran pretextos en su propia ignorancia, en la propia limitación del medio y en el poderoso aparato de propaganda de quienes sí tienen intereses próximos a toda la conjura criminal.

Deberían desengañarse: las FARC no son menos criminales que Hitler, salvo en la escala, y la izquierda democrática sólo es diferente de las FARC en la medida en que las oficinas de una empresa cárnica lo son de la planta de producción. Cuando los muchachos de Karina jugaban fútbol con las cabezas de las víctimas, eso era posible porque había grandes presiones a favor de las guerrillas, porque aparte de las tradiciones inicuas de la sociedad, de las ambiciones de unos desalmados y de los turbios intereses de muchos extranjeros, el crimen tenía un aliado formidable en esa vanidad despreciable de tantas personas que merecerían un mejor papel en este mundo.Desengáñense: los que creen que el Polo Democrático tiene una variante amiga de las FARC y otra moderada y razonable pueden ir viendo el engaño en que viven (fruto de su necesidad de negar su propia responsabilidad en el hecho de que se llegara a jugar al fútbol con cabezas humanas): ¡publicarán un periódico del PDA. ¿Se imagina el lector quiénes escribirán ahí: pues Alfredo Molano, Antonio Morales y Cepeda II, personaje descrito por El Espectador como ¡vocero de las víctimas del conflicto! Aparte de matarlas ahora hasta les roba la voz. Esos personajes son clásicos justificadores y jaleadores del terrorismo, cualquier votante de ese partido es un cómplice cuya situación se complica por la cobardía: le deja la propaganda terrorista a personas más valerosas, como Molano y Córdoba, y el fútbol a unos pobres rústicos. Esa persona puede ser buen padre o madre de familia, como de hecho lo eran muchos nazis, puede tener talentos y aptitudes, pero como cómplice de una trama criminal no es mejor que los pobres peones que briegan en el monte para que persistan esos ideales, esa vanidad de esa persona.

Ese hábito funesto que se adquirió en la adolescencia y que ha mantenido a la persona a salvo de la funesta manía de pensar.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 9 de julio de 2008.)

martes, mayo 26, 2009

¡Constituyentica!

Nada detuvo a los magistrados, el libreto se llevó hasta el final pese a que sólo para los criminales se puede considerar justicia la tarea de perseguir a una señora que anhela autoinculparse siendo evidente que eso sólo sirve como pretexto de una conjura desestabilizadora, pese a que todo el mundo sabe que el intercambio de favores por puestos y prebendas ha sido la forma de relación corriente entre el Ejecutivo y el Legislativo desde que hay Congreso. Cabía la figura jurídica, pues se explotaba, gracias al fervor delator de la acusada: ¿qué pasaría si se evaluaran todos los actos legislativos de los anteriores gobiernos? Habría que encerrar a todos los ex ministros, ex presidentes y ex congresistas. Dudo mucho que quedaran muchos ex magistrados a salvo. Pero para lograrlo haría falta una potencia invencible como la chequera bolivariana, cuyos cañonazos hacen que la prisión domiciliaria resulte tolerable, o la derrota de toda dignidad, pues nadie mirará a la cara a uno de esos magistrados de otro modo que como a un pícaro, y aquel que lo haga de otro modo sólo le despertará lástima. El que la norma sea de ocasión se puede comprobar en el hecho de que si mañana alguien va y denuncia un hecho de ésos puede contar con que nadie le hará caso. Es la justicia de autor.

Los que hacen bueno a Uribe
Definir el uribismo es complejo porque al mismo tiempo es como un despertar conservador, no del difunto partido de ese nombre, sino del tipo de personas que comparten valores tradicionales, y un gran esfuerzo transformador, en el sentido de superar la impotencia de la sociedad ante el crimen. Pero hay una forma de entender por qué hay uribismo y por qué su hegemonía: son sus enemigos. El uribismo es sólo lo opuesto a los enemigos del uribismo: aparece como respuesta a sus acciones durante los gobiernos anteriores. Supongamos que se admite el argumento de que está mal “cambiar las reglas en medio del partido” y reformar la Constitución de modo que sea posible la reelección inmediata del presidente. ¿Cuál es la respuesta de la oposición? Apoyarse en el apetito clientelista de los desaprensivos que ocupan los puestos del Congreso para obstruir esa reforma. ¿A quién representaban esos congresistas? ¿Qué opinaban los dirigentes de sus partidos? ¿Y sus votantes? La oposición apuesta a impedir que gane el candidato que más gusta a la gente gracias a argucias leguleyas.

A la sombra de Chávez
Es decir, ante la realidad de no tener apoyos suficientes para ganar elecciones, intentan que se pase por encima de éstas. Un demócrata habría tratado de derrotar a Uribe en las urnas, es lo único que haría legítima su aspiración. Pero sólo querían mantener el caos a ver si la cocaína y Chávez proveían suficientes recursos para que las FARC forzaran una negociación política con un Estado vencido. De forma tácita o explícita, todos los enemigos del gobierno, tanto en el Congreso como en la prensa como en las aulas, han apostado por la negociación política, por el sometimiento de la gente a las imposiciones de una banda de asesinos. Que me muestren uno solo que haya estado en contra desde cuando se llevaba a la práctica esa negociación, en tiempos de Pastrana hasta cuando este mismo ex presidente, junto con Gaviria y Samper, presionaba al presidente para que despejara territorio en favor de las FARC, sacando jugo a los rehenes porque eran ya la única forma de sobrevivir a la irrelevancia política y burocrática. En últimas hay guerrilla porque los personajes como el difunto Umaña Luna o el superviviente Fals Borda esperan conservar un poder que las urnas les niegan: fracasada la guerrilla, esas castas se apoyan en la arbitrariedad de funcionarios de justicia venales y en el poder de la chequera bolivariana. El objetivo es el mismo, dominar sin tener en cuenta a la gente. Lo mismo ocurrió con el referendo de 2003.

¿De dónde son los cantantes?
Lo que uno lee en la prensa colombiana, sea en forma de noticias, editoriales, columnas o comentarios de lectores, lo pone ante la evidencia de una realidad singular. Pero mucha gente está impedida de verlo porque desconoce otros países. El caso de la Corte desnuda en su cinismo, demorando la investigación contra Piedad Córdoba a pesar de que la prensa extranjera publica los mensajes de correo electrónico en que aconsejaba la prolongación del cautiverio de Íngrid, o procesando a la presidenta del Senado después de que una persona encarcelada recibe la visita de Piedad Córdoba y empieza a “denunciar”, o exhibiendo su indignidad como cuando se quiso investigar al magistrado Velásquez por el caso Tasmania, es un paradigma de esa realidad. El que las personas que hace unos años escribían en los foros burlándose de los secuestrados y pidiendo que se premiara a quienes ponen bombas sean los principales garantes de la decencia de la corte es otro ejemplo: es como una forma de primitivismo, de impudor infinito, exactamente lo que hace que alguna gente pueda dedicarse a delinquir y no sienta ninguna culpa ante las víctimas. La persona que disparó sobre el sindicalista José Raquel Mercado, un hombre indefenso en ese instante, obra en un lugar como Colombia como veedor de la decencia. No hay ningún problema: las palabras son otra cosa, matar a ese señor en esas condiciones hizo que a los del M-19 se los reconociera como “los justicieros del pueblo”, según nos contaba Vera Grabe en un libro al que elogiaron decenas de columnistas de la prensa y al que ciertamente ninguno reprobó.

Indefinición a término indefinido
Pero esa definición por lo que no es y por el sentido práctico de su líder resulta la gran debilidad del uribismo: cuando se creó un partido para agrupar la representación parlamentaria de la gente que apoya al presidente, resultó una entelequia cuyo nombre es paradigma de falta de ideas y de cohesión movida por otra cosa que por los apetitos burocráticos, y en el que resultaron metidos toda clase de políticos desaprensivos. Pese a haber contado con ministros de Economía de primer nivel técnico, el gobierno no ha sido capaz de promover políticas que favorezcan la contratación (salvo la reforma laboral de 2002, que generó más agraviados que resultados visibles) ni ha hecho nada para acabar con los impuestos al empleo. La negociación del TLC se retrasó por la incapacidad del gobierno de imponerse sobre las presiones de los gremios, con el resultado que conocemos ahora. La condición real de los grupos de oposición da legitimidad al gobierno, lo hace representativo de los intereses ciudadanos, pero su orientación parece en exceso “cortoplacista”, lo que redunda en un enorme desperdicio de oportunidades.

¡Constituyente!, ¡Constituyente! ¡Constituyente!
La constitución de 1991 resultó de una alianza entre el Partido Liberal, que repetía mandato, y el M-19, que había conseguido erigirse en representante de las clases altas urbanas (muy probablemente mayoritario entre la población que estuviera a la vez en el primer decil de ingresos, en el de educación y en el de consideración social por su origen). Muchas de sus normas pretenden ante todo asegurar las rentas de la burocracia estatal y el poder de una parte del Estado que no se somete a elección sino que encarna valores superiores: la judicatura, la universidad pública, etc. La sempiterna indigencia intelectual de los políticos y juristas de los partidos tradicionales los llevó a promover una Constitución que declara que la propiedad es una función y que autoriza su abolición a través del asesinato (delito político). Los miembros de esa Constituyente fueron elegidos por menos del 20 % de los ciudadanos y de algún modo su redacción conduce por diferentes vías al dominio de la burocracia sobre la gente. Como cuando se aseguran gastos sobre cuya provisión no se dice nada. ¿Por qué el presidente no ha aprovechado la evidencia de que representa las aspiraciones legítimas de la mayoría para promover una norma diferente? Es verdad que sentirá desprecio por el sueño de mejorar el mundo con un decreto, pero muchos de los atropellos que hoy cometen los jueces serían más difíciles con una norma menos parecida a la venezolana.

La oportunidad
Tanto la derrota estratégica de las FARC como la inestabilidad que resulta de la conjura de los magistrados abren la oportunidad para convocar esa constituyente: las denuncias contra los magistrados tras la petición de aquéllos de que se discuta la legitimidad de la reelección llevan a una situación de mutua deslegitimación, respecto de la cual hay que consultar al constituyente primario, pero ¿por qué no aprovechar para prohibir la negociación política? ¿Y para reemplazar al legislativo y a la cúpula judicial actuales, tan claramente prevaricadores? Sadam Husein provocó cuanto quiso a Occidente porque contaba con el síndrome de Vietnam, los magistrados se han atrevido a ir hasta el final con su despreciable juego porque cuentan con que el presidente razona como un tendero y no hará nada que pueda incomodar a algún sector poderoso. Pero el presidente tiene de su parte el apoyo de la opinión mayoritaria, que determina también la lealtad del estamento militar. Si no aprovecha la ocasión para poner en su sitio a los prevaricadores y echar los cimientos de un país moderno, los colombianos del futuro no se lo perdonarán.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 30 de junio de 2008.)

sábado, mayo 23, 2009

El gran acuerdo nacional del "país político"

Desde que el columnista Eduardo Posada Carbó empezó a proclamar la necesidad de un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición para acordar políticas deduje que de lo que se trataba era de un programa común de la oposición para cambiar la orientación del gobierno a partir de 2010. ¿Qué sentido tiene buscar acuerdos con políticos desprestigiados cuyo apoyo sumado apenas llega a un tercio de los votantes y de los entrevistados en encuestas de opinión? Sencillamente el columnista trata de salvar de la derrota a esos políticos en apariencia pidiendo que el gobierno les brinde reconocimiento y someta sus políticas a un consenso con ellos, pero en realidad buscando que ese acuerdo llegue a darse contra el gobierno.

País político y país nacional
Esa peculiar diferenciación se presta para muchos malentendidos, y no hay demagogo que no se presente como portavoz del “país nacional” contra el “país político”, término que sirve para aludir a sus rivales. No obstante, ¿es válida esa vieja descripción de Gaitán? El país político es una noción que podríamos aceptar como “conjunto de personas que viven de los cargos públicos”, pues si se tratara de interés por la política el “país nacional” no podría tener voceros ni intérpretes: todos dejarían de pertenecer a él en cuanto se metieran en política. A lo que aludía Gaitán es a las personas cuyos negocios dependen de la política, a los políticos profesionales y a sus cohortes de lagartos, como ya he explicado, a los que viven de empleos estatales o de relaciones con funcionarios públicos.

La Gran Sociedad del Estado y el resto
La definición de “país político” de Gaitán corresponde a una tradición que se remonta a los orígenes mismos de la sociedad colombiana, y que hoy en día se puede reconocer en el gran bando de funcionarios y jubilados estatales, de sectores privilegiados afines a éstos, abogados, periodistas, políticos viudos del poder, etc. Esa parte de la sociedad es casi unánimemente hostil al gobierno actual. Es la base social a la que Posada Carbó llamaba a un “Gran Acuerdo Nacional”. Ese acuerdo ya se concreta en declaraciones como las de Gustavo Petro en una entrevista en El Espectador: resulta evidente que el ex presidente Gaviria y los ex alcaldes Mockus y Fajardo, junto con el ex magistrado Gaviria y el ex asesino Petro, forman un solo bando con Piedad Córdoba.

La catástrofe del “narcoparauribismo”
Todos los pretextos que se usan para justificar esa alianza son falaces y más bien disparatados. Sencillamente Colombia, como cualquier país de la región, tiene que optar por tomar el rumbo de las democracias occidentales o el de Cuba. Pero el rumbo cubano no es una excepción de ese país, ni menos el resultado de la infiltración de “ideologías foráneas”. La Conquista fue tal vez la primera avanzada del totalitarismo y el Estado en gestación que constituían las tropas de Jiménez de Quesada, por poner un caso, ya pretendía disponer de todo. Los descendientes de esos conquistadores se acostumbraron a vivir de esas rentas y del forcejeo entre ellos siempre sale como resultado el ensanchamiento del Estado, de los puestos y misiones, de los informes y derechos. Una vez los éxitos del gobierno actual le granjean el apoyo más o menos unánime de la opinión prooccidental, los aspirantes a reemplazarlos son cooptados por el “polo” castrista, por Chávez y sus inagotables recursos. El caso de la Anapo es apenas típico, el problema no es que en 1970 fuera víctima de un fraude, sino que en 1974 el “pueblo” descontento se ilusionó con un demagogo más eficaz y el partido pasó a ser irrelevante: el nieto del dictador anticomunista resulta elegido alcalde de Bogotá en 2007 con el apoyo manifiesto de las FARC. La velada justificación de personajes como Posada Carbó de una alianza con los castristas contra la reelección resulta a un tiempo obscena, estúpida, irrisoria y deprimente. Lo mismo que los supuestos nexos de políticos afines al gobierno con paramilitares: ¿dónde está la propuesta que prima el rechazo al terrorismo y a la exportación de la revolución bolivariana sobre cualquier otra consideración?

Todos hacia el centro
El domingo pasado no sólo salió en la prensa la novedosa propuesta de Petro de negociar con las FARC sólo las condiciones de su desmovilización, eco del discurso con el que su jefe, el sátrapa venezolano (todo un líder mundial, según Petro), pretende desentenderse de las evidencias que lo inculpan en el computador de Raúl Reyes. Parece que las FARC son dadas ya por desahuciadas por sus propios socios, y entonces se pide su desmovilización. Negociar las leyes con ellas les resulta ya una aspiración imposible: así, del ahogado el sombrero, los que decían que las FARC se levantaban contra el gobierno de Uribe porque no era democrático se convierten en los más rigurosos defensores de la democracia. ¿Alguien recuerda que el M-19 formaba parte del Foro de Sao Paulo junto con las FARC y el ELN? ¿Qué pedían durante los años del Caguán? ¿Cuál ha sido la conducta del Polo Democrático durante el gobierno de Uribe? El descaro con que ahora se cambia de política sólo es muestra de la calidad de pretexto del discurso: de lo que se trata es de los intereses de unos grupos sociales parasitarios.

Izquierda y derecha
En términos generales la izquierda es el altruismo de los maestros que se niegan a ir a determinados barrios y a someterse a cualquier evaluación, de los profesores universitarios que, generosamente pagados por el Estado, predican el asesinato de policías y soldados, de los políticos que reclaman privilegios inicuos como “derechos adquiridos”, de los profesionales de la tutela y de la protesta: izquierda es la virtud de dejar el trabajo a los demás. Pero la vaga idea igualitaria, colectivista, etc. sirve para justificar cualquier desmán. Por ejemplo, el concejal de Bogotá Roberto Sáenz se declara distanciado de los miembros de su partido que siguen pensando en la dictadura del proletariado y el régimen de partido único. ¡Qué curioso! ¿Cómo es que está con ellos? ¿En qué son mayores sus diferencias con los concejales y votantes peñalosistas que con los amigos de las FARC, que nadie niega que haya en su partido? De hecho, ¿alguien recuerda alguna vez que algún dirigente de ese partido haya dirigido algún reproche al régimen cubano? Claro: no se les puede pedir, es que son de izquierda, tienen principios. Ya se entiende.

Bipartidismo forzoso
Todos los que han lanzado su candidatura presidencial para 2010 (Pardo, Garzón, Petro) y los que probablemente lo harán (Fajardo, Gaviria Trujillo, Mockus), buscan la aprobación de Chávez y Piedad Córdoba por una parte y de la opinión por la otra para ser adversarios del candidato uribista. De la entrevista de Petro se infiere que Fajardo y los “visionarios” comparten esa visión “frentista” (de otro modo, ya habrían mostrado su discrepancia), lo cual hace pensar que el Gran Acuerdo Nacional ya es un hecho. Sólo queda comprobar hasta qué punto los medios y toda la poderosa facción estatal consiguen arrastrar votos, naturalmente de personas descontentas con las FARC pero a las que se puede engatusar con diversos pretextos. Al respecto, se debe recordar que la adhesión al castrismo y a su modelo de sociedad es mucho mayor que el apoyo a la guerrilla o a sus socios políticos: el castrismo es genuina expresión de una tradición regional, las ideas liberales son las propiamente foráneas. Al respecto no hay que engañarse. Y esa afinidad con Piedad Córdoba y su mentor la tratarán de ocultar de muy diversos modos, siempre tratando de crear la percepción de que hay algún valor o dato más importante que esa afinidad (como la patética petición de renuncia de Mockus). Triste papel el de un ex alcalde cuyo sucesor afín fue apoyado con entusiasmo por el entorno del presidente.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de junio de 2008.)

martes, mayo 19, 2009

ONU, paz y democracia

Se ocupa Moisés Naim de la idea de crear una organización internacional de democracias que supliera los graves déficit de la ONU, y la desaprueba por inviable y hasta contraproducente. Tal vez lo más defendible de lo que dice es la ingenuidad de atribuir al sistema político de un país un contenido que tal vez no tiene. La Venezuela de 2001 era formalmente una democracia y eso no impedía a su presidente reunirse con Sadam Husein para acordar políticas comunes.

Esa idea puede no ser buena, pero lo cierto es que a la hora de impedir la fabricación de bombas atómicas por regímenes criminales o el apoyo de ciertos Estados al terrorismo la ONU es del todo ineficaz, y aun funesta. Nadie debe olvidar que los representantes de esa organización internacional en Colombia, Mengeland y Demoyne, y muchos otros, eran abiertos promotores de las FARC, ni que a los camboyanos los representaba el régimen del jemer rojo lo mismo que a los kurdos iraquíes los representaba un agente del monstruo que los gaseaba.

En esencia la ONU es una organización obsoleta y completamente inepta. Surgió de la segunda guerra mundial y estableció una legalidad que poco tiene que ver con el mundo de hoy, en el que no hay modo de explicar que Francia tenga derecho de veto mientras que India, con casi 20 veces más población, sólo sea miembro del Consejo de Seguridad, el verdadero poder, con las mismas posibilidades que países pequeñísimos.

Tanto el texto de Naim como toda la retórica europea abundan en el reproche al “unilateralismo” estadounidense, como si los genocidios que han tenido lugar en tiempos de la ONU hubieran sido evitados por instancias multilaterales. Muy al contrario, en el caso de la antigua Yugoslavia las mismas naciones europeas “hacían la guerra con los hijos ajenos” promoviendo el fascismo que más conviniera a sus intereses, bien el de los ustacha croatas, leales a un antiguo bloque pangermanista, bien el de Milosevich, que pretendía hacer fracasar la independencia croata reconocida a toda prisa por Alemania. El papel de Francia en el genocidio de Ruanda también es conocido, así como la pasividad general ante las atrocidades de tantas guerras africanas, como la del antiguo Zaire, en la que han muerto ya varios millones de personas.

La orgía de crímenes en Yugoslavia se contuvo tardíamente y sólo por la determinación unilateral estadounidense, y también así se puso fin al amenazante régimen de Sadam Husein. Ante la escalada de crímenes del terrorismo islamista o el interés del régimen iraní de hacerse con bombas atómicas, así como de clamar por la destrucción de Israel, la actitud de quienes se quejan del “unilateralismo” estadounidense recuerda la disposición de casi todos los periodistas influyentes en Colombia para que se premie a las FARC: el “multilateralismo” sólo se entendería como una victoria y un reconocimiento que obtendrían los terroristas.

La ONU es la organización multilateral que correspondía a la guerra fría, los cinco países con derecho a veto correspondían a los vencedores de la segunda guerra y eran tres de un bloque y dos del otro. Al caer el muro de Berlín y disolverse la Unión Soviética, muchos creyeron que se abriría una etapa de paz y armonía entre las naciones. Bin Laden y compañía se encargaron muy pronto de acabar con ese ensueño: el entusiasmo que los hechos del 11-S produjeron en Europa y Latinoamérica fue el anuncio de una nueva época de rebelión y amenazas a la libertad, casi que la radicalización de Chávez y el ascenso de sus seguidores en toda la región a partir de entonces es en parte resultado de esa atrocidad. El “Nuevo Orden Mundial” no despierta propiamente entusiasmo en las regiones en que el comunismo tuvo un apoyo significativo. La suma del socialismo del siglo XXI con la yihad, el resurgir del nacionalismo ruso y la resuelta euforia con el terrorismo de la “resistencia” iraquí en Europa y Latinoamérica describen una época diferente en la que la paz mundial no depende del “multilateralismo” (en el que las pretensiones del régimen iraní de destruir a Israel reciben reconocimiento y son tan legítimas como el anhelo de sobrevivir de los israelíes) sino del poder que realmente pueda imponerse.

Ese poder basa su legitimidad en la tradición de defensa de la libertad: la nación en que surgió la democracia moderna y el régimen de libertades y derechos hace frente a un entorno hostil, no como muchos creen por culpa del gobierno de Bush (pues el odio que concentraban Nixon o Reagan era aún mayor y en tiempos de Clinton el antiamericanismo sólo era menos ruidoso), sino por su propia esencia. Sólo es la amenaza que representa su modelo social para el orden imperante en otros sitios.

De modo que la vieja tarea de la segunda guerra mundial no se consumó con la derrota de Hitler ni con la caída de la URSS, pues las amenazas siguen siendo igualmente formidables. Y más allá de que nos guste o no, la tendencia es a que la ONU resulte irrelevante y el bando aliado recupere el papel de liderazgo mundial que tuvo en esos momentos. Ese bando aliado lo forman ante todo Estados Unidos y Gran Bretaña, que desde comienzos del siglo XIX han evitado enfrentarse y en todas las ocasiones importantes se han apoyado.

Pero en el mundo globalizado y recalentado hay dos países de gran extensión que comparten valores, idioma y tradición con esas dos potencias y que tienen enormes perspectivas de crecimiento demográfico y económico: Australia y Canadá. Esos cuatro países, junto con Nueva Zelanda e Israel podrían ser el “núcleo duro” de un nuevo poder global que podría contener las amenazas de los regímenes totalitarios, de los terroristas y de todos esos espíritus ansiosos de defender viejas jerarquías que no vacilan en aplaudir a los genocidas, como se vio con el jemer rojo y con los “insurgentes” iraquíes, como se ve con ETA o las FARC allí donde se las puede defender impunemente. Incluso ese grupo de países podrían llegar a tener estructuras de gobierno comunes, nacionalidad, moneda, mando militar, etc.

En un segundo nivel estarían los países ligados culturalmente al primer grupo: la Commonwealth, India, Sudáfrica, Singapur y países de inequívoca afinidad con Occidente: Japón, Corea del Sur, los de Europa central y oriental que han experimentado la opresión totalitaria y algunos de Europa occidental y Centroamérica. Otro nivel menos fiable lo formarían los miembros de la OTAN que no hayan aparecido antes y países de todos los continentes que se pongan de parte de ese poder.

Como alianza militar, la organización tendría una actitud resueltamente defensiva, basada en la defensa de los valores de la carta de la ONU y en la determinación de garantizar la paz y evitar los genocidios, como el que ahora mismo tiene lugar en Darfur.Bueno: es lo que creo que ocurrirá. No hay que ser adivinos para pensar que todos los reaccionarios de Latinoamérica y Europa estarán en contra, incluso es probable que gobiernen por largos períodos. Es que la simpatía por Hitler y Stalin (ampliamente mayoritaria en los años treinta del siglo XX en casi toda Europa, sobre todo en los países mediterráneos), por Castro y Chávez, por el Che Guevara y Camilo Torres, por todo el sempiterno antisemitismo y antiliberalismo, por Mohamed Atta y los insurgentes que hacen fracasar a EE UU en Irak como antes en Vietnam, no es en conjunto un hecho casual sino la manifestación de tendencias muy profundas. Y nadie debe dudar de que las sociedades que tomaron ese rumbo lo pagarán en términos de desmoralización, de escasa cohesión social, de baja productividad, de emigración de los más aptos y de amargura y resentimiento. La unidad latinoamericana “antiimperialista” podrá ser muy eficaz a la hora de asegurar el atraso y el despojo de minorías parásitas, pero como amenaza para EE UU y sus aliados sólo será tema de risa.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de junio de 2008.)

sábado, mayo 16, 2009

Los herederos del fascismo

En condiciones de indigencia intelectual y primitivismo, la confusión de los nombres hace estragos porque la gente termina defendiendo aquello que dice condenar. Caso típico es el del término “fascismo”, que los fascistas han convertido en insulto contra quienes los contradicen. El motivo de ese desprecio fue el fracaso del fascismo histórico en la segunda guerra mundial, y la aparente oposición con el socialismo marxista. En la jerga de esta corriente, a medida que se perdían las ilusiones que había creado tras la Revolución rusa, toda oposición se fue convirtiendo en “fascismo”. Pero el fracaso del comunismo en Rusia y su periferia forzaba a la “izquierda” de los países subdesarrollados a adoptar una retórica amalgamada y brutal que sólo se puede describir con un adjetivo: fascista.

El fascismo de Mussolini es sólo una variante del socialismo, la tradición colectivista-estatista del siglo XIX que surgió de las ideas de Rousseau y Hegel, entre otros. Mientras que el marxismo se proclamaba internacionalista y partidario de la extinción del Estado tras la destrucción de todas las instituciones liberales, algunos socialistas encontraron un terreno perfecto para hacer prosperar sus ambiciones en el patriotismo y en el refuerzo incesante del Estado-nación. Eso es el fascismo. El que coincidiera con los antisemitas alemanes y austriacos era inevitable, lo mismo que el surgimiento de una sucursal española basada en la nostalgia imperial y dedicada a ofrecer un elixir infalible contra la angustia de la disolución que sufría ese país desde la pérdida de las colonias americanas durante las guerras napoleónicas y del resto del imperio en 1898. (Pero hubo tremendos movimientos fascistas en Rumania, Hungría, Croacia y otros sitios, mientras que el nacionalismo árabe de las décadas posteriores era típicamente fascista.)

Las coincidencias entre el fascismo y el comunismo son muchísimas, pero quedaron ocultas por la confrontación de 1939-1945, en que los socios de Hitler en la conquista de Polonia quedaron legitimados por la necesidad que tuvieron los aliados de su aporte para vencer al régimen nazi. Eso permitió a los intelectuales comunistas —también muy parecidos a los fascistas como corruptores del lenguaje, justificadores de atrocidades, miembros de una secta intransigente y propagandistas del culto del Estado y de la personalidad de los líderes— obrar impunemente en muchos países, sobre todo en los del Mediterráneo europeo y en Latinoamérica. La identidad con el fascismo quedaba disfrazada por la oferta de un futuro de armonía entre las naciones y reconocimiento de todos los grupos étnicos. Una vez declarada caduca la utopía comunista, los herederos del comunismo resultan sólo típicos fascistas.

Es lo que ocurre con Chávez, esa lamentable especie de Mussolini tropical: militar golpista, patriotero brutal, abierto antisemita, destructor de la institucionalidad democrática, profesional de la injuria y la amenaza. Hace falta un mundo de extrema ignorancia y deformidad moral para no ver en el siniestro émulo de Sadam Husein (su amigo) a un fascista típico. No es raro que sus seguidores y socios sean personajes como el temible Ollanta Humala, defensor de una versión delirante de nacionalismo racista que sólo se distingue del fascismo en lo remoto y precario del imperio que quieren reivindicar. O los “justicialistas” argentinos, cuyo fundador pretendía ante todo emular a Mussolini. ¿Alguien recuerda que los Kirchner se hayan apartado alguna vez de la herencia de Perón? También el nacionalismo de Evo Morales tiene ingredientes fascistoides.

Otra característica del fascismo es la reivindicación de la violencia política por parte del grupo que encarna el mito nacional: lo que para los discípulos de Mussolini era “violencia caballeresca” para los sicarios que reinan en las universidades y en la judicatura en Colombia es “delito político”, una legitimación del crimen que ciertamente no se acepta en ningún país civilizado. La espantosa intimidación de los fascistas que usufructúan al Estado en sus universidades no es más que aplicación de esa clase de violencia, que en tiempos del fascismo italiano se llamaba “acción directa”.

La misma pasión antiamericana de las clases acomodadas ligadas al Estado en un lugar como Colombia es típica del fascismo: la obsesión con un enemigo al cual siempre derrotar y culpar de todo lo que ocurre es típica del fascismo. Para los nazis eran los judíos, para los fascistas italianos eran los británicos. En Latinoamérica, ya con Perón, el fascismo se obsesiona con EE UU. El fascismo es esa cultura del odio de la chusma contra el enemigo que los gremios de divulgadores de ideología le ofrecen, siguiendo la rutina patriotera.

Pero en definitiva hay algo que caracteriza al fascismo: la corrupción del lenguaje. En tiempos de Franco su régimen se definía como “democracia orgánica”, siendo el apellido el que legitimaba la negación del nombre. Bueno, la Falange Española de las JONS (sigla que significa Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) surgió como un intento de desarrollar en España un movimiento como el de Mussolini. Del régimen italiano heredaron otra expresión del mismo jaez: Justicia Social. Era el nombre que servía para justificar cualquier atropello del poder estatal, legitimado por eso “social” que sólo define por antonomasia al Estado y que se usaba cuando convenía para soliviantar los sentimientos anticapitalistas que estaban en la base popular del movimiento fascista. Los jesuitas con los que se formó Fidel Castro la transmitieron a los fascistas latinoamericanos. Para reconocer a un fascista hoy en día basta con verlo explotando esa típica expresión fascista. Mejor dicho, “justicialista”.
Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de junio de 2008.

sábado, mayo 09, 2009

Karina y los otros

Un amigo me hablaba del carácter sanguinario de la ex guerrillera alias Karina y me violentó asociar la imagen que aparece en la televisión con el crimen rampante. Propiamente parece una empleada doméstica de las que maltratan y manosean los pensadores de la izquierda democrática. Me quedo pensando que cualquiera puede ser cruel y que quien está en la guerra más bien necesita serlo. Jaime Jaramillo Panesso la recuerda como jefa del grupo que hace seis años mató a su hijo, un técnico agrícola que no tenía ninguna relación con enemigos de la guerrilla. A mí la rabia que despliegan los lectores de ese artículo y muchos millones de colombianos contra esa señora me produce cierto asco. ¿Es que los militares son menos inocentes? ¿Y los parientes de los secuestrados o los mismos secuestrables que intentan contener la amenaza? Los guerrilleros no sabían quién era ese joven, si era un espía del enemigo y lo dejaban ir ellos lo perderían todo, si no lo era pero de todos modos lo mataban no perderían nada. Al contrario: el poder, la propia seguridad de los combatientes o la expansión de la rebelión son mayores cuanto más terror se produzca.

Lo mismo se podría decir de todas las atrocidades guerrilleras: sólo son el producto de la determinación de hacer la guerra, de rebelarse para tomar el poder por las armas, lo cual sólo es el producto de las estrategias soviéticas y de la ambición de ciertos cenáculos de las clases altas locales. Es como quien contrata a un sicario, los colombianos lo condenarían aun sin cometer el crimen: joven, ignorante, pobre, negro o indio, disponible “para lo que sea”... A quien lo contrata no se lo condena. Se viste bien, se expresa bien, puede hablar de gastronomía o de literatura, tiene parientes poderosos, viaja... El odio a Karina es expresión de esa cultura: parece de verdad una empleada doméstica que se insolenta y no precisamente lo contrario, una que hace lo que sea para ganarse una sonrisa de sus amos.

Pero ¿qué piensan los colombianos de la rebelión armada para imponer un régimen totalitario? Para la Corte Suprema de Justicia, que interpreta así la Constitución, ese acto es altruista por definición. Y cualquier intento de resistencia organizada es un grave acto de Concierto para Delinquir. No el sicariato de las AUC ni de ninguna otra banda de narcotraficantes ni la guerra sucia que pudieran haber emprendido agentes estatales, sino cualquier esfuerzo de resistencia. El que dude de la exactitud de lo dicho en este párrafo sólo tiene que leer la sentencia que anulaba la Ley de Justicia y Paz.

Las actuaciones de la Corte en los últimos años me hacen suponer que reciben algún tipo de incentivo de lo que el gobierno venezolano roba a sus ciudadanos: todo el mundo lo admite respecto a todos los países de la región, lo mismo para la campaña de Daniel Ortega que para la de Ollanta Humala que para la de Evo Morales o Rafael Correa, siendo Colombia la pieza decisiva, y siendo la actividad de la Corte la principal para socavar al gobierno proyanqui y anticomunista, sería muy extraña la coincidencia de un prevaricato tan evidente con un esfuerzo tan resuelto por influir en la política de otros países. Pero es verdad que se trata de puras suposiciones. Pensando en la sentencia mencionada, es evidente que los magistrados no pierden nada profiriéndola, que decretando la legalidad de la rebelión, por el contrario, refuerzan el peso relativo de su corporación respecto del Poder Ejecutivo. Al considerar “altruista” la rebelión, la Corte se pone de su parte y deja ver que tiene intereses en ella. Pero el único crimen verdadero que cometen los guerrilleros es la rebelión, pues los demás vienen de la propia lógica de los hechos. Una guerra limpia, sin infracciones al DIH no sería menos atroz para las familias de los soldados y de los guerrilleros, tristes peones de las carreras políticas de algunos patéticos figurones locales, ni para el conjunto de la sociedad, expuesto a la esclavitud en que ya llevan medio siglo los cubanos.

El caso de los magistrados es sólo uno: ¿a alguien se le ha ocurrido comparar las condiciones de vida de Karina con los antiguos editores de la revista Alternativa, en la que se propugnaba por la lucha armada? Según Sergio Otálora, un pensador de la izquierda democrática que extrañamente tiene columna en El Espectador:

Durante la década del setenta, varios intelectuales y periodistas de izquierda defendieron a ultranza la lucha armada. La revista Alternativa, fundada por Gabriel García Márquez y Enrique Santos Calderón (entre otros) fue lugar de encuentro y de paso de todas las organizaciones insurgentes latinoamericanas, y también reflejo de nuestro complejo movimiento social y armado de ese entonces.

Por todo eso, la pasión de los justicieros me produce mucha desconfianza. Por mí mismo no vería ningún problema en que a la ex guerrillera la mandaran a Canadá o a cualquier otro país, pues me parece necesario impedir la crueldad y no castigarla con más crueldad. Pero tal vez tengan razón quienes consideran necesario el castigo. Lo que me repugna es esa tranquila disposición de los colombianos a aplaudir el sacrificio del ganado mientras se mantiene la admiración y el servilismo hacia quienes encargaban y encargan las masacres. ¿Habrá alguna vez la menor disposición a condenarlos o siquiera a mirarlos mal? Nada se habrá conseguido mientras se alienten las crueldades con los peones, en rigor otras víctimas, y los jefes sigan tranquilos preparando intrigas para conseguir gracias a la venalidad de las autoridades judiciales lo que no consiguieron encargando cilindrazos y emboscadas.
En ese contexto me resulta pavoroso el entusiasmo con la llamada “farcpolítica”: un síntoma de un daño moral tremendo, pues ¿puede ser noticia para alguien que Piedad Córdoba trabaja de consuno con las FARC? ¿Es que se arreglaría algo si la encarcelaran, por ejemplo? Entre los supuestamente comprometidos por el computador de Raúl Reyes se cuenta un miembro del Partido Conservador que se llama Lázaro Vivero Paniza. ¿Es que nadie leyó un artículo suyo publicado un mes antes del asesinato de los diputados del Valle advirtiendo de que la fuga de Fernando Araújo “tendría consecuencias”?
Como todos los actos en la vida traen sus consecuencias, el de le fuga de Fernando Araújo Perdomo de sus captores, lógicamente también traerá consecuencias, hasta impredecibles, a corto y largo plazo. Y que llegarán, llegarán.
El entusiasmo con la “farcpolítica” puede conducir a una terrible frustración: puesto que los asesinatos de 27 personas que incomodaban al PDA no significan nada ni los continuos llamados de las FARC a votar por ese partido ni la continua obstrucción a la seguridad democrática ni la inclusión en su programa de la “negociación política”, que es el nombre actualizado de la “combinación de todas las formas de lucha”, sino que sólo lo que encuentra valor forense es importante, va a resultar que eso forense es lo que determinarán los jueces para los que la rebelión es altruista. De ahí que un personaje como Wilson Borja, más torvo que Karina, salga muy tranquilo a proclamar su inocencia, o que los líderes del PDA declaren sin ruborizarse que de estos hechos su partido saldrá fortalecido.

Los colombianos no los desaprobarán mientras no haya un auto judicial que los condene, y ese auto judicial no llegará nunca. ¿Cuánto había que demostrar para impedir que un personaje mediocre y dudoso como Samuel Moreno llegara a alcalde de Bogotá? De hecho, tanto el comunismo como la guerrilla siempre han contado con apoyos considerables. La difícil situación de las FARC puede hacer que mucha gente las descarte como esperanza, pero no que sus objetivos hayan dejado de tener partidarios. El 21 de enero de 2002, después de que Pastrana amenazara con suspender el despeje, cosa que haría un mes después, El Tiempo publicó un editorial advirtiendo que aun si las FARC fueran derrotadas pronto surgiría quien las reemplazara. A lo mejor el señor Santos Calderón ya encargó la organización de ese relevo, a lo mejor la agitación actual en la Universidad Nacional tiene que ver con eso. La chusma estará ansiosa de ver desollar a Karina, pero los verdaderos criminales seguirán no sólo impunes, que no es lo importante, sino completamente activos y tranquilos.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de mayo de 2008.)

martes, mayo 05, 2009

Maestras y madres

Me resulta particularmente llamativo que varias personas de extraordinaria significación en la historia reciente de nuestros países sean hijos de maestras: Pablo Escobar, Hugo Chávez, Horacio Serpa, Piedad Córdoba y Luis Édgar Devia (este último nació apenas tres años antes que el líder de los maestros, Jaime Dussán, oriundo del mismo pueblo: La Plata, Huila). No me parece que se trate de ninguna casualidad, tampoco las afinidades ideológicas de estos personajes, que muchos se negarán a reconocer en el caso del rey de la cocaína. Es curioso, ¿hay alguien más parecido a Escobar que el coronel golpista que se apropió de Venezuela hace ya una década? Claro, en Colombia se es un empresario informal cuya carrera política avanza mediante el cohecho mientras que en Venezuela se hace carrera militar, se da un golpe de Estado y se ganan elecciones sucesivas enarbolando la bandera anticolombiana. Fuera de eso Robin Hood quiere despojar a los ricos para favorecer a los pobres y se encuentra con una fuente de riqueza inagotable que sólo requiere control militar para excluir rivales y amedrentar enemigos. La riqueza a la que se accede permite mandar sin mucha contestación. El reclutamiento de los estratos más bajos de la delincuencia con fines sicariales es otro rasgo común, pero podrían ser muchos.

Antiimperialismo
La semejanza en el odio a EE UU de esos dos personajes permite seguir el rastro hacia el gremio magisterial, pero es sólo un aspecto. El pensamiento único reinante en Colombia atribuye las terribles tasas de violencia de las últimas décadas al tráfico de drogas, y éste a la prohibición. Cuando alguien pregunta por qué los países de otras regiones no tomaron ese rumbo se suele preferir el silencio. Yo creo que la sensación de ilegitimidad del poder reinante en el mundo y de legitimidad de la rebelión está detrás del desarrollo del tráfico de drogas: rebelarse contra la injusticia es un sueño más atractivo que trabajar, y si después el propio egoísmo da lugar a otras injusticias no se puede esperar que el interesado se dé cuenta: ¿cómo explicar que el estudiante que se echaba al monte a matar soldados siguiendo el ejemplo del patricio Ernesto Guevara no tenía una percepción muy plausible de la noción de justicia al disponer tan tranquilamente de la vida ajena? La rebelión contra la injusticia para crear la sociedad sin clases sólo es más sumisa a la ortodoxia sacerdotal, más cargada de instrucción y retórica, no está movida por un rechazo mayor contra la injusticia que la de quien se dedica a fabricar la bomba atómica de los pobres: la injusticia se convierte en una percepción subjetiva.

Liderazgo natural
No es difícil imaginarse que las enseñanzas que impartían esas maestras a los demás niños eran las mismas que recibían sus hijos, sólo que la eficacia en el hogar siempre es mayor, sobre todo porque los hijos de las maestras tienen ventajas a la hora de optar por el liderazgo en su medio social. Suelen estar más cerca de la lectura y del conocimiento, y la condición de sus madres les provee un elemento de seguridad muy importante. De hecho, en una población como la región andina hace cincuenta años las maestras serían más bien personas de condición social superior a la de la mayoría: casi la mitad de la población era analfabeta y ellas contarían con una década o más de educación, y en la mayoría de los casos provendrían de medios urbanos, frente a sociedades mayoritariamente rurales. Los maestros no sólo representaban al Estado, sino también a las clases medias de la sociedad antigua. Los hijos de las maestras eran de condición social más alta que la mayoría, pero sus familias no poseían un gran patrimonio ni relaciones en el mundo de la propiedad. Su elección ideológica era una fatalidad.

Totalitarismo
El proceso por el que los maestros en Colombia son ideológicamente afines al comunismo es más bien sencillo: a medida que el Estado se ensancha y el poder de la Iglesia se reduce, los maestros empiezan a convertirse en el elemento de control ideológico que antes representaban los sacerdotes. El poder es otro, los valores son otros, en lugar de la salvación se predican los derechos que el Estado tiene que proporcionar a todos los ciudadanos, para lo cual son un obstáculo algunos de ellos. Bueno, en realidad todo el sistema social del modelo occidental es el obstáculo, pues la sociedad tradicional ya era totalitaria y sólo se trata de reemplazar a los curas con maestros y de aislar a los países de modelos diferentes y problemáticos. El comunismo sólo es el estatismo llevado al extremo, pero en Colombia el estatismo ya tenía una larga trayectoria antes de la creación de las guerrillas: importantes sectores del Partido Liberal lo habían adoptado y la ideología rentista era un excelente caldo de cultivo.

Educación... ¿qué es educación?
La educación es siempre lo que les falta a los demás, por eso cuando la gente proclama que la educación hace libres, que lo que hace falta es educación, que los cubanos son pobres pero tienen todos educación uno se siente tentado de preguntar: ¿qué es educación? Si fuera por la alfabetización y la instrucción en materias básicas, el nivel de educación de los cubanos no es mucho mejor que el de los demás latinoamericanos, ni que el de sus abuelos en 1959. Quien piense que a la gente pobre la redimiría el conocimiento y la adquisición de destrezas tendrá que pensar que la educación pública realmente existente es más un obstáculo que una ayuda. ¿Qué es educación? Durante mucho tiempo los niños sólo adquirían en las escuelas conocimientos relacionados con el dogma católico, es decir, con la cultura de los conquistadores españoles frente a las creencias de los aborígenes, y en general la institución escolar se relaciona con esa transmisión del ejemplo vital de las clases superiores:, no sólo en el terreno religioso sino también en el axiológico (relacionado con los valores), moral, ideológico, etc. La educación pública en Colombia es sobre todo adoctrinamiento estatista, por ejemplo en ese aspecto en que el Estado muestra los dientes: en la creación de una “identidad” hostil a otras naciones. Hugo Chávez no es un loco caprichoso ni un megalómano ni un gobernante corrupto, sólo es un líder que hace realidad la ideología del magisterio: es un producto de la educación.

Un momento interesante
La Federación Colombiana de Educadores es la más poderosa organización social del comunismo en Colombia y sin duda muchos de sus dirigentes resultarán de algún modo relacionados con las FARC o con personas que aparecerán en los computadores de Raúl Reyes. Pero las mayorías en Colombia son más bien antichavistas y sobre todo hostiles a las FARC, lo cual plantea cierto desprestigio de la ideología de ese gremio y cierta reacción recelosa de la gente ante la prédica antiyanqui y totalitaria (“derechista”, se debería decir, pues su negocio es la invención e invocación incesantes de “derechos”: derechos que el Estado debe a todos pero que sólo se concretan en la doble pensión de los maestros o en la imposibilidad de evaluarlos). Es un momento crucial en la historia de la sociedad colombiana: ¿esas mayorías adquirirán una visión del mundo opuesta a la que predican los maestros, las universidades, la prensa, etc., o volverán al redil? ¿Se entenderá la labor de educar con un sentido próximo a la definición del diccionario? (Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”) ¿O seguirá predominando la pura búsqueda de títulos que autorizan a recibir ingresos sin relación con lo que se haga, como les ocurre a los maestros según un “derecho adquirido” en la “lucha”? Bueno, hay que decirlo, esos derechos significan despojo para la mayoría y la “lucha”, propiamente la épica del bochinche, significa ante todo menos horas de clase. Lo que pasa es que en esta generación los colombianos decidirán si desearán que sus hijos prosperen gracias a su actividad y a sus conocimientos, o a que adquieran derechos mediante la protesta y la lealtad al movimiento popular.

Las generaciones venideras no tendrán una oportunidad semejante de decidir el futuro.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 21 de mayo de 2008.)

viernes, mayo 01, 2009

El monstruo de Anstetten y el "mal de vereda"

Una vez escribí una entrada en mi antiguo blog basada en esa imagen de la percepción del mundo que tendría una víctima del incesto. Me refería a la llamada acción de tutela y a la forma en que se aplica en Colombia ese recurso de amparo (que existe en muchos sitios, pero no saltando por encima de la jerarquía judicial ni menos con la posibilidad de anular las leyes y los contratos invocando “derechos fundamentales”). Esa endemia jurídica explica en gran medida al país: como las leyes no se pueden aplicar ni los contratos respetar porque los poderosos no van a someterse a ninguna norma, se inventan una figura mediante la cual se anulan leyes y contratos y se hace lo que los amos quieran. Pero el embeleco no carece de ingenio: los dueños del Estado resultan reclamándole al Estado aquello que les dé la gana, siendo que “el Estado” es por definición dueño de las riquezas del subsuelo y tiene un derecho que nadie cuestiona a la exacción. El hecho de que “el Estado” (la organización de la dominación, según la definición de Lenin) despoje a la gente de los bienes que en otras sociedades les corresponderían (los del subsuelo y la exacción) se presenta como ¡un derecho a reclamarle al Estado! Y como nadie ha encontrado el remedio contra la muerte, la posibilidad de reclamar en nombre del derecho fundamental a la vida es infinita: depende de lo cerca que se esté de la cúpula judicial. Bueno, le puede reclamar al Estado (es decir, con cargo a los recursos comunes) quien es por definición usufructuario del Estado, las personas educadas y bien situadas, como en esta historia. Los pobres y analfabetos tienen todavía más derechos, pero sus tutelas no llegan ni a ser redactadas.

"Mal de vereda”
Ahora es de rabiosa actualidad la historia del jubilado austriaco que durante 24 años mantuvo encerrada a su hija, con la que tuvo siete hijos: ¿cómo se imaginaría esa mujer la vida de los demás? Para mí lo relacionado con la acción de tutela describe a una sociedad dañada, un lugar que no está muy lejos del sótano en que se pudría esa mujer con sus hijos, pero ¿no confirman esa percepción los recientes episodios de la conjura de los jueces para tratar de destruir al gobierno? El motivo de este artículo es sólo el apremio de gritar a los cuatro vientos: No, el mundo de fuera no es así, el aire corre y la gente se desplaza libremente. Pero, ¡figúrense!, eso no gusta, eso parece enfermizo y sesgado. Un bloguero que firma como Lanark describe esa tendencia a ver el propio país con una mirada demasiado desaprobadora como “mal de vereda”. A mí me interesa mucho el tema, objeto de una reciente discusión en el blog de Alejandro Gaviria.

Creer y pensar
Ortega y Gasset decía que no se debía confundir lo que alguien piensa con aquello en lo que cree, pensando se puede ser muy exuberante y los pensamientos pueden conducir a conclusiones distintas cada vez, mientras que aquello en lo que se cree es como el suelo en que crece la propia vida. Un estudiante puede aprender que el Homo sapiens y el Canis canis son mamíferos que comparten casi todo su genoma, ambos muy distintos de lo que es una mosca, por ejemplo. Pero si ese estudiante ha crecido en una familia colombiana típica, lo más seguro es que de todos modos sienta más la diferencia hombre/animal, de modo que el perro cae en la misma categoría de la mosca. Lo primero es lo que se piensa; lo segundo, aquello en lo que se cree. Digo todo esto porque es imposible hurgar en las ideas de un colombiano sin encontrar el creacionismo, la certeza transmitida por la tradición de que el mundo que conocemos fue creado por un ser superior y no es el producto de una tortuosa evolución. ¿Qué tendrá eso que ver con lo dañado de la sociedad colombiana? Fácil: la idea de que en los demás países también hay todo lo que se reprocha a la sociedad colombiana supone desconocer la excepcionalidad de lo humano: la existencia de la vida es el resultado de una situación excepcional, para que se llegara a los mamíferos pasaron miles de cosas extraordinarias y muchos millones de años, para que llegara nuestra especie y la palabra y la organización social casi que habría que pensar en una serie larguísima de milagros. En la mente del creacionista todo existe porque sí.

Complejo de inferioridad
Es decir, el que se empezara a hablar ocurrió en una circunstancia extraordinaria y puede que los hombres que lo vivieron ya fueran extraordinarios respecto de lo que era la especie hasta entonces. Y lo mismo se podría decir de todos los logros que disfruta la especie: son la obra de personas concretas, no un don de la Providencia. Pero al pensar en todos esos logros siempre se llega al desagradable descubrimiento de que eran y son el fruto de las vidas de las gentes de otras sociedades. Las nuestras como mucho han inventado la acción de tutela y algún tormento especialmente repugnante. ¡Como todas las sociedades son iguales porque en todas partes hay de todo, el pensamiento que dio lugar a la ciencia lo comparten todos los pueblos: es un don divino! Y a fe que quienes así piensan tienen algo de razón: ¿no hay filósofos en todas partes? La cuestión resulta especialmente halagadora para los colombianos de las clases altas, siendo que da lo mismo la Atenas del Siglo de Pericles que la Tenaz sudamericana, William Ospina bajito bajito resulta como un Aristófanes y Felipe Zuleta ya puede irse comparando con Simónides o con cualquiera de los que andaban de tertulia con Sócrates. Bueno, por mi experiencia, la intensidad con que acometen a la gente esa clase de pensamientos es inversamente proporcional al nivel de desarrollo de sus sociedades: un español acostumbrado a leer está más dispuesto que un colombiano a aceptar que el nivel filosófico o musical de Alemania en los últimos siglos era superior al de su país, pero hasta un colombiano resulta de lo más modesto y ecuánime si se compara su actitud con la de un hondureño, el cual aun es comedido si se lo compara con un ecuatoguineano.

Acostumbramiento
Pero fuera de ese halago siempre se va a lo mismo: en La rebelión de las masas, Ortega aludía al hombre típico del siglo XX llamándolo “hombre masa” y le atribuía la creencia de que todos los logros de la ciencia, que una minoría ínfima en ciertos sitios y momentos había alcanzado, le pertenecían por el hecho de haber nacido en esa época. En las sociedades de Latinoamérica, tan estériles y brutales, eso se lleva a la caricatura: la principal enseñanza de las universidades es que la culpa de que haya ciudadanos que no poseen ciertos bienes es de quienes los inventan y producen, siempre de otras partes. El latinoamericano no tiene que pensar en inventar ni en producir nada sino sólo en protestar en caso de no tener lo que desearía. El mero registro de esa particularidad cultural se vuelve a ojos de los joviales “mal de vereda”. Yo podría hacer un inventario exhaustivo de todas las cosas que he oído decir a colombianos exhibiendo ese patético complejo de inferioridad, que se manifiesta en la típica reacción de convertir a Diomedes Díaz en la competencia local de Mahler y a los juicios arrogantes de los supuestos entendidos en puro afán de exclusión. No es que el hombre colombiano esté condenado a estar muy por debajo de los de las demás sociedades, es que lo estará mientras se construya un sótano moral en el que reduce al resto del mundo a su nivel. La negación del carácter bárbaro de nuestras sociedades sólo refleja el cómodo acostumbramiento autohalagador, y a la postre resulta una manifestación más honda de barbarie que los mismos hechos atroces.

Todas las familias felices
Es famosa la frase de Anna Karenina según la cual “Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera”. Lo mismo se podía decir de las clases sociales en las distintas naciones, el “pueblo” es muy parecido en todas partes, los Prominenten lo son de forma muy peculiar. Cuando Octavio Paz alude a la destrucción de la sociedad azteca por los conquistadores españoles sobre todo se ocupa del exterminio de sus clases altas. Cuando se atribuyen rasgos de deformidad moral a la sociedad colombiana la gente automáticamente piensa en los guerrilleros o en los paramilitares o en los delincuentes o en los niños de la calle. Pero basta con las clases altas para explicarlo, basta con, como decía arriba, el hecho de que disfruten de la plenitud de sus títulos de filósofos, filólogos e historiadores en ardua competencia con los británicos del siglo XX para ver que la sociedad está lo que se dice lejos de cualquier desarrollo. En la misma semana en que Alejandro Gaviria publicó en su blog una entrada titulada Una sociedad dañada unos estudiantes en Neiva quemaron a unos policías, fenómeno que no mereció ningún escrito de opinión de la prensa ni ninguna entrada preocupada en ningún blog ni ningún comentario en el blog mencionado. ¿Qué culpa tienen los filósofos y economistas de que por allá en Neiva pase eso? Ellos están tratando de descifrar a Rawls como sus padres lo hacían con Derrida y sus abuelos con Sartre. ¡No faltaría más sino que les digan que son menos que Goethe porque pase eso en una universidad de provincia!

El maldito “narcotráfico”
Esa reacción conformista y autoindulgente de las clases altas tiene muchos formatos, el más característico es la atribución de todos los problemas graves al tráfico de drogas, ¡fenómeno tan narcótico que ya hasta hace olvidar que la cocaína es un estimulante! Claro que mucho antes de que fuera importante la exportación de drogas Colombia era conocida por ser el país de los gamines, fenómeno que bastaría para explicar los rasgos predominantes de la sociedad, aun de la actual. ¿Por qué había gamines? Porque había seductores desaprensivos y padres que lavaban su honra exhibiendo una crueldad sin límites con sus hijas embarazadas (y que en la mayoría de los casos eran también seductores desaprensivos con unos cuantos años más). Pero ¿qué clase de gente son los seductores desaprensivos? Todo lo que dio lugar durante tantas décadas a eso resulta tedioso a los colombianos encumbrados, que no quieren verse bajados del podio que comparten con sus colegas de otras épocas y países.

Amenazas y muertes
El caso de los policías quemados es sólo un ejemplo: repito, no se puede juzgar a una sociedad porque eso ocurra, ni siquiera porque ocurra frecuentemente, lo terrible, lo estremecedor, lo que anuncia muchos más horrores es esto: es como si no ocurriera, cientos de miles de colombianos han sido asesinados y la reacción de los poderosos casi siempre es sacar algún provecho de esos crímenes, mientras que el hecho de que cualquier energúmeno entre a un cibercafé y amenace a un periodista famoso da lugar a decenas de editoriales y columnas en la prensa (ayer mismo). Pero ¿y qué? Nadie va a tener que aceptar que porque eso pase el país es un muladar, sólo que nadie lo registra y el hecho de registrarlo llena de perplejidad a los colombianos acomodados, joviales y aplomados.

Eso no ocurre en otros países, y mientras siga ocurriendo, mientras la gente esté tan dispuesta a secundar campañas de calumnias repugnantes como las que ha emprendido la llamada Corte Suprema de Justicia para tratar de calumniar al presidente o todas las mentiras evidentes relacionadas con esa campaña (como la denuncia de Rocío Arias, las declaraciones de Villalba, la entusiasta autoinculpación de Yidis Medina, las peticiones de renuncia de Mockus y muchos más fenómenos), mientras los demás escondan la cabeza para ver sólo sus propios títulos y dignidades, la sociedad colombiana será respecto de la especie sólo un caso terrible de retroceso y degradación: un sótano en el que unos depravados hacen de las suyas y nadie les dice nada.

Publicado en el blog Atrabilioso el 7 de mayo de 2007.